miércoles, 25 de febrero de 2009

Mi Berio antiguo

Lo he encontrado por casualidad. Como se encuentra todo lo importante en la vida, por casualidad. Buscando más sobre mi Berio antiguo, aquel que me sitió hace ya más de 20 años, me he topado con esto, Sinfonia, algo tan extremadamente familiar que podría haberme transportado al pasado, a mi habitación en la casa familiar, a mi habitación a solas, a aquellos cascos cuasi-profesionales destinados sólo a mis oídos, a mis encierros de adolescencia voluntarios, a mis implosiones juveniles, a cuadernos blancos sobre una mesa, dispuestos siempre a ser pisados por el antaño animal salvaje de mi puño. Demasiado joven para trastear en ordenadores haciéndome soltar las letras como el que salta por los aires... Todas estas músicas que redescubro en el moderno Youtube calman mi ansia de encargar la conversión de mi colección de cassettes, que es amplia en cds. Berg, Berio, Berberian... en la B. Penderecki, Purcell, en la P. Schöenberg, Stravinski, Shostakovich, Satie, Saens.. en la S. Y así infinitamente. En fin, que tras el concierto de las Folk Songs del otro día con S. y sin abandonar por supuesto a mi ya querido y perfecto Johannsson, definitivo en mis oídos, he profundizado -mejor dicho, recordado- mi Berio más vocal. Me he encontrado con esta proposición de 8 voces amplificadas. En cuanto han sonado las primeras voces le he gritado a S. ¡Oh Dios mío!, esto es justo lo que buscaba inconscientemente mi corazón pero que mi cerebro no recordaba. Esa música, por llamarlo de alguna manera ha vuelto a conquistarme. En esta obra las voces no son utilizadas en la forma tradicional, ya que además del típico canto entonado, las voces recitan, susurran y gritan palabras a veces de Lévi-Strauss, de Beckett, de mi también indestructible Mahler y de otros tantos que seguro me dejo.

En uno de estos movimientos, Berio se basa en el tercer movimiento de la Sinfonía nº 2 de Mahler (también he hablado aquí miles de veces de ella) y consigue que la orquesta proponga otra versión con pequeños cortes de ese conocido movimiento. Al tiempo, las voces recitan y recitan los textos mencionados mentras la orquesta nos recuerda obras clásicas, como La Mer de Debussy, el valse de Ravel, o del también mencionado Boulez.

El resultado es éste: un relato que sí, claro que lleva la típica tensión y distensión de la música clásica, pero que usa un lenguaje completamente diferente. Atonal de nuevo. Acordes y melodías reales que pareciera que nunca superaran el bellísimo fragmento de Mahler.
A este movimiento se le conoce también como "la deconstrucción de la Segunda Sinfonía de Mahler", -palabra tan de moda hoy día-. Del mismo modo que se supuso a veces otra deconstrucción la voz de la Berberian, hecho comprobable más abajo.

Los movimientos son:
I
II. O King (Immobile e lontano)
III. In ruhig fließender Bewegung - attacca:
IV.
V.
Sólo el 2 y el 3 llevan título.

Como siempre, intentad escuchar hasta el final.
Todo un prodigio tímbrico. Qué desfragmentación. Qué rico material vocal. El espectro de Mahler.
Para que veáis mi grado de obsesión, confieso que hoy me he pasado casi seis horas escuchando sólo esta pieza. Al otro lado, Johannsson, ¿quién si no?



lunes, 23 de febrero de 2009

¿El pura sangre de Hamlet o Sevilla desarrollada?










¿Por dónde empezar? ¿Por el pura sangre de Hamlet del jueves noche con una Blanca Portillo a la cabeza o por el último viaje de mis pies que me llevaron a mí y a S. hasta Sevilla las últimas 48 horas?
¿Por dónde? Hamlet fue tan intenso que sería primordial hablar de aquella escenografía de agua, de aquella chica-Pandur. Pero Sevilla, nuestras últimas 48 horas en Sevilla quizá sí valgan relegar a un Hamlet que ya todos sabemos eterno. Y antecedo el paisaje del sur al danés por miedo a que se me escapen detalles que ahora mismo se descuelgan de la yema de mis dedos. Hamlet, pues, puede esperar ¿o quizá no? No lo sé. Quizá mate toda imagen de aquella noche Shakespeariana. Quién lo sabe. En fin, tras dormir tan sólo cuatro horas (el querido Hamlet fue tan largo como lo es él en estatura), me levanté el viernes hacia una Sevilla casi desconocida, con un dolor intenso de cabeza. Los extremos de mis sienes atornillaban mi cerebro estrangulando cualquier idea generada. Me levanté con un dolor tan intenso que tuve que inyectar en mi nariz un medicamento nasal. Directo a las venas. Sólo así conseguí matarlo.
De camino a Atocha fue calmándose ese canalla que tantas y tantas veces ya martillea cuando una menos lo espera. El viaje junto a S. fue magnífico. Viajar con S. siempre es magnífico. Nos regenera. Nos recompone. Nos descorcha. Sï, como cualquier viaje. Viajamos por error del AVE en Preferente así que la amplitud y la comodidad de los asientos fue apaciguando lenta pero inexorablemente mi cabeza llena de agujas ardiendo.













