domingo, 30 de diciembre de 2007

Una Navidad en Madrid (la otra cara)

Mundanales ruidos de inusitadas mañanas cargadas de bulliciosas gentes. ¡Cuánto mejor el silencio! Transitadísimas y ajetreadas calles mundanas pisadas por mil pies desconocidos a los que parece se les va la vida si no van a la carrera. Alargados y solitarios rostros con miradas huecas. ¡Dónde y cómo detener los ojos! La velocidad de estas retinas no es la velocidad de la mañana. El mundo de la mañana se ha vuelto loco y su color es gris, gris oscuro o blanco o humo o nada. Nueve nacionalidades en tan sólo un metro cuadrado. Las manos del mundo. Niños sin madres deambulando por estas calles del mundo. Y los coches. Parecen animales posesos con conductor sin rostro. Los coches. El ruido punzante e interminable de los coches que martillean reiteradamente en tus sienes con sus destartalados tubos de escape. ¡Escape! Los semáforos no existen. Sirenas de coches con una inmensa cruz pintada de rojo. Rostros de dolor en su interior. Mientras, el mundo camina deprisa. Los comercios abren hasta en domingo. Las mañanas y los ruidos. Miles de ojos en los que te detienes pero ellos marchan con rumbo rápido y terco. Miles de pies con trazadas metas que no detienen su curso ante una mugrienta y joven mujer que parece pedir ayuda para llevarse algo a la boca. Boca ésta que no grita. Clama. ¡Quién pudiera colocar en sus manos y en sus bocas toda una vida amable! Choques arbitrarios de personas. Ni para pedir disculpas nos dieron bocas. ¡Dios, cómo detener durante un segundo el Mundo! Y tú, espectador expectante, que te quieres dormir en las horas nocturnas. ¡Hacia dónde caminar con tu deseada soledad para no ser asaltado! Yo alabo esas horas tan nocturnas. Allá donde todo lleva un orden ordenado de existencias. Allá donde hasta el mismísimo silencio es respetad. Donde la convivencia con uno mismo además de ser posible, es hermosa. Allá donde la quietud echa raíz por pocas horas, y el silencio, un silencio ordenado y lógico arrebata el trono y el báculo a ese asqueroso Caos en esas tranquilas horas.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Mi equilibrio

Tomé conciencia de la soledad sin ella
en el centro de mi otra casa

VOLVER a casa
Y encerrarme
En su paréntesis de brazos
Con las sombras que una trae del viaje
Volver a arar la tierra
Para encontrarla
Esta vez algo más triste
Volver y quedarse
Sin brazos
Sin viaje
Y no atender a nada
Descargar el mamífero del llanto
Reprimido de tantas noches sin ella
Para ahogarse en otras lágrimas
En otras risas
Volver a casa
A recuperar la vida
Cerrar la puerta tras de sí
Y no volver a abrir a nadie
Sólo ella
Sólo yo

sábado, 15 de diciembre de 2007

La profecía

Perfil de un suicida con alas
Enterrado en el inédito asfalto
Su sangre densa
Fue como la soledad que hay
En un vagón de metro
Repleto de gente sin ojos
Con ese grafitti en fondo naranja
Que rezaba algo así como:
“Ya no me importas
No me alcanzas ni a la punta de los zapatos
Acéptalo”
Con ese cura que me dormita enfrente
Con calcetines
Rombo gris rombo negro
Y que rezaba con creyente boca
Oraciones grises
De manos negras más escépticas
Con esas muecas de un desconocido
Que arrancaba la sonrisa de un niño
Con esa sonrisa de niño
Que se ocupaba del resto
Con ese frío en las manos
Con ese hielo en los rostros
Como ese vagón de metro

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Lógica

A SAM, mi raciocinio,
mi lógica ecuación,
mi lucha.

Una vez tu lógica me dijo
Que la clave de la vida
Era la lucha constante
Que no debemos arquearnos
Ante tempestades psicológicas
Ni enterrar jamás el arma
Por si esta vez nos sorprendiera
Otro guerra, quizás, algo más física
Tú estabas frente a mí
Y extendiste tus manos
Con las palmas hacia arriba
-Unos llevan rifles
Otros sólo manos-
Y señalándolas, tú seguías tu discurso
Hay que luchar siempre, amor mío
Con las armas que tenemos
Y si son manos como éstas
Lucharemos sólo con ellas
Porque son nuestras y son armas
Entonces, con ojos renovados
Y ante el evidente raciocinio
Continué mi vida contigo
Y en la mañana comprendí que yo luchaba
Con palabras que a veces dan salud
Pero que otras tantas matan
Porque son mías y son armas
Al momento pensé
¡Con qué natural cordura
Discurres, mi amor, en la vida
Ausente de científicas ecuaciones
Y al final, con tal acierto!

martes, 11 de diciembre de 2007

El espejo tatuado

I

A veces me rompo
Como se rompre un cristal
En equilibrio
Me rompo como se rompen las piedras
Con sonidos huecos que se parten
Como se rompe el silencio
O ese otro vacío
Que dista hasta este suelo roto
A veces se rompen mis manos
Mi lengua
Los lazos
Se rompe la sangre
Mi cráneo de ideas lleno
Que va inflamando estas sienes
Con su tic tac infalible
Qué sencillo sería atornillar mis sienes
Con una red de acero que amortigue
Este incoherente suicidio de ideas
Que nadan tan solas pero tan firmes
En la materia gris
Casi negra
De mi cerebro
A veces
Sencillamente
La vida me rompe la vida
Y siempre viceversa


II

Pero entonces llegas a casa
Y ves tu imagen reflejada
En un artístico espejo
Y en el marco
Tatuado
Las palabras de tu amada
Y te entierras en lágrimas
Y te quedas sin sangre
Al borde de ese espejo
Porque ves en sus ojos
Que todo es más sencillo

martes, 4 de diciembre de 2007

¿Bálsamo?

Hoy operan a mi madre. Sé que este no es lugar ideal para contarlo pero supongo que me lo cuento a mí misma. Ayer resbaló en una sábana de aceite, ya veis, para que luego digan que el aceite es bálsamo de vida... ¿o era la vida la que era un bálsamo de aceite?, al final ni lo uno ni lo otro, y hoy ella, por un movimiento sísmico de su cuerpo se ha roto como se rompen las piedras. La cadera. Una palabra a la que recurro recalcitrante en mi poesía y que hoy me hablo de otra más amada, aquella que es hueso de mis huesos. En fin, que quiero escribir en alto mi pánico para espantarle, para ahuyentarle y que así, cuando me vea, no pueda ver en sus ojos mi miedo reflejado, si acaso disfrazado.

martes, 20 de noviembre de 2007

El octogenario

Claro que vivir sin amar es posible pero resulta tan poco recomendable, yo recuerdo que nunca tenía prisa por llegar a la casa vacía donde las paredes se burlaban de mí hasta quedar exhausta por un sueño, hasta que una arruga crecía hacia los adentros de mi piel. Ahora, ahora es diferente y me descubro con rápidos pies en el camino a casa, porque la casa no está vacía. Tampoco me cuesta amanecer, mi humor es estupendo, y la risa nos baila antes de que el día se amanezca. Hoy, de camino a esa casa más llena, en el autobús -donde´tardo sólo quince minutos- me he topado con uno de esos hombres mayores, tan mayores que ni se acuerdan de si la ropa que llevan está limpia o roída, más esto segundo, pero sarcásticamente con otra memoria prodigiosa. En una calle estrecha el autobús se ha visto obligado a bajar y a reclinar el retrovisor de una furgoneta, con él extendido no permitía el paso del autobús. El caso es que después de este simple hecho el hombre octogenario enjuto de hambre y llamado loco, no ha dejado de farfullar palabras. El resto de la gente le miraba asombrado como diciendo, pobre hombre, está loco, pero yo me he detenido en sus palabras y en fin, me han hecho pensar. Decía algo así como: "No hemos avanzado nada, nunca se avanza. Hemos olvidado nuestro pasado, no recordamos de donde venimos, seguimos haciendo lo mismo que hace años, -seguía diciendo- cuando los hombres entraban a caballo hasta las iglesias, llegaban montados hasta el altar, con una prisa en la grupa y una mala mirada ¿por qué no dejas la furgoneta en una nave y llevas la mercancía en una carretilla hasta donde necesites? ¿Es que no nos acordamos de las carretillas? ¿Qué es eso de aparcar en doble fila justo enfrente de donde necesitas descargar. Decía que él de joven, se tuvo que comprar una carretilla y que mil veces al año tenía que llevar sobre ella enormes garrafas de agua desde la calle Quevedo hasta Alcalá. Y mientras, continuaba recordando a aquellos hombres montados a caballo que entraban hasta el altar -eso me había llamado tanto la atención que seguí sus palabras. Me preguntaba si la casa de este octogenario estaba tan vacía como lo estaba la mía antaño. Yo creo que sí, por su desaliño, su lento paso, su desidia, y como no, su memoria.

