Vosotros, todos vosotros, toda
esa carne que en la calle
se apila, sois
para mí alimento,
todos esos ojos
cubiertos de legañas, como de quien no acaba
jamás de despertar, como
mirando sin ver o bien sólo por sed
de la absurda sanción de otra mirada,
todos vosotros
sois para mí alimento, y el espanto
profundo de tener como espejo
único esos ojos de vidrio, esa niebla
en que se cruzan los muertos, ese
es el precio que pago por mis alimentos.
3 comentarios:
Me gusta Panero. Me gusta esta manera. Me gusta el poema. No me gustaría ser devorado por una poeta en trance de antropofagia (¿viste el Tito?).
Un abrazo.
A mí también me gusta este poema. ¿Ya estás con otro libro entre manos? Eres insaciable.
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