martes, 1 de abril de 2008

La voz rota

Ayer fue un día de encuentros. Ayer fue noche de reencuentros. Se presentaba la vigésima primera edición de la antología Nueva Poesía Hispanoamericana en el Bandido doblemente armado y tuvimos que ir S, y yo para leer unos poemas allí antologados. No soy nada de acercarme a lecturas o presentaciones, siempre me he sentido un poco ajena a ese círculo de entendimiento, es más, limito estas pequeñas intervenciones a la más mínima expresión. Llamadme insociable, ermitaña o cenobita, llamadme poco consecuente, llamadlo flojedad si queréis, desidia, desgana... de hecho me es más sencillo escribir un libro entero de mil quinientas páginas desde el íntimo rincón de mi casa acompañada de una sombra bien conocida y querida que hacer presentaciones del mismo, pero en fin, que la vida está llena de secuencias. Es una sucesión –unas veces ordenada y otras desordenada– de acontecimientos impulsados por una acción-base. Y hoy más que nunca vivimos en un mundo de consecuencias, de correspondencias –a veces desastrosas, es cierto, lo vemos a diario en televisión– así que todo lo que ocurre es impulsado por otro “todo”. Y una de las consecuencias “lógicas” que hay cuando escribes algo (menos catastrófica por supuesto) es que te lo publiquen, ¡bendita consecuencia! ¿no creéis?… y a su vez, la consecuencia de que te publiquen un libro, un retazo de poema o un amago de versos que conformen finalmente aquel poema, es que tengas como mínimo que leerlo. Pero ayer en esa presentación, además de tener que darle vida a mi voz, una voz rota por la falta de ejercicio, S. y yo nos reencontramos con un ser especial, con alguien familiar. Así que me alegro enormemente de haber ejercitado mis piernas acompañada de S. hacia esa dirección, haber ejercitado ligeramente mi voz en aquellos retazos de poemas y finalmente de compartir una terturlia que renacería más tarde. Al final, siempre vuelvo de estos actos renovada, feliz y con algún amigo más, de esos de los de verdad, de esos que sientes que son de verdad y que a veces sólo se cuentan con los dedos de las manos. Quizá debiera ejercitar más a menudo mi voz para ampliar mis dedos, aunque me basten los que tengo.
En fin, un hallazgo de noche.

4 comentarios:

Gsús Bonilla dijo...

nuria

lo primero
gracias x tu visita a mi humilde morada

lo segundo
el texto que tienes escrito en relación a la matanza de focas es
realmente impresionante además de inmenso, me gustó mucho,

y en tercer lugar
estas en esa antologia con grandes
poetas y poetos además de amigos míos (que cómo bien dices, gente en la que puedes confiar)
marcus, isabel, naveiras, morales
salem y alguno que otro más...

en fin amiga, disfrutar de la poesía aunque sea en días grises

abrazo

Anónimo dijo...

Yo también necesitaria salir de mi cueva, porque creo que en el cenobio nos queremos más a nosotros mismos, y eso nos hace seres tautológicos, y pecamos de hacernos como dioses pequeñitos, como dirian los griegos: "noesis noeseus auto"= pensamientos que se piensan a sí mismos.
Me llegas con Rachmaninov, uno de mis preferidos, sobretodo Concierto para piano y orquesta.

Sonia Betancort dijo...

Me alegra leerte, Nuria, y saber que empujaste tu voz a la pared de cien ojos despiertos, que poco a poco, al escucharte, se transformaban en puerta, en ventana. Un abrazo

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Amormachine
Mi morada es igualmente humilde, así que agradezco también tu paso.

Rafa
Te echaba de menos, pero si como dices, estuviste de vacaciones, bienaventurada ausencia.
El aislamiento a veces nos es tan indispensable como el aire. De lo contrario nunca acabaríamos conociéndonos, de hecho ni cuando nos viajamos hacia nosotros mismos lo llegamos a conseguir, quizá por eso regresamos hacia ese otro lado más mundano.
Siempre es un placer ampliar mis ideas con las tuyas y compartir algún que otro Rachmaninov.

Sonia
Estás desaparecida, me alegra tanto tu inesperada llegada. Probablemente fueron menos de cien pero bueno si los contamos en latidos fueran todo un ejército de hormigas sus oídos.