Me he empavorecido, me he engrisado,
me he atardecido,
mi lengua no sabe.
A. Pizarnik

viernes, 16 de noviembre de 2007

sábado, 10 de noviembre de 2007

Dibujos interiores del libro La geometría del vientre © Celia R. Ripa













© Celia R. Ripa

Estos dibujos cuya autoría pertenecen a mi hermana Celia R. Ripa (ilustradora y diseñadora gráfica) son los que apoyan los poemas de mi último libro "La geometría del vientre". Explican bien la historia, realmente.

http://www.e-factory.es/
http://www.geocities.com/SoHo/Gallery/6893/servok.htm

domingo, 28 de octubre de 2007

Felicidad clandestina

Debería estar prohibido no leer a Clarice Lispector. Tarde o temprano una llega a ella. Y cuando esto ocurre, todo se precipita. Sus letras, sus sentencias, sus libros, sobre todo sus libros. Cada uno de sus libros parece decir eso: "Ven, ven pronto. Te espero.
El viernes estuvimos en la fnac, cargué entre los brazos seis libros, uno de ellos, saltó inesperadamente de la estantería cuando por allí pasé y lo sumé a los que ya tenía en las manos. No podía comprar tantos, llevaba algunos títulos de Auster y de Millás. Así que, a medida que me iba acercando a la caja yo le decía a S., ¿cuál me cojo? no puedo con tantos... Mientras mi cabeza decidía, el nombre de Clarice Lispector y su lámpara emergía de entre todos como si tuviera vida. Fui poniendo excusas y excusas descartando el resto hasta que finalmente me llevé exclusivamente el título de La lámpara de Lispector, Cuando lees a Lispector no debes tener ningún otro título entre manos.

Un cuento que se titula Felicidad clandestina, que es delicioso. Que lo disfruten los fieles a Lispector y que se acerque a los desconocidos.


Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.
Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".
Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.
Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.
Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.
Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.
Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diábolico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.
Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.
Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió a fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!
Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras.
¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo.
Felicidad clandestina de Clarice Lispector

sábado, 13 de octubre de 2007

Homenaje a Frida

La columna rota, 1944
COLUMNA jónica
Que sujetas tendones y pieles
Estos que sostienen un leve cráneo
Que a su vez sujeta ideas claras
Y unas entrañas
Tormentas de cuchillos
Imprimen gritos en tus faldas
El dolor se esconde detrás de tus ojos
Mentras tu mudo cuerpo se desmorona


Lo que vi en el agua, 1938
TÚ que participas en una pena
Dolor grisáceo como el acero
Que ves paisajes perfectos
En una bañera
Escucha bajo las aguas grises
Cómo los vientos
Murmuran en tus huesos mojados
Sonidos de agua



Autorretrato traje terciopelo, 1926
TUS manos con olor a pintura fresca
Buscaron la vida
Mientras del fondo de la tierra
Brotaba y flamaba un fuego divino
Tú, que estremecida de deseos, dolores
Te arrojaste a la hoguera de tu alegre cama
Tú que derramabas gozo en las plantas
Que hacia tí tendían sus débiles brazos
¿Acaso importa que subieras o bajaras?


Nacimiento
TUS cuadros
Son los hijos
Que no tuviste
Los huesos duelen
Siempre hay
Un dolor más profundo



Las dos Fridas, 1939
COLGABAN ángeles negros
Del cielo
Mientras sonreías
En tu ardoroso lecho
Las flores rojas esconden
En tu desparramada falda
Silenciosos gritos
La sangre no hiere tanto
Como los sueños rotos.

miércoles, 10 de octubre de 2007

En otro espacio

Hace unos meses que indago en otro espacio. Es un espacio nuevo y, aunque en un principio pensé que sería un espacio en blanco, poco a poco voy llenándolo de imágenes y palabras donde mi mente me dispara. He descubierto que disfruto mucho escribiendo narrativa en estas tardes plomizas. Para aquellos que no lo sepan, es mi primera experiencia en este campo y después de años y años moviéndome en el vientre de la poesía, el cual siempre ha sido mi rezo, hoy me descubro así y sigo y sigo. Y acepto la custodia de esas letras nuevas. Y voy con esta fe nueva, a cuestas. Mientras, una pantalla vacía me va blindando las respuestas a todas mis preguntas.
-... qué comodidad he descubierto

martes, 9 de octubre de 2007

Música



"La vida sin música es un error"

Oscar Wilde

"La música es la aritmética de los sonidos, como la óptica es la geometría de la luz"
Claude Debussy

lunes, 1 de octubre de 2007

Marga Clark

Descubrí a Marga Clark por casualidad, como la mayoría de las cosas que una descubre que marcarán su vida. Es tan buena fotógrafa como poeta. En ella la imagen equilibra el mundo de las palabras. No tardé en profundizar, siempre hay que profundizar, llegar más y más adentro. Y encontré en su pasado un lirismo que rayaba la locura. La seguiré, sé que me ocurrirá como me ha ocurrido con nombres como Anne Sexton o Clarice Lispector o a tantas otras y otros de los que ya no me he podido zafar
Para todos aquellos que no la conozcan y quieran descubrir algo realmente importante el jueves 4 de octubre a las 19.30 en el Círculo de Bellas Artes presentará su último libro "El olor de tu nombre" junto a Victoria Cirlot.
Un adelanto

Con tus dedos polvorientos rozaste lo indecible.
Extrajiste el ingenio de la arcilla,
la pureza del yeso y la caliza.
Esculpiste en la piedra su cisura
para atisbar en su corte los cimientos.
Tallaste el enigma del lento amanecer.
Robaste al sueño su desvelo
para moldear la transparencia.
Arrancaste del márcol su irisada nobleza
y del herrumbroso fósil la raíz.
Hoy tu rictus es polvo de granito.

www.margaclark.com

sábado, 22 de septiembre de 2007

Nada para cenar

Ni nadie. Nadie me conoce. Ni mi psiquiatra. Ni la alcachofa de la ducha. Ni mi taza de café. Ni mis pestañas. Nadie sabe nada de mí. Nadie me ha descubierto todavía. Ni mis sujetadores. Ni mis bragas. Ni mi pinza de depilar. Nadie se asoma a mis zonas estrechas. Nadie sabe encontrarlas. Nada me araña. Ni mi cepillo de dientes. Ni los chicles. Ni los vasos de leche desnatada. Nada entra en mi cuerpo. Todo lo cruza. Todo pasa de largo. Como el viento en las casas con dos puertas. Nada se lleva nada. Nadie.
(Mada Alderete. De Nada para cenar, LFC Ediciones, Béjar. 2005)
Pero ella, ella sí me conoce, ella sí se asoma a mis zonas estrechas y me ciñe como no lo hace mi ropa interior. Es el viento suave y fresco que cada mañana golpea mi rostro, porque ella ya no pasa de largo, en mí se queda, me cruza y se cuela entre mis huesos...
Mi poema particular para SAM, mi otro yo.

