lunes, 27 de diciembre de 2010

la de atrás

murió decapitada en el cuarto día por rociar su esófago con un mal ácido. después del cuarto día la resucitaron. después de resucitarla, a la fuerza la vistieron. después de vestirla la exhibieron. después de exhibirla, en un mercado la vendieron. después de venderla la descalzaron. después la desnudaron. después la agasajaron. después de agasajarla la mancillaron. después de mancillarla la mataron. después la amortajaron. después de amortajarla la exhumaron. y tras otro cuarto día volvió en venganza la de atrás. la re-nacida emancipada con su nuevo vestido de largo. después tomó las riendas de su no-vida y en su enagua se camufló. después de camuflarse salió de allí. salió de sí. y después de todo esto, después..... después... después... ¿por qué después? porque después de aquel cuarto día, el atuendo del pasado expulsó a la mujer que fuera antaño. la que fuera recatada. la pudorosa del re-nacimiento. la que hubiera seguido siendo en las ascuas del hoy ardido. la del calcinado traje pretérito. pero que traía en desafío a la otra: la visionaria del mañana incandescente. la de la llama que ahora con su llamador nos llama y nos aclama. la inflamadora de retinas. la indecorosa. la impura de este siglo, si quieren-, la otra. la de atrás. otra vuelta de tuerca más.... el nacimiento de otra venus-libelular.­ una mujer dentro de un traje. un traje que nos sobrevivirá a todos.

para mí, este volcánico vísteme de largo ha sido un meteoro en llamas. un libro que habla de los frágiles -aquellos esclavos del deseo- pero con la fuerza, la certeza y la metralla que tiene un meteoro. lleno de dirección, este incendiario libro es el grito silencioso. la ferocidad de un deseo in-apagado, un deseo in-acabado. un imperativo. una exclamación. una exhalación. una exhumación si quieren, que pone punto final a tanta vuelta de tuerca....

las manchas de tinta que sobre las páginas mancillan las alas transparentes de estos lucernarios seres me han arrojado más claridad- si cabe- al lenguaje críptico y cecílico en el que la poeta nos insiste. y traslúcidas todas, tinta, fauna, poeta y puño, hacen de este viaje un retorno a la infancia. una regresión forzada en busca de otras respuestas educaciones. otra balanza. los kilos de lo vivido contra los kilos no vividos pero que aún estén por vivir. los kilos de lo vivido contra los kilos añorados. los cuentos de la niñez reconducidos. el deseo de ser vestida de largo y que no fuera un cuento chino. un volver a aquella engañosa infancia, en la que ¿por qué no? puede que el lobo fuera aquel ser ingenuo que caía irremediablemente en las fauces de una feroz y carnicera caperucita. donde el príncipe fue bello durmiente y la princesa diminuto y afeado sapo cuyo alargado y peinado beso era valle que salvaba. donde el coraje del príncipe desbocado era un caballo femenino bienhablado y la debilidad de la lánguida princesa la yegua masculina malhablada.

el viaje te obliga -que no propone- a parar tu mente. paradas de posta. paradas que te incitan a meterte dentro de un traje. a encorsetar ideas preconcebidas en él para desencorsetarte al fin. liberar cinturas en ese acto. y en ese último vuelo te presentan a la otra. la de atrás. y en ella ves el dolor profundo de la ausencia, el placer de recordarlo, el sexo añorado, la vida múltiple. la vida invertida, los em-bolsamientos, los giros -pero no lingüísticos, sino más físicos- giros donde los príncipes eran débiles células y las princesas grandes heroínas de guerra. una inyección de latido y sangre en nuestras propias alas, que no son más que nuestras plegadas venas. nuestras forzadas y plegadas alas en-venenadas en la suciedad de esta sociedad.

estas acróbatas libélulas en celo, que a veces incluso aplasta contra la página la mano ejecutora más cecílica [véase poema autobiográfico pág. 60] y cuyo mapa es similar a ese ejército de insectos que estampa su sangre contra un coche blanco en un largo viaje, nos permiten licencias físicas -que no poéticas-, para hacer-deshacer-rehacer nuestro camino. cruzarnos con la otra.... con el re-surgimiento. con la decisión de estamparnos contra ese coche incólume donde viaja la voracidad y el deseo de aquélla otra. la de atrás. nuestra futura sangre derramada sobre lo más puro. nuestras impurezas inscritas contra ese metal... ¡qué alquimia! si lo pienso.... nuestra sangre más impura contra lo impoluto de lo puro, pero contra una pureza impuesta.... y ahora me pregunto, ¿qué es lo puro y qué lo impuro? ¿qué el pundonor y qué lo impúdico? ¿que brazo ejecutor dicta las normas y hunde el hacha para decapitar lo extra-limitado? ¿quién marca lo que nos honra y lo que nos deshonra?

el cuarto día para mí fue una especie de otra vuelta de tuerca y este vísteme de largo, prolongación ineludible de aquella vuelta de tuerca.... la re-tuerca. la re-vuelta. la re-evolución. la muerte aquí se inminencia en esta estancia nueva de vestidos largos deseados desde una infancia que a veces es ficticia... pero una muerte que regenera un vestido. que nos desviste para volver a vestirnos. como si ese "fuimos engañados por confiadas bocas" tomara la fuerza salvaje del trailer de un camión que llegaba desde el pasado.

la antesala de este libro, perfectamente ajustada por mano de ana martín puigpelat (apuntes para un génesis, Amargord, 2009) ciñe los paisajes arrojando luminosidad sobre estos cuerpos igual de luminarios -los amantes- porque el fuego engendra vida al fin y al cabo. y con ese ceñirse nos propone -que no obliga- a no salirnos del camino por el que la autora nos conduce.

ésta es mi mirada. la anatomía de un libro que atiza. un libro-precepto. un mandato. un inflamado manda-miento. un contestatario. una orden des-ordenada. un pulso con la de atrás. y todo esto, insisto, a pesar de sus poliédricas lecturas. como poliédricos son los ojos de esas mismas libélulas que estamparon su sangre contra un coche blanco. libro depredador al fin que se inflama en versos que a veces dan salud pero que también matan.

después de todo, la mejor manera de viajar es sentir
Álvaro de Campos, F. Pessoa


bienvenida de nuevo a la vida, señora. feroz vuelo y feliz viaje ahora, y como solapó ana en los inicios: colorín colorado.... este cuento... se ha....?

Vísteme de largo de Cecilia Quílez
Preámbulo de Ana Martín Puigpelat
ed. Calambur 2010
un regalo feroz e imprescindible

siento la extensión...

3 comentarios:

Darío dijo...

La redacción me parece, simplemente, impecable. Y esta mujer sometida casi, a un vértigo comercial, es un encanto.

Aurea dijo...

Como el libro sea tan pesado como este post lo llevamos claro.

nuria ruiz de viñaspre dijo...

querida aurea
a diferencia de otros ejercicios que requieren algo de física y mucha psique -como el ajedrez o el tenis-, el ejercicio de la lectura lo puedes abandonar en cualquier momento, incluso antes de empezar. nadie te descalificaría de la partida si abandonas antes el juego.
ya disculpé en la última frase la extensión. no voy a reiterarme...

pd. si pesado aquí es contrario a levedad, pues sí, este libro es pesado, o lo que es lo mismo, tiene peso