miércoles, 25 de junio de 2008

Diálogo de mujeres

DOS mujeres de edad distinta en un mismo lecho
Con la muerte regia de boca en boca
La una con voz suave
Decía que sin la muerte la vida no existiría
La otra temerosa, de esa boca amiga recelaba
De repente se hizo un silencio
Y la muerte le dijo al miedo
-Te toca mover ficha-
Amanecieron abrazadas bajo un cielo rojo
El pecho de la más joven
Escrutaba las sabias curvas de la espalda compañera
Parecían enormes fetos durmientes
En algún añejo y materno vientre
El miedo se colgó por detrás de sus ojos

viernes, 20 de junio de 2008

La ecuación maya

Qué destino nefando se esconde después de una conversación con mi compañero de trabajo D., todo un historiador que no hay mañana con el que no aprenda algo. Ayer hablábamos de la civilización maya. De su profecía del 2012 que algunos interpretan como un fin de mundo. Sé que son una realidad las catástrofes a las que estamos desembocando la raza humana, probablemente por un efecto dominó, pero todo lo añadido a ello y de mano del hombre, me parece algo sensacionalista por lo que soy totalmente escéptica en esto, de hecho desconocía lo que me decía D. de esa profecía, pero hubo una curiosidad, que también compartí con él y que es quizá algo más frívola: casualmente el otro día S. y yo descubrimos cómo multiplicaban los mayas. Si lo ejercitas de manera más o menos continuada puedes conseguir ser un especialista y quedar a tus amigos K.O ante el evento. En cuanto lo probamos y vimos que el resultado siempre era el correcto, S. y yo nos mirábamos atónitas como dos decubridoras que acaban de crear algo nuevo, algo que como véis, es algo que hacían ya hace millones de años. De hecho D. no daba crédito a mis palabras acompañadas de imágenes de líneas cruzadas mientras observaba asombrado que el resultado mío coincidía con el de su calculadora. Hicimos tres o cuatro pruebas. El resultado por supuesto siempre era el correcto. Es muy sencillo de comprender y se puede hasta entender más gráficamente por qué es una x la que marca el signo de la multiplicación. Distingue centenas, decenas y unidades cruzándolas con las demás. Es gráfica su matemática. En ella, el punto siempre es uno. Probadlo cuanto queráis, siempre sale. Probablemente este video haya dado la vuelta al mundo pero S. y yo acabamos como quien dice de decubrirlo.



He probado una y otra vez en el autobús que esto se cumple. Siempre se cumple. La parte más funesta a la que me llevó esta ecuación fue la profecía del calendario maya del que me hablaba D., que dice que en diciembre de 2012 se producirá un gran cambio de era, que algunos se empeñan en llamar un fin de mundo. Y pienso: si esta multiplicación maya se cumple ya desde hace siglos, y yo puedo comprobarlo, por qué habría de estar exenta de credibilidad esta profecía? De hecho todas estas imágenes de más abajo ya suceden hoy día. Los pesimistas hablan de un fin de mundo, los optimistas del final de una era que dará a otra donde los valores del humano se replantearán. Yo, de quedarme con algo, prefiero quedarme con esto último, con este gran cambio universal.



Con todo esto en la mente, no tardé mucho en seguir indagando en profecías, en mayas, en catástrofes humanas, hasta que desemboqué atónita en otra información que me aturdió, ya que nada sería comparable a la erupción de un súper volcán activo, como es el caso del volcán que está bajo el Parque Yellowstone, también comentado la otra mañana con D. La fuerza de la erupción en forma de caldera en Yellowstone equivaldría a 1.000 bombas de Hiroshima cada segundo, y las cenizas y el gas emanado alcanzarían la atmósfera en segundos, provocando un invierno volcánico mundial.
No son temas nada alentadores para mantener a las 7 de la mañana. Tendré que hablar seriamente con D. Le propondré posponer este tipo de conversaciones para más tarde, para mucho más tarde.

