
El concierto en sí fue maravilloso. En cuanto la pianista rozó las primeras notas de Rachmaninov me sentí un ser privilegiado, por la música descolgada, la compañía, la vista que tenía delante de los ojos, aquellos instrumentos que al compás se movían descargando sus notas. El director parecía ir poco a poco dibujando la música a medida que danzaba su batuta. Era magia. Como si el círculo que formaba la disposición de la orquesta fuera una paleta, la pianista el lienzo y la batuta el pincel con el que poco a poco se iba reflejando en el techo la imagen de la música. El concierto estuvo a cargo de cuatro manos de la pianista Tatiana Liaj, y digo cuatro manos porque llevaba un hijo dentro de ella. Me pareció un detalle tan especial. Le comenté a S. que ese niño, o quizá niña sería un ser especial, sin duda. Rodeado de la música que directa tomaba la trayectoria de las manos de la madre hasta su vientre así como de unos aplausos posteriores que calentaban las paredes de sus entrañas.
Nunca había estado en el Auditorio y yo nunca jamás fui a un concierto de música de Rachmaninov. Quedé, cómo deciros, encantada. S. igualmente quedó encantada. Quedó encantada con la experiencia, quedo encantada con Dvorak. Quedó encantada de ver la cara de imbécil que se me ponía cuando sonaba mi Rachmaninov, diciendo pones la misma cara que la pianista, vamos de traspuesta. En fin, que quedamos sorprendidas. Todo fue maravilloso. S. se acercó a mi oído a los primeros compases de Dvorak y me susurró: Lo siento por tu Rachmaninov pero a mí me gusta más esta pieza.
Respecto a Dvorak, decir que esa sinfonía en concreto creció conmigo desde bien joven, recuerdo que la escuchaba una y otra vez. Pero la tenía tan olvidada que volver a reencontrame con ella me sacudió la cabeza hacia aquella adolescencia. . Así que fue día de aniversario y de estreno. Con S. siempre me llena de color estrenar algo. La música nos transporta.
5 comentarios:
Creí que no me daría tiempo a leerte antes de salir de casa.
Tendría mucho que comentar pero los segundos vuelan.
Gracias por compartir con nosotros la experiencia.
Sólo un recuerdo: qué mal le hizo la publicidad de salichichas a la Sinfonía del Nuevo Mundo. Gracias a Dios Dvorak es capaz de superar eso y más.
Qué bueno Nuria y qué bien lo explicas hija. La comparación con la pintura bueníiiisima y lo del hijo de la pianista, también.
Hace tanto tiempo como que que yo fuí el primer recluta del rey de España, y mi novia fue a verme ese día de diciembre al cuartel,nos arrullamos y nos contamos nuestras inquietudes, me preguntó ¿qué necesitas amor? Oir el concierto nº 2 de Rachmaninovm le solté de sopetón, ¡estoy al borde de que me de un peperrete!,con tanta safiedad a mi alrededor.
Al domingo siguiente en su casa nos "arrullabamos" oyendo a Rachmaninov. ¿ya sabes por qué me llega tanto?.
Creo que ahí nació mi amor ¿a quién?.
Qué bién te lo pasas, y como dice ana espinosa , qué bien lo cuantas.
Te saludo.
esos momentos únicos en que hacemos algo que queda en la memoria, con alguien que verdaderamente nos importa..gracias por contarnoslo..besos.
Gracia
Gracias por luchar contra la prisa para dejar tu huella de elefante. Un título tan inmenso "Nuevo Mundo" para quedar relegado a un anuncio de salchichas.
En fin, que tienes razón, Dvörak pudo y puede con aquellas famosas "salichichas". La prisa a ti te pudo jeje.
Mil besos a la carrera
Ana
Escribo lo que veo, soy así de limitada. Gracias por ver lo mismo y compartirlo. Por cierto el otro día me pedías mail para hablar de esos peces y no sé si recibiste comentario.
Rafa
Preciosa historia llena de romanticismo. Arrullarse con el presente perpetuo de Rachmaninov. Qué bonita manera de nacer, el amor, quiero decir, el quién no importa.
Un abrazo
Kijar
No pienso contestarte. No me tienta nada.
Fernando
A ti sí me tienta contestarte. La memoria es el aprendizaje que arrastramos. Nuestras experiencias archivadas en los compartimentos de nuestra mente. No seríamos nada sin ella.
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