Anonimato. Magia. Realidad. Pensamiento plástico. Movimiento. Antropología. Seducción. Misterio equino. Cotidianeidad. Animismo. Transfiguración. Transformación. Trans. Trans. Trans. Más allá de... Al otro lado. Cristina García Rodero -fotógrafa del movimiento de lo inmóvil- ofrece todos estos apelitivos en su
Transtempo. Inalcanzable describir su arte "cotidiano" con palabras. Su obra estará en el Círculo de Bellas Artes hasta octubre. El
otro lado de este
Transtempo, este in-temporal término, Galicia. Galicia re-estructurada en ojos de la fotógrafa. El ojo-Rodero tiene un halo especial, tiñe con su blanco y negro la realidad más cercana que no se ve de lo real que es. Las particulares imágenes de una Galicia repleta de religiones, rituales y mitos paganos. Pudiendo centrar ese ojo en la naturaleza gallega que parece sacada de otro mundo, en edificaciones rurales que se agrupan en las orillas de los ríos, esta geógrafa de los sentimientos, dirige su mirada hacia un "yo anónimo y a la intemperie" y cuyo techo son sus propias pieles. Y todo ello subida al vehículo de la sencillez -porque en la sencillez reside la profundidad-, siendo su motor, la emoción en plena combustión. Ya lo dijo Lisette Model:
me interesa la superficie, porque la superficie es el interior.
Pienso que la consecuencia de su mirada, el objeto final al que llega, requiere largos minutos de observación para empatizar con aquello que antaño vio o vivió. En Rodero no creo que existan personajes principales y secundarios, tanta importancia tienen los unos como los otros, a veces incluso los secundarios a grandes zancadas llegar a ser principales protagonistas en la historia y viceversa. Hasta lo invisible es visible. Lo inaudible en ella se escucha. Y lo intocable se toca, porque su arte es ante todo, palpable, dando latido hasta la más bella inmundicia inanimada, y donde un estercolero bajo su mirada, puede llegar a ser un paraíso extraño y extrañado. A mí me gusta detenerme durante un tiempo más extendido del estrictamente requerido ante sus fotografías, siempre descubre una algo que tocar y que a primera vista le pasó inadvertido. Todo, hasta el más ínfimo detalle adquiere una importancia vital una vez descubierto.
Manuel Rivas, en
la
introducción
del
catálogo
de
la
exposición
, dice: cada foto “concierta un nuevo acuerdo, un nuevo relato, entre la mirada y el tiempo, un tiempo extra, un transtiempo”. Las fotografías reunidas aquí, fruto de más de 30 años de trabajo en diversos lugares de Galicia, que abarca hasta el mismo 2010, muestran una sociedad que expresa el éxtasis y la alienación en el paroxismo de la ritualidad de las fiestas y de las tradiciones y en la catarsis de las celebraciones religiosas. Enseña sin pudor el dolor de la pérdida y de la enfermedad, la alegría de las verbenas y las romerías, la transgresión de los carnavales, las tragedias, ya cotidianas, de los incendios forestales. La cultura enfrentada a la naturaleza. La miseria frente a la belleza. La vida contra la muerte. Sin saber bien dónde están unas y otras.
En 2009 se convirtió en la primera fotógrafa española admitida como miembro de pleno derecho en la prestigiosa agencia
Magnum y, a lo largo de su carrera, ha recibido, entre otros, el
Premio Nacional de Fotografía (2006), el
Bartolomé Ros de PHotoEspaña (2000) y el
World Press Photo (1993, 1997 y 2008)
Con esta fotógrafa hay que abrir bien el ojo... no tardará el mío en ir a verla.