martes, 11 de marzo de 2008
El parque-bosque de la Barnes
Djuna Barnes decía que amamos por tamaños, que probablemente si nuestro corazón tuviera un metro de díámetro no lo destrozaríamos por otro que no fuera mayor que una cagadita de ratón. Decía que nunca nos arrojaríamos a un lago por una mujer a la que tuviéramos que buscar con lupa. En fin que viene a decir que amamos por tamaños y que a medida que envejecemos, gritamos con una vocecita cada vez más pequeña a ese Dios tan particular que cada uno llevamos dentro. Decía que envejecer no es sino echarse vida a la espalda hasta que casi sin idearlo y de manera repentina llega el día en el que perdonas incluso a aquellos a los que no has empezado a olvidar. Y para mí ese tamaño también es el tamaño de los sentimentos, y entonces pienso en S. Hoy descansaba y ha venido a un parque cerca del trabajo para comer conmigo. Me sienta tan bien verla venir como de lejos... Venía vestida con una cámara fotográfica para darle su tamaño particular a todo aquello que pasara ante sus ojos, una florecilla, una brizna de aire, una rama seca abierta en dos, apoyada en la palma de su mano y buscando la foto perfecta... o a veces en nuestros perfiles recortados por un sol de viento justo detrás de los ojos. Es minuciosa con todo aquello que quiere. Es minuciosa conmigo, no es que yo lo sea, pequeña quiero decir, pero yo me entiendo y cuanto más pequeña es una cosa, más minuciosa se muestra. Es de esa clase de personas que contrariamente a lo que diría Barnes, claro que se arrojaría a un lago para buscar algo con lupa, algo importante, porque todo para ella es en potencia una explosión a los sentidos. Me pregunto si acaso alguna vez amamos por ese otro tamaño, por el amor que medimos en los otros, el tamaño del amor que nos llega de las otras personas, nuestros fieles acompañantes en el viaje, por lo mucho o lo poco que nos sentimos queridos... que ecuación tan excéntrica, ¿no? El mundo es un rectángulo con aristas que nos va encontrando con los demás y yo también soy un rectángulo. Y todo esto me lleva a recordar y por ello a recomendar el libro El bosque de la noche, donde el bosque es cualquier parque a plena luz del sol, un parque que irrumpe siempre en el reposo, y nos revuelve, felizmente, nos desordena, nos descubre, descubriendo también relaciones escondidas para hacer ver que nunca sabemos nada, que no sabemos en verdad aquello que siempre creímos saber, que siempre conocemos algo más de nosotros mismos...
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2 comentarios:
Bonita foto, sí señor!! jejeje... esa espiral ahí, como si fuera al azar y a la vez tan estudiada.. nada, como siempre bonitas palabras aderezadas con espléndidas imágenes. Todas estas bobadas son para comprobar si sale mi foto, así que un besote y a ver qué pasa...
bonito texto y bonita foto... ¿tamaños?
simplemente amemos
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