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lunes, 2 de junio de 2014

pensatorium en la revista quimera


por pilar martín gila
en revista quimera



Nuria Ruiz de Viñaspre abre su último poemario, Pensatorium, con el siguiente comentario del filósofo Alain a Paul Valéry: “Todo pensamiento empieza con un poema”. Esto nos sitúa en la relación entre poesía y pensamiento como pregunta recurrente, al menos entre los poetas, donde la poesía no sería cosa distinta del pensamiento, y el pensamiento no se conformaría con lo rigurosamente racional. Sin embargo, puede decirse que la autora del presente poemario parece tener resuelta la pregunta sobre esta dicotomía desde un lugar anterior a la pregunta misma, un lugar en el que la poesía es impulsora del mundo que la contiene, movimiento no premeditado, no preparado sino entregado. Después vendría la formulación de la pregunta como si el saber, la conciencia y el entendimiento llegaran siempre a posteriori, y esa fuera su virtud, tal como le ocurría a aquel denostado titán, Epimeteo, de cuyo des-propósito, sin embargo, surge la diversidad de los órdenes, al contrario que su famoso y obstinado hermano, el previsor Prometeo.

En cualquier caso, este Pensatorium, este espacio para el pensamiento es primero el espacio para la poesía, sobre ella recae el delicado material de la palabra, cuya posibilidad de supervivencia reside en su capacidad para escapar, esquivar los intentos de orden, de definición, de congruencia. “El lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje […]”. El cambio constante de la mirada, el quiebro, la atención al giro en el final de los poemas, que busca hurtar la expectativa, lo previsible, y también esa inclinación a los procesos de pensamiento en espiral, hacen visible un guiño o una forma de llamada a los poemas de Gertrude Stein, sobre cuya escritura o más bien sobre lo inconveniente de ceder al vicio explicativo y de penetración ante su escritura, Andrés Fisher y Benito del Pliego, en su edición Objetos y retratos. Geografía (Amargord), dicen lo siguiente, que, según me parece, se puede aplicar también a Pensatorium: “Es la vocación de superficialidad lo que hace profundamente inquietante a Stein. Nos miramos en ella y somos capaces de proyectarla en una enorme variedad de sentidos.”  La reiteración, el sonido de la lengua, los aspectos, podemos decir, sensibles de la palabra entran en juego de una forma particularmente relevante en la escritura de Ruiz de Viñaspre, desde el instante en que en ella se privilegia ese incesante movimiento del deseo, que es inextinguible y por lo tanto se repite en su inagotable carrera desplazándose de significante en significante, tras el reconocimiento del otro  (“me subo en caballos disolventes / que son un lenguaje de amor entre piernas / lo regazo encinta lo calibro / pero allí la casa se fuga a caballo / el caballo se fuga en niebla la niebla / en lengua la lengua en vientre…”). 

Es este un mundo poblado donde emergen otras voces no con el fin de articular un discurso, sino más bien como podrían surgir en un sueño al que vuelve lo que se vivió durante el día para incorporarlo plenamente al sujeto. Hay, como sugiere Luz Pichel en su prólogo, una aproximación del pensar al soñar que se encarna en el otro, un otro concreto. Y tal vez la poesía sea ese punto de intersección que hace concreto el pensamiento y verbalizable el sueño, no porque haya lenguaje sino porque hay cuerpo, porque es el cuerpo el que enuncia y el que demanda (“pero mi cuerpo pero tu casa / volvamos a la realidad / mi cuerpo es la casa del lenguaje”). Y aquí posiblemente, en ese espacio situado en los dominios del cuerpo, al que Jean-Luc Nancy observa como una certidumbre confundida, hecha añicos, una forma que abre su interior y a la vez se muestra, se expone, como exterior, tal vez, digo, y cerrando con la idea que comenzaba este artículo, sea el lugar donde Nuria Ruiz de Viñaspre hace de su poesía tensión, impulso del mundo.

