domingo, 21 de septiembre de 2008

Lluvia de gatos

Soy vulgar como los hierbajos de aquí fuera. Llueve torrencialmente y como a todo ser vulgar en tanta agua le llueve la melancolía. S. está trabajando y se ha llevado toda la luz. Ahora, la casa está oscura casi negra pero el verde se intensifica. Un azote de agua entra en mis oídos. A veces es un sonido dulce, otras un sonido metálico, el agua sobre los coches quietos, supongo. Quiero dejar la ventana abierta para que entre bien la música a pesar de saber que después se disfrazará mi cuerpo de melancolía. La escucho y pienso que ahora que estoy sin la sensatez de S., sin su raciocinio, saldría de casa con lo puesto a dejarme invadir por tanta agua. Quizá sólo para que me llame insensata cuando llegue y me descubra con tanta agua. Pisaría los charcos donde las gotas de agua que caen forman perfectos círculos concéntricos, cerrados. Entrar en esos cículos. El sonido de las ruedas de un coche, igual de concéntricas, cae ahora sobre la riada en la que se ha convertido el asfalto. Qué particular sonido. Es alargado, chirriante, deslizante, un despegue, hasta que el agua arrebatada salpica las aceras. Las hojas entonces, flotan muertas y ocres sujetadas por ese agua. Cuerpos que no pueden ver el fondo.
Un gato anciano pero urbano se sienta quieto frente al jardín. Está bajo las patas de la mesa en la que se ha convertido mi cuerpo para él. Su guarida. Las plantas de fuera, ya mojadas le devuelven la imagen de otro gato salvajemente huérfano, negro como el día pero bien alimentado por todos nosotros. Observa el uno en el otro su particular paisaje y lo desea. El de dentro desearía estar fuera para sentir lo nuevo del agua sobre su pelaje, El de fuera quisiera estar dentro para guarecer su ya curtido cuerpo y que se sequen de una vez por todas sus heridas. A mi gato le asusta tanto como le gusta la lluvia. No puede apartar la mirada de esas gotas en movimiento pero a la vez recula como el que recula ante un peligro inminente. Qué precavidos son los gatos y qué sobrevivientes. Qué poliédricos. Deberíamos aprender de ellos lo uno y lo otro.
Esta noche nos ha despertado un castillo. Qué bonito nombre para definir unos fuegos artificiales. Parecían interminables, infranqueables castillos sin príncipes ni princesas. Sólo el fuego. S. se levantó algo asustada y abrió el ventanal que da al jardín. Un olor a pólvora invadió la casa. Pero a pesar del fuego, hoy llueve torrencialmente y la casa se ha oscurecido.

6 comentarios:

Gracia Iglesias dijo...

Estoy viendo a esos gatos, a P. mirando el ventanal, grande como una porcelana dorada, a A. flaco y oscuro, mojado por la lluvia, buscando cobijo. Esta entrada me ha parecido de una belleza imprescindible: gatos, lluvia, melancolía, amor y castillos sin príncipes ni princesas con un olor que a S. necesariamente le será familiar. He estado soñando mientras leía esta entrada.

Gracia Iglesias dijo...

Por cierto, ahora he recordado que en inglés, cuando cae un chaparrón tremendo dicen "It’s raining cats and dogs", literalmente "están lloviendo perros y gatos". Si no sabes el origen de la frase ya te lo contaré algún día, aunque no te va a gustar, me temo.

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Lo desconocía pero hemos indagado y en fin, tienes razón, nos ha llamado mucho la aténción, con lo sencillo que resulta decir llueve a cántaros... o caen chuzos de punta, o de tinta... gracias por conseguir documentarme

tournesols dijo...

Llorando.

coco dijo...

Yo tampoco puedo resistirme a la tentación de empaparme en la lluvia, extender los brazos, alzar la mirada al cielo y abrir la boca. Mucho. Como si estuviera muerto de sed. Y siento como si una fuerza invisible me limpiara por dentro. Y aunque mis vecinos piensen que estoy completamente loco (y probablemente tienen toda la razón), pienso seguir haciéndolo.

Estel Julià dijo...

Nuria,

Los gatos, esos amigos tan peculiares.
Tanto se ha escrito sobre ellos...
recuerdo una serie muy especial que tiene Jaramillo, hay uno que dice:

"Aletargados en perpetua siesta
después de inconfesables andanzas nocturnas,
desentendidos o alertas,
los gatos están en la casa para ser consentidos,
para dejarse amar indiferentes.
Dios hizo los gatos para que hombres y mujeres
aprendan a estar solos"

Me hace pensar como un felino.
Tu entrada también y esos bellos momentos que transmiten tanto.


Un abrazo,


Estel J.