El otro día gracias a un compañero de trabajo, recordé esta película. Recordé la genialísima sinfonía 5 de mi adorado Mahler incorporada con maestría en la película. Es una obra maestra Muerte en Venecia y no sé por qué pero me trae a la memoria Ojos negros de Mihalkov. No tardaré en volver a verla, no tardaré en volver a verlas. Ambas una reflexión sobre la vida y la muerte y en definitiva, sobre la vida contemplativa y lo fugaz del momento. la diatriba sobre lo apolíneo y lo dionisiaco, el problema filosófico de la muerte, la moral y la carne. En definitiva, un compositor cansado que aguarda su muerte y que queda fascina por la belleza transitoria de un joven. Toda una genialidad entre un solitario escritor - músico cincuentón y la brusca belleza de un imberbe. Película delicada, toda una urdimbre de pensamientos y deseos...
un extracto del libro de Thomas Mann
...deteniéndose al borde del agua, con la cabeza baja, empezó a dibujar en la arena húmeda con la punta del pie; luego entró en el agua, que en su mayor profundidad no le llegaba ni a la rodilla, la atravesó dudando, descuidadamente, y dejó el banco de arena. Allí se detuvo un momento, con el rostro vuelto hacia la anchura del mar, luego empezó a caminar lentamente, por la larga y angosta lengua de tierra, hacia la izquierda. Separado de la tierra por el agua, separado de los compañeros por un movimiento de altanería, su figura se deslizaba aislada y solitaria, con el cabello flotante, allá por el mar, a través del viento, hacia la neblina infinita. Otra vez se detuvo para contemplar el mar. De pronto, como si lo impulsara un recuerdo, bruscamente, hizo girar el busto y miró hacia la orilla por encima del hombro. El contemplador estaba allí, sentado en el mismo sitio donde por primera vez la mirada de aquellos ojos de ensueño se había cruzado con la suya. Su cabeza, apoyada en el respaldo de la silla, seguía ansiosamente los movimientos del caminante. En un instante dado se levantó para encontrar la mirada, pero cayó de bruces, de modo que sus ojos tenían que mirar de abajo arriba, mientras su rostro tomaba la expresión cansada, dulcemente desfallecida, de un adormecimiento profundo. Sin embargo, le parecía que, desde lejos, el pálido y amable mancebo le sonreía y le saludaba.
Pasaron unos minutos antes de que acudieran en su auxilio; había caído a un lado de su silla. Le llevaron a su habitación, y aquel mismo día, el mundo, respetuosamente estremecido, recibió la noticia de su muerte.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho ver el trozo de pelicula a la vez que leer el fragmento del libro.
Impresiona el momento.
Es pura magia...
bello.
bella.
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