sábado, 31 de mayo de 2014

en la revista nayagua

por luz pichel
revista nayagua



Kieran Antil, Ciorán, Nabokov, Borges, W. Szymborska, E. Dickinson, Silvia Plath, Juarroz, San Juan, Nazim Hikmet, Pizarnik, Stanislaw Jercy Lec, Marta Agudo, T.S.Eliot, Rebeca Horn, Thomas Bernard, Canetti, Linda Hogan, Bécquer, Filolao, Clae Andersson, Goethe, John Ashbery, la otra en el espejo, los lectores. Son los invitados a esa  casa del lenguaje que es Pensatorium, el último libro de Nuria Ruiz de Viñaspre, un espacio de conversación desde la contradicción y desde la duda, un amplio salón donde se sirve rico lenguaje rico. Los invitados son muchos y el diálogo con ellos o con sus textos, como en las buenas conversaciones, trabaja sobre el matiz. Estamos en un lugar abierto, un salón donde se hace vida, donde se abren ventanas para que entre frescura y luz y para conjurar la muerte y la tristura.

Lejos de los modelos textuales que se podrían esperar de un título así, aquí hay aforo pero no aforismo. Pensar no significa dar por buena o definitiva ninguna afirmación sino proceder y desplegar. Las conclusiones quedan para el lector. Sobre la mesa  puntos de vista, lados, múltiples lados. La cabeza desnortada del sujeto poético, además de un gesto corporal expresa el desconcierto de la que orienta la mirada, al mismo tiempo, a  los cuatro puntos cardinales y al espacio intermedio y a las grietas. Vivir en el cuerpo del di-lema, se dice, aludiendo a la vez al decir, al lenguaje, hilo grueso del tejido Pensatorium, y a la contradicción  en la que el yo se posiciona inevitablemente cuando hace uso del decir (ya lo he dicho / mi cuerpo se ha posicionado).

Desde el salón donde NRV recibe, acoge, asomándose desde el interior o desde el exterior del quicio del ventanal, según se mire hacia dentro o hacia fuera; tumbándose sobre la espalda o sobre el vientre, según se sueñe cielo o se imagine tierra debajo de la tierra, la imagen del caballo de la portada, que se disuelve,  cobra todo el sentido, como esas formas que giran sobre sí mismas hasta perdernos.

Por eso este poema abre el libro, como un prólogo, como una luz:

El lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje […] Ambos son animales de presa que nacen desde el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo […] Y cuya supervivencia depende de la habilidad de percibir incongruencias como esta

Por eso este otro lo cierra, como un epílogo, otra luz.

la molécula del olvido es un mecanismo de autodefensa. pero la autodefensa es un mecanismo de aislamiento. pero el aislamiento es la madre de todos los mecanismos. pero la molécula pero el mecanismo pero la autodefensa pero el olvido pero bla bla bla. al final la madre de todas las moléculas es lo mecánico que es todo.

¿Poesía de la desesperanza, entonces? Podría parecer. La mirada sobre el mundo no puede negarse a verlo avanzar hacia su disolución. Saberse voz muerta. Mirar de frente   el final desmoronamiento. Pero desde esa lucidez (qué bien hacemos pensando que un día todo morirá / si no estuviéramos apoyados en este muro de certeza /hubiéramos muerto mucho antes de que llegara nuestra no muerte) la certeza de la muerte  genera deseo,  energía,  brío que atraviesa escritura y cabeza: bienaventurados los cabellos sueltos /de todos los caballos de tus desbocados viajes

No desesperanza entonces, sino lucidez y fuerza ligadas a la necesidad de comprender y a la voluntad de vivir, para  no morir, cervatillas, mirando la vida pasar.

en aquella orilla del río morían al año
cientos de cervatillos
que apagaban por primera y última vez
un ansia que no entendían
se morían de sed se morían
mientras el río seguía su curso entre los juncos