El resultado de ese inicio de viaje: 48 horas de las cuales dormimos 12 horas. 36 horas descubriendo la Sevilla más interior. Deambulamos por sus angostas calles. Yo siempre sin rumbo, porque siempre yo soy la que siempre se pierde o se tropieza con alguna farola recién plantada, pero con la cartógrafa S. a mi lado fue imposible perdernos. Aprovechamos por tanto el tiempo al máximo.

Visitamos el Barrio Santa Cruz, Triana nos enamoró profundamente. Comimos lo típico de esa ciudad a orillas siempre del agua. Alargamos las bromas que nos proponían los sevillanos. El tiempo fue tan amable como todo aquel con el que nos cruzábamos.

Ascendimos hasta la cima misma de la Giralda, sí, 34 rampas y unas últimas 10-14 escaleras para culminar la cima. Divisamos la ciudad desde su altura. Circulamos en semi círculos la hermosísima Plaza de España. Sentimos el flamenco en nuestras venas en un espectáculo sin precedentes. Nos encandilaron las amargas lágrimas de Petra von Kant, no quise decir, la Macarena, nos encandiló su amarillo-oro y su blanca-plata. Nos perdimos con plano y cartógrafa incluida en la enorme Catedral, donde me dijo S. que sólo en la nave central entraba perfectamente la hermosa Notre Dame.

Fuimos testigos mudos de los ensayos de cómo un gran grupo de sevillanos fornidos sostenían sobre sus hombres desnudos una enormel mole de cemento equivalente siempre al peso de un paso que en tan sólo un mes tendrán que pasear por esas calles. Y por si todo esto, en 36 horas fuera poco, disfrutamos de poesía en la Segunda Edición del Festival de Perfopoesía que se celebraba en esa ciudad.

Allí pude al fin poner rostro a amigos queridos pero desconocidos al fin y al cabo. Nada defraudó. La vuelta quizá. Más solas aunque siempre dos. Nos envolvió Sevilla y sus gentes y no exagero. Nada defraudó. Ni el paisaje, ni aquellos recién descubiertos rostros, cara a cara, ni el calor de ese sur al que yo quisiera emigrar...
Puse cara a mi querida A. (quise decir Ana Arcas) mano extremadamente sensible que esbozó lo que hoy es la cubierta de mi Geometría del vientre y diseñadora también del dios Ganesh de la foto. Puse cara a A. (quise decir, Antonio Villarán) ideólogo a mi modo de ver, creador de ideas, o de nubes, como él se tiene. Puse cara a mi queridísima y resplandeciente L. (quise decir Laura Rosal) que irradia con toda desfachatez tanta luz a su paso, que destella sin ella saberlo, aferrada siempre a su arma, su cámara, y su salvavidas, una botella de cocaloca que le ayudaba a mantenerse en pie. Puse cara así, a la culpable, bendita culpable, de mi furor por Johannsson.

Vi manos que fotografíaban, otras manos que dibujaban paneles imposibles hindúes encabezando el festival y cabezas pensantes que generaban ideas como si de una máquina de monedas se tratara. S. y yo, sin ser participantes en dicho Festival nos sentimos queridas, arropadas y cuidadas en esos habitáculos en los que asistimos a varios recitales o propuestas perfopoéticas. Trasnochamos en el afamado bar El perro andaluz, resurgido de unas cenizas y testigo de voces y propuestas, donde saludé a otra A. (quise decir Ana Pérez Cañamares).

Estuvimos con G. y P. amigos que arrastramos de hace tiempo (dentro de nada hará un año). Vimos la habitación transparente de donde G. (quise decir Gracia Iglesias) era rescatada gracias a la colaboración de los que por allí pasaban depositando montañas y montañas de libros y libros que harían las veces de escalera salvadora para tocar un poco más el cielo.

Disfruté sobre todo la cercanía de L. (quise decir Laura otra vez), siempre deambulando con su cámara y con unos minutos para S. y para mí. Es cierto que nos hubiera encantado disfrutar más a A. (quise decir Ana), y de A. (quise decir Antonio) pero estaban muy ocupados organizando eventos y la coindidencia con ellos se hizo más difícil.