A esas horas necesito alimentarme de palabras más alentadoras.

jueves, 19 de junio de 2008

De Madrid a Buenos Aires

Estos son Y. y G. Hace tan sólo dos años llenos de días y de noches que conocemos a Y. Hace algo menos que conocemos a G. Pero esa despedida anunciada que ayer se materializaba era de alguien a quien conoces de toda la vida. Debió de ser la magia del mate. Beber de una misma bombilla une mucho. Hoy nos hemos levantado de agua. De agua con sabor a hierro. A hierro forjado. Amargas como el mate. Hoy nos hemos levantado como siempre, pero quizá con la sensación de una soledad más maciza en esta urbe. Hoy nos hemos descolgado de la cama con una especie de orfandad pero también con más brazos, con más piernas. A las 14.30 h S. venía a buscarme al trabajo, íbamos hacia casa de Y. y G. para despojarles de un último peso que querían dejar en nuestras manos, una televisión, una estantería con la que poder holgar aquellos libros nuestros que mal descansaban horizontales sobre otros verticales, y que hacían del estante una casa superpoblada, un rodillo de amasar prometido de Y. a S. un trozo de mármol donde jugar atemperando chocolate, un plato precioso de cerámica hecho por Y. con todo cariño y cuatro cosas más que llevamos a casa para volver un poco más tarde. En cuanto Y. le dio a S. el plato de cerámica, ésta se volvió a desarmar echa lágrimas Volvimos a las 17 h. Me pareció gracioso. S. y yo a punto de hacer una mudanza y a la vez llenando aún más, si cabe, nuestra pequeña casa. Después de cargar un par de coches, ambos rojos, nos encaminamos en corto viaje hasta Barajas. Unos minutos antes me dispuse a hablar con el matrimonio dueño de su casa aquí en Madrid, vecinos nuestros, para proponer que nos adoptaran en ese mes de desalojo. G. ya había hablado con ellos así que su disposición a ayudarnos en honor a esa amistad fue casi total. Sólo falta concretar fechas y cuestiones más burocráticas. Ya veis, la solución a nuestros problemas llegó del sacrificio de ver marchar a estos amigos echando la vista atrás.

El avión salía a las 22.05 pero llegamos al aeropuerto a las 17 h. Después de esperar un poco para facturar 180 kg que tuvimos que replantear pues se pasaban con creces de lo obligatorio, nos alivió desprendernos del peso. En cuanto vi las siete maletas que llevaban un pasado de cuatro años en España, y que si lo pensáis es hasta poco, pensé en la teoría del desapego del tan leído hindú Krhisnamurti, que defendía que debemos marchar por la vida sin peso, sin apego a nada. Una vez livianos paseamos por Barajas sin alejarnos demasiado y descansamos en torno a unos refrescos y rodeados de buena conversación. A las 20.30 h llegaba F. otro amigo argentino con el que hemos compartido alguna cena especial, todo un vividor que vive al día y que cualquier despedida la ve como un adiós temporal. La despedida en sí no fue tan dura como la planteábamos en nuestras cabezas. El haber convivido con ellos durante casi 5 horas en el aeropuerto amortiguó nuestra pena. Cuando nos abrazamos con eternos brazos, Y. juntó la mano de S. a la mía y dijo: Que esto no lo separe nadie.

En cuanto llegamos a casa quisimos curar el mate que Y. y G. nos regalaron. Ahora descansa esa hierba en un poco de agua tibia para curar esa mágica calabaza. Será un verano lleno de mates con olores que nos traerán de golpe un recuerdo. Unas risas. Un acento.

A estas horas aún estarán allí arriba, en un inmenso pájaro surcando otros cielos. Un pacífico que espero pacifique sus ansias. Llegarán a las 10 h aunque en Buenos Aires sean casi las 5 h de la madrugada. Se fueron de un verano que justo hoy empieza con un calor esperado y van hacia un invierno frío y húmedo de aquellas tierras. S. y yo les deseamos lo mejor que les esté esperando allí.
De camino al trabajo, el autobús pasa delante de lo que fue su casa, será inevitable echar la mirada hacia allí cuando pase. Y pensé que la vida, gracias a Dios, sigue su curso y veo las mismas caras en el autobús, sentadas siempre en los mismos asientos, como si fueran dibujos perpetuos. Esta mañana parecía que todo seguía igual pero cuando miré al cielo inundado de sol pensé en que quizá ese pájaro estaría en ese momento atravesando esa bola de fuego. Pienso también que no es conveniente escuchar a la Callas después del día de ayer.

