domingo, 15 de junio de 2008

Una tarde de sandalias

Ayer fue un día perfecto. Fue una tarde de sandalias. Una tarde sin chaquetas. En definitiva, una tarde de carne. Una tarde rodeada de personas de carne y hueso. De libros de carne y verso. S. llegó del trabajo a la una y cuarto. No tardamos en comer, tampoco tardé en instarla para que se echara un poco antes de lanzarnos a un mundo lleno de sol. A las cuatro y media salíamos en busca de ese sol que no defraudó nuestros pies desnudos en todo el día. Íbamos llenas de dirección hacia el Retiro. De nuevo la feria del libro. Lo único que diferenciaba ese día del resto era que estrenábamos sandalias, y no porque fueran nuevas sino porque fue el primer día que nos aventurábamos a llevar nuestros pies descubiertos. Nuestros pies eran los nuevos y nos llevaron con vivaces ojos a recorrer la feria de arriba abajo y de abajo arriba.

Nada más llegar ya un título sobresalía con carácter entre tantos más. Mundar. Mi adorado y ya conocido y escuchado Juan Gelman. Sin más mis manos y mis pies desnudos me llevaron a raptar a cambio de unas monedas aquel libro que parecía encerrar tanta vida y tanto mundo en ese infinito creado por Gelman. Mundar, me repetí mirando a S. y explicándola que era un neologismo creado por él y que proveía del ir y venir del Mundo. Mundar. A los pocos minutos ese libro ya venía conmigo viajando en una bolsa. Una bolsa a la que se asomaban palabras recién inventadas, infinitivos imposibles escondidos en mi bolsa, adjetivos nunca vistos, incoherentes verbos magistralmente dibujados y que debieran incluir sin más en el Diccionario de la vida, vocablos todos que en su boca parecían viables...

¿QUÉ SE SABE?
Del poema nada. Llega, tiembla
y raspa un fósforo apagado.
¿Se le ve algo? Nada. Tiende una
mano para aferrar
las olitas de tiempo que pasan
por la voz de un jilguero. ¿Qué
agarró? Nada. La
ave se fue a lo no sonado
en un cuarto que gira sin
recordación ni espérames.
Hay muchos nombres en la lluvia.
¿Qué sabe el poema? Nada.


Caminamos y nos fuimos haciendo con títulos hasta que se hicieron las siete, momento en que Juan José Millás firmaba en la caseta 209. Yo adoro a Millás, S. adora al valenciano que hay en Millás. Así que le plantamos tres libros suyos para que los rubricara. El primero, El Mundo, un regalo del hermano de S. a su padre que nos dejó para leer y que S. le devolverá con unas letras que rezaban: A E. con un abrazo de Juanjo Millás. Esto del abrazo yo lo achaqué a la camaradería de ser valencianista. Los dos restantes, No mires debajo de la cama y El desorden de tu nombre, los firmó uniendo mi nombre al de S. Lo curioso que es que en cuanto se lo dimos le dijimos: estos son para Nuria y para S. conjuntamente. Él sencillamente nos miró, nos escrutó durante un par de segundos y debió de sentir algún tipo de elctricidad. Al momento con un bolígrafo que a mí me pareció mágimente silencioso escribió la siguiente ecuación: A Nuria y a S. con mis mejores deseos de futuro. Juanjo Millás. Mis ojos siguieron la trayectoria de la tinta de su rotulador mudo y me pareció maravillosa la lentitud y el silencio con el que hacía discurrir la enorme y larga "j" de Juanjo, me quedé hipnotizada. Ni un solo ruido en ese deslizar. Ni una sola prisa. Con el tiempo justo con "j". Por supuesto, nos encantaron sus palabras, eran como una especie de profecía, sencillamente porque confiaba en nuestro futuro, lo que dio más vida aún si cabe a una historia.