El olor de su existencia
es la vibración tensa exacta
que mis venas pueden soportar

¿Y si no existieses?
Si apenas fueras humo
Que se mezcla en mi viento y me respira
Y se cuela amable entre mis huesos
Curando penas que se instalan
¿Y si fueras sólo eso?
Unas manos cortas que acarician
Que circundan que protejen mis ideas
Y si apenas fueras voz
Flotando como una bandera blanca
Mientras tus palabras -geométricas figuras-
Sujetan con aristas mis caderas
Y si tus labios favorecieran al fin ese viento
Que besa mis sienes cóncavas
Y así poder columpiarme contigo
En esta nueva vida rara
Pero, ¿y si no existieses?
Si apenas fueras un secreto
Donde nadie fuese tuyo

martes, 18 de septiembre de 2007

Un hogar

Hay días aparentemente anodinos, que una sabe que son especiales. Días en los que de pronto surge la vida en una explosión, pero también el temor a su posible acabamiento en su nítida crudeza. Hay días en que algo se incrusta en las paredes del estómago de alguien a quien amas y nos llama a la puerta de la lucidez. Recorren entonces los pasillos de la mente los millones de segundos que pasas junto a aquella persona, sencillamente viviendo, y en ese mismo acto ir respirando. Y cuando llegas a casa, realmente sientes que estás en casa, e la caverna luminosa que nos protege, en el reducto de su luminoso cuello. El hogar de siempre

lunes, 17 de septiembre de 2007

Música tan profundamente escuchada...

Llevo semanas, podría decir incluso todo el verano, que tengo el mp3 estropeado. Al principio parece que una sobrevivirá a esta catastrófica falta y que se acostumbrará a vivir sin música pero no es más que un engaño auditivo. En ese tiempo donde la pereza me pudo y no arreglé mi aparatito mágico, cambié la música por sonidos de gente charlando, frenazos inesperados, luces en la reciente mañana convertidas en sirenas atrevidas. Gritos y a veces risas. El sonido de un niño durmiendo. Pero hoy me he dado cuenta de que no puedo estar sin ese otro sonido buscado. Ayer S. me dejó su mp3, así que le llené de música para el corto viaje que hago hacia el trabajo a las seis y media de la mañana. Lo llené sobre todo de Mertens, el compositor Wim Mertens, un clásico sin complicaciones, escucharle me ennoblece. Hace que todo a mi alrededor sea bello por muchas imágenes grotestas y raras que una ve en un autobús lleno de desconocidos. Siempre he escuchado a Mertens con cierto fervor, S. y yo fuimos a verle a un concierto a principios de verano y quedamos estupefactas por su directo. En fin, que lo aconsejo a esas tempranas horas donde a sólo nos mueven unos pies aún dormidos que conocen el camino al trabajo. También me he reconciliado con Coco Rosie y Antonhy and the Jhonson, es delicioso. Creo que fue Oscar Wilde quien dijo algo así: música tan profundamente escuchada que uno es música mientras vive.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

La ilustradora










Sí, esta es la mano de Celia, mi hermana, una de las mejores diseñadoras que conozco, por lo menos para mí. En 1998, y bajo el nombre de Colectivo Servok, un grupo de artistas se unió para crear este "Libro de pasos perdidos y olvidados" cuyo pretexto en esta diversidad de disciplinas (fotografía, vídeo, dibujos...) es "El Tarot", es cierto que realizaron esta serie de bocetos hace ya algunos años, pero es mi pequeño homenaje a uno de sus últimos trabajos, para mí el más importante, emocionalmente hablando. Va a ilustrar mi libro "La geometría del vientre" y bueno, como no puedo esperar, quiero inmortalizarla en cierto sentido en esta página tan poco visitada. Estos trabajos formaron parte de una exposición conjunta e itinerante que viajó entre galerías y salas de exposiciones durante un año. Ahora dormitan en un local ajenas casi a quien los creó. Son sólo un bello recuerdo. Hay en día, el trabajo de Celia ha tomado otro cariz, y se ha subido al carro de la más pura modernidad. Diseña sobre todo páginas web, pero sobre todo dibuja. Dibuja como un ser poseído y propone bocetos inimaginables en tan sólo unas horas. Es una máquina. Ya lo veréis. La página de lo que fue colectivo es: http://www.geocities.com/SoHo/Gallery/6893/principal.htm

jueves, 30 de agosto de 2007

Desligamiento

Al final pudo ser, o más bien dicho, podrá ser. Al final, y después de 3 años de completar, eliminar, reestructurar, amar y repudiar un trabajo, el más querido de todos, publican este último atraso de poemas. ¿Saben? Yo creo que los poemas caducan. Por qué iban a estar ellos exentos de la caducidad del mundo? Todo caduca, lo sabemos. Creo que, si llegado el momento éstos no se liberan, jamás resurgirán de sí mismos, permaneciendo quietos tan sólo en mi memoria y en la memoria de todos ellos. Y ustedes se preguntarán que a quién más le importan un puñado de versos, sino es a su dueño y a su recibiente? A mí, esto, personalmente me ata. Me ata al pasado, me anquilosa. Necesito que salga de mí, del recibiente. Es tan sólo una cuestión de libertad, un desligue, un alejamiento a otro estado donde respirar otro aire ya. A veces creo que es el propio libro quien decide salir de las manos de su dueño para extenderse a otras manos. Creo que es él mismo quien decide cuándo independizarse de su autor, de quien lo parió. Supongo que ese sentimiento de desligamiento es el mismo que ocurre cuando un hijo decide que ha llegado el momento de respirar solo, que es algo parecido. Confieso que a mí, como autora, me ocurre más de lo mismo, es ahora, que sé que finalmente saldrá de mí, cuando me siento más libre, menos coartada para emprender otro trabajo, antes no, antes no podía, era como una deslealtad hacia él, diciéndome, -¿dónde vas manos?, aún no acabaste conmigo, qué crees que estás haciendo? céntrate aún en mí. Ahora toca el trabajo más difícil para mí, ese que requiere que me bucee para sacar un puñado de palabras que expliquen el por qué de este libro, la presentación. Escribir las presentaciones, escribir y hablar sobre el libro es lo más oneroso de este trabajo, el libro en sí, simplemente va saliendo de mí, pero también es cierto que ahora ya no siento ningún refreno y los dedos de mis manos se alargan como se alargan los días en este ceranísimo invierno. En fin, bendito desligamiento que me aclimata.

martes, 21 de agosto de 2007

La balsa de la vida

I

SOMOS seres diminutos
Nos conforman minúsculas pero adecuadas formas
Desajustadas en la infinita y ajustada tierra
Son como relojes nuestros órganos
Y cuando fallan como aquéllos matan
Seres con el tiempo cosido en el dorso del paisaje
Que se accidentan torpemente
A veces cercenando
Nuestras extensiones anatómicas
Y otras, como no, matando relojes


II
a SAM

EL matrimonio con su piel
Es mi religión entera
Aquel poso de café quieto
Que jamás concluyo
Permaneciendo inalterable
Y esta confluencia epidérmica
Cose mis huecos imperfectos
Me enaltece las virtudes
Me acordona a su cicatriz
Eterna y armonizada
Y me dispara la caricia
En aquella fe que discretamente
Se fosiliza

