El olor de una ruptura siempre es un olor desastroso, putrefacto. Es una explosión de dolor no sólo para los intérpretes de esa historia rota sino para el resto del mundo, sus espectadores espectantes. Cuando soy testigo de la inminencia de alguna de estas albercas, siento dentro de mí que algo se ha roto en el mundo. Algo que traía un ruido ensordecedor del pasado ha cascado casi silenciosamente dentro de mi pecho. Y mi siguiente movimiento es abrazar con todas mis fuerzas a S. para que no se aleje a ese otro lado de mí, para que no me aleje tampoco. S. igualmente me ata a su cintura como una pieza de rompecabezas que encaja a mi cadera por ese mismo miedo de contagio, porque piensa exactamente igual a mí. Para que esa pandemia no descubra nuestros cuerpos escondidos de respiración contenida y no nos oiga, ni nos vea y pase de largo al no olernos. Y no quiero gritarlo ni hablar de ello por no darle la enjundia que puede que tenga, para debilitar ese fin no pensándolo, para no darle credibilidad en la escuadra de mi mente. Es cierto que allá donde expira un pensamiento hay una idea congénita… que la ruina de una pasión coincide casi siempre con el advenimiento de otra, que en el último suspiro de la alegría nace ya otra alegría… Pero eso a los ojos del resto de mundo nada cambia el destino de la ruptura. Una ruptura es una rotura en el mundo. Una muñeca rota, una rodilla que sangra y no cierra, una herida abierta en la capa más externa del cielo. Son nuestras hendeduras a punto de quebrar. Y hay tantas al cabo del día, a veces uno podría pensar que son la pandemia de este siglo, cuando se es testigo de una, poco a poco van aflorando deshistorias, vidas que se deshacen delante de tus mismos ojos. Como si se contagiara su uso. Es como cuando alguien cercano está embarazado, en tus siguientes paseos verás mil mujeres embarazadas. Todo parece contagiarse, y hay tantas rupturas al borde de las aceras, que me pregunto si un día de estos no se inundará el camino de tanta lágrima. Menos mal que en defensa de nuestra civilización a veces, las menos, nos vamos conversando, dialogando y todo se compone de nuevo, se parchea y se cose esa grieta lágrima a lágrima.
Posología: Hacer el amor sin dosificarlo. Es más, en grandes dosis. Sin porciones. Administrar el medicamento de mil formas, a veces bajo un abrazo que recomponga la herida, otras veces en besos que olviden la dureza de unas palabras dichas inoportunamente, miradas que perdonen, se pueden hacer caricias con esas otras manos en movimiento que son las palabras, las nunca dichas pero siempre oportunas, aunque para este mal, lo más efectivo es condensar lo expuesto y allanar desavenencias en la horizontalidad de una cama.
Para que Y. y G. se conversen. Aunque parece que les llega la calma.
10 comentarios:
Nuria,
Lo has explicado con tal precisión e intensidad que hasta a los que creemos estar curtidos de haber visto y vivido tanta ruptura, nos contagias el dolor.
Abrazos.
Opino como Bel: cuánta intensidad.
Y cuánta identificación con todo y maldita primavera y malditas pandemias enfrascadas en lluvia.
Ay.*
Oímos tantas veces hablar de rupturas que, como Bel, yo creía estar curtida hasta que la noticia vino de alguien a quien quería mucho. Fue demoledor. Algo después la familia de un amigo también sufrió el dolor de la grieta irreparable. Era para mí un ejemplo de perfección y por eso hice mío su dolor con una intensidad que aún hoy me sorprende. Durante varios días creí que todo estaba puesto boca abajo; que alguien se había confundido de de guión. Hoy es feliz de nuevo, y también lo es esa primera persona que decidió reescribir el argumento de la vida. Sé que siempre hay un día después y la posibilidad de volver a sonreír es infinita (incluso en casos extremos), pero aún así me aferro al amor que llena mi vida como tú a tu S. No sé cómo podría llenar mi existencia sin él.
Querida Nuria, tienes razón en eso de que en la ruptura hay algo de tajo, de brecha incondicional, de amargura filosa. Pasado el dolor, a veces la ruptura es el universo de lo nuevo, nacer en otro lado, ubicarnos en el mundo con pestañas y lágrimas nuevas. El vértigo afina nuestra madurez. La caída entona nuestro vuelo. Pensarlo así, siendo eso que somos en la ruptura, es como intentar encender el sol de noche. Ya lo sé. Cuando algo se derrumba, cuando la vida formula un quiebre, hay que pensar en lo que es, o no es, necesario. Un abrazo
Querida Nuria, la rotura si se mira desde los ojos de la desesperanza y de la limitación que nos impone la vida, es algo frustrante. Tu lo dices perfectamente, el olor a putrefacción. Pero yo creo que en lo que se rompe nace la posibilidad de una nueva creación.
Cada vez que uno se asoma a la gran brecha de esta Tierra en el Gran Cañón del colorado,piensas qué enorme rotura, que gran llanto para que nazca ese abismo de belleza, era necesario para conocer de qué color son las entrañas de esa tierra, y convertir las dos orillas en inmensos paisajes.
Traslada ese y otros hechos a las personas, no somos más, quizás más soberbios, por aquello del espíritu, pero somos la misma tierra, con las mismas bellezas escondidas. A lo mejor, siempre a lo mejor, ese desamor crea un nuevo perfume que pueda superar lo putrefacto. De echo si no lo puede arreglar el beso y el abrazo, solamente quedará la escultura de Rodin para avisarnos.Animo.
Isabel
Escóndete Isabel, como me escondo yo de esta pandemia, no quisiera contagiarte ningún dolor.
Laura
Yo pienso que es precisamente la lluvia la que purifica.
Gracia
Demoledor. Me parece tan gráfica esa palabra… Tu historia corrobora mi teoría. Ellos, los protagonistas de sus historias, han sobrevivido al desastre, pero a ti, que viviste su dolor intensmente, porque te desesperanzó, te quedó un rescoldo que aún hoy, al hablar de ello te encoge el hígado y se agarra, triste, a las paredes de tu estómago.
Sonia
Bienaventurados los ojos que te ven de nuevo. Vienes a España no?? Hablaremos. Perfectas y ajustadas tus palabras, como siempre.
Rafa
Ya sé que en la punta del pie está el salto y que probablemente en el instante mismo de la ruptura alguna historia de amor despunte como el sol nos depunta cada mañana. Sé que somos tierra y viento y fuego, naturaleza siempre, pero sigo creyendo que para el resto del mndo, para sus espectadores, una ruptura es eso, una ruptura, una desesperanza, un ¿y ahora qué será de nosotros?, algo roto. Los protagonistas claro que resurgirán a la vida pero me pregunto si el resto no se queda pensativo y triste creyendo en eso, en nada. En lo que estoy totalmente deacuerdo es que escupidas unas dolorosas e irrespetuosas palabras a aquella persona que un tiempo consideraste tu otra mitad, quedan en el fondo de su tráquea fácilmente regurgitadas. Supogo que las palabras duras no se olvidan y si, como dices tú, no lo puede arreglar el beso o el abrazo, efectivamente sólo quedará la escultura pétrea de Rodin. Gracias por tus palabras, siemrpe las guardo con recelo.
OBVIO Q ME HICISTE LLORAR, GRACIAS MIL GRACIAS...
Sólo un beso Yami, de S. y mío.
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