El resto de la tarde, por supuesto, transcurrió entre risas en la 178, últimamente parece nuestra casa, siempre acaba una desembocando allí cuando más cansada se encuentra, como ese último baño que más disfrutas en un mar o una piscina justo antes de envolver tu cuerpo definitivamente en una gran toalla. Ese baño que suplicabas a tu madre de niña: el último baño mamá, te lo prometo, déjame darme un último baño mamá, por favor, aún hay sol y el color de la tarde es el más hermoso del día. Ese que te dejaba el mejor sabor de boca. El que más disfrutabas y más recordarías. Quizá para distenderse entre risas con amigos importantes, para equilibrar la tarde gracias a un Mono Lolo que tomaba vida de la mano de María Espejo -magnífica ilustradora que da vida a las letras de Gracia Iglesias -autora y amiga que inunda de color al mundo- convirtiéndose en una religión nueva para todo niño que allí se acercara.

Ya marchábamos cuando aparecieron G. madre e I. recién conocida pero ya querida antiguamente. Por supuesto pospusimos la marcha porque he descubierto que a mí me encanta estar con G. madre y descubrí maravillada, que no sorprendida, que también con I. que nos mostró orgullosa a sus princesas C. y A. Y lo hago público para que sepa el mundo el rastro que deja en mí y en S. el olor de esta raza de dos generaciones. El olfato se afina y te guía inconsciente hacia aquellas personas a las que quieres acercarte, atrayéndolas en un destino que te es sencillamente favorable como un viento a favor. Me pregunto si las ramas de mis arterias y las de S. se aferran como una hiedra a los miembros de esta nueva casta dependiente de un solo apellido ante la orfandad inminente de nuestros queridos amigos Y. y su marido G. o realmente hay magia en esta sangre. Quizá la pócima se componga de ambos ingredientes (qué por cierto tiene un alto porcentaje de letras iniciales que se le van sumando...)
En fin, que como colofón a un día espléndido que calentó nuestras almas, a las nueve y aún sin pasar por casa, cenábamos con Y. y G. Hablamos de nuestra infancia, de nuestras travesuras de niños, de amores adolescentes, de amores maduros, de trabajo, de la vida, de viajes, de cuándo iremos a Argentina. Nunca hablamos de cuándo volverían a España. Les enseñamos nuestras reliquias echas libros. Le mostramos las rúbricas de Millás, nuestras sandalias… Éramos felices aunque los cuatro teníamos en la mirada un pena extraña que nos recordaba lo que se avecinaba.
Y lo que prometía ser un día perfecto, finalmente lo fue, por el sol, por nuestras nuevas sandalias que no hicieron herida, por la compañía constante, por la carne de aquellas personas queridas con las que tropezamos, por S., porque entró de golpe el verano aunque aún no sé si definitivamente, por las bolsas cargadas de libros y firmas que a veces asomaban para no olvidarlos... por los libros de poesía de Gelman, los narrativos de Millás y los mundos infantiles de Iglesias y Espejo. Hoy miro al cielo y todo parece volver a la última normalidad donde la lluvia se empeña en amenazar nuestros pies desnudos.

*madre mía, no quiero obligar a nadie a terminar de leer todo esto, es inmensamente largo. Leed la dosis que aguantéis.

11 comentarios:

Gracia Iglesias dijo...

¡Qué gusto da la llegada del calor en este jardín tuyo de letras! Cada vez me siento más como en casa en esta cotidiana selva de iniciales en las que leo tan claramente los nombres de personas que me son muy queridas y de otras que son importantes para ti. Gracias, otra vez, por dejar que me cuele entre mariposas en este verde mundo de palabras.

Isabel Mercadé dijo...

Pues todo, Nuria, todo. Puedo ser fiel hasta la pesadez.
Felicidades por ese hermoso día de sandalias, sol (aquí sigue la grisura) y libros.
Y qué coincidencia, una amiga bloguera me ha dicho hoy que se iba a Valencia y yo inmediatamente he sentido una pequeña punzada de nostalgia. Sí, también yo soy valencianista. También yo guardo en mi corazón un espacio sólo para ella. Así que le he pedido que le diera recuerdos de mi parte a cada calle.
Y qué bellas la perspicacia y ternura de Millás.
Abrazos.

