sábado, 20 de junio de 2009

La presentación del pez místico

Personalmente ayer la presentación fue todo un éxito. Estuve feliz y tranquila, algo raro en mí, lo digo por lo de tranquila. En fin, que fue un maridaje perfecto de voces en nombres de Óscar y Marta, voces fantásticas y profundas que agradezco desde ya. Es cierto que me faltaron rostros, estas ausencias están todas más que permitidas, porque son ausencias totalmentes normales.

Fueron muchas las personas que me felicitaron por el texto de la presentación (sorpresa mía pues lo escribí en dos ratos), sin decir lo bien que hablaron de esas voces antiguas. Así que decido subir a esta altura todas esas palabras que ayer se me fueron deslizando de la boca, con tgoda naturalidad. Puede que escrito se haga algo largo, pero lo subo para todo aquel interesado en este texto. La lástima fue que la Casa del Libro tenía en la sala un proyector y hubiera sido fantástico proyectar la escena de la película Lluvia negra que dio origen a este pez.

La presentación
Siempre he conocido mis límites. Dentro de dos meses cumplo 40 años y es ahora cuando asimilo que a veces son poco práctica en determinados campos de la vida, pero con esa misma certeza asimilo que escribir es lo mío, independientemente de que guste o no guste. Para mí escribir es una actitud, una continuidad, un continua ocupación. Escribo y cuando no escribo estoy pensando que escribo.

VOZ
Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía. Y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que me veo escribir que escribo.


Después de este obsesivo galimatías del ensayista mexicano Salvador Elizondo, que, aunque parezca mentira, define para mí otra obsesión, la obsesión de escribir, os diré que empecé a escribir este libro hace algún tiempo, pero la verdad es que ha sido testigo vivo de eliminaciones, ampliaciones, incorporaciones, casi hasta el último envío definitivo a Trinidad… Ella lo sabe bien cuando iniciaba mis cartas con un “…si aún estamos a tiempo… ¿podría cambiar…?” Por eso creo que los libros nunca se concluyen, sencillamente se abandonan, o más exactamente, ellos te abandonan a ti.

En los últimos meses a ese abandono, El pez místico fue eso, mi obsesión. Es cierto que sufrió movimientos numerarios, era más una cuestión matemática, el lugar exacto donde iba a dormir cada cual, pero tras una labor de ordenación territorial, geográfica, marina, de tipos de agua, lo recoloqué todo, con cuidado pero sin fuerza, todos sabemos que en el agua cualquier movimiento es natural. Eso sí, una vez comenzado el trabajo, sacar todo lo que había de pez en mí fue relativamente sencillo, ya que unos se encadenaban a otros, como ese pez que muerde la cola de otro pez que muerde la cola de otro que muerde la de otro y así hasta que me abandonaron colas y peces. Pero he de decir, que en aquel intervalo, en aquella época de tribulaciones, tanto el título como su estructura se me revelaron casi de un modo salvaje y nunca fui capaz de reeducarlo.

En cuanto al libro propiamente dicho, he trabajado en este libro desde la víscera, abierta, lo he escrito con el corazón, igualmente abierto. Obsesivamente. Sin descanso. Siempre vigilante desde la altura de la mesa, acechando cualquier movimiento de esos peces imaginarios que cada vez iban tomando más forma en mi cabeza. Siempre expectante ante cualquier apertura de su hermética condición. Ante cualquier salto.

A veces, los veía moverse por la casa. Saltando por los aires. Escurrirse a oscuras por mi sexo. Trepando por mi cuerpo. Saltando hacia otro cuerpo, el de al lado, como el parásito salta de un amante a otro, por el aire. Los he visto saltar de su pecera. Morder el anzuelo. Jugar con el gato anciano, dichosos a veces entre sus garras y otras desahuciados por el zarpazo de esas mismas patas gatunas.
A veces, se ahogaban en un fregadero lleno de cuchillos con restos de comida, atascando con sus diseccionadas cabezas un desagüe de bañeras. Otras, eran olor a carne recién guisada en la casa ardiendo del vecino y por tanto, indolentes en ese mundo ardido. Hubo también muchas veces que los saqué a la calle y me devolvieron la imagen de una anciana que ofrecía la vida de estos escuálos al pellizco de unos gatos. O por el contrario, no conseguían respirar dentro de la bolsa y esa vez me contaban su historia reencarnados en un gato aplastado en la calzada, pero eso sí, con el estómago lleno de peces. Volví a meterlos a casa. Pero ellos volvían una y otra vez a escurrirse por mis balcones escotados, echándose de nuevo a las calles. Allí, los vi fornicando con los peatones que ajenos a toda muerte, sencillamente se dejaban llevar, deslavazados, en algún vagón de metro cuando ausentes sujetaban otro libro de peces muertos mientras estos barbados limpiamundos los violaban. Muerte y vida. También hubo instantes donde eran símbolo de resurrección. Mientras, al otro lado de la orilla, al otro lado de la acera, en el arcén de alguna ciudad menospreciada, un humano extiende su red de muerte e intenta cazar una y otra vez un ejemplar de esta especie, dominado, eso sí, por ese instinto innato que le grita “cazar por placer”. Hacer de él su presa para eso, poder moverse por la casa, trepar por los sexos, saltar a otros cuerpos, jugar con los gatos, ser alimento para ellos… dejarse atrapar una y otra vez en esa red, pero siempre, siempre sobreviviendo a toda muerte. El elixir de la vida, la inmortalidad. Las siete vidas que tiene un gato, las siete vidas que por ser su alimento, el gato le debe al pez.


