conmigo no hago pie. tampoco quiero hacer pie. no me gusta hacer pie. prefiero alejar el nado de mis pies más allá de las orillas permitidas. orillas donde gritan los niños que hacen pie y cuyas madres tienen bocas que también hacen pie y se comen vecinos a mordiscos bajo un ejército de sombrillas que no sombrea, muerde. no, no quiero hacer pie. nunca he querido hacer pie. hacer pie es llegar y llegar es detenerse. detenerse en esa orilla y bucear entre las páginas de color salmón de un periódico, que no de río. hacer pie es cocinarlo, es detenerse en las orillas de los gritos y los niños y las madres malhabladas. no quiero hacer pie porque quiero bucear de nuevo hasta aquellas orillas que de tan profundas son prohibidas, y donde hay gargantas pero no gargantas de niños gritando, ni boomerangs que te giran el cuerpo, ni granos de arena que el viento ha empujado a tus ojos y te llenan la boca como si fueran cigarras, las cigarras que fueron esas madres que comían carne de miseria humana muerta. no, yo quiero aquellas orillas más solitarias donde sencillamente, no hay ni se es, sino agua. seguir nadando para que no se seque mi cerebro. nadar a favor del viento, o no. regar mi cerebro con la noche y su consecuente día atracada y zanjada en aquella orilla solitaria y húmeda.
ahora, en esta ciudad interior, riego con agua de lluvia mi cerebro para no hacer palpitar el olvido, que dicen que a estas alturas de vida, ya es ciencia. agua. riego mi cerebro con el líquido visceral que hay en el recuerdo de una sandía abierta de par en par… más agua en este estanque de salmones vivos. mientras tanto, lo del mundo dando vueltas parece secundario. se me va la cabeza a recuerdos de agua. se me deshace el estómago y regurgito -para seguir latida- aquella sandía que se pegó a sus paredes. recuerdos de agua en sus enrojecidos gajos, alimento antiguo de mi boca que tiñó mi turba y sobrevive hoy al agua y al pan más cotidiano. el mar del que vengo es nutrimento. porción de víveres para sobrevivir a este desierto que es mi garganta de ciudad. todo un discurso urbano para matar a esa cigarra seca anidada en esta duna estéril que no es más que ese yo a solas en esa orilla de niños gritando y madres comiendo vecindades. riego mi cerebro urbano con el sexo de un león marino -pez volador mío y carmín tigre que es incandescente al hambre de lobo de mi boca-. hoy la lluvia ha mojado mis losas y ha regado mi cerebro. hoy llueve en madrid y eso me trae mi lado más sensorial. necesito volver a ver el mar. beberme el mar
the tender room, pipilotti rits
*llueve. el sonido del agua y pipilotti, qué cosas me hacen escribir....
6 comentarios:
Qué identificada me he sentido en este texto, Nuria, en lo que dices y en cómo lo dices, ...hasta en la sandía!...ella es mi primer recuerdo en torno a lo que un poema puede lograr, allá por los 11 años. A ver si consigo encontrarlo algún día.
Me gusta mucho cómo escribes.
besos
Buen texto. Por cierto, Pipilotti tiene muy pocas canciones pero son estupendas.
sofía leí el poema que te trajo la memoria, gracias, siempre traes algo entre las manos cuando aterrizas...
josé antonio, claro que las conozco, aún tarareo su i'm victim of this song... versión de chris isaak
http://www.youtube.com/watch?v=roMZSS3MSHg
Me has dejado fascinada
Besos
gracias por tu mirada eva... por leerlo con fascinación
: ¡Uau!
Publicar un comentario