miércoles, 25 de julio de 2007

Elegía para John Donne de Joseph Brodsky

John Donne se ha dormido, y todo duerme a su lado.
Se han dormido las paredes, el piso, la cama, los cuadros;
se han dormido los tapices, los candados, la mesa, el gancho,
el guardarropa, la alacena, los cortinajes, la bujía.
Duerme todo. La botella, el vaso, las jofainas,
el pan, el cuchillo de pan, las porcelanas, los cristales, la loza,
el candil de la noche, la lencería, las cómodas, los frascos y relojes,
los escalones, las puertas. En todas partes, la noche.
La noche por doquier: en los rincones, en los ojos, en la ropa blanca,
entre los papeles, en el escritorio, en el habla viva,
en sus palabras, en la leña, en las tenazas, en las cenizas
de la chimenea apagada, en cada objeto.
En la levita, los zapatos, las medias; en las sombras
tras el espejo, en la alcoba, en el respaldo del sillón,
de nuevo en la jofaina, en los crucifijos, en las sábanas,
en la escoba a la entrada, en las pantuflas. Todo se ha dormido.
Se ha dormido todo. La ventana. La nieve a través de ella.
La pendiente blanca del tejado vecino. Parece un mantel
su cima. Y todo el barrio se ha sumido en el sueño,
tajado a muerte por el marco de la ventana.
Duermen los arcos, los muros, las ventanas: todo.
Canto rodado, adoquines, rejas, jardines.
No se enciende una sola luz, ni rechina una rueda...
Las verjas, los ornamentos, las cadenas, los postes.
Duermen las puertas, bisagras, picaportes, garfios,
los canceles, los cerrojos con sus llaves, los pasadores.
En ninguna parte se oye susurro, ruido ni golpe.
Sólo la nieve rechina. Duerme todo. Aún falta para que amanezca.
Las cárceles se han dormido, los castillos. Duermen
las balanzas en la pescadería. Duermen los cerdos abiertos en canal.
Las casas, los traspatios. Duermen los perros guardianes.
En los sótanos duermen los gatos, con orejas paradas.
Duermen los ratones y la gente. Londres profundamente duerme.
Duerme el velero en el puerto. El agua con nieve, dormida
cruje bajo su fondo, y a lo lejos se funde con el dormido cielo.
John Donne se ha dormido. Y junto con él, el mar.
La costa caliza se ha dormido sobre el agua.
Toda la Isla duerme en los brazos de un mismo sueño.
Cada jardín está afianzado con triple cerradura.
Duermen los arces, pinos, olmos, cedros, abetos.
Duermen las laderas, los arroyos en las cuestas, las sendas.
Duermen los zorros, el lobo. También se ha echado el oso.
La nieve obstruye las entradas a sus guaridas.
También se duermen los pájaros, su canto no se oye.
No se oye el grito de la corneja, es noche, no se oye
la carcajada de la lechuza. La región inglesa está en silencio.
Brilla una estrella. Un ratón avanza con paso cauteloso.
Se ha dormido todo. Todos los muertos yacen
en sus ataúdes. Duermen tranquilos. En sus lechos
duermen los vivos, hundidos en camisones.
Duermen solos. Profundamente. O entre los brazos.
Todo se ha dormido. Duermen los ríos, montes, bosques.
Duermen las bestias, las aves, el mundo vivo y no vivo.
Sólo la blanca nieve vuela desde los cielos nocturnos.
Pero también ahí duermen, por encima de todos.
Duermen los ángeles. Los santos se han olvidado,
dormidos, del mundo azaroso, para su santa vergüenza.
La Gehena duerme, dueme el bello Paraíso.
A esta hora nadie sale de su casa.
El Señor se ha dormido. La tierra quedó enajenada.
No ven los ojos, el oído ya no oye.
También duerme el demonio. Y se durmió a su lado
la discordia, en la nieve de la campiña inglesa.
Duermen los jinetes. Duerme el arcángel con su trompeta.
Duermen los caballos, meciéndose suavemente en los sueños.
Y todos los querubines, en una misma masa, abrazados,
duermen bajo la cúpula de San Pablo.
John Donne se ha dormido. Se han dormido, duermen los versos.
Todas las rimas, las imágenes. No se puede distinguir
las buenas de las fallidas. El vicio, la angustia, los pecados,
callados por igual, reposan en sus sílabas.
Y cada verso es hermano a otro verso: aunque en sueños
musiten uno al otro: hazte un poco a un lado.
Pero las puertas del Paraíso quedan tan lejos a
cualquiera de ellos,
cada uno es tan pobre, denso y puro, que en todos hay unidad.
Duermen todas las líneas. Duerme la rigurosa bóveda de los yambos.
Los troqueos duermen todos como guardianes, a la izquierda, a la derecha.
En ellos reposa la imagen de las aguas del Leteo.
Y detrás de ella duerme profundamente la gloria.
Duermen todas las desgracias. También los sufrimientos se han dormido.
Los vicios duermen. El bien se ha abrazado al mal.
Los vicios duemen. La blancuzca nevada
busca en el espacio alguna mancha negra.
Todo se ha dormido. Duermen profundamente las filas de los libros.
Bajo el hielo del olvido duermen los ríos de palabras.
Duermen todos los discursos, con todas sus verdades.
Duermen sus cadenas. Los eslabones suenan levemente.
Todos duermen profundamente: los santos, Dios, el diablo.
Sus pérfidos sirvientes. Sus hijos. Sus amigos.
La nieve sola susurra por los oscuros caminos.
Y ya no hay sonidos en el mundo entero.

Joseph Brodsky nació en San Petersburgo en 1940. Después de años de persecución y confinamiento en un campo de trabajos forzados, fue expulsado de su país en 1972. Se estableció en Estados Unidos, donde dio clases y conferencias. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1987 y falleció, el 28 de enero de 1996, en la ciudad de Nueva York. Entre sus libros se destacan: "La canción del péndulo", "Menos que uno", "Parte de la oración y otros poemas" y "La marca del agua".

* Tomado de "Poemas", Córdoba, 1996. Prólogo y Traducción de Tatiana Bubnova.

domingo, 22 de julio de 2007

En el Lola Bar

Ayer fui con S. a la presentación de una nueva edición de la Antología de Poesía Hispanoamericana. En la próxima edición incluirán algunos poemas míos junto a otros cuantos autores. Esto de las presentaciones, lecturas y demás actos literarios me produce una extraña e inesperada pereza, de hecho no me muevo mucho en esos ambientes. Tendré que mejorar esa actitud ya que curiosamente ayer fue un peculiar acierto. Peculiar porque finalmente conseguí arrastrar mi cansada piel hasta el Lola Bar (un local precioso por cierto) y conmigo a S., algo menos perezosa que yo, y acierto por un pequeño e inesperado descubrimiento que hice. A mitad del acto, S. y yo nos miramos y dijimos, tendríamos que animarnos más a venir a estos encuentros, es tan agradable… En fin, que escuché muchas voces nuevas y muy jóvenes, ay, qué mayor soy… me escuché a mí misma hace millones de años, cuando me sentaba nerviosa en alguna presentación, ante un escritor afamado que elogiaba mis versos, temerosa al principio pero muy segura a medida que mi voz iba saliendo al tiempo que liberaba el aire de mis pulmones, y entonces, el gusto y el placer me animaba a seguir leyendo y hablando y hablando y leyendo. Pero ayer, sobre todo, resaltaba una voz entre todas las demás, es como si en un escrito mis ojos viajaran por incercia hacia la mayúscula, que tanto emergen, algo así. Era la voz del joven Óscar Aguado, no sé de dónde ha salido, si lleva o no mucho escribiendo, sé que es muy joven pero acertado en sus versos "mayúsculos". Quiero transcribir aquí un poema que he encontrado, me encantaría escribir el que leyó ayer, pero no consigo encontrarlo, en fin, que me voy a bucear a ver si lo encuentro.


PECADOS Y NEGOCIOS
Todos hemos robado alguna vez
en la casa del diablo
la impostura o el talento
pan o joyas de la reina
unos locura otros televisión
algunos hemos sacado de un baúl
un saco de patatas
y un paquete de cigarrillos
otros hemos husmeado por cajones
de armarios gigantes
y nos hemos topado
con la vulgaridad
sometiéndonos a todos
repito
todos hemos robado alguna vez
en la casa del diablo
unas veces con la casa deshabitada
y otras con el mismísimo dios
compartiendo con el demonio
su lecho de agua y fuego.