Vi libros míos allí expuestos y lo que es áun mejor, vi algunos de ellos vendidos. Acabo de encontrar esta foto de alguno de esos libros. Me llevé a cambio de esa sorpresa la voz más desértica de Panero y S. se llevó para regalo mío el hambre y la ceguera de Arnau.

Escuchamos a David González recitar animosa y enfurecidamente, que siempre escribe desde el dolor más profundo. Puede que no llegue nunca leer esto, pero es lo mismo, él ya lo sabe, me acerqué al día siguiente para decirle que me había arrancado la lágrima que ardía en el precipicio de mis ojos. No recuerdo con qué poema lloré al fin, supongo que ese, ese poema y no otro fue tan sólo el detonante de estar escuchando su dolor y sus versos minutos antes. Literalmente me eché a llorar mientras lavaba con disimulo y casi arrepentida ese llanto infantil en forma de agua viva bajo mis pestañas. Ahora me pregunto por qué diantres nos enseñan desde pequeños que llorar es infantil, para mí es un lenguaje, un lenguaje necesario.
G. (quise decir Gracia Iglesias) fue recogiendo algunos poemas ya devencijados de David. Por supuesto a mí me interesaron, así que me ofreció su chistera y los desdoblé y volví a doblar juntando sus versos ancianos junto a otros más ancianos aún, perviviendo entre las páginas del libro recién comprado de Panero. Aquí os transcribo uno de David.

NADIE CON ESE NOMBRE

Este es mi hijo,

le decías a las camareras
de los chigres en los que parabas.

Este es mi hijo,

le decías a tus amigos y conocidos,

este es mi hijo,

y en algunas ocasiones añadías:

bueno, hijo mío no sé si lo es;
lo único que os puedo decir seguro
es que nació en casa.


Este es mi hijo.

Estabas orgulloso de mí,
ahjora lo sé, muy orgulloso,

pero nunca pronunciaste mi nombre de pila,

padre,

nunca lo pronunciaste.

Me llamo David.
David González.

Y por último, vimos al poeta maldito de los novísimos, Leopoldo María Panero, que me arrancó de todo menos risas.

Hoy ha sido un lunes lleno de recuerdos. El último día S. sacó su foto número 400.



*Las fotos por supuesto son todas de S. que además de cartógrafa cuando viaja, es fotógrafa (bueno excepto la del dios Ganesh y los libros).

sábado, 14 de febrero de 2009

Los reflejos de silencio de Oliver Rappoport

Guauuu, lo tengo. Lo tengo. Esta mañana antes de salir de viaje quería hablar de ARCO, S. y yo estuvimos ayer de 15 h a 19 h. Arte contemporáneo por todas las esquinas de mi cuerpo. Pero mi mano esta mañana, aún no sé por qué, se me fue de nuevo a Rappoport, pensando ilusas de ellas, que el estreno absoluto de Oliver Rappoport ya no lo era y por lo tanto lo compartía con el mundo. Y efectivamente. Lo tengo. Lo tengo. Y lo que aún es más maravilloso, es la misma grabación a la que S. y yo asistimos en directo. Director Luis Aguirre, un lunes 9 de febrero a las 19.30 h en el Auditorio 400 del Reina Sofía. Es alucinante. Ahí, en la esquina derecha del escenario, justo ahí, probablemente cinco butacas delante del cámara estábamos S. y yo. Nos mirábamos casi con lágrimas en los ojos al ser testigos de esta maravillosa propuesta. Mis ojos ahora reconocen a los músicos. Reconocen el baile de las manos del director. Reconocen la música. Las voces. La oscusridad. El silencio. El Reflejo del Silencio. Los gritos. La intensidad en la que se sumió la sala entera. Ay es maravilloso. Espero que lo disfrutéis como yo lo hago. Se os hará corto, es cierto, pero es tan intenso... Entre esos aplausos finales cuatro manos chocaban sus palmas. Las de S. y las mías. Y luego, él, Rappoport, un apellido ya tan familiar para mis oídos, un apellido que promete. Saliendo al escenario. Con su madurez pero a la vez su eterna juventud, su atuendo. Es increíble que un ser así de joven sea capaz de crear lo que allí vimos. Este Rappoport llegará lejos si no lo ha hecho aún.

