viernes, 19 de septiembre de 2008

Nacer para morir

Nunca recuerdo cómo se inicia el poema. Por más que lo intento no recuerdo. ¿Una sola palabra, quizá? ¿Una idea fantástica? ¿Qué elemento de mi cerebro es el disparadero para escribir un sólo poema? Lo confieso. Nunca lo recuerdo. Sólo sé que una vez me determino y me sitúo en el mismo centro de ese primer poema, los siguientes nacidos van saliendo fácilmente, sin traumas, sin tenazas en mis ideas que arranquen esa frase que le sigue a otra. No hay más instrumento que ese primer poema. A veces me quedo quieta unos días, sí, pero no tardan en volver a querer ser nacidos. Más tarde, mucho más tarde, un silencio sepulcral que asusta sitia mi útero más estéril. Estéril fiesta a la que asisto como espectadora hasta el siguiente ciclo. Tres, cuatro, cinco años a lo sumo, periodo donde voy guardando en la memoria absolutamente todo aquello sobre lo que escribiría mientras mis manos, ancianas y cansadas, hibernan. Así que en ese periodo desvío mis dedos hacia otros estados pero siempre, siempre en el mismo país.
Pero a pesar de estas manos cíclicas mías, me siento tan bien cuando deciden nacer en el sentido en el que yo quiero que nazcan…, que sólo quiero seguir y seguir mientras voy presentándolos en sociedad. Y buceo en ello con la misma tenacidad que el que siente que hace la última cosa en vida, porque sé que después, algo después, llega el silencio.
Sí, sí, ya lo sé. Puede que todos ellos tengan una muerte segura, ya que todo lo que nace, muere. Puede por tanto, que estas manos mías, como cíclicas que son les den muerte al darles vida, pero me basta pensar que han nacido y les he consentido ver la cara a la muerte. Nacer, imprescindible infinitivo para poder verle la cara a la Muerte.

* Foto internet.

11 comentarios:

Inma Luna dijo...

Es verdad, Nuria, tiene algo de magia, a veces se nota la eclosión en algún lugar remoto y sólo hay que dejarlo fluir.
Besos.

Sandra Rubio dijo...

Es algo, como bien dices, increíblemente hermoso, eso de la creación.

Saludos!

Anónimo dijo...

Cuando nacemos ya empezamos a morir...es así, ni bueno ni malo.
Un abrazo y gracias!

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Víktor Gómez Valentinos dijo...

Creo que te comprendo. Tu poesía nace de una idea musical, más que lingüística. Tu capacidad de trasladarla al lenguaje poético dentro de una sintáxis normalizada para expresar tanto lo que nos sobrepasa como lo que no sabemos que sabemos es paradoja y acierto.

Un beset

Tu Víktor

Gracia Iglesias dijo...

La semilla de un poema está siempre en las cosas más insospechadas, y esas grandes sequías de las que hablas no son sólo cosa tuya. Yo también me he asustado de esos largos periodos de desierto. Me asustaba mucho, hasta que el gran Antonio Colinas me dijo que él se agota tras cada uno de sus libros de poemas y entonces, llega el silencio. Si los grandes reposan en silencio ¿porqué habremos de ser menos nosotras, pequeñas aprendices de escritoras con tanto por hacer? Me alegra que ahora tus manos no estén en periodo de hibernación sino plenamente productivas. A ver si a las mías les da por despertarse.

Anónimo dijo...

un pomea inicia desde el silencio mismo de nosotros, contra el espejo y desde el espjo, desde Colombia, un abrazo...

Sintagma in Blue dijo...

Sí, es un curioso proceso. Nunca se sabe cuánto tarda uno en dar a luz.

Durandarte dijo...

Valèry escribió que "El primer verso lo dan los dioses". Ahora pienso en lo paradójico que resulta que esa hermosísima cita venga de un autor tan crítico con la figura del poeta "visionario".

En fin, si los dioses, o quien sea, te dan no sólo un verso, sino el poema completo, mi enhorabuena.

Salud

P.

Durandarte dijo...

Valèry escribió que "El primer verso lo dan los dioses". Ahora pienso en lo paradójico que resulta que esa hermosísima cita venga de un autor tan crítico con la figura del poeta "visionario".

En fin, si los dioses, o quien sea, te dan no sólo un verso, sino el poema completo, mi enhorabuena.

Salud

P.

Miscelaneas dijo...

A veces las palabras son como un enjambre de abejas alboratadas por salir de algún laberinto mental nuestro.
Te felicito por la descripción.