domingo, 24 de julio de 2011

en el corazón de noruega

Anders Breivik tiene una piedra en el enorme hueco donde debería latir su corazón. Pero una piedra en su hábitat natural tiene más latido que el que le puede dar a su pecho. Solo espero que llegue el día en el que esa piedra se humedezca por la lluvia, que se desgaste erosionada, vuelva a latir a su orilla y ese hueco desnortado en él vaya tomando carnalidad y sangre y vena y color.

adiós a las armas
adiós a los hombres grises


jueves, 21 de julio de 2011

lo que sé de mí

pequeñas obsesiones, o lo que es lo mismo, lo que sé de mí. escuchar voluntariosa una misma pieza de música 70 veces 7, durante 7 días seguidos y no ser un castigo a mi autismo. no tener voluntad para pasar de la sábana de un libro, y querer dormir allí, acampada. schopenhauer. meter el azucarero en el frigorífico y la mantequilla en el armario. la mirada de cualquier animal. pedir perdón hasta cuando soy yo la pisada. bucearme a mí misma. la lluvia. que me cueste pedir mis propios libros prestados. subrayar los libros y que digan que mis libros están sucios, cuando para mí laten, ya lo creo que laten, será que latir mancha. no terminar nunca nunca nunca el último sorbo del café, para no ser yo quien lo mate. los despistes, que se escapan como arena entre los dedos. los libros de ensayo. el arte de mirar, sobre todo. observar. un verbo precioso. las ballenas. pasarme de parada en el metro como castigo por observar obsesivamente al mundo que me rodea y re-inventar sus vidas. llorar. la belleza. no ser capaz de decir no. las amistades nuevas. la música que hay en ellas. compartirlo todo, hasta estas pequeñas obsesiones, o lo que es lo mismo, lo que sé de mí. las sumas. escribirlo todo. la multiplicidad de las palabras. hacer matemática con ellas. kierkegaard. porque es bello desear la belleza. mirar al cielo. la velocidad de lo lento. la velocidad del agua. el agua. ver películas y olvidarlas completamente. el universo que hay en una cerilla. encender la televisión en cuanto entro en casa y taparle la boca para escuchar la música. la belleza otra vez. tener los pies lo más alejado de la tierra (esto es algo físico) a pesar de ser ella y no otra la que me sostiene la caída. holan. abrir las ventanas para que entre el mundo de afuera aquí dentro. la hierba bajo esos pies alzados. septiembre. las pequeñas cosas. correr. el viento que golpea como un látigo la cara. lo suave también. mi exaltación siempre. las ballenas de antes en alta mar. la belleza que hay en no conocerme más. correr hacia un autobús para no perderlo aunque esté a punto de salir. las vacas que hay a las afueras de cualquier ciudad. hacer de la ciudad una colina. los de mí y los no de mí. aventurarme siempre hacia el sí porque el no ya lo tengo. el eco. la voz de los otros. la belleza, claro. saltar del blanco al negro en vida y dormirme en el gris. despertarme a media noche con un par de palabras que barajar y escribirlas para poder enredarme en ellas -fuente de versos-. leer en alto aquello que me ha atravesado. la belleza, como no... la belleza

Bernarda & Marcos Fink - Canciones Argentinas (Piazzolla, Guastavino & Others)



como un ciego entre espinas voy cruzando tu olvido; tu recuerdo es la ruta donde sangran mis rastros, de todos los dolores del mundo dolorido, como un ciego entre espinas voy cruzando tu olvido. Triste pájaro errante que desertó de su nido y se perdió en la noche tan engañosa de astros, como un ciego entre espinas voy cruzando tu olvido; tu recuerdo es la ruta donde sangran mis rastros. Para mi cualquier camino desemboca en tu recuerdo, empalma con tu destino para mi cualquier camino. Ya que seguirte es mi sino con mi sino estoy de acuerdo, para mi cualquier camino desemboca en tu recuerdo. Lauro Viana