El propio Oliver Rappoport nos introduce así en esos silencios:

“Es un tríptico en construcción. Se presenta el Primer Movimiento, el cual esta dedicado al Sonor Ensemble de Madrid y al nuevo Conjunto Instrumental e Interdisciplinar de Barcelona, SONARTEnsemble. Siguiendo en la línea de mis últimas obras, en Reflejos del Silencio se puede observar un gran contraste de materiales que paulatinamente se van encadenando, transformando o simplemente desaparecen una vez cumplida su función. Por otro el silencio es utilizado como un parámetro fundamental al igual que la disposición instrumental y la puesta en escena, siendo esto característico de mi discurso compositivo”.

S., espero que disfrutes este video cuando vuelvas del trabajo y yo ya haya marchado. Aquí te dejo mi pequeño obsequio en un día como hoy, en el que no creemos por aquello de ser un día casi obligado. Aquí te dejo mi regalo, un regalo que no es del Corte Inglés y que sé con toda seguridad que disfrutarás como yo. Un regalo compartido. Sin envolver. Directo a los oídos. El rastro que dejó el regalo de aquel lunes que te dejaste arrastrar.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Oliver Rappoport y Luciano Berio

El lunes salí a comer algo y más tarde me fui a tomar un café a una cafetería algo alejada del trabajo para trabajar mis piernas mudas. Leí el periódico sin prisa. Sin prisa. De repente me entró una prisa extraña para que el día terminara y me llevara a las 19.30 de la tarde. Había un cocierto en el Auditorio del Reina Sofía. Berio. Música experimental no serial de la postguerra... Luciano Berio entre otros tantos que no conocía. Pero Berio me removió por dentro. Berio. Tengo cintas de cassette con la voz de la que fue su mujer, Cathy Berberian, con sus Sequenzas, sus Folk Songs... En fin que sólo la palabra Berio revolvió mis piernas. Mis tendones echaron a andar hasta hacia adelante con la única meta de que llegara la hora. Quería contarle al mundo entero que me acompañara a ver a Berio. Y más particularmente tendría que convencer a S. para que me acompañara después del día intenso de domingo viendo carne de Bacon. No me costó mucho, es cierto, tan sólo decírselo por teléfono cuando venía a buscarme al trabajo, porque últimamente me repite "si a ti te hace feliz, a mí también...", como décía una escena de no sé qué película reciente. Y sé que fue al principio es todo un sacrificio porque andar levantada desde las 5 de la mañana y trabajar una larga jornada de trabajo manual te deja con la fuerza justa para que acabe el día. Lentamente. Una vez allí, me emocioné como aquella niña que hacía ya siglos descrubrió a Berio en Radio Clásica. Sus Folk Songs para mezzosoprano y siete instrumentos. S. por supuesto, no se arrepintió. Aunque de vuelta se nos cayeran los párpados pesados como juicios (me encanta este verso de Benedetti).
En el programa de mano algo me espeluznó por dentro. Un joven compositor que se estrenaba en ese mismo auditorio. Oliver Rappoport. Dios mío. Sus Reflejos del silencio me inundaron por dentro y por fuera. Le gusta apagar la luz en sus puestas en escena y realmente la apaga con su música. Magnífico. Profundizaré sin duda. Me encantó es decir tan poco... Mancillamos S. y yo el programa con nuestras letras. Nuestras conversaciones mudas. Lo que nos movía por dentro esa música.

Os dejo algo de Rappoport, me ha sido imposible conseguir el Reflejo del silencio y la maravillosa canción última de Berio. Azerbaijan love song, una de mis preferidas, sin duda, por la que fui a escuchar a Berio y a descubrir a Rappoport, y cantada por la magnífica mezzosoprano Gudrún Ólafsdóttir, la cual, tras su actuación, se vino a sentar justo delante de S. y de mí. Ay, qué emoción por todos lados...

Azerbaijan love song




* Subid el volumen todo lo que resistan vuestros oídos...

Love is like an oven.
Once it's on it makes any kind of food.
But when the flame goes out
Nothing happens any more.


Da maesden bil de maenaes
di dilamnanai ai nainiai

go shadaemae hey ma naemaes yar
go shadaemae hey ma naemaes
sen ordan chaexman boordan
tcholoxae mae dish ma naemaes yar
tcholoxae mae dish ma naemaes
kaezbe li nintché dirai nintché
lebleri gontchae derai gontchae
kaezbe linini je deri nintché
lebleri gontcha de le gontcha

na plitye korshis sva doi
ax kroo gomshoo nyaka mae shi
ax pastoi xanaem pastoi
jar doo shi ma nie patooshi

go shadaemae hey ma naemaes yar
go shadaemae hey ma naemaes
sen ordan chaexman boordan
tcholoxae mae dish ma naemaes yar
tcholoxae mae dish ma naemaes
kaezbe li nintché dirai nintché
lebleri gontchae derai gontchae

nie didj dom ik diridit
boost ni dietz stayoo zaxadit
ootch to boodit ai palam
syora die limtchésti snova papalam