martes, 17 de junio de 2008

La lógica de los puntos de apoyo

Esta mañana llegaba al trabajo y al bajar del autobús una mujer se abalanzaba sobre mí pero con la única dirección de un suelo húmedo de rocío. Que mis manos no hayan tenido la rapidez para amortiguar su golpe aún ahora me enfada. Me he lanzado a levantar sus añicos de esa tierra dura con esa prisa que no tuve antes pero multplicada por mil. Después de corroborar que no le faltaba ningún hueso y que no descendía líquido rojo de ningún lado de su cuerpo me he encaminado hacia el trabajo bastante aturdida.
Los minutos siguientes una sola idea rondaba mi cabeza. ¿Por qué los humanos están exentos de esa cualidad que tienen el resto de la mayoría de los animales? Me refiero a que somos los únicos o casi los únicos con el apoyo de dos patas sobre esta gravedad terráquea. El resto caminan seguros con cuatro patas equilibrando su peso. A nosotros en cambio, un leve viento nos tira al suelo. Es más, nacemos con esa predisposición, apoyamos nuestro cuerpo aún de arcilla sobre cuatro puntos de apoyo. Escondemos los genitales al mundo para no ponerlos en peligro. Y sin embargo, evolucionamos -o involucionamos- a medida que maduramos, y si lo piensan, todo para teminar en una vetusta postura que nos recuerda aquella antigua naturaleza inical.
Si una pata está en peligro, o se avalanza en el fango, aún quedarían tres para ayudarla. Si esta mujer hubiera tenido cuatro patas, probablemente no hubiera necesitado mis dos manos, que debieran haber sido patas. Pero está claro que todo existe por algo, porque si yo no hubiera tenido dos manos para auxiliarla, sino dos patas, además de no haber podido ayudarla, jamás se me hubiera pasado por la cabeza este pensamiento.
Y pienso en la lógica, que valida una proposición pero siempre de la veracidad de la conclusión a la que se llega. Es decir, que si una de las premisas es falsa, la conclusión de esa proposición válida también será falsa.
“Los mamíferos son animales de cuatro patas. Los hombres son mamíferos. Por lo tanto, los hombres son animales de cuatro patas”. Premisa válida que conduce a una conclusión falsa. Esto me lleva a pensar que todo depende de la argumentación no del contenido.
Otra consecuencia de pensar en esa comparación inicial me llevó de golpe a lo ya comentado. Por qué los humanos llevamos los genitales descubiertos -desencadentante evidentemente de ir a dos patas- a diferencia del resto de los mamíferos que los llevan resguardados, guarecidos y escondidos entre sus cuatro columnas. Qué perfección...
Me viene a la cabeza Rebelión en la Granja, donde un grupo de animales expulsan a todos los humanos y crean su propio gobierno con sus propios mandamientos, acabando por supuesto en una brutal tiranía.
El viejo cerdo Mayor, antes de morir explicó a todos los animales su visión e hizo unas modificaciones de los Siete Mandamientos:
Todo lo que camine en dos piernas es un enemigo.
Todo lo que camine sobre cuatro patas o tenga alas es amigo.
Los animales no deben usar ropa.
Ningún animal debe dormir en una cama con sábanas.
Ningún animal beberá alcohol en exceso.
Ningún animal matará a otro animal sin causa.
Todos los animales son iguales (pero algunos animales son más iguales que otros).

domingo, 15 de junio de 2008

Una tarde de sandalias

Ayer fue un día perfecto. Fue una tarde de sandalias. Una tarde sin chaquetas. En definitiva, una tarde de carne. Una tarde rodeada de personas de carne y hueso. De libros de carne y verso. S. llegó del trabajo a la una y cuarto. No tardamos en comer, tampoco tardé en instarla para que se echara un poco antes de lanzarnos a un mundo lleno de sol. A las cuatro y media salíamos en busca de ese sol que no defraudó nuestros pies desnudos en todo el día. Íbamos llenas de dirección hacia el Retiro. De nuevo la feria del libro. Lo único que diferenciaba ese día del resto era que estrenábamos sandalias, y no porque fueran nuevas sino porque fue el primer día que nos aventurábamos a llevar nuestros pies descubiertos. Nuestros pies eran los nuevos y nos llevaron con vivaces ojos a recorrer la feria de arriba abajo y de abajo arriba.

