jueves, 15 de mayo de 2008

La caja de música

La última vez que desempolvé las cajas donde guardo toda la música que arrastro, sólo casettes, reencontré tantas cosas que recuerdo que aquel día las dispuse en fila para escucharlas una a una en lo que debió de dar de sí el día. Me reencontré por ejemplo con algunas cantatas de Bach, su sonido no era muy bueno, todo eran grabaciones antiguas. Aún así, cada vez que le escucho me reafirmo, Bach divide perfectamente el silencio esclavizando el aire hasta que su música resbala por las costuras de mi cuerpo, haciendo de él una delicada caja de perfecta acústica, más inalterable, más impasible, más hueca... Él expande con sus dedos el diámetro de la caja proporcionándonos bellísimos instantes hasta atracar en nuestras orillas, donde duplica igual de bien el tiempo entre los pétalos en los que se han convertido los oídos del Mundo. Luego llegó Schubert con sus lieder y Schumann con su “Frauenliebe und Leben” -su amor y vida de mujer-, y la punta de sus dedos en el piano se va clavando amorosamente en la punta de mis oídos siempre nuevos donde llegan mezcladas con voces de sopranos. Ay, los famosos lieder, aquellas canciones románticas alemanas que tanto han agujereado la caja de música en la que hoy se ha convertido mi cuerpo…

Recupero un fragmento del "So lasst mich scheinen" (Déjame mostrarme) de Mignon II de Schumann, sobre un poema de Goethe. Esta pieza siempre me ha perseguido. En ella la protagonista ve en la muerte la liberación de sus preocupaciones y un modo de alcanzar la pureza de los ángeles. La música describe la inevitabilidad de la muerte con modulaciones tonales. La distancia entre una gran exaltación y la tensión.



Pero como contrapunto, en el lado más extremo, llega Berio, y toda la música entra de golpe en mis huesos, ahí, dentro de la caja de mi cuerpo.

Quiero tus palabras: y quiero destruirlas, con prisa, tus palabras:
y quiero destruirme, yo, finalmente, verdaderamente:


Estas que siguen son las palabras de Luciano Berio definiendo esta pequeña miniatura musical-experimental "Sequenza III para voz de mujer" que podéis escuchar más abajo.

La voz siempre conlleva un exceso de connotaciones. Del más insolente ruido al más exquisito sonido, la voz siempre significa algo, siempre se refiere a algo de sí mismo y que crea un vasto rango de asociaciones. En la Sequenza III intenté asimilar en un proceso musical muchos aspectos del comportamiento vocal cotidiano, los triviales incluidos, pensando sin permitirle distanciarme de ciertos aspectos intermedios y también del canto real. Para ejercer control sobre tan vasto rango de comportamiento vocal tuve que terminar y aparentemente colocarme perdido sobre el texto, y así ser capaz de recuperar fragmentos de él en diferentes niveles expresivos, y recomponerlos en unidades que no son discursivamente más largas pero si musicalmente. En otras palabras, tenía que hacer el texto homogéneo y capaz de prestarse a sí mismo a un proyecto esencialmente consistente de exortizar el exceso de connotaciones componiéndolas dentro de una unidad musical. Aquí está el corto texto "modular" de Markus Kutter para la Sequenza III:

Dame unas pocas palabras para una mujer
para cantar una verdad permitiéndonos
construir una casa sin preocupaciones antes de que caiga la noche

Voz: Johanne Saunier




Yo, particularmente pienso que es una obra extraordinaria por el carácter exploratorio que se hace de la voz, donde la música recobra su dimensión de arte representativa. La cantante es una mujer que habla una lengua impenetrable y cómica, galimatías o jergas con voces acrobáticas que a veces nos recuerdan a los balbuceos de un niño o peor aún, a los rumores de un loco. Concentración absoluta en la cantante, como podéis ver, gestos vocales, experimentos del eco que hace su mano en su boca, verdadera comunión de la música y la palabra, aún en su condición de metapalabra, puesto que no se trata de un idioma conocido.
Quizá para mí, una de las más llamativas sequencias de Berio es esta maravillosa miniatura. Berio la escribió para su mujer, la mezzosoprano Cathy Berberian, a la que también admiro; utiliza infinidad de efectos relacionados directamente con el tiembre de la mujer: ella produce sonidos aspirando, jadeando, marcando el ritmo con la boca, silbando, riendo, jugando con sus dedos cerca de sus dientes. etc. Explota casi orgiásticamente el componente “ruido” dentro de su boca. Espero que os guste, o como mínimo llame vuestra atención.

3 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Nuria, ¿de quién es el texto: "Quiero tus palabras: y quiero destruirlas, con prisa, tus palabras:
y quiero destruirme, yo, finalmente, verdaderamente:"?
¿Es tuyo? Significa mucho más, no sólo esa voz sin palabras que nos has regalado (belleza absoluta), sino mucho más.
Dicen que la música es, entre las artes, la única que toca directamente el alma. Matemáticas más sonido, sin palabras.
Hoy en mi blog doy voz a otra poeta que también habla de Bach, de los ángeles y de la muerte, pero con un estado de ánimo muy distinto.

mjromero dijo...

Nuria, gracias por compartir esto y explicar alguna cosa que desconozco...

Un abrazo

Gracia Iglesias dijo...

Me descubres tantas cosas que desconocía... Esa experimentación vocal en miniatura de Berio contacta directamente con mi eterno afán exploratorio. Yo no poseo el don maravilloso de una voz para el canto, pero sí la capacidad de disfrutar con la armonía y, sobre todo, con lo diferente. Contemporaneidad absoluta que entronca con las raíces más arcaicas de la aventura musical del ser humano ¡cómo me gusta!