Algunas de las restantes Folk Song por la magnífica Cathy Berberian. la Azerbaya Love Song está en el minuto 7.30 (que fue justo la hora en la que fui a escuchar a Berio). ES MAGNÍFICA LA BERBERIAN



Senderos de Rappoport

sábado, 7 de febrero de 2009

La carne de Bacon (nunca mejor dicho)

De Francis Bacon me interesa esta etapa. La de las manos entablilladas. La de las masas de carne, informes. La de la sangre. Yo sigo encerrada en los símbolos que quiero creer. Todo parece alimentar a mis Tablas de carnicero. Ahora llega Bacon. Lo más salvaje de Bacon. En espacios limitados de un marco donde concentra el horror humano y la angustia. Donde la palabra crucifixión es sinónimo de carnicería. Donde la esperanda de vida futura no existe. Donde el suicidio de su amado cambia su rumbo. Sí. Le interesan a mis manos el Bacon de las imágenes emborradas. Aquellos cuerpos de masa informe que se emborronan, se esparcen por el suelo, deshaciéndose de pieles, nuestras coberturas más superficiales, dejando entrever el alma, lo profundo. Lo oscuro.
De Bacon me interesa la sangre. Pero no esa otra sangre de bacon cuando la fríes. La sangre de dentro, más del alma. De Bacon. Me interesar la mesa de carnicero en la que se ha convertido su paleta. Inesperadamente. La de los cardenales horripilantes. La de las cortinas del fondo descendiendo como si fueran mantos de lluvia. Otro manto. Me interesa su animalidad, concebida para él como pura vulnerabilidad del hombre. Me interesa su coleccionismo de fotografías donde el horror de una guerra ha dejado huella en las retinas de sus dedos. Su fuerza dramática. Sus habitantes abandonados a la suerte de un hexágono, antesala siempre de una muerte. Su implacabilidad. Sus caras deformadas y sus pieles deshaciéndose como si estuvieran lanzadas al fuego del infierno. Desparradas desde una silla o un retrete. Deshechas.

Para mí Bacon es emientemente el hombre pero también es eminentemente su soledad. La muerte más brutal, como una patada en la quijada. Un mundo fracturado. Distorsionado, sí, pero tan tan simbólico.


Ya de Picasso dijo: “Picasso me muestra que hay todo un territorio que, en cierto modo, no ha sido explorado, de formas orgánicas relativas a la forma humana que la distorsionan por completo”....



De Bacon me interesa el de los pinceles como salvajes bisturís. El de los seres mitad hombres mitad animales. El de su musa, su verdadero amor, George Dyer. El que representaba toda una forma de vida que lindaba entre la locura y la desesperanza. El de una relación tormentosa llena de violencia verbal y delirio que terminaría trágicamente con el suicidio de Dyer en 1971. El de la muerte más violenta. El de la vulnerabilidad humana como eje central de su vida. El de la muerte, la otra muerte, la propia, su gran violencia, lo encontró en Madrid en 1992, preparando una de sus exposiciones. Tenía 82 años.

En entrevistas decía cosas como éstas: «Si se piensa que mis obras son violentas es que no se ha pensado previamente en la vida», o «Nunca consigo ser tan violento como lo que me rodea».

Los críticos asocian a Bacon con la brutalidad y con una sensualidad monstruosa y lacerante. Han dicho de él: «Su pintura es violenta, nadie lo discute, pero también está teñida de desvalimiento, nostalgia y desamparo» o «Sus cuadros muestran un interior atormentado, pero viviendo era un hombre optimista que gustaba disfrutar del día a día».

Un inciso: Cuando su padre se enteró de que era homosexual le maltrató de palabra. A los 17 años le envió a Berlín con un tío que se dedicaba a críar caballos. Un buen día el tío le violó. «Ahí comenzaron todas su pesadillas». Un Bacon que «lo que toca lo destruye, igual que el hombre del siglo XX», escribió el filósofo francés Gilles Deleuze. Bacon rechazó todos los honores. Sólo quería observar a sus semejantes y pintarlos. «Cuando pinto me siento un ser humano», decía.

¡Qué de alimento para mis Tablas de carnicero. Mi propia carnicería. El mundo.

