jueves, 30 de octubre de 2008

Wallace Stevens

Lo descubrí el otro día, mi jefe me lo recomendó a cambio de un puñado de poemas recientes. Concretamente me recomendó La Roca, aún no me he hecho con él. Pero me he iniciado en Stevens y me gusta tanto que lo comparto. No tardaré en hacerme con esa roca. Lo sé. También sé a ciencia cierta que me gustará tanto o más que esa primera tibieza.

Primera tibieza

Me pregunto: ¿he vivido una vida de esqueleto
siendo un interrogador de la realidad,
compatriota de todos los huesos del mundo?
Ahora, aquí, la tibieza que había olvidado se torna
parte de la realidad mayor, parte de
una apreciación de una realidad;
Y así en una elevación, como si viviera
con algo que pudiera tocar, tocar en todo sentido.

OTROS POEMAS

I

Los racionalistas, usando cuadrados sombreros,
piensan, en cuadradas habitaciones,
mirando al suelo
mirando al techo.
Se limitan
a triángulos rectángulos.
Si intentaran romboides,
como conos, curvas, elipses
-como por ejemplo, la elipse de medialuna-
los racionalistas usarían sombreros.

II

Soldado, hay una guerra entre la mente
y el cielo, entre el pensamiento y el día y la noche.
Por eso el poeta está siempre al sol,
remienda la luna en su habitación y la cose
a sus cadencias virgilianas, arriba abajo,
arriba abajo. Es una guerra que nunca acaba.
Sin embargo depende de la tuya. Las dos son una.
Son un plural, un derecha e izquierda, un par,
dos paralelas que se encuentran aunque sea solamente en
el encuentro de sus sombras o que se encuentran
en un libro en un cuartel, una carta de Malasia.
Pero tu guerra acaba. Y después regresas
con seis carnes y doce vinos o bien sin ellos
para andar por otra habitación... Monsieur y camarada,
el soldado es pobre sin los versos del poeta,
sus compendios insignificantes, los sonidos que se clavan,
inevitablemente modulantes, en la sangre.
Y guerra por guerra, tiene cada una su clase de valentía.
Qué sencillamente el héroe ficticio se vuelve el real;
qué alegremente con las palabras justas muere el soldado,
si ha de morir, o vive del sustento del habla fiel.

III

Que el vaso en el calor se fundiría
y que el agua en el frío se volvería hielo,
demuestran que este objeto es tan sólo un estado,
uno de muchos, entre dos polos.
También lo metafísico posee esos dos polos.
El vaso está en el centro.
La luz es un león que ha bajado a beber. Allí,
y en ese estado, el vaso es una charca.
Tiene rojos las garras y los ojos
cuando la luz desciende a humedecer su quijada espumosa.
Y en el agua se mueve la cizaña arrancada.
Y allí y en otro estado –los reflejos,
la metafísica, la zona plástica de los poemas,
estallan en la mente. Pero, gordo Jocundo,
que no te inquieta el vaso sino el centro.
En el centro de nuestras vidas, este tiempo y día,
Es un estado, primavera entre políticos
eue juegan a las cartas. En un pueblo de indígenas
uno quisiera descansar. Entre perros y estiércol
seguiría luchando con las propias ideas.

(1879-1955)

2 comentarios:

Gracia Iglesias dijo...

Por encima de todos me gusta el último poema que contiene versos brillantes ("La luz es un león que ha bajado a beber"...) y eso que siempre (y últimamente más) sospecho de las traducciones, así que imagino que el original será mejor aún.
Gracias, Nuria, por compartir a Wallace Stevens con nosotros.

aaaa dijo...

A mi que la lectura es mi "mayor vicio" tendré en cuenta tu recomendación.
Por cierto me gustaría votarte, pero claro hay que estar inscrito para el premio de 20 minutos, te lo mereces suerte