* Óscar Aguado. El Arco Iris de un anticuario. Ed. Amargord. 2006

domingo, 8 de julio de 2007

Un verano en Mallorca

Hace una semana que S., una maleta sin candados y yo nos fuimos a respirar vientos más fáciles que no dañan en un anticiclónico país de Mallorca. Y respiramos vientos que levantaban bostezos en nuestras nucas, llevándose las ideas raras, las preguntas... Era un viento que levantaba la sangre, que se alzaba a la altura de nuestras cinturas y rompía las piedras. el viento allí levanta la sangre. Aparta el humo de los ojos. Era un viento redondo que removía el laboreo del Mundo, rompiendo cadenas de silencio, sin nubes, siempre sin nubes, ni venenos. Un viento que cerraba la Tierra y su pulso. Ay, qué bien poderse quedarse allí... aunque sólo fuera un verano, un verano en Mallorca que cambiara la concepción de las estaciones de George Sand, y pasar ese tiempo justo para que su viento susurrara en nuestros huesos.
Y trajimos también trozos de mar, un fondo de agua que sería perfecta base pictórica en el inicio de un lienzo. Trajimos de fuera un adentro en el que pusimos a prueba nuestros pulmones dormidos. Trajimos ese golpe de viento en los ojos y una arenilla fina que aún pervive entre nuestras ropas ligeras. Un trozo de calor mojado que atravesó el vello de una pieles quemadas que caerán para renovarse. Allí los días transcurren traquilos y se alargan como se alargan las rocas de sus paisajes en el horizonte de nuestros ojos. Y qué bien, qué bien que detrás de cada paisaje fotografiado estuviera ella, sin relojes y con la única responsibilidad de vivir y con su sonrisa siempre lanzada hacia adelante, qué maravilloso bienestar difuso.
Yo creo que cuando viajamos nos quebramos, gratamente, nos descorchamos... y entonces es cuando realmente creemos que nuestra casa es nuestro cuerpo que parece una mujer, que no necesitamos más paredes y que adentro lo tenemos todo.
Ahora, ya en Madrid, simplemente, mi cerebro, va volviendo.

domingo, 17 de junio de 2007

De "La voz en tierra"

I
Atravesamos sin sueño la nada del Mundo
Llevando el ajetreo en un extremo de nuestras venas
Pero mientras, la voz se nos va muriendo en tierra


NUESTRAS voces son de tierra
Suaves y alargadas
Son voces que nunca chocan
Contra ningún objeto
Es como si hubieran recorrido
Largos caminos bajo el suelo


II
GERTRUDIS.- ¡Ay! Hamlet, tú despedazas mi corazón.
HAMLET.- Pues apartad de vos aquella porción más dañada, y
vivid con la que resta, más inocente


QUISIMOS el poema palpable y mudo
Como esa fruta redonda
Sin voz y sin palabras
Pero vimos a la vida mirando
Nuestra peor parte
Y pensamos ¡qué materia prima tan extraña!
Quisimos desintegrar el silencio
Taladrar la piedra de la vida
Cavando en su ombligo
Pero entramos hasta su sangre
Haciéndonos cueva viva
Y pensó ¡qué materia prima extraña!

* Nuria Ruiz de Viñaspre. La voz en tierra

martes, 12 de junio de 2007

Las manos


A veces miro mis manos, e imagino cómo se mueven ligeras a veces sobre un teclado yotras sobre páginas blancas. A veces miro mis manos. Están desnudas pero ellas no se detienen ante mi mirada. Nunca tienen frío a pesar de estar siempre frías. Son descaradas cuando las miro trabajar, es como si no estuvieran ligadas a mi puño y por tanto no les llegara la sangre, supongo que por eso están tan frías, quién sabe. A veces pienso que tienen independencia y plena autonomía. Escriben lo que les place sin pedir permiso a la mente que las rige allá, un poco más arriba. Mis manos rigen mis ideas y debiera de ser al revés. A veces también miro los dedos de mis manos, me llama tanto la atención los dedos de las manos y de los pies, más independientes de todo si cabe... En algunas épocas, me cuesta no morder las uñas de mis manos, supongo que para dejar claro a estas ácratas unidas a mis puños que es mi mente quien las envía ideas, no ellas, elijo una y un incisivo la destroza casi sin darme yo cuenta, pero ellas me devuelven otra mano arrebatadora de dolor. Pero entonces llega ella, y el tiempo es otro. Ya no miro mis manos, miro las suyas sólo cuando se despista y me cuenta apasionada lo que sus manos crearon en el trabajo. Me gusta cómo se mueven, no necesitan palabras. Y aún así, las palabras son un maravilloso apoyo cuando van sonando mientras ellas van moviéndose. Sus manos son recortadas y esstán cubiertas de una piel elástica, que a veces quiebra pero es piel rosada como una flor en equilibrio. Sus manos reposan silenciosas encima de todas las cosas, incluida yo. Y conviven por tanto en contraposición con mis manos, esbozadas, solitarias, como trazos lanzados hacia delante o hacia atrás, descuidadas y rápidas en dirección a un pincel mojado en tinta negra y a veces triste, siempre amenazando con dejarlas al aire...

La profundidad que hay en la sencillez

Un compañero de trabajo me ha regalado una bici. Es una BH Bolero de paseo. Fíjate que ese mismo modelo llenó la infancia de aquellos pequeños chavales de Verano Azul. Azul. Sí, ella es antigua como Electra pero no es azul. Es amarilla como los girasoles. Y el amarillo le sienta tan bien como a Electra el luto. Sus radios me dicen lo mucho que han rodado ya. Sus pedales, desgastados por unos pies que le son ahora ajenos, me incitan a cogerla para devolverle la vida que había perdido en algún rincón tranquilo, tan quita, tan sola. Su manillar es tan llano como llano es el camino de la vida. Ahora está quieta pero tan llena de dirección... Ayer durmió unas horas en el jardín pero no tardamos en meterla en casa. Para eso, para que no durmiera más sola. Para que no se ahogara en el rocío de estas mañanas. Y ahora, yo no puedo dejar de mirarla. Y pienso en los lugares inhóspitos y desconocidos que recorrió antaño. Pienso en las ideas de quien la montaba en aquel pasado igual de amarillo. Un pasado donde su sencillez la hacía regia. Pero el tiempo pasa y el mundo entero ha evolucionado menos ella. Ahora ella no tiene marchas, nunca las tuvo, ahora sólo tiene un corazón. Un latido en cada pedaleo. Es, por ello, sencilla como la vida pero hermosa como ésta misma. La sencillez, por tanto, es su secreto. Y su color sencillo y bondadoso otro secreto. Y hay tanta profundidad en la sencillez...

sábado, 9 de junio de 2007

De Rilke a Kappus

París, a 7 de febrero de 1903

Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite darle consejo- he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie... No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: "¿Debo yo escribir?". Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de amor, rehuya. Al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura, para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados. Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que le rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.
Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni háy tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá como su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro. si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozo y voz de su propia vida.

* Extracto de Cartas a un joven poeta"

martes, 5 de junio de 2007


El domingo 3 de junio estuvimos de comunión en Valencia. Ese mismo día y hace 28 años yo también la hice. Sólo que esta vez lo celebramos en un hotel junto a la dársena del puerto de Valencia. En esa misma velada subimos de excursión a la azotea donde descansaba arriconado un jacuzzi rodeado de hamacas de madera oscura forradas de un blanco perfecto y con la techumbre de un cielo azul roto. Hizo un día maravillloso. Desde esa terraza en la parte más elevada del edificio había unas fantásticas vistas de las extensas playas de arena y del puerto de Valencia y, cómo no, del campo de regatas de la america’s cup o como se diga. El restaurante estaba especializado en cocina mediterránea de autor, la luminosidad del edificio donde se ubicaba ese hotel con nombre de mar, Neptuno, contrastaba con la luz de ese mismo mar, así de cerca. El ambiente era eminentemente blanco, tonos claros en el blanco roto del vestido y en el propio nombre de la niña, Alba, tonos que se escapaban por unos amplios ventanales y que hacían de la tarde una tonalidad suave. Pasamos la velada en una terraza también blanca recayente al paso marítimo y dotada de unos sofás y enormes cojines, la tierra a nuestros pies era un suelo de madera que producía inolvidables músicas al pisarlos y rodeadas de un cristal retráctil cuya única vista era el mar intensamente azul y unas paredes que iban del ocre al tostado. La imagen era preciosa. Y luego, el restaurante. Parecía casi un pecado empezar a comer esos platos que eran como cuadros recién pintados sin sacarles antes una instantánea que perdurara en nuestra mente tanto o más que en nuestro estómago. Un poco más tarde salíamos para Madrid. En fin, una día radiante…

martes, 29 de mayo de 2007

Manzanas

Hoy he soñado que estabábamos en un mar desconocido, hacía calor y yo me distraía al sol en una hamaca que no era mía. Parece un sueño muy usual pero esta imagen no es la que llamó mi atención cuando desperté. En el sueño yo ordenaba mi bolso como si fuera algo realmente importante. Ni siquiera me llamó la atención que estuviera lleno de fruta fresca, era como si siempre hubiera llevado en el bolso fruta. La fruta que más abundaba en esa bolsa sin fondo era la manzana. Las había rojas, golden, reinetas, todas perfectas. No existía la madurez en ningua de ellas, eran firmes y frescas. Ni una sóla mácula en su piel, su piel no tenía ni una sola mancha que tan irregulares las dibuja, algo muy normal en el mundo real de las manzanas. Recuerdo que había muchas manzanas en el bolso y fui colocándolas en una bolsita de plástico alargada y estrecha, perfecta para ir alineando mis manzanas como si fueran ideas. Aparté una, la más preciosa, era roja y brillaba como el sol brillaba en mis muslos. No recuerdo si llegué a morderla, pero sólo de pensarlo, me entran ganas de cantar. No sé qué significa. No sé si son símbolos de prosperidad o fertilidad (lo dudo), pero la sensación fue maravillosa. Este es mi homenaje a esa manzana abandonada de la imagen.