En pensatorim, decíamos, es el procedimiento el que construye. Por eso no hay sentencia sino diálogo, matices. Y el lenguaje no sólo dice o silencia, sino que hace. No somos expertos caballos analíticos sino caballos que son un lenguaje de amor. Pensar como piensan /las líneas de la naturaleza. Ser animal: En tu afán de conocer en toda completud tus lados,/ buceaste en esa sombra hasta ver surgir el voluptuoso animal que llevabas dentro.
Para ello, claro, la poesía elige la carne del lenguaje, su corporeidad. Se habla del lenguaje y se hace lenguaje, hilo grueso del entramado de este libro.

entre la carne del lenguaje y la nada
me inclino más hacia la carne
porque la carne es el ya
y desde ese mismo ya
la nada nada

Desde el momento en que ser humano y palabra se identifican (mi cuerpo es la casa del lenguaje), la persona se reconoce como  materia fónica. En todos los sentidos, existimos en el lenguaje, incomunicados en su oscuridad cuando lo usamos como vínculo social, atrapadas en su redundancia, en su circularidad, en la voz heredada, en su incapacidad mecánica para sacarnos de la confusión. Así es imposible formular nada, dice un verso, habrá que hacer otras cosas con él, hacerlo añicos, dar un salto de pértiga y pasar a otro lado, al lugar donde el lenguaje es lugar de reunión, madriguera que desde el silencio de la respiración fecunda adjetivos imposibles y se convierte en realidad suprema y entonces, visto ya como  escritura, conjura a la muerte con su sola presencia.

Escribo. Escribo y borro. Escribo y borro. Escribo y borro. No un borrón y cuenta nueva. Porque hay borrón pero no hay cuenta nueva ni cuentos. La pértiga es la misma. Escribo y borro para escribir nuevo lo borrado en otra letra. (...)Escribir escribir escribir escribir para no morir morir morir morir para volver a escribir escribir escribir escribir

Ese lugar de reunión en el silencio, en el que la capacidad de significar del lenguaje se recupera (eso parece) y la escritura se hace posible, tiene nombre en Pensatorium. Le caracteriza entre otras cosas la fertilidad. Se llama "soñadero", y con razón, porque algo tiene que ver con la realidad  "sueño" y  sus irrealidades, con los múltiples significados  de la palabra y sus derivados o sus adyacentes metonímicos o sugeridos, como noche, animal, cuerpo, crecimiento, subconsciencia.

En la noche de su cuerpo todo crece. (...)Le crecen lenguajes que son común idioma de bestiarios. Y en esa salvaje candidez de lenguas la mujer-siembra pare docenas de uvas que caminan primigenias por un suelo beodo de cocinas.(...).

Hay un lenguaje en el caballo (fuerza, nobleza, instinto, movimiento) que justifica todas las utilizaciones simbólicas que en este libro se hacen del animal. Hay una fuerza de caballo que recorre la sintaxis del libro, sus distintas capas. Sería largo explicar ese río y sus saltos, pero está, con rápidos y cataratas, y está contradiciendo cualquier interpretación negativista, cargándolo de vida.

No parece que la poesía pueda decir nada muy nuevo si seguimos a NRV (no hay cuenta nueva ni cuentos)  Dice NRV que la labor del poeta es Escribir nuevo lo borrado. Pero es que escribir nuevo lo borrado implica un relato nuevo. Ruiz de Viñaspre escribe en Pensatorium un relato nuevo, una nueva manera (y manierismo hay, aquí, sin duda) de hacer que la lengua signifique, que aporte esa claridad que es imposible en la in/des/anti/comunicación social. La corporeidad de la gramática de NRV llama constantemente la atención sobre sí misma, como un relato antes inexistente. Nos referimos a la gramática de NRV como algo sólo suyo porque, más allá de cuanto admite la Retórica se está rozando un lenguaje-caballo-salvaje que trota más allá de la norma lingüística. Es fuera de lo normalizado donde somos tan libres que el lenguaje nos permite crear, o cualquier cosa, prohijarlo un poco, quererlo, pedirle que nos dé a luz