Nada más llegar ya un título sobresalía con carácter entre tantos más. Mundar. Mi adorado y ya conocido y escuchado Juan Gelman. Sin más mis manos y mis pies desnudos me llevaron a raptar a cambio de unas monedas aquel libro que parecía encerrar tanta vida y tanto mundo en ese infinito creado por Gelman. Mundar, me repetí mirando a S. y explicándola que era un neologismo creado por él y que proveía del ir y venir del Mundo. Mundar. A los pocos minutos ese libro ya venía conmigo viajando en una bolsa. Una bolsa a la que se asomaban palabras recién inventadas, infinitivos imposibles escondidos en mi bolsa, adjetivos nunca vistos, incoherentes verbos magistralmente dibujados y que debieran incluir sin más en el Diccionario de la vida, vocablos todos que en su boca parecían viables...

¿QUÉ SE SABE?
Del poema nada. Llega, tiembla
y raspa un fósforo apagado.
¿Se le ve algo? Nada. Tiende una
mano para aferrar
las olitas de tiempo que pasan
por la voz de un jilguero. ¿Qué
agarró? Nada. La
ave se fue a lo no sonado
en un cuarto que gira sin
recordación ni espérames.
Hay muchos nombres en la lluvia.
¿Qué sabe el poema? Nada.


Caminamos y nos fuimos haciendo con títulos hasta que se hicieron las siete, momento en que Juan José Millás firmaba en la caseta 209. Yo adoro a Millás, S. adora al valenciano que hay en Millás. Así que le plantamos tres libros suyos para que los rubricara. El primero, El Mundo, un regalo del hermano de S. a su padre que nos dejó para leer y que S. le devolverá con unas letras que rezaban: A E. con un abrazo de Juanjo Millás. Esto del abrazo yo lo achaqué a la camaradería de ser valencianista. Los dos restantes, No mires debajo de la cama y El desorden de tu nombre, los firmó uniendo mi nombre al de S. Lo curioso que es que en cuanto se lo dimos le dijimos: estos son para Nuria y para S. conjuntamente. Él sencillamente nos miró, nos escrutó durante un par de segundos y debió de sentir algún tipo de elctricidad. Al momento con un bolígrafo que a mí me pareció mágimente silencioso escribió la siguiente ecuación: A Nuria y a S. con mis mejores deseos de futuro. Juanjo Millás. Mis ojos siguieron la trayectoria de la tinta de su rotulador mudo y me pareció maravillosa la lentitud y el silencio con el que hacía discurrir la enorme y larga "j" de Juanjo, me quedé hipnotizada. Ni un solo ruido en ese deslizar. Ni una sola prisa. Con el tiempo justo con "j". Por supuesto, nos encantaron sus palabras, eran como una especie de profecía, sencillamente porque confiaba en nuestro futuro, lo que dio más vida aún si cabe a una historia.

El resto de la tarde, por supuesto, transcurrió entre risas en la 178, últimamente parece nuestra casa, siempre acaba una desembocando allí cuando más cansada se encuentra, como ese último baño que más disfrutas en un mar o una piscina justo antes de envolver tu cuerpo definitivamente en una gran toalla. Ese baño que suplicabas a tu madre de niña: el último baño mamá, te lo prometo, déjame darme un último baño mamá, por favor, aún hay sol y el color de la tarde es el más hermoso del día. Ese que te dejaba el mejor sabor de boca. El que más disfrutabas y más recordarías. Quizá para distenderse entre risas con amigos importantes, para equilibrar la tarde gracias a un Mono Lolo que tomaba vida de la mano de María Espejo -magnífica ilustradora que da vida a las letras de Gracia Iglesias -autora y amiga que inunda de color al mundo- convirtiéndose en una religión nueva para todo niño que allí se acercara.

