miércoles, 30 de abril de 2008

Deshaciendo el ovillo del deseo

Llegó su voz que fue voz de tierra, pecado mortal que abrió de par en par mi tráquea. La tráquea, aquel olvidado ángulo oscuro, allí, entre huesos, sitiado por una antigua tristeza gris. Pero logró envolver mi pena y con sus palabras azuladas la calma sitió mis venas. Llegó su frente, aquella planicie donde serpenteaban sus ideas y vi claramente en cada línea un pensamiento estable en el que sembrar nuevos besos desde lo más alto de mi desmemoriada boca. Llegó su piel pendiente siempre de su rama y entonces trepé por ella sin inmadureces. Allí cogió mi dolor en silencio con la piel del miedo resbalando por aquella frente como quien arranca una marchita manzana de su árbol y la coloca con cuidado en su tierra, en su voz. Llegaron también sus huesos para rozar mis huesos y aliviarles de aquel dolor antiguo, y en aquellos primeros días lo hicieron sin necesidad de acoplar su pelvis a la mía… me pareció tan mágico. Y con ello llegó su boca y devoró mis horas más tristes, boca que vino también decidida a tragar mis miedos, y de nuevo sin necesidad de devorar en ella el oasis de mi boca… fue tan mágico. Entonces llegaron sus manos, revoloteando como mariposas por encima de mi cabeza y acariciando mis ideas tristes, y al principio jamás esas queridas recortadas tocaron mi alargado cuerpo, realmente si lo pienso sí que hay algo de magia en todo esto. Y entre medias, la risa, siempre la risa, llegando tan puntual a la hora. Y yo por aquel entonces, preguntándome si acaso no volviera a ver su apariencia condensada en el diámetro de mis ojos, si acaso no volviera a fijar mi vista en su solidez... Aún hoy me gusta ir deshaciendo el ovillo oscuro de aquel deseo para volverlo a envolver y así una y otra vez. Ay, qué cosa absurda los pensamientos y los sentimientos que éstos generan, qué batalla de contradicciones hasta llegar a lo que uno cree que busca, qué círculos de entendimientos. Fijaos, ya Orestes amaba a Hermione que amaba a Pirro que amaba a Andrómaca que amaba a Héctor que estaba muerto, qué círculo raro… Y así vamos encontrando lo perdido quebrando la voz del sueño… Ya sé que en la punta del pie está el salto, pero a veces quisiera saltar fuera de mi piel para volverme hacia la especie humana, a lo más universal… pero entonces pienso en cómo conviven en mí sus huesos, la voz de su boca, su boca y sus manos y soy tan infiel a ese pensamiento que lo único que me parece más universal es volverme hacia todo eso y deshacer una y otra vez ese ovillo que me lleva directamente a su piel antigua. Ahora me doy largos paseos en su tierra, como gaviota lenta en cielos nuevos, sin nubes ni venenos, con vientos redondos rompiendo las cadenas del silencio. Con el deseo en cruz. La sangre alta.


*a Sam

2 comentarios:

mjromero dijo...

Esa fuerza telúrica que a veces se siente e impulsa a la humanidad pero también el amor al otro mueve montañas, el amor siempre es un impulso, la humanidad no deja de ser seres encadenados unos a otros aveces por extrañas circunstancias.

jarta dijo...

Ignoro por qué veo un cuadrado gris enorme que fragmenta tu texto. No obstante, he deducido la parte oculta y, el resto, te lo agradezco. Cuesta encontrar bellos y bien redactados pensamientos en la red.
Saludos.