martes, 29 de abril de 2008

¿Para qué la acción?

Simone de Beauvoir contaba que un día Plutarco contaba que un día Pirro hacía proyectos de conquista: "Primero vamos a someter a Grecia", decía. "¿Y después?", le pregunta Cineas "Ganaremos África". "¿Y después de África?" "Pasaremos al Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia". "¿Y después?" "Iremos hasta las Indias". "¿Y después de las Indias". "¡Ah!", dice Pirro, "descansaré". "¿Por qué no descansar entonces, inmediatamente?", le dice Cineas.
Cineas parece sabio. ¿Para qué partir si es para regresar? ¿A qué comenzar si hay que detenerse? Y sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir. "No diré A", dice el escolar con empecinamiento. "¿Pero por qué?" "Porque después de eso, habrá que decir B". Sabe que si comienza, no terminará jamás: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto una nueva tarea que lo arrojará hacia una tarea nueva, sin descanso. ¿Si no se termina nunca, para qué comenzar? Aun el arquitecto de la Torre de Babel pensaba que el cielo era un techo y que lo tocaría algún día. Si Pirro pudiera extender los límites de sus conquistas más allá de la tierra, más allá de las estrellas y de las más lejanas nebulosas, hasta un infinito que sin cesar huyera ante sí, su empresa sería insensata, su esfuerzo se dispersaría sin jamás recogerse en ningún fin. A la luz de la reflexión, todo proyecto humano parece, por lo tanto, absurdo, pues no existe sino asignándose límites, y esos límites, se los puede siempre franquear preguntándose con desdén: "¿Por qué precisamente aquí? ¿Por qué no más allá? ¿Por qué razón?"
En vano Cineas nos hostiga diciendo: "Y después? ¿Para qué? "A pesar de todo, el corazón late, la mano se tiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan adelante".
Pero la reflexión es espontánea. El hombre planta, lucha, conquista, desea, ama, pero siempre hay un "¿y después?". Puede que, de instante en instante, se arroje con ardor siempre renovado a nuevas empresas: así Don Juan no deja a una mujer sino para seducir a otra; pero aun Don Juan se fatiga un buen día.
No obstante, es preciso que Pirro se decida. ¿Se queda o parte? Si se queda, ¿qué hará? Si parte, ¿hasta dónde irá? "Hay que cultivar nuestro jardín", dice Cándido. Ese consejo no nos será de gran ayuda. Pues, ¿cuál es nuestro jardín? Hay hombres que pretenden trabajar toda la tierra, y otros encontrarán una maceta demasiado vasta. Algunos dicen con indiferencia: "Después de mí, el diluvio", en tanto que Carlomagno, agonizante, llora al ver los barcos de los normandos. Esa joven llora porque tiene los zapatos agujereados y le entra el agua. Si le digo: "¿qué importa? piense en esos millones de hombres que mueren de hambre en los confines de China", ella me responderá con cólera: "Están en China. Y es mi zapato el que está agujereado". Sin embargo, he aquí a otra mujer que llora por el horror del hambre china. Si le digo: "¿qué le importa?, usted no tiene hambre", ella me mirará con desprecio "¿qué importa mi propia comodidad?" ¿cómo puede usted saber lo que es mío?

5 comentarios:

Gracia Iglesias dijo...

Cielos, Nuria, ¿de dónde sacas esa cantidad de reflexiones a estas horas de la mañana? ¡Tienes tanta razón! ¿dónde poner los límites?
"Sísifo, continúa, olvida que es severa tu condena..."
Podemos sentarnos y decir, no me levanto porque entonces tendré que caminar. O caminar pensando que algún día (sin saber nunca dónde), llegaremos a tocar el horizonte. Y lo haremos; sí, lo haremos, aunque sólo sea con la yema de los dedos de nuestra imaginación.

Isabel Mercadé dijo...

Ésta es la gran duda. Y no sólo "¿dónde me detendré?" o "tendré que continuar", sino, y ésta es yo creo la pregunta más difícil, "¿para qué?". Magnífico texto, Nuria.
Un abrazo.

Sintagma in Blue dijo...

Y es que nos importa lo que nos importa.

Fantástico post

Polonium lines dijo...

jo, tia!
que bien escribes!!!
jejee

mjromero dijo...

Que todo es relativo...depende del color del cristal con que se mira ...