miércoles, 25 de marzo de 2009
El naufragio de los lobos
Hoy he madrugado mucho, tanto como para que, tras preparar el desayuno conjunto y compartido con S. no he vuelto a la cama y eso, eso nos coloca en la temprana hora de las 4.50 de la madrugada. Hoy he madrugado mucho sí, pero quien más ha madrugado han sido mis ojos, mis hambrientos ojos naufragados. Tras conocer a Giordani y Borra el otro día, allá, en aguas del este, tras cruzar unas palabras transparentes de agua con Gómez y con Martínez, me ha entrado un hambre tan voraz, tan telúrica, que me hubiera tragado diez sólidos Jonases para plenar el vacío de mi vientre de ballena a pesar de ese desayuno compartido. Hoy he madrugado tanto que llevo desde casi esa hora comiendo Jonases como Falcón, Gómez, Giordani, Méndez Rubio, Borra, qué gran camada de animales poéticos. Qué manos. Qué profetas todos. Qué alimento para lobos naufragados. Cuando los leo, yo sencillamente, naufrago de mi banco de peces. ¿He de seguir escribiendo para continuar a flote? ¿seguir nadando? ¿para qué? ¿agua? ¿para qué? Prefiero ahogarme en sus proféticas manos. Sí, prefiero el naufragio. Prefiero este naufragio en tierra. Desescribir lo escrito. Prefiero abandonarme. Prefiero abandonarme en una acera. Abandonar el ojo y sujetar la mano. Prefiero el silencio del lobo a un aullido de peces. Prefiero ser lobo hambriento-casi muerto con ojo-sin mano en busca de ese alimento visual que hoy he descubierto en este oasis mío de peces y vacas. Hoy en mi desierto, he sentido que mis manos caducan al instante, pero no como un Jonás en un vientre de agua, porque un Jonás en un vientre de agua no caduca. Se inmortaliza. Todo pierde sentido ¿o quizá lo tome y no lo estoy viendo?
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6 comentarios:
Querida Nuria, también entre desayunos y conversaciones, leo estas líneas y me sonrío, por la complicidad y esas horas compartidas que también nosotros gozamos, entre poemas y cena. Y si además nuestra poesía puede resultar disparadora, tanto mejor. No deseo más: que la poesía dispare al corazón y seamos animalitos metafóricos que se dejan conmover. Ahí ya no hay opción: hay que seguir escribiendo porque es una de las pocas maneras de naufragar en los otros y con los otros. Nos falta ese abandono que aludes: a esas fortalezas las llamamos “yo”, pero hemos desaprendido a construir cercanías. Habrá que reaprender a callar para dar lugar a los otros. Y puede entonces nacer un diálogo auténtico. A veces, contra toda probabilidad, ocurre. Y nosotros celebraremos que así sea.
Un fuerte abrazo,
Arturo
Querida Nuria:
Fue realmente hermoso el encuentro y más hermoso que deje hambre como estela : de poesía, de vida. Queda la reverberación de los versos, la magia que se crea cuando se comparten pasiones. Me ha llegado un aviso de correo a tu nombre; seguramente la otra versión de la geometría del vientre. Lo que sea, erá recibido de buena gana. Mañana iré a buscarlo... gracias Nuria! Y mucha suerte el viernes con la lectura.
Seguimos compartiendo hambres y panes.
Un abrazo muy, muy fuerte.
Laura.
Impronta a Nuria Ruiz de Vinaspre
I
Vida:
- ¿qué barcos
se divisan? ¿Son águilas o cirros?
- parece que es un canto corpóreo
en la desnudez de un ángel pescador. O quizá un poema
arrebatado de las manos de una hurí.
II
Los ciegos peces del embarrado
yunque
Las altas ostras vigilantes
Una persiana de luz
Atrás todo el infinto no mundo
Por la vez
-no avistada
otra isla-
salada de líneas incalculables
gracias, vigía en los sarmientos,
gracias, paciente emisaria del Ñandú.
Los que cercan las sinfonías
en latas o en cajas de metacrilato
Los que roban temblores a los huérfanos
Las muy desalmadas huellas del amo
no conocen tu escondite.
Nuria, en la geometría del viento
o en el vientre de las geometrías
una escama de paz con sus ojos
traviesos aterriza en lo inviolable.
Sabe que está afuera
de sus miradas, más de sus querencias.
No sabe si salvará su cosecha
pero ha cultivado en un ombligo
del bosque
las semillas sonoras del primer
canto
de las orquideas, los girasoles
y el gato de la curiosidad
que protege
cada pequeño brote en el linde
de la umbría.
Un beset
Víktor
la mitología desayuna poetas y eructa, con suerte, una hermosa metáfora.
g
r
a
c
i
a
s
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