Paradoja, dilema, calambur, antítesis, aliteración, oxímoron,  paranomasia, diáfora, aliteraciones y analogías todas, rupturas en todos los órdenes, poemas que parecen confusamente deshacerse hacia qué agujero o desaparición, saltos, erratas, música apenas perceptible en su ondulación o en su silencio y que en ocasiones se convierte en objeto y lo hace chocar todo y todo se sonora, fonemas, acentos, sílabas, prefijos, palabras . Nada de todo esto es banal aquí, no son figuras en una lista, no es un relato antiguo, son el relato mismo. Es en la escritura, así entendida, donde está la energía.

Pensatorium exige relectura y, después, relectura. Siempre se abrirá una grieta en la valla del jardín que no estaba en la lectura anterior. Y allá dentro, escondido entre los narcisos que son porque no son, un animalito nuevo buscando madriguera. Eso es lo que pasa, siempre un animalito nuevo y raro.

 

pensatorium en la revista republica cultural

 por alberto garcía-teresa
repúblicacultural

Los últimos poemarios de Nuria Ruiz de Viñaspre se han destacado por una gran unidad formal y temática, por un sentido claro en cada uno de ellos y por un inteligente uso de la expresividad de un lenguaje y una imaginería duras y ásperas, que creaban cierto distanciamiento bien empleado por la poeta para cimentar un discurso crítico sobre la realidad y las relaciones personales. En esta ocasión, la autora pone en marcha un procedimiento de impulso surrealista para mostrar una relación inédita del “yo” y del lenguaje con su entorno.

Pensatorium se trata de un poemario basado en lo espiral, en la reiteración y en el regreso continuo a ciertas formas, expresiones, palabras e imágenes. Nuria Ruiz de Viñaspre despliega constantes juegos de palabras, juegos con lo fónico, a través de versos que se enredan, que contribuyen a construir una atmósfera obsesiva. Con una notable fluidez en los versos, consigue un ritmo irracional, sostenido por esas repeticiones y por una relación sintáctica y una lógica muy libre. De hecho, abundan las secuencias oníricas.
Se trata de un libro de gran poder evocador, muy cohesionado. Se compone de poemas breves, que presentan distintos pensamientos, episodios o entornos. Al respecto, abunda la relación con el otro, especialmente la amorosa. También son frecuentes las reflexiones alrededor del lenguaje; de su naturaleza, de su capacidad y de su resonancia. El lenguaje, por tanto, consta como referente y como mediador entre las personas y el sujeto y el conocimiento del medio. Pero en todos ellos se inserta una alusión al caballo el cual es, efectivamente, la figura central de la obra. En ese sentido, resulta acertadísima la hermosa ilustración de cubierta; ese caballo en movimiento, en caída libre, que se va deshaciendo. Toda la imaginería gira alrededor de él, y se convierte en un anclaje simbólico de gran polisemia, no orientado, que engarza así mismo los textos.

A su vez, la obra deja constancia continua del desborde de la realidad de los marcos en los cuales se quiere encorsetar para comprenderla. Finalmente, de fondo, debe señalarse la existencia de una interrogación existencial, un desconcierto sobre la entidad de la vida y de la muerte, que se alterna con el juego puramente lúdico.

