el animismo es esa creencia en la que todos los seres vivientes y los objetos inanimados tienen personalidad e influencia en la vida. viene a decir que todo está animado y vivificado, que elementos de la naturaleza como montañas, árboles, ríos, nubes, etc. son, en su singularidad y su totalidad, seres animados. muy absolutista, cierto, incluso panteísta, pero sí, algo así que como que todo lo que se mueve tiene vida propia y es dios en sí mismo.
animatismo por otro lado es aquella creencia que atribuye vida, intencionalidad, voluntad y sentimientos muy similares a los del hombre a todos los objetos inanimados de la naturaleza.
y aunque nada que ver incluyo también en este conjunto de ismos el término animalismo como aquella forma artística donde prima la representación de figuras animales.
la antropología más contemporánea distingue los dos primeros términos concibiendo el animismo como la creencia en seres personalizados, pero incorpóreos -como almas, espíritus o dioses- y restringiendo el animatismo como la atribución de conciencia y poderes humanos -como el mismo acto de moverse- a objetos inanimados.
si hay algo que disfruto es ese lado de la filosofía del animismo conocida como animatismo -porque creo que es una forma de animismo-. aquí me muevo yo, en cierto sentido, y a todas esas cosas inanimadas a otros ojos, yo me empeño en otorgarle más latido del que la generalidad dice que tienen.
animismo viene del latín ánima, alma, y allí todo elemento del mundo natural tiene vida.
cuando escribo sobre algún elemento inanimado o algún objeto tan inerte como una silla, le doy un nombre propio, para llamarle por su nombre. le doy latido por inercia. mi interior concibe -desde el inicio en que me relaciono con ese “objeto”- vida y sobre todo, sentimiento. las patas de una mesa son como las nuestras o como las de nuestro animal de compañía. puedo verlas cansadas, manchadas de barro, astilladas, siento si está triste una silla o nostálgica una mesa. los árboles pueden ver desde las alturas todo cuando aquí abajo sucede, las esquinas de una calle están llenas de memoria. el alféizar de la cama contaría tantas historias que nos sorprendería. las piedras -algo tan inicialmente concebido como el objeto inanimado por antonomasia- es el que más latido tiene, a pesar de estar casi siempre apartada del camino. y por supuesto, no hay ni un solo animal que no le de –también por inercia- la conciencia que el humano tiene. no hay religiosidad alguna en estos actos. no hay nada de sagrado. ni dioses. o sí, pues dios es todo eso. pero sí hay inercia. tampoco hay esclavitud en todo esto, más bien al contrario. abre mis ojos y cuento con mis palabras todo lo que estos elementos animados o inanimados con conciencia y sentimiento quieran decirme. por lo tanto, enriquece y amplía mi visión, no esclaviza
descartes en su método de la duda cartesiana descomponía los problemas complejos en partes progresivamente más sencillas hasta llegar a sus elementos básicos. decía: de lo único que no puedo dudar, es que dudo y si dudo pienso, y si pienso existo. así que hilando con todos mis ismos, mi ecuación sería ésta: todo tiene aire y aire en latín es el spíritus... por ello, el mismo aire es así mismo el espíritu del propio aire. y es ése y no otro, el que respiramos. por tanto, todo lo que entra en mí, bien a través de mis pulmones, bien a través de mi mirada, me llega ya con aire, esto es, con alma. con spíritus. me llega vivo y así lo describo, vivamente.
o puede que todo esto se acerque más a algo que no si existe y que pudiera nombrarse como avivalismo (de avivar, o dar vida)
panteísta, sí, pero ¿animista, animatista o animalista?
*foto: animismo de la mandrágora
1 comentario:
Preciosa y deleitante argumentación.
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