jueves, 5 de febrero de 2009

Aquella tarde sin esquinas

Me gustan los días redondos. El viernes pasado fue una tarde sin esquinas. Sin viento. Llena de sol y de S. Tal y como nos prometimos mutuamente, fuimos a la galería Cámara Oscura a ver la exposición de Cecilia del Val. La galería nos encantó. Está en un primer piso separado del mundo por unas escaleras de cuento. Ya arriba, nueve cuadros sin esquinas cargaban esas otras esquinas desdobladas de aquella galería con la imagen duplicada de la artista. Nueve cuadros donde un rojo que es casi autorretrato inundaba de luz aquel espacio. Maravillosa. A mí me encantó.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo que ama en el alba un sigiloso teatro. Borges

Y fue redonda la tarde porque de ahí en un radio de dos kilómetros renacían galerías que no conocíamos. Justo al lado, la galería Blanca Soto nos adentraba en los mundos particulares del artista Santiago Talavera, y su Isla de los voraces.

Camino por un desayuno que es un campo de golf, que es una isla, que es un jardín del edén donde la maleza de filigrana descubre tesoros de mentira.

Disfruto de un paseo con elipsis y apenas me doy cuenta, pero cada vez que retorno al sendero tengo un tamaño diferente, quizás si muerdo ese dónut vuelva a mi tamaño de siempre. ¿Pero quién lo desea? Mejor no resistirse y dejarse llevar por la fuerza de lo suave o esta pesadilla de azúcar.


Graciela García. Que el destino de las cosas se decida en lugares pequeños. 2009

Magnífico, igualmente.
Después de demabular y deambular bajo el ya medio sol de aquella tarde, desembocamos, como siempre en Caixa Forum, que aunque no sabíamos que había, siempre que andamos cerca nuestros pasos como si fuera un extraño rito desencadenan allí.

Y de allí, y con plena decisión nos fuimos a la Filmoteca Doré, siempre me agrada caminar por allí. Viví en Santa Isabel casi dos años. Otra de mis muchas mudanzas. Y el olor a la metamorfosis del pez al pescado en el Mercado, esa calle recién regada que se convertía en un río lleno de restos de peces muertos, como un reguero de muerte pero también de renovación, me inundaba de recuerdos. Y ahora me salta la mente. En fin, que echaban la película La ciénaga. Yo ya la había visto pero insté a S. a volver a verla. A ella le gustaría. Un película con un clima opresivo que no declinaba. Un relato fantasmagórico sobre la decadencia de la clase media argentina y la disolución del modelo familiar tradicional.
Sï, fue un día redondo. SIn esquinas. SIn gotas de lluvia cayendo como cuchillos sobre la tierra seca. Un paseo por el Madrid más galerístico y donde S., como siempre pegaba su nariz en pastelerías y restaurantes nuevos tomando nota de todo su otro arte.

Y traigo aquí estas exposiciones porque quiero que vayamos a ver a Francis Bacon al Prado. Estoy emocionada.

1 comentario:

Gracia Iglesias dijo...

Envidio tu viernes de galerías. Hace mucho que no lo hago y las que mencionas son buenas salas. Todavía no he ido a Bacon, me faltan horas y se me alarga la distancia. En fin, no se puede tener todo.