sábado, 13 de septiembre de 2008

Una jornada perfecta

Ayer fue un día perfecto. Después de una jornada de trabajo donde el jefe reunía a primera hora -como todos los años por estas fechas- a su equipo, después de escuchar sus explicaciones sobre la curva de Gauss, de compras y ventas de libros, libros que sacamos en un tiempo record, después de atender a un jefe que conoce cómo se mueve el mercado de los libros, la competencia, de sacarnos de nuestro trabajo más físico -montar libros de principio a fin- para llevarnos de viaje a ese otro mundo empresarial, competitvo, un mundo donde una entiende por qué algo es así y no de otra manera, después de abrirnos la mente a base de informacón totalmente justificada, hicimos un pequeño ágape -también como todos los años tras el ya legendario discurso-. Cuando llegué a casa S. estaba preparando arroz negro, yo estaba a punto de reventar pero el arroz que preparó estaba tan delicioso que no podía dejar de decírselo a cada bocado de calamar que llevaba a mi boca. El día siguió transcurriendo por ese camino de perfección. Cambiamos de planes, íbamos a acercarnos a comprar algo de ropa de invierno, pero sólo pensar en sacar el coche y la hora en la que nos pusimos en marcha, hizo que nos decidiéramos a quedarnos en Madrid.
El viernes pasado yo perdí una chaquetita color mostaza a la que tenía mucho cariño. No he dejado de dar la lata a S. sobre este pequeño desastre físico así que me propuso acercarnos a por otra. De camino al metro volvimos a cambiar de planes. Me acompañaría a la Asociación de Escritores a hacerme socia, por el centro también podría buscar la chaqueta perdida, así que firmé con gusto este planteamiento de día junto a mi S. Una vez en la asociación y tras charlar con la mujer que allí estaba me di cuenta de que hace siglos ya fui socia pero en fin, por alguna razón -seguro que económica- dejé de serlo. A eso de las 7 de la tarde caminábamos hacia la Gran Vía y allí es tan difícil no encontrar lo buscado, que gracias a los grandes ojos de S. en cuanto entramos en la tienda vio en lo alto, tan alto que el dependiente tuvo que coger una escalera, la ya famosa chaqueta. Parece una chiquillada pero S. se convirtió en mi heroína, yo soy tan rápida cuando entro a las tiendas y más si voy sola que jamás se hubieran fijado mis ojos en un tono mostaza allá arriba, tan lejos.
Después de darle mil gracias me recordó que un día escribí una entrada sobre un libro de Vladimir Holan , días antes. Y el día que fuimos al Café-Librería Buena Vida recordé que podría preguntar sobre ese título, pero no lo tenían. S. entonces, con la boca pequeña de quien no ha ganado una batalla, me confesó en voz baja, muy cerca del oído que tras leer aquella entrada que escribí buscó dónde encontrarlo. Se tropezó con el título en la Casa del Libro. Iba a regalármelo pòr mi cumpleaños pero es tan difícil que yo no acompañe a S. a algún sitio y viceversa... que prefirió esperar el momento perfecto de un despiste mío para acercarse sola. No pudo ser, pero su confesión me confirmó mi maravillosa sorpresa. Yo la miré maravillada y emocionada y le dije que aunque no pudo ser sólo el hecho de que esa idea entrara entre sus ideas me emocionó hasta tal punto que casi consigue que me echara a llorar. De repente Holan se volvió a convertir en lo perdido pero más ansiado, como aquella chaquetita color mostaza. En fin que ayer a última hora me llevó a la Casa del Libro y tras preguntar por Holan me dirigí directa a la H de Holan en las estanterías que eran barriga de los libros de poesía. Lo encontró S. como siempre, encontró mi maravilloso Una noche con Hamlet y no sólo eso sino que junto a él respiraba un Dolor de este autor del silencio. Por supuesto nos llevamos los dos libros. Ayer era 12 de septiembre, me hubiera parecido hasta simbólico encontrar estos libros cuatro días después, día en que nació el poeta. Ahora descansan muy cerca de mí. Juntos. Y descubro que en lugar de devorar esa Noche con Hamlet, antes de devorar su cráneo miro y remiro su cubierta, y sólocon ver el nombre de Holan junto a ese título ansiado desde siempre hace que me sonría como el que ha ganado una batalla. De vuelta a casa iba como una chiquilla con zapatos nuevos, chaqueta nueva color mostaza y un par de libros hermosísimos uno de los cuales en algún momento de mi vida me formó un poco más para llegar a ser lo que hoy soy. Y como soy una agradecida exacerbada, millones de gracias mi querida S.

Aviso a todos los elefantes: Hoy he cambiado de música. Ryuichi Sakamoto. Me lo trajo a mi ocupada memoria El vals de los elefantes en su baile de ayer, después de casi un mes deselefantada. Recupero de golpe la música de mi querido y casi olvidado Sakamoto y con todo ello recupero ese vals.

5 comentarios:

Estel Julià dijo...

Excepcional Sakamoto, Nuria.

Lo cierto es que la vida tiene esas casualidades que comentas, cuatro dias depués y nació Holan.

Espero que hayas anotado la fecha del hallazgo en el libro, porque esas cosas perduran sobre el papel y son bellas cuando vuelves a ellas.

A mí me sucedió con un libro algo similar, el libro se imprimió un cinco de febrero y llegó a mis manos un mes después, exactamente un cinco de marzo. Curioso verdad?.

Tu entrada de hoy es entrañable y en ella se respira una paz de esas que difícilmente se encuentran.


Enhorabuena.



Un abrazo,


Estel J.

Nicolás Corraliza dijo...

Preciosa música, no te conocía pero te seguiré. Abrazos.

Anónimo dijo...

Nuria, no sabía que trabjabas en una editorial ¿en cuál? Un abrazo para ti otro para S

Durandarte dijo...

En mi balda, la edición del 70 de Barral Editores, con prólogo de Guillermo Carnero. El extenso poema que da título al libro es soberbio, pero he de confesar que Holan me atrapó a partir de la segunda mitad de esa edición de bolsillo, la que ocupan "Avanzado" y "Dolor".

Felicidades por tu página.

Salud

P.

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Estel
Llevo toda la semana con la melancolía del piano de Sakamoto, no puedo dejar de escucharle. Muy curioso el enlace de fechas, ciertamente.

Nico
Encantada de conocerte, virtualmente.

Durandarte
Bienvenido y enhorabuena por la edición del 70. Yo junto a la noche con Hamlet me hice con Toscana y Dolor
Maravillosooos
Lauren
Sí, claro, trabajo en anaya