Ya marchábamos cuando aparecieron G. madre e I. recién conocida pero ya querida antiguamente. Por supuesto pospusimos la marcha porque he descubierto que a mí me encanta estar con G. madre y descubrí maravillada, que no sorprendida, que también con I. que nos mostró orgullosa a sus princesas C. y A. Y lo hago público para que sepa el mundo el rastro que deja en mí y en S. el olor de esta raza de dos generaciones. El olfato se afina y te guía inconsciente hacia aquellas personas a las que quieres acercarte, atrayéndolas en un destino que te es sencillamente favorable como un viento a favor. Me pregunto si las ramas de mis arterias y las de S. se aferran como una hiedra a los miembros de esta nueva casta dependiente de un solo apellido ante la orfandad inminente de nuestros queridos amigos Y. y su marido G. o realmente hay magia en esta sangre. Quizá la pócima se componga de ambos ingredientes (qué por cierto tiene un alto porcentaje de letras iniciales que se le van sumando...)
En fin, que como colofón a un día espléndido que calentó nuestras almas, a las nueve y aún sin pasar por casa, cenábamos con Y. y G. Hablamos de nuestra infancia, de nuestras travesuras de niños, de amores adolescentes, de amores maduros, de trabajo, de la vida, de viajes, de cuándo iremos a Argentina. Nunca hablamos de cuándo volverían a España. Les enseñamos nuestras reliquias echas libros. Le mostramos las rúbricas de Millás, nuestras sandalias… Éramos felices aunque los cuatro teníamos en la mirada un pena extraña que nos recordaba lo que se avecinaba.
Y lo que prometía ser un día perfecto, finalmente lo fue, por el sol, por nuestras nuevas sandalias que no hicieron herida, por la compañía constante, por la carne de aquellas personas queridas con las que tropezamos, por S., porque entró de golpe el verano aunque aún no sé si definitivamente, por las bolsas cargadas de libros y firmas que a veces asomaban para no olvidarlos... por los libros de poesía de Gelman, los narrativos de Millás y los mundos infantiles de Iglesias y Espejo. Hoy miro al cielo y todo parece volver a la última normalidad donde la lluvia se empeña en amenazar nuestros pies desnudos.

*madre mía, no quiero obligar a nadie a terminar de leer todo esto, es inmensamente largo. Leed la dosis que aguantéis.

sábado, 14 de junio de 2008

La coraza

Ahora que esta larga semana ha llegado a su fin, ahora que un sol radiante nos vigila desde allá arriba, sólo ahora que esa lluvia es pasado, me atrevo a hablar de ella, a encararla pero desde ese pasado que no volverá. Antes lo hubiera temido por si ella, caprichosa, volviera a sorprenderme de nuevo. Esta ha sido una semana rara, rara como este tiempo ajeno a junio, donde ya el sol debiera de haber aparecido calentando nuestros cuerpos, como nos calentará estos días. La noticia de una desaparición un martes raro. La noticia de otra la mañana siguiente pero acontecida también aquella tarde roja de martes, y miles y miles más que no conocemos. La emoción de S. un miércoles ante la partida de Y. su compañera de trabajo y amiga de golpe nuestra... Su ausencia un jueves noche para hacer esto que aquí digo, despedirla. La noticia de el movimiento de nuestros cuerpos y nuestras pertenencias ante una inminente obra en casa, donde aún nada toma forma, y algo más que seguro me dejo en este tintero, convirtieron a la semana en algo extraño que hizo me detuviera en el camino. Aquella tarde de miércoles S. llegó a casa echa lágrimas. Y cuando S. llantea, yo llanteo asaltada por su pandemia. En cuanto cerró la puerta tras de sí y con el único cuadro de mi imagen de frente, y el resto del mundo tras esa puerta, se quedó quieta con los brazos caídos, bajó también los párpados y se lanzó a mis brazos, materializándose todo este lenguaje corporal en un manojo de lágrimas y nervios. Hace meses que conocemos la noticia de un viaje sin retorno de su compañera y amiga de trabajo, marchan a su tierra, la extensísima Argentina, junto a su marido G. ¿Cómo volveremos a encontrarla en un país tan inmenso? Era ya un hecho su marcha, pero el tiempo que lo acerca todo, acercó demasiado esta marcha. En Madrid eran y añun son amigos, de esos que no ves mucho pero sabes que, sencillamente siempre están, qué sarcasmo pensaréis, dos argentinos en el grande Madrid. Es cierto que en este tiempo se han ido sumando a la escuadra de nuestra mente rostros nuevos, amigos intensos de corazón que queremos rellenen esos huecos. Me pregunto si la vida te da en la justa medida en la que te quita. Quiero decir, que si esos amigos que considero ya del alma tan recientes aparecieron como un preámbulo a la marcha de aquellos más antiguos, para no dejarnos desamparadas en esta tierra que aún tan húmeda está en este mes. En fin, que el miércoles fue el último día de Y. en el trabajo, y en la despedida´-aún la veremos hoy incluso más días antes de partir- las emociones se antepusieron a la coraza que todos queremos llevar dentro para que no hiera el resto. S. lleva siempre bien colocada esta coraza pero ese día sencillamente se le cayó al suelo. Por otro lado, es maravilloso dejar que vean tus ojos humedecidos ante la caída de esa máscara de hierro. La convierten a una en un ser eminentemente de carne.
Hoy pasaremos un día de sol en el Retiro. Tengo ganas de ir al Retiro con S. Tengo ganas de tumbarme al sol y de tomar mate -si se tercia- junto a nuestros queridos Y. y G.