miércoles, 7 de mayo de 2014

pensatorium en la tormenta en un vaso

por verónica aranda
la tormenta en un vaso

Muchos de los poemarios de Nuria Ruiz de Viñaspre, autora de una amplia y coherente trayectoria, giran en torno a un animal. Si en libros anteriores contemplaba el mundo y establecía analogías a través de los peces místicos o de las vacas, ahora son los caballos los que, a modo de cosmogonía, atraviesan Pensatorium, editado recientemente por La Garúa. El caballo es nobleza y representa la fuerza en su estado irracional. Sus versos emergen con las crines al viento y son energía creadora en estado puro, a la par que imprevisibles. Tan pronto son caballos que giran sobre sí mismos, como alteran el ritmo; ora relinchan y se tensa su musculatura, ora se destensan, adoptando ligereza.
Por otro lado, “Pensatorium” es un lugar de recogimiento, donde la poeta se retira a pensar y hace pensar al lector (No olvidemos que Ruiz de Viñaspre procede de la estirpe de los poetas filósofos). El eje principal sobre el que se vertebra el poemario es el lenguaje y la reflexión en torno al mismo, para acabar llevándonos a lugares “nunca antes pensados”. Otros ejes son casa-cuerpo-carne-amor, que, como la palabra, juegan a sustituirse, ocultarse y llenar huecos. Porque la poeta también hila ausencias, reflexiona sobre la incomunicación que hiere y, al mismo tiempo, nos alimenta. Sobre el idioma, que no deja de tendernos trampas: nos transmite el hallazgo del gozo/ pero también lo tóxico. El lenguaje es la realidad suprema pero a través de él nos es imposible alcanzar la verdad universal, expresar lo inefable. Todo es susceptible de cambios, dando resultados irreales, puesto que no dejamos de ser seres dislocados, desplazados de un centro. Son versos transidos de nihilismo: nada cabe en nada y nada duele tanto como el reconocerse sin las desoladas alas desaladas.
Estamos ante un pesimismo vital de raíz barroca, como neobarroca es la poética de la autora, su ingenio y los recursos que utiliza: paradojas, hiperbaton, adjetivación arcaica o el empleo de la ironía para tomar distancia y aferrarse al lenguaje como una verdad a la que asirse en medio del sin-sentido. “Escribir para no morir”, porque en el envés del lenguaje está su dimensión de ensoñación.
Los poemas metafísicos se alternan con poemas que nacen como un divertimento y aligeran el tono solemne del libro, como es el caso algunos poemas amorosos: qué rara intimidad/ volver a besar el quicio/ de tu desquiciada boca o los poemas glosados a partir de una cita o guiño a algunos de sus autores de cabecera: Holan, Cioran, Alejandra Pizarnik, T. S. Elliot, Goethe. Ruiz de Viñaspre es una maestra de los juegos de palabras, que aparecen de forma reiterada en sus poemas. Crea neologismos, da vueltas a sus posibilidades fónicas, sus descargas eléctricas, invoca a Bach para traernos toda su dimensión musical. Como el propio pensamiento, entra en espiral, dice contradiciendo. Se sobrevive dentro del caos, la escritura nos ayuda a reinventar más de una certeza. La palabra comienza y acaba en el silencio, de ahí la importancia de las elipsis y de la metapoesía a modo de tratado, a medida que nos adentramos en Pensatorium.
Como dice la poeta gallega Luz Pichel en el brillante prólogo: «En el lenguaje y en todas sus opacidades se sobrevive, en el cuerpo, en el giro, en el gesto, en todo ese no ser de la palabra. Hay una fuerza ahí que todo lo salva». De ello da grandes muestras Viñaspre en este libro, empleando ese lenguaje corporal del caballo que tensa la cuerda.