Apreciaciones

En general, escuchamos música como lobos hambrientos."
Paul Klee

Un video de The Dresden Dolls que traigo aquí desde el país de Liddell. Son fantánticos. Me encanta esta canción. Y me encanta porque me trae a la memoria a la tantas veces escuchada y adorada Ute Lemper. No sé por qué, pero me trae a la memoria ¿el Cabaret quizá? ¿a Brecht? ¿a Kurt Weil? ¿a su Mack Knife? Yo qué sé. El caso es que a mis oídos se les antoja este paralelismo. Hasta la letra de Missed me y la de Mack the Knife me parece que tienen cierto paralelismo. Es sólo una apreciación. La una creo que se llama Amanda, la otra sin lugar a ninguna duda Ute, la primera creo americana, la segunda sé a ciencia cierta que alemana... y la primera canción Missed me y la que coloco después Bilbao. Meras apreciaciones. Anoto The Dresden Dolls entre mis preferidas por haberme detenido los oídos.



Missed Me

missed me missed me now you've got to kiss me
if you kiss me mister i might tell my sister
if i tell her mister she might tell my mother and my
mother, mister, just might tell my father and my father
mister he won't be too happy and he'll have his lawyer
come up from the city and arrest you mister
so i wouldnt miss me if you get me, mister, see?

missed me missed me now you've got to kiss me
if you kiss me mister you must think im pretty
if you think so mister you must want to fuck me
if you fuck me mister it must mean you love me
if you love me mister you would never leave me
it's as simple as can be!

missed me missed me now you've got to kiss me
if you miss me mister why do you keep leaving
if you trick me mister i will make you suffer
and they'll get you mister put you in the slammer and forget
you mister then i think you'll miss me won't you miss me
won't you miss me

missed me missed me now you've got to kiss me
if you kiss me mister take responsibility
i'm fragile mister just like any girl would be
and so misunderstood (so treat me delicately!)

missed me missed me now you've gone and done it
hope you're happy in the county penitentiary
it serves you right for kissing little girls but i will visit if you miss me
do you miss me? MISS ME??
how's the food they feed you??
do you miss me
will you kiss me through the window?
do you MISS ME? MISS ME??!!
will they ever let you go???
i miss my mister so!!!!


Ute -(Bilbao)



o aquella otra canción Mack the Knife que decía:

Los escualos tienen dientes que cualquiera puede ver
y Macheath tiene un cuchillo pero a él no se le ve
Un domingo azul y hermoso hay un muerto junto al mar
alguien dobla allá una esquina:
Mack Cuchillo que se va
Jenny Towler está muerta:
acuchillada en el corazón,
Por el muelle va el Cuchillo
con su aire inocentón


Hoy iremos a ver a ver a Francis Bacon, pintor desgarrador que a mí me encanta y que saca lo peor de todos, la carne deformada, y que Margaret Thatcher calificó en algún momento como "asquerosos trozos de carne"... ¡Qué vulgaridad!

viernes, 6 de febrero de 2009

Réquiem por una bici

A los 15 años una no contaba ni mucho menos con dinero para cubrir sus "vicios". Si acaso una propina repartida entre mis dos hermanas y yo que sólo daba para unos cuantos cromos y en días de fiesta el inicio de cualquier otro álbum. Por aquel entonces yo ya me había iniciado profundamente en la música clásica. No sé de qué sangre me viene, si es que tiene que venir de alguna sangre, pero lo cierto es que a esa edad y tras otros tantos de adolescendia, previa a esa juventud dentada que conocemos todos, me solía encerrar en mi habitación para escuchar con unos cascos enormes cosidos a una gran cadena, Radio clásica y escribir y escribir tonterías que aún hoy conservo en algún cuaderno desvencijado. Mi colección era escueta dada mi pronta edad, claro pero allí conocí años antes músicas de Mozart, Wagner, los románticos Schumann y Schubert... Ún día acompañé a una amiga al supermercado de El Corte Inglés. Tras hacer las obligaciones y cargar con la bolsa de mi amiga nos encaminamos a la sección de música clásica. M., que así se llamaba se perdía entre otros estantes más modernos. Yo, bueno, la parte mala de mí, aprovechó aquella soledad y se inmiscuyó entre músicas de Mozart. Entonces una cinta de cassette con un dibujo espléndido en la portada me llamaba sacando la peor parte que hay en mí. El Réquiem de Mozart, rezaba la cassette. Sin pensarlo, mi mano, bueno, mi peor mano, la atrevida, lo cogió con una rapidez voraz y lo deslizó en el bolso de mi chaqueta mientras M., ajena a aquella villanía se acercó a mí para que nos fúéramos. De camino a la puerta de salida, una mujer -¿por qué tuvo que ser una mujer?- se dirigió a mí y me dijo que tenía que acompañarla. Yo no le pregunté por qué razón, porque la conocía bien. Mi mano izquierda, la buena sabía lo que había hecho la derecha. Los ojos abiertos y enormes de M., atónita, fueron testigo de cómo mis pasos sin mediar palabra seguían los de aquella mujer. En fin, una anécdota que cuento y que dio lugar a la siguiente, algó mucho más trágica. No mucho más tarde me emperré con la Tetralogía de Wagner: El Anillo de los Nibelungos. Por aquel entonces recuerdo que eran 30.000 pesetas. ¡Dios mío! de dónde sacaría yo 30.000 pesetas. Me puse a ahorrar como una loca. Todas mis propinas destinadas a una hucha que parecía que nunca alcanzaría esa cifra. Pero ese día llegó. Llegó y Mayo estaba despuntando las flores más hermosas. COnté el dinero y me dije: Voy a comprar mi tetralogía. Mi idea inicial. El origen de mi sacrificio. Pero Mayo mayeaba y el sol despuntado deslumbraba mis pestañas, así que mi parte mala, me dijo: ¿Para qué quieres tanta música en Mayo? mira qué días hermosos hay ahí afuera, esperándote. Entonces, subida en los lomos de una bici hermosa imaginaria, cambié el rumbo del manillar de mis ideas. Relegué a mi querido Wagner a otro año y me decidí por una bicicleta de paseo para que ese sol prometido siguiera dorando mi cuerpo. Eso hice. Me compré con el dinero una bici. Una bici que dibujé al momento en mi cabeza. No la quería estrenar aún. Esperaba a que llegara el Día de la bici, que también era por Mayo, para salir con ella y con aquella misma amiga, M. a un encuentro de bicis. Aquella mañana llegó también, y el sarcasmo de la vida, no sé si como pago a aquel acto vil que cometí antaño con Mozart, hizo los conjuros necesarios para que cuando fuera a cogerla a dar aquella larga vuelta, ella no estuviera. Me la habían robado. Quizá si hubiera pagado las 3.000 pesetas que costaba aquel Réquiem no me hubieran robado aquella bici de 30.000 pesetas. Un cero de más y cómo cambia el cuento. EN fin, un Requiem que me costó 30.000 pesetas. Y entre medias, Wagner, siempre Wagner.


