Hoy recupero este artículo de Manuel Vicent, yo lo descubrí un día con forma de página de periódico y sujetando con un imán la puerta de un frigorífico. Deberíamos recurrir siempre a él cuando la pena nos tira al suelo y el mamífero de la tristeza se instala en el país de nuestros cuerpos. Me gusta mucho, porque creo fervientemente en él y lo he reescrito a veces para que vuele cíclico por el mundo y se vuelva lluvia haciendo más sabio al mundo. Y esta vez recurro a él, o mejor dicho, él me recurre a mí para todos los que vean venir ese gran lamento de ola hacia su cuerpo en estos instantes y les sirva en cierta manera de ayuda, y muy en particular para A.L. por este momento raro que ya le dura casi tres días, aunque en fin, no creo que llegue a leerlo. Quizá si el resto lo leemos, las energías del agua se aúnen a su favor.
El mar sólo es un conjunto de olas sucesivas, igual que la vida se compone de días y horas, que fluyen una detrás de otra. Parece una división muy sencilla, pero esta operación, incorporada a la mente, ha salvado del naufragio a innumerables marineros y ha ayudado a superar en tierra muchas tragedias humanas. Recuerdo haberlo leído, tal vez, en alguna novela de Conrad. Si en medio de un gran temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola concreta que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero. Como las olas del mar, los días y las horas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer determinado que siempre acaba por pasar de largo. Cuando éramos niños desnudos en la playa no teníamos conciencia del mar abstracto sino del oleaje que invadía la arena y contra él se establecía el desafío. Cada ola era un combate. Había olas muy tendidas que apenas mojaban nuestros pies y otras más alzadas que hacían flotar nuestro cuerpo; algunas llegaban a inundarnos por completo con cierto amor apacible, pero, de pronto, a media distancia de nuestro pequeño horizonte marino aparecía una gran ola muy cóncava adornada con una furiosa cresta de espuma que era recibida con gritos sumamente excitados. Los niños nos reparábamos para afrontarla: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza, otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes no veían en ella una lucha concreta sino un peligro insalvable quedaban abatidos y arrollados. Con cuanto placer dormía uno esa noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado de sol pero no vencido. La práctica de aquellos baños inocentes en la orilla del mar es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. El infinito no existe, el abismo sólo es un concepto. Las pequeñas tragedias de cada día se componen de olas que baten el costado de nuestro navío. La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y una culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa hay que salvarse.
5 comentarios:
Esperemos que las energías de agua se unan a su favor, como deseas, Nuria.
Me encanta eso de dividir los días en horas para superar el dolor... Es tan cierto lo que dice M.Vincent, aunque no siempre se vive pensando en las certezas y el dolor oscurece..., hasta las certezas.
Ah, y me gusta el poema de Óscar Aguado.
Un abrazo.
lo malo es que la única ola que te hace naufragar es la única ola que nunca ves venir...
interesante reflexión y bonito blog
saludos desde barcelona
Cómo me ha gustado este artículo de Manuel Vicent que nos regalas. Es verdad, como dice Ricard, que la ola que te abate es la que no ves venir (eso dicen de las balas los periodistas de guerra), pero por eso mismo hay que observar y escuchar atentamente cada ola y afrontarlas, e incluso, cuando estás sumergido, saber que pasará y aguantar la respiración lo suficiente como para poder reponerte a ella.
Alfaro
La verdad es que ver en el camino los 20 metros siguientes que pisarán tus pies y no los kilómetros que habrán de recorrer por caminos insospechados, realmente ayuda a superar obstáculos, como menos no asusta. Esperemos que esas energías se aúnen, aunque a veces ese dolor nos oscurezca la ruta.
Ricard
Probablemente ya sólo esa aseveración inicial sea un planteamiento erróneo, o quizá el menos oportuno. Ya que con sólo pensar que no verás venir esa gran ola que te hará naufragar, la encararás quizá con menos fuerza, porque dejaremos de creer en nosotros mismos, en nuestra fuerza, en un "para qué intentarlo si no podremos surcarla". Si aseguras y juras que no la verás venir antes de que llegue, no lo dudes, no la verás. Quizá el quiz esté en concebir a todas las olas por igual. Y solventarlas una a una, sin asustarnos si la veremos o no, simplemente actuando cuando llegue ese momento.
En definitiva, que puedes hacer otra lectura de Vicent. Esto que te resalto aquí abajo del artículo es aplicable no sólo al mar, como inmensidad, sino también a esa gran ola que tanto temes porque no ves venir. Lee esto que te recupero y cambia la palabra "mar" por "ola grande que no veo llegar"
"Si en medio de un gran temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola concreta que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero"
Gracias por tu reflexión. Adoro Barcelona.
Gracia
Pues eso precisamente Gracia, tú lo has dicho. Me encanta que te haya gustado y que nos haya hecho reflexionar a todos.
Un beso
Me ha encantado esta entrada de tu blog. Ha sido un placer pasar por aqui.
Un saludo
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