Ver a Angélica es como recibir un disparo en el pecho con un chaleco antibalas, es decir, un mazazo que te empuja hacia atrás o hacia el fondo, lo más profundo, la sima. Es cierto que yo nunca he recibido un disparo, ni siquiera tengo un chaleco que salveguarde mi vida, pero yo supongo que algo así debe de sentirse; porque ver a Angélica, mi animal escénico más querido, no llega a matarte, pero golpea como un mazo en una mesa de disección.
Que frases como el sol se pone cuatro o cinco veces al día, asi es imposible que la tristeza descanse… entren en tu cuerpo, esclaviza y pudre toda la carne que hay entre tu hueso, dejándote sólo eso, tu propia esencia más humana.
Ver a Angélica me despierta, me desmesura, me desorienta, me centra, me hinca a mi asiento, un asiento donde no hay ni carne ni hueso clavado, sólo respiración excitada ante tanta verdad, ante tanta soledad. Las verdades golpean y pueden llegar a matar. La palabra además de dar salud, a veces mata.
Ayer estuvimos en el Matadero, matemático nombre, nosotras, dos reses en una segunda fila, como esas reses más antiguas de mis también antiguas Tablas. La función, agotadoramente intensa, duró cinco horas. Cinco horas escupiendo desde aquel cuadrilátero. Cinco recibiendo sus descargas eléctircas. La casa de la fuerza está llenísima de imágenes, que, como cuadros, me traían a la memoria los vivos colores de Frida Khalo o de Gauguin a pesar de tanta muerte y de soledad. Descargaron sacos y sacos de carbón sobre el escenario en una escena perfecta y llena de simbolismo donde pensé: vamos a sonarnos oscuro, para sacar lo peor de todos nosotros. Lo más oscuro. Aquella sima.
Y siempre, una frase grapada a la espalda de la LiddeLL-. En Aftangense fue Bach significa río. Ayer fue: Tiramisú significa Levántame (el ánimo). Tira-mi-sú. Levántame-hacia-arriba; tira-de-mí.
Cuando veo a la mujer L. La LiddeLL, pierdo gravedad, y ensimismada en el espacio, despreocupada del resto, el dolor me puede durar una semana, o dos, incluso más. Ese resto, es decir, la rutina diaria, mis viajes en autobús -en este último de hoy voy escribiendo toda esta red de palabras- el trabajo, los pequeños dolores de cada uno, todo pierde un poco su sentido, porque ante verdades y pesadumbres como puños en esa casa de la fuerza, el resto es ya sangre coagulada. Caducada. Todo caduca al instante, excepto aquellas frases que como disparos han entrado en tu cuerpo roto. Un cuerpo roto que tardará en recomponerse. Todo es necesario.
Entonces, durante la función me di cuenta que hay que mirarse para salvarse, para formar un todo que rompa ese otro todo, que no más que el dolor y el daño en el Mundo –no sé por qué pero siempre escribo Mundo con mayúscula-. Sólo mirando al dolor. Solo, mirando al dolor.
Ver a Angélica, en general, me descorcha. Me cuartea. Me rompe en pedazos la capacidad que tiene para que el dolor que sobre el escenario ha entrado en ella, entre en cada uno de nosotros, que ajenos a todas las muertes, nos dejamos llevar en esta otra orilla de la vida, la más acomodada.
Cuando voy a ver a Angélica los músculos de mi rostro se contraen. Se contradicen. Se afean. Yo no puedo verme pero siento cómo se desencajan mis cejas, que arqueadas, son techumbre para mi hallazgo de lágirimas. Es como cuando escuchas una cantata de Bach en soledad o junto a alquien a quien quieres. El rostro se desencaja ante tanta belleza. Algo así aunque no exactamente así. En mi adolescencia solía encerrarme en mi habitación con un cuaderno y dos o tres cintas de cassette. Bach siempre entre ellas. Lloraba cuando a todo volumen sonaba el Agnus Dei de Bach. Me colocaba unos cascos gigantes en mi cabeza aún de arcilla y me abandonaba en gestos. Ayer sonó una y otra vez ese Agnus Dei, una y otra vez. Cordero de Dios.
Dicen de la risa y el llanto que no son más que un mecanismo de alivio de tensión, un mecanismo que genera el cuerpo ante situaciones en las que no sabes cómo reaccionar. ... Para mí son eso, como una descarga cuando mis nervios se resienten y la sorpresa o lo inesperado o lo invencido se mete sin aviso en mi cuerpo.
La casa de la fuerza estará en el Matadero hasta el día 8.
Os insto a ir a verla, porque está prohibido obligaros a ir a verla. Ir a verla para eso, para que lloréis y riáis ante la emoción. Para descorcharos, desconcharos, desistegraros, descentraros, desorientaros. Para refrescar nuestra corta memoria histórica. Para recordar a todos los muertos por asalto. Para recordar a los asaltados, a los exaltados… y así, sólo así, puros y partiendo de un matemático 0, podamos algun día volver a empezar a construir este Mundo, no otro mundo, sino éste, en el que ahora mismo están pisando nuestros pies desnudos. Un Mundo mirado desde nuestras particulares casas de la fuerza.
Para mí. Angélica es un lobo al que le han matado sus lobeznos. Es la fuerza en sí del lobo. La extenuación y el agotamiento físico son el único combativo de la soledad.
Enhorabuena a todas sus actrices, a sus testimonios, a la voz de Pau de Nut que va sin esfuerzo del Renacimiento a lo más moderno y que me hizo llorar sin tampoco ningún esfuerzo. A la LiddeLL... por su fuerza de lobo sobre el escenario, a su debilidad en otros campos. Todo compensa.
La voz de Pau de Nut en este Cum Dederit, una hermosísima siciliana de Vivaldi, que para ellos se titulaba Me cago en la hostia, estoy a punto de llorar, a mí, me hizo llorar. Y mi respiración sencillamente se descompensó.
cum dederit dilectis suis somnum:
ecce haereditas Domini, filii:
merces, fructus ventris.
colma a sus dilectos en su sueño.
He aquí la herencia del señor, sus hijos
su recompensa, el fruto de sus entrañas
Siento la longitud.
*en la foto Angélica ofrecía Tiramisú a Pau mientras cantaba con su renacentista voz... esta siciliana... magnífica escena
5 comentarios:
Me gusta mucho esta entrada, Nuria, gracias por explicar tan bien lo de la actuación de Lidell. Sentía mucha curiosidad. Un abrazo, Yaiza
Tengo mucha hambre de Angélica desde hace tiempo, ojalá pueda respirarla de cerca algún día.
En diciembre voy a Madrid. Prometido :)
Un beso graaaande*
Muchas gracias.
Uau. Nuria. Si ya la Lidell es de por sí impresionante, las sensaciones que tú expresas multiplican la devoción que siento por ese "animal escénico" que es Angélica.
Qué lástima no haber podido disfrutar de este trabajo último. Ojalá pudiera venir a Valencia.
Todas tus entradas sobre espectáculos siempre son descarnadas, orgánicas, excesivas (en el buen sentido). Me gustan mucho.
Un saludo.
No puede estar mejor explicado.
Sentí mucho de lo que se habla aquí, tanto cuando la ví en Madrid como cuando la ví en Murcia.
Esta mujer y todo el elenco, me destroza por dentro. Me hicieron morir y resucitar durante 5 horas y media.
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