Y digo todo esto porque entre Johannsson y Johannsson escucho las primeras partes de los Nibelungos.

jueves, 5 de febrero de 2009

De lo invisible

Hoy S., no mi S. sino otra S., una compañera del trabajo con el mismo orden de vocales y consonantes, con la misma conjunción sonora que mi S., me ha dejado un librito de la Colección Duetos de Legados Ediciones. Es una bonita y pragmática propuesta, dada la época en la que vivimos. Duetos. Dos en uno. Dos poemarios aunados en un librito de dimensiones pequeñas. En fin, aún no lo he empezado a leer. Sólo quería dejar aquí dos citas con las que se inicia uno de los poemarios, Pájaros de granito, y que hoy quiero hacer mías.


No hay más que rostros invisibles.
Me he extenuado inútilmente
en los recuerdos y las sombras

Antonio Gamoneda (Arden las pérdidas)


De pronto no somos sino un puñado de sombras
que el viento intenta dispersas.

Jorge Teiller (El árbol de la memoria)

* Poco a poco voy saliendo de Johannsson, aunque ahora sé que jamás lo haré del todo. Escucho a Wagner, un reciente regalo.

Aquella tarde sin esquinas

Me gustan los días redondos. El viernes pasado fue una tarde sin esquinas. Sin viento. Llena de sol y de S. Tal y como nos prometimos mutuamente, fuimos a la galería Cámara Oscura a ver la exposición de Cecilia del Val. La galería nos encantó. Está en un primer piso separado del mundo por unas escaleras de cuento. Ya arriba, nueve cuadros sin esquinas cargaban esas otras esquinas desdobladas de aquella galería con la imagen duplicada de la artista. Nueve cuadros donde un rojo que es casi autorretrato inundaba de luz aquel espacio. Maravillosa. A mí me encantó.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo que ama en el alba un sigiloso teatro. Borges

Y fue redonda la tarde porque de ahí en un radio de dos kilómetros renacían galerías que no conocíamos. Justo al lado, la galería Blanca Soto nos adentraba en los mundos particulares del artista Santiago Talavera, y su Isla de los voraces.

Camino por un desayuno que es un campo de golf, que es una isla, que es un jardín del edén donde la maleza de filigrana descubre tesoros de mentira.

Disfruto de un paseo con elipsis y apenas me doy cuenta, pero cada vez que retorno al sendero tengo un tamaño diferente, quizás si muerdo ese dónut vuelva a mi tamaño de siempre. ¿Pero quién lo desea? Mejor no resistirse y dejarse llevar por la fuerza de lo suave o esta pesadilla de azúcar.