lunes, 28 de mayo de 2007

El último ángel


Sábado 26 de mayo, 11.30 h
Espectáculo Ghetto 13/26. "El último ángel"
Festival Internacional de Teatro de Calle de Valladolid.
Sí, ya lo estableció Einstein, "El tiempo junto a otros elementos lo relativiza todo". Todo menos que un público descarado saliera por una puerta en plena función y ante los ojos del objetivo de un cámara que grababa el espectáculo en ese punto. Una puerta que formaba casi parte del escenario, un escenario nada apropiado, con la mitad de asientos prometidos, y con el agravante de que el colectivo exigió unas gradas para facilitar la visibilidad de este espectáculo, condición, repito, indispensable. En cuanto a los técnicos de sonido, qué decir, aparecieron y lo sé de buena mano, tan sólo un par de horas antes de la función, y con sonidos desajustados dieron el ok al espectáculo. En fin, que si Einstein hubiera puesto sobre la mesa estos tres elementos, "público, sonido y visibilidad", tres propuestas nada artísticas, se hubiera dado cuenta de que el resultado es una mera aunque determinante consecuencia. Yo tuve oportunidad de ver el espectáculo de Ghetto 13/26 "El último ángel" en dos ocasiones. La primera de ellas fue en el Festival de Escena Abierta de Burgos, donde el espacio, las condiciones técnicas y el público eran óptimos, como siempre habría de ser en estos festivales. La segunda vez lo vi en la Sala Ambigú, donde estos mismos elementos se aunaban a favor del arte y la propuesta. Pero esta vez, fue diferente, diferente en tan sólo tres puntos que con anterioridad ya he definido: las condiciones técnicas, el espacio y en el público, tres propuestas de lo más inoportunas. A la actriz se le debería de haber roto la voz desparramándose por aquello que algunos llamaban escenario, chocando con los objetos de la esconografía; a la bailarina se le deberían haber descolgado los huesos que la sujetaban ante el bochornoso "espectáculo" de ver con los ojos de la espalda y en una sala repito, totalmente inapropiada, cómo un público irrespetuoso salía sin ningún cuidado del espacio. Pero no, la una siguió con voz de tierra, una voz limpia que no chocaba contra ningún objeto y la otra descargaba sus huesos en un baile, ajena a ese "otro espectáculo" como si anidara el demonio en su médula. Pero señores, sí, el demonio iba saliendo por la puerta una y otra vez, una puerta descarada que consentía una luz igualmente descarada.
Y sí, hubo el sábado y en esa matinal hora tres propuestas artísticas: un programa de radio con voces de gente real, a través de piezas compuestas y realizadas por la actriz Marta Ruiz de Viñaspre; una coreógrafa-bailarina, Eva Simón, que intervenía en el espacio, por llamarlo de alguna manera, las voces y la música, con unos movimientos corporales de vértigo y un dj, Félix Fradejas, que creaba espacios sonoros (de nuevo, espacios, por llamarlo de alguna manera) y proponiendo imágenes de videoarte. La cualidad de inconexo y frío de estas tres propuestas, no fueron precisamente las propuestas propiamente dichas, sino todos esos otros elementos a los que aludió antaño Einstein y que por supuesto determinan un espectáculo. Lo que quiero decir, es que si el espectáculo ya se ha estrenado y representado un par de veces y con un éxito evidente, y en esta ocasión ha provocado "desbandada" como escribían aquí, es sencillamente porque otras tres propuestas hicieron mella. Sí, una triple propuesta NO artística, más bien grotescas: la propuesta de unos técnicos de sonido, de la organización o no sé quién, que se negó a colocar gradas y por supuesto, la propuesta del público, tres propuestas totalmente frías e inconexas, no lo duden. El único error del colectivo: no suspender la función, pero yo supongo que los compromisos fueron otro elemento a tener en cuenta.

viernes, 25 de mayo de 2007

Desde el instinto


El cielo es un paraíso incierto. De todas las impresiones humanas es el que mejor nos sume en un silencio repentino pero concertado. Un paraíso donde el hueso triste de la muerte ya no existe. El que riega los pensamientos y lava los hallazgos de las ideas. Este cielo que arrastramos hace días es todo un confidente, un refugio, un desquite del espíritu. Este gris mercurio que se ha vuelto infinito nos libera de coacciones extrañas. Hace que nos mantengamos al margen, nos retira a un mundo completamente personal, un mundo de amistades, de ensueños, de música. Este cielo que nos sigue sin una sola mancha azul es el eje de la retina que persigue el sueño azul de su ángel adormecido. Este cielo mutilado, cercenado por las edificaciones temporales de las nubes, este cielo prehistórico y sus aires feroces que se dedica a nuestros nervios y su viento se pasea entre las ramas de los cabellos... este cielo nos sigue. A veces creo que sólo desde el instinto se puede ver el cielo.

jueves, 24 de mayo de 2007

Solas

A veces sólo necesito escribir de seguido, para salir de mí y reencontrarme conmigo, esa con la que confluyo tan a menudo y que a veces ni me escucha. Hacer sólo eso, y en ese intento dejar de homenajear por ejemplo a la soledad maciza que en algún momento del pasado inmediato nos arrastra al mundo. Escribir desde aquellos confines de nuestra propia ausencia. Adiestrar mi puño y escribir en otra dirección. Escribir a la ira antigua de vivir en aquel madrid inventado pero que hoy descubro azul por mi nueva compañía. Cuando pienso en aquel madrid a solas, a veces siento como si estuviera abierta como una herida, con una piel tan blanda que pudiera en cualquier momento caerme de mis propias manos… Pero qué decir de este Madrid de ahora que me destapa acompañada y me delata en una inventada y casi adorada casa... Un Madrid que deja atrás un cielo gris mercurio y muchas lluvias. Yo recuerdo que Madrid a solas era como una hiedra hambrienta que parecía dormir pero estaba despierta y que ascendía sibilina por mis tobillos hasta alcanzar las ingles, aquellas descansadas y confiadas, las nuevas asaltadas. Y de ahí prosiguía su viaje hacia mi escueto cuello, siempre limpio de hojas secas para alimentarla. Recuerdo que Madrid a solas me regalaba un dolor quieto por nada y un miedo de siempre a quedarme lejos… Pero ahora, ahora no estoy sola.
* SOLAS Reunion: A decade of Solas: Banda norteamericana celta (que significa LUZ en gaélico), Otro hallazgo, unas de las bandas irlandesas más prestigiosas, emergentes, populares...

miércoles, 23 de mayo de 2007

Contagiándonos de lentitud


Ayer llovió en nuestro jardín particular, nuestro parque dormido, pequeño reducto de ideas recién plantadas. Y cuando llueve en ese rincón, y antes de que el aire se oscurezca, cientos de paseantes acarician las hojas por las que viajan sus panzas en busca de algo mas de vida. Sólo con ver a uno de esta curiosa especie y de prehistórica casa, basta para contagiarnos de lentitud.