Este poema de Benedetti puede que no venga al caso, aunque en cierto sentido creo que si. Para la coraza de S.

Corazón coraza

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

jueves, 12 de junio de 2008

La excusa de Lauren Mendinueta

Ayer, dos horas después de que una enorme tormenta ahuyentara a los gatos que se acercan al jardín para entablar diálogos con P., y de calmar unas inesperadas pero emotivas lágrimas de S., salimos de viaje. Nos alejamos tan sólo unos cuantos kilómetros por esta urbe mojada y cuya humedad trepaba por nuestros tobillos, aún guarecidos por el frío. Estuvimos en una lectura en Los Diablos Azules, magnífico rincón en la calle Apodaca, que tantos recuerdos me trae ya por el bar que se sitúa enfrente, El Bandido doblemente armado. Ya sabéis que no soy mucho de ir a estos encuentros aunque siempre que me acerco acabo por reinventarme a mí misma y negando lo que siempre he defendido, el silencio. Así que son estas veces las que le digo a S. que tire de mí, que me obligue a acompañarla. Que se invente una inexcusable razón por la que ella sí quiere ir y sólo así me arrastre. Sin excusa para mí. Sin derecho a réplica. Por supuesto, nada decepciona de estos eventos.

Pero esta vez la excusa fue la poeta colombiana Lauren Mendinueta. Estuvimos y disfrutamos de una lectura de su último libro, La vocación suspendida. A ella la conocí gracias a estos mundos virtuales que no ponen límites kilométricos. Tengo en la mano y ya en la memoria esta regalada Vocación suspendida y me gustó tanto que a veces tengo que retomarlo a pesar de haberlo ya devorado. En definitiva, una reunión de amigos recién conocidos en torno a una redonda mesa de tertulia, donde se colaron nombres como Darío Jaramillo, que curiosamente presentaba otro acto en el Bandido, Antonio Sarabia o Jose Manuel Fajardo, estos últimos en la misma mesa, y que junto a José Ovejero presentan mañana su libro Primeras noticias de Noela Duarte. Fue una tarde deliciosamente entrañable.

Quiero mencionar algunos poemas que leyó Lauren ayer, muchos preferidos míos. Pertenecen a este libro, cuyo título te invita a seguir y a seguir.

ASÍ PASAN LOS AÑOS

Pasan los años,
y aunque la vida me acusa de inmovilidad,
también yo he viajado.
Como una partícula de polvo
he revoloteado por la casa y me he prendido a los libros.
Como un insecto he reposado a la orilla de las acequias,
o simplemente he sido una mujer que de tarde en tarde
ha mirado hacia el mar
buscando barcos olvidados por la neblina
y que vuelven a la memoria,
sin esperanza distinta de la muerte.

IGNORADA POR MÍ

La Muerte me despoja del cuero.
En vida, L y su cuerpo son sinónimos;
en muerte, una cosa soy yo y otra mi cuerpo.
Dirán: "Ése es el cuerpo de L",
como si el cuero, que una vez fui yo misma,
y no algo que me representaba o me pertenecía,
de repente careciera de importancia.
Cuando esto ocurra, ¿que podré ofrecer?
la memoria de mi propia care y con ella
la evocación de un alma arrastrádose a la nada.

