domingo, 28 de septiembre de 2008

La serpiente azul

Un poema de Margaret Atwood

La serpiente se ovilla en tu cabeza
hacia el templo que se levanta en una colina
y no es muy visitado ahora

Piedras caídas cubren el adoquinado
donde la serpiente azul nada hacia ti,
seca en el aire seco,
azul como una vena o un cardenal que se desvanece.
Te mira desde un lado de su cabeza
como hacen las serpientes. Parpadea.

¿Qué sabe
que necesita decirte?
¿Qué necesita que te digan?

Te sorprendes al oírla hablar.
Tiene la voz de una flauta
cuando la soplas por primera vez,
larga y sin aliento; tiene una voz vieja,
como las estrellas azules, como los no nacidos,
la voz de cosas que comienzan y acaban.

Mientras escuchas, aumentas de peso;
Te pregunta por qué estás aquí,
y no`puedes responder.

Empieza a brillar,
es casi transparente ahora,
puedes ver su espina dorsal
con sus muchos pares de costillas delicadas
desenrollándose como una pluma.

Esto ya ha ido demasiado lejos,
piensas, y te das la vuelta.
No es para lo que has venido.

Detrás de ti la serpiente se disuelve
y fluye hacia la roca.

En la llanura debajo de ti hay un río
sabes que debes seguir el camino a casa.

1 comentario:

Gracia Iglesias dijo...

También Silvio decía: "sueño con serpientes, con serpientes de mar, con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo..." Son sugerentes del mal y el eros, materia propicia para la poesía.