martes, 18 de septiembre de 2007

Un hogar

Hay días aparentemente anodinos, que una sabe que son especiales. Días en los que de pronto surge la vida en una explosión, pero también el temor a su posible acabamiento en su nítida crudeza. Hay días en que algo se incrusta en las paredes del estómago de alguien a quien amas y nos llama a la puerta de la lucidez. Recorren entonces los pasillos de la mente los millones de segundos que pasas junto a aquella persona, sencillamente viviendo, y en ese mismo acto ir respirando. Y cuando llegas a casa, realmente sientes que estás en casa, e la caverna luminosa que nos protege, en el reducto de su luminoso cuello. El hogar de siempre

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin respiración me quedé...

Explicaste mejor que yo lo que procuro entender y explicar cada día.
Yo ando construyendo también ese hogar.

Y te invito a mis otros habitáculos, además de las musarañas:

Viento a favor
Usar y tirar

Anónimo dijo...

Perdón, puse mal el enlace:

Usar y tirar

Mil perdones, mil...