lunes, 31 de marzo de 2014

pensatorium en revista tamtampress

por inés marful
ver artículo en tamtampres

pensatorium, el nuevo poemario de Nuria Ruiz de Viñaspre (Logroño, 1969), décimo en su ya larga e intensa trayectoria, parece empezar su recorrido poético en la figura de ese caballo negro que cae y se disuelve en la cubierta, los belfos rozando el nombre de la autora y el no-prólogo de Luz Pichel. Si un pensatorium habría de conceptuarse, tal como la etimología nos permite, como un espacio donde o para pensar, un pensadero, esta imagen de equino descendente que deja tras de sí una madeja de restos deshilachados parece indicar que quienes se adentren en este recinto poético no será para asistir a la puesta en escena de un discurso lírico más o menos entero y completo, al estilo de las fábulas aristotélicas, sino, acaso, al cataclismo de su disolución.
El poema que abre la primera parte de pensatorium, titulada los caballos del lenguaje, es, en este sentido, una declaración de principios:
El lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje […] Ambos son animales de presa que nacen desde el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo […] Y cuya supervivencia depende de la habilidad de percibir incongruencias como esta.
Sorprendidos por esta declaración que atrapa los lenguajes corporales del lenguaje y del caballo en el cepo de una tautología, nuestro ingreso al pensatorium de NRV empieza por enredarnos en un discurso circular, dibujando, de paso, la cartografía de su región poética. Dar vueltas a las palabras. Darles la vuelta a las palabras. Dejarlas piafar, corvetear, amblar, marchar, encabritarse. Saber que tanto el caballo como el lenguaje –o su figura de síntesis, el caballo/lenguaje– son animales de presa. Que podemos darles caza e incluso darles la muerte si no les infundimos el arte de la des-automatización, la dis-locación, la carambola o el juego… A partir de aquí, todo lector avisado sabe que en este singular pensadero habrá vida y habrá juego, puesto que hay lenguaje. O, más precisamente, que NRV ha hecho del caballo del lenguaje su presa y está dispuesta a ejercer de amazona y cabalgar a pelo sin que eso presuponga cumplir con los requisitos de corrección léxica y sintáctica al uso, sino, por el contrario, cabalgar en libertad. pensatorium es, pues, antes que nada, un ejercicio de liberación de la escritura, una maquinaria diseñada para que el homo/mulier ludens se solacen desembridando el potro del orden simbólico y echando los arreos por la ventana.
Hay en NRV un gesto de rabia auroral, genesíaca, que amasa la materia lingüística para insuflarle el soplo de una re-creación. Si todo en nosotros es el fruto de un logos spermatikos, las razones seminales de los latinos, es preciso –parece decir la autora– no sólo renovar las semillas del lenguaje para hacer posible una gramática nueva, emancipadora, sin silla ni aparejos que la constriñan, sino abarcar en el gesto el barro de la carne sin cuyo concurso el lenguaje perdería su razón de ser y su única morada. Recordar, pues, que sin cuerpo no hay lugar donde incardinar la lengua. Desvelar el lenguaje en su condición circular de lenguaje corporal que gira sin cesar de la emanación a la inscripción. Precisar que toda lengua des-encarnada es letra muerta. Que sin el cuerpo del hablante no habría lengua. Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, se dice en el Evangelio de Juan. En su correlato pensatorio el propio sujeto lírico se dirige al libro que está en trance de escribir para decirle: pensatorium / no me engaño / sin el cuerpo de un jamelgo / somos niebla desbrozada de lenguaje. Es decir, que, al menos a mi entender, el único lenguaje del que podemos hacer presa ha de ser un lenguaje que remita al cuerpo/caballo en que NRV alcanza a experimentar la lengua como verbo encarnado en quien poner su fe. Apenas hemos transitado por los primeros poemas de pensatorium cuando nos damos cuenta de que asistiremos, por tanto, no sólo a un discurso metalíngüístico –el lenguaje es la realidad suprema– sino también a los fragmentos de un discurso amoroso: me subo en caballos disolventes / que son un lenguaje de amor entre piernas (p. 21). En esta doble latitud, erótica y metapoética, se sostienen las tres secciones que componen el libro.
El “pensadero” que es mi casa (p. 26), tal como la autora apostilla, no es otro que el cuerpo inhabitado por el lenguaje, postulación que nos acerca tanto a las filosofías del giro lingüístico como a los hallazgos del psicoanálisis. Cuerpo eternamente re-inscripto por el grafo del deseo. Cuerpo verbal, sonoro, cuerpo que escribe, cuerpo que susurra, cuerpo que silabea y se libera para una logolalia autoconsciente que sabe, perfectamente sabe, que la morada del heideggeriano ser-para-la-muerte, pero también para-el-amor, no es otra que el lenguaje: mi cabeza es tu mansión y así la habitas. O: entre la carne del lenguaje y nada / me inclino más hacia la carne [del lenguaje].Si el cuerpo, amado y amante, hablado y hablante, nos abandona, circunstancia que parece aquejar al sujeto lírico en su breve paráfrasis del Cántico espiritual: ¿adónde te marchaste y me dejaste? (p. 21), la voz es “voz muerta”. El pensadero no es más que un “cementerio de palabras”, “nada”: tu palabra rodará tras el descendimiento / y los cascos chirriarán por los hipódromos del lenguaje / siendo pista y hielo del nuevo mundo no dicho (p. 24).
La muerte de la carne en el decaimiento de la pasión comporta, pues, el suicidio del lenguaje y la muerte, coextensiva, del amante: he muerto haces dos días cerca del lenguaje. El poemario eleva su cota lírica y se torna en elegía, en bellísima y sorprendente elegía, por el cuerpo/lenguaje del amor perdido. Muerte provisional de un lenguaje metamórfico que se restaura pocas páginas después: hay algo en ti / –verbo mío– / que se abre a mis caricias. Y, ya en la segunda sección, cámara obscura, en la que escuchamos reverberar ahondándose los motivos que articulan la primera: existo / insisto / persisto / y coexisto en ti / desisto de todo de lo que aquí resta.

