Para alguien tan empático como yo (a veces el dolor de la carne ajena duele demasiado en la propia carne), resulta muy sencillo desenterrar con un único golpe de pala seres igual de empáticos a la hora de escribir. Ser capaz de ponerle nombre a situaciones o sentimientos vividos por otros, ser capaz de sangrar si te acercas a la orilla de este río rojo, a ser bombardeada ahora mismo a pesar de existir miles de kilómetros hasta aquel rincón donde en este mismo instante está cayendo la última bomba, a enterrarse con la piel del otro, a integrarse en su carne blanda, en su herida, dejarse caer en la barca de la vida del otro, probablemente a la deriva, entrar sin ojos en la casa del más débil, en la del dedicado de la dedicatoria, ése, ése ser manejable humanamente hablando, ése y no otro es el empático. El identificador físico y psíquico de su elegido doliente. Aquél que nunca se desentiende de la vida. Todo eso y más que desconozco podría ser Laura Giordani, cuya comprensión intelectual con la herida abierta que hay en el mundo es decidida y racional pero nunca forzada. Diestra en esta comunicación interpersonal, ella escribe con la víscera y el corazón abierto vigilantes desde la altura de la mesa, su mano sólo la horizontal arma que dispara, escribiendo lo que sus órganos verticales más internos le van dictando. Portavoz de los seres que sufren y por todo ello, mujer, a mis ojos, empática. Poeta que verbaliza, sin duda. Para mí sus letras son vertebrales, óseas, cargadas de palabras-dagas que te diseccionan por dentro, te cortan el espinazo. Ya lo dijo Emily Dickinson: Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía.
En una entrevista de Enrique Falcón a Laura Giordani, se dijeron algunas de estas sentencias.
Para esta poeta argentina el lenguaje poético es capaz de sacudir vivencias, de espabilar sensibilidades adormecidas, narcotizadas por un aluvión incesante de estímulos, de conmover la costra de la indiferencia
¿A dónde van a morir los pájaros,
sus pulmones calcinados de vuelo
por qué sumidero celeste o anti-nido se fugan,
desde dónde esa caída de estrella
discreta como la muerte?
Cielo y tierra se tocan porque existen ellos
trazando esas líneas invisibles
que unen la sangre al relámpago,
la garganta a la lluvia, las plegarias
de la madre al desastre inminente.
¿Qué ciudad de hormigas
reclama su sombra,
qué viento se lleva sus huesitos
blancos, naufragados en la altura
hasta hacerlos transparentes?
¿En qué momento de nuestra ceguera se desploman?
Laura Giordani
Sacado de uno de sus últimos trabajos, de sus últimas vivencias,
Sudestada (2008)
Rincón recomendable, por tanto esta gran escritora empática. Su poesía ya siempre es querida por mí porque es temblor y temor de ponerle nombre absolutamente a todo, hasta lo más innombrable. Conocerla fue un hallazgo que aún hoy me deja ese poso.
También forma parte en el espacio Dolmen de empatía ¿podría ser de otro modo?
*la imagen es de Dani Alarcón Tapia, visitad su web, es fantástica. Este dibujo empatiza tanto con este poema de Giordani... y lo encontré por casualidad, como a Giordani.
3 comentarios:
Me has emocionado Nuria, de verdad. El hallazgo ha sido mutuo, creeme.
¿Qué decir?
Desde el corazón y esas fibras desde las que conectamos, Gracias!
Un abrazo fuerte
Laura.
Realmente conmueve. Gracias por descubrírmela.
Hola Nuria!
Siento visitar tu blog con tanto retraso pero he estado un poco ocupado últimamente,,,muchas gracias por dejarme tu comentario. Me alegra que de vez en cuando alguien tropiece con mi blog y vea en alguna de las ilustraciones la "representación" de alguno de sus pensamientos, especialmente con textos tan profundos e interesantes como en esta ocasión. Un placer,,, Gracias :)
Estamos en contacto!
Publicar un comentario