El jueves estuve en la feria del libro de Madrid firmando Tablas de carnicero. Lo de siempre, rostros conocidos y algunos casi caducos que pasaron por allí para verme y ver firmado un ejemplar de este monólogo de reses, que no es más que esta sociedad en la que tantas veces mal-convivimos. Confieso que me dolió escribir sobre el grosor de su piel, me sentí como esos mayorales que marcan con hierro candente las reses de hoy y tan simbólicamente similares a esas otras manos que marcaban antiguamente a los esclavos del mundo. Siempre una raza superior primando sobre otra inferior. Un número. La marca de la vacada. He leído, por cierto, que estas marcas y demás amputaciones se hacía para las personas analfabetas, para que distinguieran el dueño y señor de cada una de estas reses, de sus esclavos antiguos.
En fin, que tras una mañana de movimientos y viajes llegué a Madrid a la tarde, con el tiempo justo para cambiar mi descuidado atuendo y encaminarme con S. a la feria. Firmamos también libros antiguos cuyas lecturas me traen de un plumazo la memoria de aquellos años. Acompañada por siempre por S. mi mano fotógrafa, retrato aquí someramente aquella tarde lluviosa.
Firmé en la caseta-establo 33 de la Librería Regenta. Tres grandes vacas bien respetuosas convivíamos en ese reducto ahogadas amorosamente por libros. Millones de gracias a mis acompañantes, Teresa y Marisa, dueñas de la librería, ambas encantadoras, extremadamente cultas y sobre todo, sobre todo, buenas conversadoras.
La próxima cita para todo aquel que quiera conocer estas inicipientes y falaces reses, será el viernes 25 de junio a las 19.30-20 h (aún por confirmar) en Casa del libro (Gran Vía 33)
...y ésta es Lisístrata, quise decir, Lisa, otro de mis amores más nuevos. Gracias a O. y a F. por traerla hasta los establos. Y a todos aquellos rostros que se pasearon por allí.
Terminamos la jornada saliendo a cenar con unas amigas. Cené carne. Porque la carne es débil (de nuevo la montaña rusa de la vida)
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