jueves, 14 de julio de 2011

28010 un proyecto de alfabetización

Intento de descodificación de un código. U (imposible no pensar en una madre extenuada) otro proyecto de alfabetización que me trae a la memoria -porque quiero que me traiga- al proyecto de alfabetización de angélica liddell en su maldito sea el hombre que confía en el hombre. A de estructura.  I de orgullo. E de inicio. La célebre U de las madres extenuadas (esto me pUdo). Y una O que no alcanza a despedirse. Maravilloso diccionario más agudo que la misma Marta Agudo. Mar de Mar-tas malabaristas pobladas de botellas naufragadas. Perseguida por oníricas grafías que la visten. Habitándola. Habitándonos. Jugadora de letras que en extraño sueño ganó al poderoso lenguaje. Cuando se tiene valor, no se lucha más. Por eso echa las cartas sin necesidad de batallas campales, y en ese pulso agudo, lanzarse con uñas lingüísticas a esta tierra muda y alimentar  la nada. Su propia nada *[...frotarme las manos para que desaparezcan las huellas dactilares]. Su no-espacio [...porque todo resbala y va nutriendo el carro de las ausencias]. Su Marta-yo [...hacia el sumidero del yo]. Su Marta-nosotros [el Mundo y el yo, inicio y fin]. Su sociabilidad [fracasa la luz en los balcones...] y su intrínseca individualidad. Autismo. Pero también urbanidad y salvajes naturalezas ¿por qué no? Agudo se lanza para arañar ese otro geográfico territorio que mapea mucho más allá de un simple nombre-objeto. 28010. Cabales números en cabalísticas manos. Y en estas laberínticas las letras son números y los números letras [dadme mis letras para recomenzar / dadme mis paredes y adiestraré siete granos de arena]. Después, disfrutar. Verbo que conlleva en sus letras el sentido de este libro. 28010 podría haber un còdigo postal donde viviera la sujeto. Pero qué más da que sea su código, de ser que fuera? Qué más da cuando este código engloba todo un diccionario de países? Del lenguaje silencioso? Matemática pura es el efecto visual en su cubierta, pues cubre el mundo y sus esquinados vértices en un espacio predefinido. Despacio en el espacio. Horror vacui más allá del límite radiante de esa morada de coordenadas exactas. Por eso. Casa. Casa. Casa. Las afueras, en cambio, palpable agorafobia. Por eso Casa crucigrámica. También Casa-Luz. Remanso. Casa-útero. Casa-libro. Barco vasto para vivir en una orla. Con la sabiduría del encrucijado silencio que no deja señales en el agua. Las afueras y el miedo de afuera. Y sin embargo, es tan inútil intentar huir a otra ciudad. A otro distrito. A otro código que nos decodifique. Que nos con-dense como estos versos condensados.

...y me da miedo el espacio, le dice un crío de seis años a su madre cuando cruza la puerta del colegio. Aquí, en mis calles, la angustia se acentúa: veintiocho cero diez.

cinco números condensados en tres letras

subo estas líneas porque se me antojan el todo del libro. el porqué de su por qué. enhorabuena por esa pictórica casa recientemente escrita.

*pinceladas de 28010


28010 Marta Agudo
Calambur, Madrid, 2011 

jueves, 7 de julio de 2011

escultura de vértice

no se puede mirar fijamente ni al sol ni a la muerte Canetti
(El libro de los muertos) 

Otro punto de vista. Estaño. Mujer. Cobre. Hombre. Muerte. Cristal. Zinc. Equilibrio. Elementos que interactúan en un juego químico de bañeras. Alrededor de y para ir a. Qué trampa fue aquella rotura espacial, agujero al mundo y del mundo por donde un día resbalé. Y caí. Orificio de pisos por donde me abrí construida de aliento y vena, y donde tú, impávido, llorabas el agua viva junto a un espejo que ni siquiera rezaba tu nombre. Trazaste arquitectónicamente tu sentencia. Y cumpliste el legado de buscar lo perdido. Viajar al Mundo Nuevo a orinar haluros de plata para complementar el hierro decaído del que huye. Y así, huido, como un colador planetario sin más equipaje que ese fardo de ideas altas a tu derecha, me dijiste: “-Me coseré a la tira de tu carne con cuantas oraciones me consienta el verbo. Seré tu partícula de epítetos en ese azar de altura”. Pero en el viaje, llegaste al origen del final. Vértice del gancho desde el que te gritabas suicido o nada. Después, bajo la piel de tu pisada, que fue la mía, la conspiración abierta de la nada mundial. Y tras esta nada, la otra nada. Llanura al fin en tu cerebro... Fuiste la escultura rechazada que desoyó la zona de riesgo. El naufragador solitario que sostuvo la nocturnidad, la inmortalidad de lo muerto, el nihilismo de cómo dejar de ser tú por ti, límite entre mi nada y la heladora nada. Mientras tanto, el agua fue tu plaga. Cristal que como materia fónica acontecía tan sensiblemente a tu luz solar. Volviste repatriado por el fulgor del agua, como si fueras un hermético saco amniótico de un vidrio blanco que de repente, te fue asfalto. Y cicatrizaba. Cicatrizaba. Cicatrizaba.

nuria ruiz de viñaspre/ reflexiones sobre la obra El testamento de david garcía torrado