GERDA.-Calla
EL HIJO.-Bien. Me callo. Pausa.
GERDA:
-Es mejor que sigas hablando, pero no de eso. El silencio me hace oír
lo que piensas... Cuando la gente se reúne, entonces todos hablan,
hablan sin parar únicamente para ocultar sus pensamientos para olvidar,
para ensordecerse. Quieren oír novedades sobre los demás, sí, pero al
mismo tiempo ocultar sus propias preocupaciones.
EL HIJO.-Pobre Gerda
GERDA.-¿Sabes lo que más daño hace? Pausa. El comprobar la futilidad de la suprema felicidad .
GERDA.-¿Sabes lo que más daño hace? Pausa. El comprobar la futilidad de la suprema felicidad .
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EL HIJO (a su madre): ¡Mírame, pelícano ¡Mira a Gerda, con su pecho esquelético...!
El Pelícano, de August Strindberg
Es curioso cómo en el libro de Strindberg, El Pelícano,
se siente con claridad meridiana cómo se fragua la tragedia, cómo línea
a línea, párrafo a párrafo se huele la tragedia familiar. Es como si
una gran bola cayendo desde muy arriba fuera haciéndose más y más grande
hasta llegar a aplastar cuanto encuentra a su paso. Macrófaga bola la
boca humana cuando dice.... Curioso que ayer en el teatro una sintiera
exactamente eso, cómo músculo a músculo iba fraguándose la tragedia...
Fidelidad al texto del dramaturgo sueco y una interpretación enorme para
que esto que digo se de en el escenario como en el papel leído.
Fíjense
en esta imagen. Es todo un cuadro pictórico. Escultórico incluso.
Parece que están todos muertos por dentro. Es el cuadro de Hambre, locura y genio
dirigida por Juan Carlos Corazza. Un cuadro que bien podría encontrarse
en el salón de cualquier casa. El ser humano comiéndose a sí mismo. Es
una imagen sobria, llena de claroscuros, como el hombre, es hasta bella,
porque hay algo que hace bella la tragedia. Mentes claras, diáfanas y
sanas, al frente; oscuras, malévolas y hambrientas al fondo de ese
frente. De esa frente. Dentro de ese cuadro la fragua y dentro de la
fragua el drama. Ahí, en un estrecho habitáculo que es un salón con
cheslong, se irá desanidando la psique de cada uno de los personajes, en
esa cheslong se tumbará cada una de esas frentes, digo mentes,
confrontándose las unas a los otras.
Hambre
Locura
Genio
Resulta
inquitante percatarse que el hambre en esta imagen de Strindberg (guiño
divertido y siniestro que Corazza lo conciba como el retrato del padre
muerto en la obra), esté a la altura de la frente -que para mí es la
mente-, que la locura lo esté de los ojos, y el genio de la boca, boca
por donde salen las ideas que llegan desde el hambre y que pisan, en su
camino hacia la boca, el territorio de la locura, estepa luminaria.
Off
// Curioso nombre el de la sala -pero estrictamente necesario- para
acoger estas dos obritas que conforman lo que podrían ser los tres
mandatos de nuestros días: hambre locura y genio. Teatro breve, aunque
bien sabemos que la cosa si breve dos veces buena (y trágica). Y en ese
límite, en ese escenario, la precipitación de los acontecimientos
familiares. Precipitación y celeridad que incluso trastorna a los
personajes. Los conmociona. Los precipita a sus propios abismos. Es la tensión-Strindberg definida por los
crudos y enérgicos diálogos. Un desencadenante de tragedias suspendido
en una sala off sin paredes. Solo columnas. Como si cada columna tuviera
un nombre, y fueran las patas que sostienen el mundo: hambre, locura y
genio.
Off
// Sala pequeña, pero insisto, necesaria para sentir la pulsión de cada uno de los
personajes. Los primeros planos. Los gestos nada planos. El lenguaje
corporal. Los gestos, otra vez. El gesto del odio del drama del dolor.