POÉTICA

Que mis poemas sean ligeros
como hojas vivas
que dibujan formas tenues
sobre muros deslucidos,
es un deseo estúpido,
así lo siento.
Espero más bien,
que sean tan sólidos
como el puente de mis pies
en los sombríos caminos de la tierra




*Hablando de excusas, no quiero que suene a esto pero lamenté muchísimo no haberme podido acercar a una cita inexcusable y prometida. Óscar Aguado firmaba su libro en Amargord el sábado pasado. Mi querido Óscar, tuve que salir de viaje y aún no me he disculpado.

miércoles, 11 de junio de 2008

When I am laid in Earth

¿Y qué ocurre con los muertos?
Yacen sin zapatos en sus barcas de piedra
Son más parecidos a la tierra
De lo que se pareciera el mar si se detuviera
Rehúsan ser bendecidos
Garganta, ojo y nudillo

Anne Sexton

When I am laid in Earth de la ópera Dido y Aeneas, y compuesta Henry Purcell es una historia basada en la Eneida de Virgilio. Uno de los fragmentos más hermosos es El lamento de Dido (Thy hand, Belinda) cuya profundidad estremece el ánimo. Es un aria para soprano, un aria de escalofriante sufrimiento, pero a la vez desbordada con la delicadeza del vidrio a punto de resquebrajarse, como Dido en ese instante que se lamenta...
Soprano: Jessy Norman, la insuperable e inigualable. Maravillosa.
Me quedo en ella.



Thy hand, Belinda, darkness shades me.
On thy bosom let me rest.
More I would, but death invades me.
Death is now a welcome guest.

When I am laid in earth, may my wrongs create
No trouble in thy breast.
Remember me, but ah! forget my fate.

Tu mano, Belinda
Me devuelven las sombras
Déjame descansar en tu pecho
Mas no lo quisiera
Pero me invade la Muerte
Cuando yazca en tierra
que mis errores no causen
Inquietud en tu pecho
Recuérdame
Pero, ay, olvida mi destino

La muerte es la intimidad que camina hacia atrás derramando nuestras lágrimas, es apariencia, es como esos colores que centellean en nuestros ojos cuando hemos mirado mucho tiempo al sol...

Para G. y P. en este día de lluvia, con todo nuestro cariño.

martes, 10 de junio de 2008

Sandalias contra zapatos

Hoy llego a este Rascacielos sin manos, me lanzo de cabeza desde su azotea y lo hago con manos más cansadas, o más ajadas, con más años en sus palmas, con un mapa ya pisado, ya conquistado. Hoy le llego entristecida, desilusionada, gris. A pesar de la belleza que acabo de leer de mi ya querido R. condensando en cuatro frases lo importante que es el amor, defendiendo que las personas afines se conocen mucho antes de encontrarse físicamente. Mi disgusto viene de otra mano. No es un disgusto que mate o que quite un poco más de vida, es ínfimo comparado con las guerras en las que batalla el mundo. Pero es mi pequeña batalla diaria. El día de ayer en A. fue algo decepcionante. Además de tener mucha más responsabilidad, el trabajo se agolpa sobre una sola mesa, la mía, y la pila de libros impresos en papeles enormes entierra mis manos alcanzándome las orejas preguntándose si darán abasto esta campaña. Junto a ello, que es lo que me gusta hacer, en la práctica tengo que hacer mil gestiones para que al fin salga un dichoso libro, con lo tranquila que vivo yo haciendo y deshaciendo libros, con lo silenciosa que me gusta ser en el trabajo. Ahora mi corazón se llena de ruido y desilusión y no me veo por ningún lado recompensada, -y no hablo económicamente, sino personalmente-. Y que no se entienda erróneamente. Yo amo mi trabajo, y eso hoy en día es un boleto en la cartera premiado, aunque nunca se llegue a cobrar. En fin, a toda esa mañana rara de ayer le siguió su consecuente tarde. Una tarde sorprendente en la que antes de que llegara S. a las 6, mi casa se llenó de extraños porque después de casi un año es inevitable, tienen que sanear no sé qué cosas enterradas en el submundo que no vemos, un mundo oscuro lleno de tierra y agua. La casa en sí está toda nueva, 60 metros -que llaman paradojamente loft, porque no tiene muros que separen- con un moderno diseño y unas instalaciones nuevas, y ahora tienen que escarbar su suelo entarimado de arriba a abajo para sanear ese submundo que con toda certeza estará lleno de animales legendarios. Desenterrar el pasado de esta casa. Desenterrar los antepasados que nos antecedieron ¿El problema? que durante 20 días tendrán que realojarnos, madre mía, cómo suena esto, realojarnos, cuántas veces he escuchado esa palabra en el telediario y que tanto me ha asustado siempre... y luego las cosas de casa, todas mías más otras cuantas de S., pues la casa cuando la cogimos estaba completamente vacía. Odio las mudanzas, he hecho muchas en mi vida y en ellas es cierto que he adquirido una gran destreza para hacer y deshacer sobre todo cajas de libros, que son mi historia. Soy rápida en esto. Pero una mudanza, aunque sea temporal, también te obliga a seleccionar de nuevo lo útil -que no lo necesario-, de lo inútil -que a veces es justo lo necesario. Meter tu vida en una caja desencaja y no es un juego de palabras. Volver a embolsar nuestras vidas en cajas, desencaja. Precintar nuestra vida que hoy se encuentra en un punto tan tranquilo, desencaja. Es un ir y venir a no sé dónde. Y todo esto sumado a un realojo -detesto esa palabra- qué no es más que incertidumbre. ¿Será un hotel o uno de esos apartamentos sin carácter que se alquilan por días? ¿Quién realoja a nuestro P.? Y encima todo esto ajustado al paisaje que más amamos, las vacaciones, donde una sólo quiere vestirse de viaje para perder todo el montaje que arrastra de meses y meses de un trabajo que cada día es más denso. En fin, que ayer S. llegaba del trabajo con la ilusión de llevarme a la agencia de viajes a que ajustaran a nuestra cintura un viaje perfecto. Y lo que iba a ser una tarde llena de palabras como playa, sol, monumentos, románticas cenas, viajes en coche o en avión, destapados cuerpos al sol, museos desconocidos, confines y fronteras, se convirtió en una tarde llena de palabras como encofrados, muros de contención, pilastres, cimentaciones, pocería, saneamientos, muros de carga y enyesados.