* la foto es nuestra

El olor de la tierra

Esta mañana, el olor de la tierra ha sido como el tararear de aquellos pasos olvidados de la infancia. Unos pasos que ahora se cruzan en unas calles distintas, con unos árboles distintos y unas fachadas también distintas… Son mañanas que llegan con distintas sombras y secretos, distintas ventanas. Hasta las macetas con plantas que cuelgan de los balcones de esta ciudad mojada son hoy distintas. Su atmósfera es contradictoriamente más pura -menos luz, menos ruidos, menos sol- donde todo huele remotamente a humedad antigua. Ha entrado el viento y ceñir con flacos brazos la cintura de este paisaje nos llevará todo mayo.
* Dibujo de Chagall. Sobrevolando la ciudad

martes, 22 de mayo de 2007

Lo que hay debajo

Las personas deberíamos mirarnos con los ojos que hay dentro de los ojos. Los ojos primeros que se abren si los otros se cierran, aquellos cansados expuestos siempre a la intemperie. Seguirnos con aquellos ojos y si éstos no alcanzan, hacerlo entonces con los intuitivos, más del alma. Las personas también deberíamos tocarnos con el tacto que hay justo debajo de los dedos primeros, aquellos desgastados que tanto se ven y tanto tocan. Tocarnos en la carne del aire que nadie aún ha palpado, sencillamente incólume, porque no se ve, porque no se toca. Las personas deberíamos acortar distancias oyéndonos sin palabras, compartiendo los lenguajes, desde la voz pura que hay debajo de la voz diaria y rota. La voz limpia que no se escucha, la que puede decir incluso lo que no hay que decir, pero sin palabras, ya que lo que nunca se dice está enterrado dentro de nosotros, justo debajo de esos ojos, de esos dedos, de esas voces tan primarias, tan ajadas. Me imagino que uno siente algo parecido a la libertad cuando consigue ver todo lo que hay debajo…

El síndrome de Verlaine

Escribo para no caer bajo el síndrome de mi querido Verlaine: “Il pleure dans mon coeur comme il pleut sur la ville..”, llora en mi corazón como llueve sobre la ciudad... Sólo escribiendo me omito, y anulo con ello a la lluvia que me viste, escribo a otro oído, hacia otro lado, para que haga algún bien a una vida, porque es un ejercicio conveniente cuando no me leo. Y mi mano no es triste, es tranquila. Por eso cuelgo en los ángulos de mis codos palabras como péndulos que no requieren respuesta, por eso busco que las palabras se sucedan lentas de esos codos a estas manos como agua fresca que cae en un sueño y cura, porque sólo así me afirmo y me sostengo, y porque de este modo la luz de mi lenguaje cae en otra vida y ello me cubre como una música leve. Además, así no temo al próximo invierno que subiría por mí como la enamorada del viento, como decía Pizarnik, y mientras, yo espero y espero a que mi lenguaje vuelva a configurarme. …Y en estos días en que el vientro arrastra tantas nubes y la lluvia llueve sola, yo me ocultaré en el lenguaje, en mi voz o en mis voces. Aunque a veces es inevitable amanecer con los puños cerrados como si la tristeza de un cielo gris ceniza no fuera más que un silencio que persiste.

sábado, 19 de mayo de 2007

Silencio (Extracto) - Clarice Lispector


Se puede pensar rápidamente en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron. Pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aún el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga. Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta -cómo ardemos por ser llamados a responder-, pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento. Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere
su indignidad. Él es el silencio.

Algo más sobre Clarice Lispector (1926-1977)
Escritora brasileña nacida en Ucrania (Rusia), pero que a la edad de dos meses, se trasladó con su familia a Recife. Durante su juventud estudió en Río de Janeiro. Cultivó novela, cuento, ensayo y poesía. Conoció tempranamente su vocación y a los 17 años publicó Cerca del corazón salvaje, novela por la que recibió el premio "Graça Aranha".

En 1943 se casó con el diplomático Maury Gurgel Valente, tuvo dos hijos y se separó en 1959. Entre 1944 y 1960 vivió largas temporadas en el extranjero, entre otros países, en Italia, Suiza y Estados Unidos. Sus textos se caracterizan por explorar la esencia íntima y por la profundización en la vivencia interior; incluso su prosa es considerada a veces como poesía. Entre su obra destacan: las novelas: Cerca del corazón salvaje,1943, Ciudad sitiada, 1949, La pasión según G.H., 1964, Un aprendizaje o el libro de los placeres, 1969, Agua viva, 1973 y La hora de la estrella, 1977; los libros de cuentos: Algunos cuentos, 1952, Lazos de familia, 1960, La legión extranjera, 1964, Felicidad clandestina, 1971, El via crucis del cuerpo; le libro de crónicas: Visión de esplendor, 1975. Escribió, además, varios libros para niños y después de su muerte acaecida debido al cáncer en 1977, apareció su novela póstuma Un soplo de vida, 1978. Sus textos han influido a muchos escritores hispanoamericanos que la siguieron.
* Recomiendo sus letras vivamente

viernes, 18 de mayo de 2007

Al revés

La tierra echa flores pero nosotros la pisamos, desterrándonos.
Hay días aparentemente anodinos que una sabe que son especiales. Días en los que en un autobús, de pronto, surge la vida en una explosión, pero también surge el temor a su posible acabamiento. Hay días en los que algo se incrusta en las paredes del estómago de alguien a quien miras y nos llama a la puerta de la lucidez. Recorren entonces los pasillos de la mente los millones de segundos que pasas junto a aquella persona en un único viaje, sencillamente viajando, sencillamente mirando, y en ese mismo acto ir respirando dejándose viajar.
Cuando subo a un autobús (urbano, claro está), suelo sentarme justo al revés, que es precisamente la postura ideal para vivir la vida, al revés. Sólo así lo comprendemos todo. Sólo así podemos vernos en los ojos del viajante que dormita enfrente. En esa postura, el paisaje se disfruta bien distinto, es decir, al revés, como si fuera una tira de diapositivas que abarcara nuestra vida desde la madurez hasta la niñez y nos la retrasmitieran a gran velocidad. Hay personas que cuando van en autobús buscan con avidez los asientos que van a favor del viaje, a favor de su punto exterior de referencia, es decir, a favor del viento, del camino, ya que lo contrario les perturba. Yo, sencillamente, me siento al revés. Hay personas que leen con avidez enciclopedias de páginas infames, deseando que el viaje se prolongue casi hasta el infinito, mientras la tierra va haciéndoles camino. Otras en cambio, dejan caer sus párpados pesados como juicios, se secan sin labios, se duermen sin sueño y se piensan sin sangre, a modo de Benedetti... Y hay tantas, tantas personas como yo, que sencillamente observan a aquéllas otras..., al revés, con el afán de que el viaje se nos adelgace para que la tierra nos vaya echando asfalto. Hoy he observado a una mujer mayor que estaba sentada frente a mí, (ella a favor del viaje, yo al revés) y pensaba: -Fíjate, así seré yo cuando el tiempo me anciane (excepto en su manera de sentarse, esto es, mi punto exterior de referencia, claro, al revés)... Fue como mirarme en un espejo, como perder el vicio de pensar en nosotros mismos pero con más tierra a la espalda. Ahora creo que es esa misma tierra la que nos pisa, desterrándonos de una vida que debería haber estado planteada al revés… es la única manera de mirarnos a través de sus ojos ajenos y nuevos. Descubrí que si viajas en un autobús, al revés, y cierras los ojos, pierdes el punto exterior de referencia, por lo que bien podrías sentir estar sentada a favor del viento. Entonces pensé que las personas deberíamos mirarnos con los ojos que hay dentro de los ojos. Los ojos primeros que se abren si los otros se cierran, aquellos cansados expuestos siempre a la intemperie. Pensé que también deberíamos tocarnos con el tacto que hay justo debajo de los dedos primeros, aquellos desgastados que tanto se ven y tanto tocan. Acortar distancias oyéndonos sin palabras, compartiendo los lenguajes, desde la voz pura que hay debajo de la voz diaria y rota. La voz limpia que no se escucha, la que puede decir incluso lo que no hay que decir, pero sin palabras, ya que lo que nunca se dice está enterrado dentro de nosotros. Imagino que uno siente algo parecido a la libertad cuando consigue ver todo lo que hay debajo… y si lo piensan, parece la única manera de vivir, al revés.

jueves, 17 de mayo de 2007

Un poema de Pessoa


Creo en el mundo como en una margarita
porque lo veo.
Pero no pienso en él,
porque pensar es no comprender.
El mundo no se ha hecho para que pensemos en él
(pensar es estar enfermo de los ojos)
sino para que lo miremos y estemos de acuerdo…
Yo no tengo filosofía: tengo sentidos…
Si hablo de la naturaleza
no es porque sepa lo que es
sino porque la amo, y la amo por eso
porque quien ama nunca sabe lo que ama,
ni sabe por qué ama, ni qué es amar…
Amor es la eterna inocencia
y la única inocencia es no pensar.

