viernes, 25 de mayo de 2007

Desde el instinto


El cielo es un paraíso incierto. De todas las impresiones humanas es el que mejor nos sume en un silencio repentino pero concertado. Un paraíso donde el hueso triste de la muerte ya no existe. El que riega los pensamientos y lava los hallazgos de las ideas. Este cielo que arrastramos hace días es todo un confidente, un refugio, un desquite del espíritu. Este gris mercurio que se ha vuelto infinito nos libera de coacciones extrañas. Hace que nos mantengamos al margen, nos retira a un mundo completamente personal, un mundo de amistades, de ensueños, de música. Este cielo que nos sigue sin una sola mancha azul es el eje de la retina que persigue el sueño azul de su ángel adormecido. Este cielo mutilado, cercenado por las edificaciones temporales de las nubes, este cielo prehistórico y sus aires feroces que se dedica a nuestros nervios y su viento se pasea entre las ramas de los cabellos... este cielo nos sigue. A veces creo que sólo desde el instinto se puede ver el cielo.

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