lunes, 30 de noviembre de 2009

mala-testa o el desarrollo de unas iniciales

Esta vez a S. se le olvidó la cámara así que estas palabras irán vestidas sólo de eso, letras. Además, a mí S. ya me ve a diario, así que cuando me propuso volver sobre nuestros pasos para ir a casa a recoger la cámara le dije: retroceder jamás,, así que continuamos nuestro camino hacia Lavapiés para la lectura de ayer.

Llovía o había llovido, que casi es lo mismo, pues apelmaza nuestros huesos de la misma manera. Había fútbol, o había habido fútbol, que casi es lo mismo pues apelmaza de nuevo los huesos de sus asistentes. Y hacía un frío que te mantenía despierta, pero los rostros que allí vi me alegraron muchísimo y me quitaron de un plumazo y con un par de besos en sus rostros la lluvia caducada, el frío perenne pegado a mi piel y todo ese invierno acuciando mi rostro. Ya veníamos del Aguardiente, donde nos encontramos a Bolo y a Alfonso, así que tras devorar los periódicos de un día ya caducado nos encaminamos juntos al Malatesta.

En cuanto entramos S. y yo vimos a lo lejos a mi compañera de trabajo, Olalla, a Manolo (esta vez sí desarrollo las iniciales porque lo veo necesario) y a Arantxa Aguirre, aquella mujertriz -de mujer y directriz- que con mano diestra dirigió en su destreza el documental El esfuerzo y el ánimo (que por cierto, se ha prorrogrado hasta el 3 de diciembre, así que aún estáis a tiempo), documental del que ya hablé aquí. La reconocí al instante y me hizo especial ilusión que viniera para comprobar así que tras una frase a veces hecha de "intentaré ir aunque no sé si llegaré a tiempo" pudiera yo masticar la realidad palpable de su llegada. Así que fue todo un gusto conocerla. Estar con ella, charlar con ella, lanzar al mismo estanque mis peces, mis vacas, junto a su danza romaniana, la convivencia de todo, charlar con alguien que ha vivido tan de cerca el mundo de Béjart, de Roman, que ha llegado a tocar el sudor de sus bailarines en los ensayos, pues para mí fue todo un lujo.

Isabel Miguel, que en sólo días se ha convertido para mí en un ser importante y lleno de confianza y mi siempre querido Ángel Guinda asistieron también a contribuir al calor de aquel espacio, por lo tanto, más emoción corriendo por mis venas, si cabe. Les agredecí igualmente su asistencia. Óscar Aguado también vino. Hacía tiempo que no sabía de él y me emocionó porque aunque ya lo sabe, desde el primer día que escuché escupir de su boca sus ancestrales poemas le admiro y sencillamente le encuentro diferente, gratamente diferente. Estuvieron también Bolo y Sergio Cruz Placer, al que no pude casi dejar de mirar durante la lectura, que se sentó frente a mí. Ya le dije tras aquella mezcla de versos recitados que me gustaba verle tan concentrado con los ojos bajos porque así podía mirarle, elegirle como ese punto en el espacio que te orienta y te concentra, sabiendo que ni él mismo podría ver nada detrás de la cortina de sus párpados. Y por supuesto todas esas otras caras que desconozco pero sólo por primera vez.

Me presentó Alfonso, coordinador del Tren vertical, Alfonso, un ser directo, sincero, pienso que sin dobleces, salvaje a veces, con todo lo salvaje que tiene lo natural, de los que no se casa con nadie y a la vez el más comprometido, con la vida, claro. El justiciero. El íntegro incluso. Siento que su gusto por los poemas en los que a veces buceo es totamente sincero. El de otros gustos comunes que compartimos, que acabó mencionando en público nuestra común adoración "irracional y hasta perversa" por la mujer L. La LiddeLL. Ángelica Liddell.

En fin, una grata velada donde tras la lectura se me acercó la gente felicitándome no sólo por el pez sino sobre todo por el Tablas de carnicdero, uno de mis trabajos más visuales que verá la luz no tardando, y que siento que empuja como todo ser a punto de nacer. Acabé balanceándome entre peces y vacas hablando de Angélica con una mujer que se llamaba Concha. ¿Podría ser de otra manera?

Gracias por vuestros oídos. Y gracias a Alfonso por su dedicación. Gracias a S. siempre, por ser mi empuje.


*un inciso : callejeando por Lavapiés S. y yo nos topamos con un rostro que nos era muy famliar. Mientras yo intentaba encuadrar su rostro con una situación vivida, la rápida fisionamista acompañante me dijo: Es el chico que se sentó a nuestro lado en La casa de la fuerza de la Liddell. Y yo descansé como descansa el que tiene una palabra en la punta de la lengua y la suelta.

*de haber habido fotos habrían sido de S., claro.

2 comentarios:

alf ölson dijo...

Muchas gracias a ti por leer tus poemas esa noche y por tu agradecimiento, y por tus palabras que son del todo punto exageradas, amables pero exageradas... parezco Clint Eastwood en Sin perdón, no sé, se me ocurre. Sergio me llama el magnánimo, o sea que no seré tan justiciero... Bueno, fuera bromas. Y sí, son completamente sinceras mis palabras sobre tus poemas. Además creo que vas creciendo mucho y que tus poemas son de una riqueza incomparable... Bueno, hablamos. Un abrazo muy grande.

tournesols dijo...

estrés insufrible, días tristones y revueltos.

¡pero billete en mano!

te escribo en cuanto pueda.
nos vemos en nada de nada :)

un beso grande*