Par mí El pez místico es un libro de agua. Y el agua es salvación. Es la esperanza de agua para este mundo ardido. Nuestro correlativo más humano. Lo terrible de todo esto fue que hubo que sacrificar la carne de estos peces para apagar el fuego de todas nuestras casas ardiendo. A pesar de ello, en este libro pienso que he sido una intermediaria, la terciaria, como creo que al final es todo escritor. La mano sólo ha sido el arma horizontal que ha disparado esta especie de pseudo-magia, escribiendo lo que mis órganos me iban dictando. He verbalizado, he intentado con estas letras vertebrales, óseas, y llenas de palabras-daga, diseccionar por dentro el cuerpo del pez, describiendo las membranas de sus ideas con mis pensamientos más humanos.

El título
En cuanto al título del libro, la idea primigenia, la idea original del título, puede que partiera de una de esas escenas de película: Lluvia Negra de Imamura, también la música de esa película, de Takemitsu puede ayudara en esta creación. Pero a pesar de ser disparadero de sólo eso, un título, finalmente fue otro pez místico el que nadó en estas aguas, imponiéndose, y que nada tenía que ver con aquél que se educó en su origen y que sólo me reveló eso, el título. Inmodificable, eso sí, quizá porque los títulos empujan y empujan y no consienten ser vencidos, por lo menos en mi caso. A veces pienso que son ellos los que me eligen a mí, igual que los libros, son ellos los que nos escriben y ellos por tanto los que nos abandonan. El título se reveló así bastante pronto, y a pesar de sufrir varias sustituciones, a veces realizadas por despecho, como en una especie de un tira y afloja con mi propio lenguaje, finalmente, el inicial, el original, el primigenio, este pez místico que veis aquí, acabó imponiéndose con tanta fuerza que terminó atropellando cualquier otra iniciativa de mis manos. He leído que una de las obsesiones de su director, Imamura, es la zoología, ya dijo en una ocasión: Lo que me interesa es la relación que existe entre la parte baja del cuerpo humano y la parte baja de la sociedad”

Alrededor de Lluvia negra se centra la historia de una viuda. Una viuda que está convencida de que un pez carpa es el espíritu reencarnado de su marido. Así que pescar carpas es el único consuelo para ella, su única ilusión.

Es cierto que Madrid es una ciudad interior. Bueno no ese Madrid interior que todos conocernos sino un Madrid rodeado de mar. Sus habitantes, peces-carpa exacta¬mente de idénticas formas a todos nosotros, fueron día a día escribiendo este libro.

Así que pienso que cada poema de este libro puede concebirse como un pequeño fogonazo de cada una de aquellas personas que vivíamos en aquel ancho mar. Pienso que esto queda reflejado en poemas como el de la anciana, los vagones de metro, los gatos muertos en la calzada en una ciudad llena de gatos muertos. Los peces muertos en los estómagos muertos de todo aquellos gatos aplastados en la calzada. Mi gato. El otro gato. El afortunado en una ciudad interior. El acomodado. Un gato que nunca ha visto la muerte de un semejante… En fin, que todo esto fue conformando lo que hoy es El pez místico. Así que creo que es un libro que habla de la destrucción pero también de la esperanza que siempre va unida a la destrucción. Como la esperanza de aquella viuda convencida de que un pez carpa es el espíritu reencarnado de su marido.


VOZ
Lluvia negra son las partículas radiactivas que hicieron imposible la vida para millones de personas como consecuencia de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Una capa de ceniza blanca cubriendo el epicentro de las pieles de las personas. Un océano blanco que enterraba las escamas quemadas de todos esos peces, nuestros inesperados vencidos.


Mucho más tarde ocurrió algo mágico. Una vez concluido el libro, me topé con una cita de Pablo Neruda que por supuesto me obligué a incluir, ya que desgajaba y despedazaba todo misterio impuesto por mis manos.

*las fotos son de mi pequeña masai, siempre testigo de todo. S.

Subiré otras fotos

Gracias a todos y a Raúl (mi querido gestor y escaparatista de la Casa del libro) por haber disfrazado durante unos días su escaparate de pecera. Gracias

3 comentarios:

Rafa dijo...

Querida Nuria, yo me declaro "culpable" de no asistir a la presentación, pero las obligaciones caseras bricolageras y el terrible calor de inicio del solsticio veraniego, pudieron con estos dos amigos tuyos: Gracia y Rafael-mea culpa-, los amigos no tienen disculpas.
Yo que he leido tu libro, tengo que decirte que nunca fué más cierto lo de místico. Para los griegos IXtiz (el Pez) era algo muy fundamental, indicaba la vida, y lo místico era lo que sobrepasaba lo material, lo que en realidad te devolvía al principio, a lo que hoy buscan los cientientificos, al Big Bang original, al más allá de la muerte y la vida, lo demás queda en la ceniza, por eso la lluvia que vuelve a la tierra despues del holocausto es negra, en realidad es ceniza, es iXtis, es ceniza con agua, es pez que traspasó el límiti, para los que estudiamos los principios Xristo, es el Pez, y así se señalaba. Ya hablaremos más despacio.
Un beso y perdon por la ausencia.

Giovanni-Collazos dijo...

Iba a asistir, pero al final no pude. De todas formas no hay excusas. Espero comprar el libro.

Muchas felicitaciones. Enhorabuena!

Gio.

Gracia Iglesias dijo...

Disfruté mucho de vuestras tres voces entrelazadas. La presentación que escribiste es muy bonita, pero creo que tu madre no te va a perdonar que, además de decir tu edad en público para un selecto grupo de amigos allí presentes ¡la pongas en internet!, ja,ja,ja... bueno, tú ya me entiendes. ¡Enhorabuena, pescadilla!