jueves, 7 de julio de 2011

escultura de vértice

no se puede mirar fijamente ni al sol ni a la muerte Canetti
(El libro de los muertos) 

Otro punto de vista. Estaño. Mujer. Cobre. Hombre. Muerte. Cristal. Zinc. Equilibrio. Elementos que interactúan en un juego químico de bañeras. Alrededor de y para ir a. Qué trampa fue aquella rotura espacial, agujero al mundo y del mundo por donde un día resbalé. Y caí. Orificio de pisos por donde me abrí construida de aliento y vena, y donde tú, impávido, llorabas el agua viva junto a un espejo que ni siquiera rezaba tu nombre. Trazaste arquitectónicamente tu sentencia. Y cumpliste el legado de buscar lo perdido. Viajar al Mundo Nuevo a orinar haluros de plata para complementar el hierro decaído del que huye. Y así, huido, como un colador planetario sin más equipaje que ese fardo de ideas altas a tu derecha, me dijiste: “-Me coseré a la tira de tu carne con cuantas oraciones me consienta el verbo. Seré tu partícula de epítetos en ese azar de altura”. Pero en el viaje, llegaste al origen del final. Vértice del gancho desde el que te gritabas suicido o nada. Después, bajo la piel de tu pisada, que fue la mía, la conspiración abierta de la nada mundial. Y tras esta nada, la otra nada. Llanura al fin en tu cerebro... Fuiste la escultura rechazada que desoyó la zona de riesgo. El naufragador solitario que sostuvo la nocturnidad, la inmortalidad de lo muerto, el nihilismo de cómo dejar de ser tú por ti, límite entre mi nada y la heladora nada. Mientras tanto, el agua fue tu plaga. Cristal que como materia fónica acontecía tan sensiblemente a tu luz solar. Volviste repatriado por el fulgor del agua, como si fueras un hermético saco amniótico de un vidrio blanco que de repente, te fue asfalto. Y cicatrizaba. Cicatrizaba. Cicatrizaba.

nuria ruiz de viñaspre/ reflexiones sobre la obra El testamento de david garcía torrado

1 comentario:

Meme Vergara dijo...

Lograste un texto sensible, a una imágen impecable. Felicitaciones!