lunes, 2 de junio de 2014

pensatorium en la revista quimera


por pilar martín gila
en revista quimera



Nuria Ruiz de Viñaspre abre su último poemario, Pensatorium, con el siguiente comentario del filósofo Alain a Paul Valéry: “Todo pensamiento empieza con un poema”. Esto nos sitúa en la relación entre poesía y pensamiento como pregunta recurrente, al menos entre los poetas, donde la poesía no sería cosa distinta del pensamiento, y el pensamiento no se conformaría con lo rigurosamente racional. Sin embargo, puede decirse que la autora del presente poemario parece tener resuelta la pregunta sobre esta dicotomía desde un lugar anterior a la pregunta misma, un lugar en el que la poesía es impulsora del mundo que la contiene, movimiento no premeditado, no preparado sino entregado. Después vendría la formulación de la pregunta como si el saber, la conciencia y el entendimiento llegaran siempre a posteriori, y esa fuera su virtud, tal como le ocurría a aquel denostado titán, Epimeteo, de cuyo des-propósito, sin embargo, surge la diversidad de los órdenes, al contrario que su famoso y obstinado hermano, el previsor Prometeo.

En cualquier caso, este Pensatorium, este espacio para el pensamiento es primero el espacio para la poesía, sobre ella recae el delicado material de la palabra, cuya posibilidad de supervivencia reside en su capacidad para escapar, esquivar los intentos de orden, de definición, de congruencia. “El lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje […]”. El cambio constante de la mirada, el quiebro, la atención al giro en el final de los poemas, que busca hurtar la expectativa, lo previsible, y también esa inclinación a los procesos de pensamiento en espiral, hacen visible un guiño o una forma de llamada a los poemas de Gertrude Stein, sobre cuya escritura o más bien sobre lo inconveniente de ceder al vicio explicativo y de penetración ante su escritura, Andrés Fisher y Benito del Pliego, en su edición Objetos y retratos. Geografía (Amargord), dicen lo siguiente, que, según me parece, se puede aplicar también a Pensatorium: “Es la vocación de superficialidad lo que hace profundamente inquietante a Stein. Nos miramos en ella y somos capaces de proyectarla en una enorme variedad de sentidos.”  La reiteración, el sonido de la lengua, los aspectos, podemos decir, sensibles de la palabra entran en juego de una forma particularmente relevante en la escritura de Ruiz de Viñaspre, desde el instante en que en ella se privilegia ese incesante movimiento del deseo, que es inextinguible y por lo tanto se repite en su inagotable carrera desplazándose de significante en significante, tras el reconocimiento del otro  (“me subo en caballos disolventes / que son un lenguaje de amor entre piernas / lo regazo encinta lo calibro / pero allí la casa se fuga a caballo / el caballo se fuga en niebla la niebla / en lengua la lengua en vientre…”). 

Es este un mundo poblado donde emergen otras voces no con el fin de articular un discurso, sino más bien como podrían surgir en un sueño al que vuelve lo que se vivió durante el día para incorporarlo plenamente al sujeto. Hay, como sugiere Luz Pichel en su prólogo, una aproximación del pensar al soñar que se encarna en el otro, un otro concreto. Y tal vez la poesía sea ese punto de intersección que hace concreto el pensamiento y verbalizable el sueño, no porque haya lenguaje sino porque hay cuerpo, porque es el cuerpo el que enuncia y el que demanda (“pero mi cuerpo pero tu casa / volvamos a la realidad / mi cuerpo es la casa del lenguaje”). Y aquí posiblemente, en ese espacio situado en los dominios del cuerpo, al que Jean-Luc Nancy observa como una certidumbre confundida, hecha añicos, una forma que abre su interior y a la vez se muestra, se expone, como exterior, tal vez, digo, y cerrando con la idea que comenzaba este artículo, sea el lugar donde Nuria Ruiz de Viñaspre hace de su poesía tensión, impulso del mundo.