El gesto de la avaricia, que también tiene un gesto. Oírles respirar.
Sentir su sudor trágico resbalar por sus cuerpos también trágicos. Y es que el dolor mancha. Es sucio. Huele. Se expande. Así se les ve moverse
dentro de la tragedia familiar. La cercanía es tal, que es como si nosotros, el público,
formáramos parte de esa familia, como si estuviéramos sentados en ese
salón, testigos fieles de la historia. Como si Strindberg nos invitara
en esa cercanía a asomarnos al abismo de nosotros mismos. A asomarnos
sin cuerda alguna al horror de la psique. Al ser humano en toda su
completud. Como si fuéramos alpinistas suicidas sin cuerda a la que atarse.
El instinto devorador acorralado. Lobos encerrados en la sala. Lobos en off. Estas dos piezas cortas llenaron ayer el teatro. Débito y crédito y El pelícano.
Ambas unidas por el hilo del mal del mundo. Strindberg lo conocía bien y
lo trataba desde muchos ángulos. El mal del mundo, ese ser devorador,
destructor, aquello que el filósofo Thomas Hobbes, aseveraba en frases
como el hombre es un lobo para el hombre. En definitiva, la
familia según Strindberg. Un viaje a nuestras raíces. Un escarbar y
escarbar desde el hoy hasta llegar más abajo, al lado más oscuro, al
fondo de esa raíz, raíz de la planta que somos.
El Pelícano de Strindberg siempre ha sido para mí un sutil análisis de las relaciones humanas donde coexisten todos los fantasmas del autor. El maltrato mental, la hipocresía social, la incomunicación y sobre todo, la avaricia, la avaricia como comepersonas. Violencia mental, lo llamaría Strindberg. Violencia mental que anida justo ahí, en la frente, que, insisto, para mí es la mente. A partir de ahí, la destrucción.
Plinio el Viejo decía que los pelícanos tienen un segundo estómago en el cuello, donde las insaciables criaturas colocan la comida, aumentando su capacidad... también se dice que la hembra mata a sus crías y las llora durante tres días, luego se hiere a sí misma y arroja su sangre sobre ellos para revivirlos.
Es devastadora la maldad. y
además de devastadora, es irreprimible. La especie humana tiende a
ella, a la maldad, a la devastación, a la degradación de su especie.
Hace un par de años vi la obra de teatro Agosto de Gerardo Vera
(Carmen Machi y Amparo Baró), y era el mismo escenario, y es que pienso
que toda tragedia familiar tiene el mismo escenario. Un salón y cuatro
paredes. Encerramientos. Encierramentes. Un salón como el que vi ayer en
aquella sala.
Y en aquel salón de Agosto... el
mundo estaba encerrado en una casa. en un cuadrilátero tapiado donde se
concentraba el horror y la angustia inyectado en vena con calor letal.
una muda casa sin viento. una tensión hueca en ese aire detenido. una
abisal casa de muñecas. una tumba abierta encarnizada de muñecas rotas.
un devastador juego psicológico que arrasa. huracán de emociones los
muros de esa jaula de violencias. el pasado y el futuro reñido a muerte
con el presente. el ser humano al límite. la gran historia de siempre.
una familia desvencijada reunida por la inesperada y misteriosa muerte
del patrón de la casa. una familia re-unida que además de no unirse ni
re-unirse, mata. una familia que se sirve en una mesa y se comen los
unos a los otros sus miedos, molinillos todos que muelen y muelen los
sentimientos ajenos. triturador de corazones, bañeras de sangre y posos
de café quemado. una madre devorando a sus hijas -disparando a la más
débil-, como aquel saturno goyesco devorando a su hijo. unas hijas
devorando a su madre -disparando la más fuerte-.
Mismo escenario... y es que, como decía La Madre en este Strindberg, esto ocurre en las mejores familias.
*Esta obra se prorroga el mes de enero de 2015. Concretamente, todos los lunes de enero se podrá volver a disfrutar de ella
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