Graciela García. Que el destino de las cosas se decida en lugares pequeños. 2009

Magnífico, igualmente.
Después de demabular y deambular bajo el ya medio sol de aquella tarde, desembocamos, como siempre en Caixa Forum, que aunque no sabíamos que había, siempre que andamos cerca nuestros pasos como si fuera un extraño rito desencadenan allí.

Y de allí, y con plena decisión nos fuimos a la Filmoteca Doré, siempre me agrada caminar por allí. Viví en Santa Isabel casi dos años. Otra de mis muchas mudanzas. Y el olor a la metamorfosis del pez al pescado en el Mercado, esa calle recién regada que se convertía en un río lleno de restos de peces muertos, como un reguero de muerte pero también de renovación, me inundaba de recuerdos. Y ahora me salta la mente. En fin, que echaban la película La ciénaga. Yo ya la había visto pero insté a S. a volver a verla. A ella le gustaría. Un película con un clima opresivo que no declinaba. Un relato fantasmagórico sobre la decadencia de la clase media argentina y la disolución del modelo familiar tradicional.
Sï, fue un día redondo. SIn esquinas. SIn gotas de lluvia cayendo como cuchillos sobre la tierra seca. Un paseo por el Madrid más galerístico y donde S., como siempre pegaba su nariz en pastelerías y restaurantes nuevos tomando nota de todo su otro arte.

Y traigo aquí estas exposiciones porque quiero que vayamos a ver a Francis Bacon al Prado. Estoy emocionada.

martes, 3 de febrero de 2009

El estado es una consecuencia

Johannsson me sume. Me tiene atrapada. Me dejo atrapar. Su música me sume en una especie de melancolía en la que todo toma una dimensión exagerada a mis ojos. Todo me hace intensamente feliz pero al momento ese estado se torna sitiando el país de mi cuerpo y llenándono de hormigas inquietas, pequeños habitantes que martillean mis sienes con sus dientes. Con esa misma intensidad con la que construyen sus casas. Sí. Johannsson me sume. Estoy atrapada en este remolino. Lo confieso. No puedo apartarlo de mis oídos. Los sentidos se acentúan. Todo es gigante en mi corazón. Descomunal. Una noticia buena. Una noticia mala. Los extremos de mi cuerpo se tensan en ambos mapas. Me tensan. Entonces me rompo como un cristal y pesar de intuir los pedazos rotos por este suelo no puedo salir de él para evitar el golpe. Lo acepto y aunque sé que no tardaré en recoger estos pedazos rotos, me sumo en este estado. S. me destensa. Entonces pienso que el estado no es más que una consecuencia de lo exterior entrando en nuestro interior. ¿Debería ir hacia otro lado? ¿o permitirme a mí misma experimentar cada minuto aunque duela? ¿cerrar las puertas de ese interior para impedir la entrada de lo exterior? Ahora nado entre peces y voy rescatando casi a diario alguna que otra vaca descuartizada.

Este video es del disco IBM 1401 A Users Manual-Manual para usuarios (el primer ordenador personal que en 1964 llegó a Islandia).

domingo, 1 de febrero de 2009

El clan Johannsson

Este es mi Jóhann Jóhannsson. Ya he hablado de él. Llevo toda esta semana anterior llenando mis oídos con este recién descubierto. Sumida en otro mundo. Ayer S., que siempre me arranca diestramente de estas obsesiones que pueden durar meses, me descubrió a Jay Jay Jonanson. Aún no voy a abandonar a mi J., es cierto, pero nos pareció tan curiosa la similitud de los nombres que hoy lo cuento. Y aún hay más. Mi Johannsson nació el mismo año que el hombre llegó a la luna en Islandia, que es el mismo año en q ue nació el Johanson de S., es decir, el mismo año que yo. El uno, el mío, islandés, el de S. sueco. Mi Johanssonn (con dos "s" y dos "n") admirador de mi admirado Arvo Part y que profundiza en la música electrónica. El Johanson de S. (co una n y un s) se acerca unas veces al jazz, otras a la bosanova incluso a la música electrónica de mi Johannsson. Ambos son de tez clar y las iniciales de sus nombres son una misma "j". Demasiados paralelismos. Si hubo alguien que piso la Luna en Suecia seguro que también fue de 1969.
Las primeras músicas que suenan en este Rascacielos son de este Johannsson, es decir, mi Johannsson.




Esta canción se titula Believe in us. Es del Johanson sueco, el de S. Y me encantó porque de igual forma que mi J. me recordó a Arvo Part, este otro me recordó a Antony and the Johnsons (de nuevo otra similitud con el apellido). ¡Ay la memoria! qué buenas cosas nos trae. Nos descubre.
Disfrutadlo. Yo aún lo hago.