Ayer se cumplió una máxima que siempre he rechazado de lleno. De que cuanto peor tratas a algo mejor te corresponde. De que cuando te olvidas de algo, ese algo se subleva pero con todo la gratitud y toda la levedad del mundo. Repito que siempre he rechazado esa máxima primera porque pienso justo lo contrario. Pero ayer sentí algo parecido a esto que digo en el autobús. De nuevo el autobús. Qué de cosas ocurren en ese transporte. Iba de vuelta a casa del trabajo. Yo hablaba por teléfono de pie y cerca de la puerta. De repente detrás de mí oí un golpe seco, tan seco y hueco como suenan los huesos contra el suelo. Miré a mis pies y allí yacía una mujer de unos 70 años, alta y ancha de hombros. Sus dos manos cubrían con asustados ojos la parte más alta de su cabeza blanca como la nieve de estos días en las afueras de Madrid. Mis ojos se clavaron en sus ojos. la mujer por lo visto se había desplomado a mis pies tras un arranque algo brusco del conductor. Me despedí del teléfono con tres palabras urgentes que sitiaron mi garganta seca. Me despedí con un seco: ahora-te-llamo- y colgué. Entonces lancé mis dos brazos hacia el horizontal y asustado cuerpo. Sí, los dos brazos. La inercia borró de golpe el intenso dolor de mi hombro derecho, el herido y se lanzó con la misma rapidez y la misma fuerza hacia la mujer. Intentamos levantar sus atemorizados ojos entre otra mujer y yo. No tardó en sumarse un hombre fuerte y grande. En ese intervalo de tiempo olvidé mi hombro. Era autónomo y libre y descubrí que en cuanto lo obvié de mi mente por otro menester aún más importante, se elevó sin recuerdo alguno del dolor. Una vez en casa, le conté a S. lo sucedido y mi hombro empezó a despertar del susto y se materializó multiplicado por dos.
¿Significaría esto que debería estar ahora mismo levantando pesas para que desaparezca este caprichoso y mimoso dolor que se mueve como se mueven las veletas al viento? La vida es una región esplendorosa. Hoy persiste pero también hoy casi consigo olvidarlo.
3 comentarios:
Hola Nuria, son las 4,23 de la madrugada del dia 5, Gracia y yo estamos levantados desde las 3,15 de la madrugada, seguimos indicaciones del radiólogo que me tiene que hacer un TAC a las 9,3o en condiciones de estrés. Leo tu post y me digo que yo estoy acostrumbrado a un dolor en el hombro que es mi segundo yo desde hace casi tres años, ya estamos tan acostumbrados él y yo que a veces nos olvidamos mútuamente, con el acuerdo tácito de no perder más el tiempo en darme sesiones de masajes y similares pérdidas de tiempo. Al menos esta nueva experiencia de sonambulismo me permite estar contigo blogeando (que palabra nueva a ver si la admiten los viejos del diccionario).
Te quiero. Un saludo a tu hombro.
Rafa.
Te leo a las 6.30 a punto de ir al trabajo. S. me prepara el desayuno y ahora ya descansa. Espero que todo salga bien. Mi hombro se lleva al mundo tus palabras. A las 9.30 concentraré mis mejores deseos. Os quiero
Nuria, la adrenalina es el mejor de los analgésicos y la entrega a los demás en un gesto espontáneo y generoso como el tuyo es adrenalina pura.
Rafa ya sabe cuánto le quiero y tú también conoces la parte que te toca, así que no digo más.
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