(Pessoa)

En la punta de la vida


Puede que la raíz del hombre, igual pero distinta a la raíz de un árbol, sea la que nutre nuestro respirar profundo… puede que la raíz de los cuerpos sea la perpendicular con esta tierra que tanto se mueve, pero también puede que esa misma vertical sea la que nos hace ver la vida al revés, la única manera correcta de vivirla. Entonces, habría que pensar a veces que más allá de la oreja existe un sonido, en el extremo de una mirada hay un aspecto y en las puntas de los dedos un objeto que siempre es invisible... Habría que descansar en la conjetura de que más allá donde expira un pensamiento hay una idea recién nacida… que en el último suspiro de una alegría nace ya otra alegría y pensar que lo mismo ocurre con los sentimientos. Y es en este tiempo donde debemos aprender a confiar en que en la punta del pie es precisamente donde está el salto. Y a mí me gustaría parecerme tanto a aquellos clavadistas de La Quebrada en aquel lejano México..., que detrás de un salto dejan la libertad a la intemperie del viento, colgando de los ojos la distancia que les separa del mar. Así que aquí me quedo, para asomarme al borde de ese abismo incorpóreo... Hay tantas cosas que decir que no sabemos cómo decir… faltan las palabras, pero a veces, a veces habría que negarse a inventar otras nuevas, las que ya existen deberían decir lo que uno quiere decir incluso aquello que está prohibido.

Marinando


Llevo casi un mes acostumbrando a mi cuerpo a salir a comer a un parque cerca del trabajo. Llevo días acostumbrando a mi cuerpo a "marinar" mis ideas después de comer, sazonándolas. Curtiéndolas con sol y tiempo en un entorno de cerezos y almendros. Un parque silenciosamente soleado, regio, que no debería envidiar al distendido Retiro. Así, cuando llego, quisiera comer más deprisa de lo normal, hacer las llamadas oportunas y pensar lo justo, para dedicar un último momento a descubrir la piel hasta donde el decoro y los huesos consientan... Es mi postre solemne después de la levedad que hay en el acto de comer un bocadillo, como un sorbete de aire que me reconcilia con todo y me limpia la garganta de palabras. Y así, en esos momentos poder pensar en tantas cosas, marinándolas (como diría alguien importante para mí)... En estos días, las tardes nos estallan en la cara con su viento verde. Y cuando menos lo esperemos, el pasado se habrá convertido en tan sólo una estación del año, y ya no seremos los mismos, traeremos los ojos más llenos de esos árboles, traeremos más hojas y como no, nos habrán crecido más ramas.
* la foto es nuestra

miércoles, 16 de mayo de 2007

Más Rilke... anotaciones del poeta danés Malte Laurids Brigge


"... los versos significan tan poco cuando se los escribe siendo joven. Se debería esperar y reunir el significado y la dulzura de toda una vida, de una larga vida si es posible, y después, por fin, quizá se podrían escribir diez líneas que fueran realmente buenas. Pues los versos no son, como la gente cree, sentimientos (se los tiene demasiado pronto), sino experiencias. Para escribir un sólo verso, es necesario ver muchas ciudades, hombres y cosas; es preciso conocer los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y conocer qué movimiento hacen las pequeñas flores cuando se abren por la mañana. Es necesario poder pensar otra vez en los caminos de las regiones desconocidas, en encuentros azarosos y en separaciones largamente presentidas; en aquellos días de la infancia cuyo secreto permanece oculto, en los padres a los que hacíamos daño cuando nos traían una alegría que no comprendíamos; en las enfermedades de la infancia que comienzan tan singularmente, con tan profundas y graves transformaciones; en los días pasados en habitaciones silenciosas y recogidas, y en las mañanas junto al mar; en el mar sobre todo, en los mares, en las noches de viaje que murmuraban allá en lo alto y volaban con todas las estrellas. Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, nunca una parecida a otra, de gritos de parturientas y de las ligeras y blancas paridas que duermen y se cierran. Pero también es necesario haber estado junto a los moribundos, haber permanecido sentado al lado de los muertos, con la ventana abierta y los ruidos que llegan en oleadas. Y no basta tampoco con tener recuerdos. Hace falta saber olvidarlos cuando nos agobian, y hay que tener gran paciencia para aguardar su retorno. Pues los recuerdos mismos no son todavía eso. Sólo cuando se hacen sangre, mirada y gesto en nosotros; cuando ya no tienen nombre y no se distinguen de nosotros mismos, sólo entonces puede suceder que en el centro de ellos, en una hora extraña, se origine, y desde allí se eleve, la primera palabra de un verso.
Pero todos mis versos nacieron de otro modo, por lo tanto, no son versos"

Con estos inicios de palabras presentábamos hace aproximadamente 8 años mi primer libro, Rilke siempre me ha marcado

Un poco de Rilke

Aquí el tiempo no cuenta; un año no importa y diez años no son nada; ser artista significa no calcular ni medir; madurar como el árbol que no apremia su savia y se yergue confiado en medio de las tormentas de primavera, sin miedo a que después pueda no llegar el verano. Pero el verano siempre acude. Sin embargo, acude sólo para los pacientes, para aquellos que tienen ante sí toda la eternidad, tan libres de cuidado, serenos y distendidos. Lo aprendo a diario, lo aprendo en el dolor. Estoy muy agradecido al dolor. ¡Todo es paciencia!

Si nos fuera posible ver más allá de lo que alcanza nuestro conocimiento y un poco por encima de la avanzadilla de nuestros presentimientos, quizás llegaríamos a soportar nuestras tristezas con mayor confianza que nuestras alegrías. Pues son momentos en los que algo nuevo se ha introducido en nosotros, algo desconocido. Nuestros sentimientos enmudecen con tímido encogimiento, todo en nosotros se retrae, nace un silencio y lo nuevo, lo que nadie conoce, se yergue en el centro y calla.

(...) Por eso es tan importante estar solo y atento cuando se está triste.

“No es tan sólo la inercia, la responsable de que las relaciones humanas se repitan una y otra vez indescriptiblemente monótonas y sin renovar. La timidez se antepone a cualquier clase de experiencia no previsible que uno cree que no será capaz de afrontar, pero sólo alguien que está listo para todo, que no descarta nada, ni siquiera lo más enigmático, vivirá las relaciones con otra persona como algo vivo”.

martes, 15 de mayo de 2007

Música de Shostakovich


Siempre me ha gustado Shostakovich y sin embargo desconocía que tuviera que ver, junto a Ligeti y otros contemporáneos igual de idealizados, con la bso de la peli Eyes Wide Shut. Bien, una vez descubierto este hallazgo, me he hecho con toda la banda sonora y recomiendo, sobre todo su Waltz from Jazz Suite No. 2 así como la Musica Ricercata, II de Gyorgy Ligeti.
Y como no, a Jocelyn Pook, otro hallazgo que tuvo que ver con la bso d El mercader de Venecia, una de las violinistas más caras de la música popular

Los cisnes del lago del Retiro


Hace siglos, cuando no existía el DVD y aún así nos entusiasmaba grabar algo importante en un aparatoso VHS, retrasmitieron por televisión el ballet del lago de los cisnes de Tchaikovsky. No recuerdo de qué compañía eran los bailarines, sólo recuerdo las miles de veces que posteriormente escuché y vi esa cinta, conocía a la perfección las partes que más me emocionaban (que eran muchas) así como los movimientos de los bailarines en esas piezas. El domingo el estanque del retiro se anegó con las lágrimas de Odette y de su amado Sigfrido. Fue emocionante poder verlo en vivo, no sólo escucharlo sino ubicar una imagen en mi mente que refrescara aquel momento pasado, incluso podría decir que vi a los mismos bailarines que antiguamente bailaban y bailaban en mi cabeza, qué bonito. Eso sí, conseguir entradas fue un triunfo, aunque después de horas de cola hicimos amistad con un divertido grupo que hizo que las horas volaran por encima de las cabezas nuestras.