Camille Stein dijo...

pues lo he leído todo, de un tirón, y como siempre me atrapo en la sabia morosidad de tus letras, en la fina observación, en el amor transparente que enseñan tus palabras desnudas... parece que las sandalias son mías, que el sol me pertenece, que Millás escribe para mí, que Gelman viajó conmigo en una bolsa a cambio de unas monedas...

un beso

Rafa dijo...

Siempre me gustó el parque del Retiro, y si seguimos el consejo de mi amigo Casaldaliga(obispo retirado en el Mattogroso:"disparad hojas de libro entre la floresta", en lugar de las balas que matan hombres y niños, figurate aún más en estos días de feria del libro. Nuestro encuentro no tenía otra forma de ser, por eso ya no podreis iros de mi vida,S. y N. forman parte importante de mi laberinto, que es lo más interior en mí.
El último paseo no pude estar físicamente, pero sí envié lo que más quiero, mi G. grandiosa,que comparte toda mi vida, y es mi "elan vital", sin esa fuerza G. no viviría hace ya mucho tiempo. Ella me lanza y me frena, me apunta al oido y me corrige, a veces con sólo mirarme.
Te pido que nunca tengais que sacudir vuestras sandalias después de haber estado conmigo y con G.
Dad un recuerdo a mi herman en Valencia (ya te conté algo ¿verdad?).
UN ABRAZO MUY FUERTE
Rafa.

Sintagma in Blue dijo...

Maravilloso Gelman.

Besos

mjromero dijo...

Cuántas cosas: Gelman, Millás casi que desde aquí sentí esa mirada electrizante, y las sandalias, sandalias para el verano, y por supuesto el olor de los libros...
Un abrazo, Nuria.

nuria ruiz de viñaspre dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
nuria ruiz de viñaspre dijo...

Gracia
Disfruté como la niña que hay en mí. Y sí, últimamente el mundo es de unas iniciales. Por cierto, mira lo que dice Lamari, buaaaaah.

Isabel
Eres de Valencia? me pregunta S. Bella tierra, claro.

Camille
Gracias por el tirón. Tiene su mérito, no creas, me doy cuenta de la extensión de mis entradas justo cuando las termino y ya no hay marcha atrás. La morosidad de unas letras, me quiero quedar ahí. Más gracias.

Rafa
Qué decirte que no sepas? Que me parece inteligente tu querido amigo Casaldaliga. Que te echamos de menos. Que también formáis parte de nuestra vida, con la misma rotundidad con la que ha ocurrido, como un golpe seco pero certero. Que vuelves a tener razón, que G. parece grandiosa y que me encanta lo que dices de ella.

Pura
Lo dicho, iba a verte el sábado pero se me despistó la mente, se me voló la memoria.

Lamari
Si eso es verdad, nuestra querida Domadora es todo un despiste.

Alfaro
Todo eso ocurrió Alfaro. Todo eso disfruté

GlamToday VideoTop dijo...

¡¡ QUE BIEN HAS RELATADO HE VIAJADO CONTIGO¡¡

SALUDOS¡

Isabel Mercadé dijo...

Querida Nuria,
Pues dile a S. que no, que soy valencianista pero no valenciana. De todos modos, todo el mérito no es mío. Mi abuelo materno, una de las personas a las que más quise en el mundo, era valenciano. Y tenía una mezcla de garbo, inteligencia, honestidad y ese algo indefinible que es el valencianismo que siempre he adorado.
Abrazos para ti y para S.

aaaa dijo...

Nuria: este es el primer año que no puedo ir a la Feria del Libro y mi hija tampoco, pero leyendo tu recorrido con S. me quedo con la sensación de haber estado allí, aunque voy ligera de libros no?
También con el blog de la Domadora de elefantes. Qué decir? gracias por compartirlo.
bss