¿Qué somos, al fin, y aquí el esbozo de una ontología perfectamente à la page? Únicamente materia significante que acontece en un cuerpo y que únicamente puede sobrevivir si es recogida e interpretada por el verboluz de un/otro lenguaje. Desplegar ese acontecer dia-léctico al que, para seguir a Heidegger, hemos sido arrojados, supone, en buena lógica, dar soporte y expresión a la carne que nos soporta produciendo dis-curso: la gana del sujeto de ser torrente / empujará mi predicado.

La tercera y última sección de pensatorium, antífonas, empuja el predicado de la autora y lo hace recalar en multitud de motivos en los que vuelven a reflejarse, como la luna en un río de tiempo sin retorno, las que son las paredes maestras del pensadero: el lenguaje como lenguaje encarnado o incardinado, ahora matizado por su condición evanescente en el seno de la más amplia evanescencia de todo ser en la caverna del devenir, y la presencia de un Eros en cuyos desplazamientos podemos ver, cum grano salis, los desplazamientos del signo a lo largo de los miles de cadenas que lo componen. Sintagmas y paradigmas, metonimias, metáforas, representámenes e interpretantes, interpretaciones, derivas… La presencia, torrencial, del sujeto lírico arrastrando al lenguaje en su caída; dejando atrás, como el caballo negro que se desploma sobre el nombre de la autora en la cubierta, filamentos bruscamente interrumpidos por el cierre pragmático del texto o de la vida.

Habeas corpus, parece decirnos NRV, y ese corpus es un corpus textual incapaz de otro ser que el que descansa en su condición retórica. En la condición retórica de todo lo que existe: escribir escribir escribir escribir para no morir morir morir morir para volver a escribir escribir escribir escribir escribir.

Lenguaje, cuerpo, amor y muerte. Las cartas están echadas. Creo que Nuria Ruiz de Viñaspre no ha olvidado ninguna de las fundamentales en este lúdico e inquietante manual de filosofía portátil. Hagan juego, señoras y señores. Hagan cuerpo de amor. Cuerpo de muerte. Hagan lenguaje. Quiten el bocado a su caballo íntimo y déjenlo vagar por las majadas, patear la gramática y recostarse luego en las dulces praderas del sent-ido, como el ciervo huiste mil gracias derr-amando de ti me van mil gracias ref-hiriendo… Pero…
Pero blablablá.