Entre medias, entre esa mañana llena de horas y la tarde que se avecinaba con esas malsonantes, recibí un relato de una gran amiga que imprimí para leer de vuelta a casa en el autobús, justo antes de que aquellos extraños inundaran con sus enormes y mugrientas pisadas mi casa. Se llamaba Sandalias. Y aquellos maravillosos zapatos descapotables cubiendo tobillos puros y estilizados equilibraron y aliviaron aquellos que no tardarían en llegar como guerreros marchitados, envejecidos y rotos, tan dispuestos a batallar en nuestra tierra particular.

Siempre hay algo que me salva de la hoguera. La vida está llena de curiosidades como ésta.

*foto de internet

lunes, 9 de junio de 2008

Dos mujeres y un destino

Hay tantos caracteres en un solo vagón de metro... Los hay ruidosos, charlatanes. Los hay con un tono excesivo de voz que acaban siendo todo un reclamo en un viaje corto. Los hay descarados que disfrutan atemorizando a los más tranquilos. Los hay exhibicionistas o con una música que molesta al resto. Los hay extraños y atípicos, estos últimos abundan mucho y son posilbilidades infinitas. Los hay lectores de convicción y apasionados pero también lectores que sólo sujetan un libro en las manos que no es más que parapeto a lo que realmente hacen, vigilan. Yo soy un ser muy silencioso cuando viajo en metro. A veces me molesta mi propia música en mis oídos, las lecturas en mis manos porque descubro que disfruto más observando vidas ajenas. Y pienso que podría tirarme horas y horas observando a la gente. Sí, soy toda una vougeur. Soy silenciosa aún cuando voy acompañada de S. ambas nos ensimismamos en la misma historia. Ayer volvía sola a casa y en el vagón en que me encontraba mis ojos se detuvieron, como siempre, en la vida del que se sienta enfrente. Era una chica joven. No era especialmente hermosa, ni mucho menos, pero me pareció especial. Su rostro desmaquillado dejaba entrever sus treinta y muchos años. Escuchaba a una anciana con la que iba, que dí debió de ser hermosa en su madurez, aunque no tardé en descubrir que eran desconocidas fuera de ese vagón. Y mantengo que no se conocían por el lenguaje corporal de la más joven. La anciana le contaba no sé qué cosas mientras ella, que la miraba con toda la ternura que una desconocida mira a una anciana afable, no dejaba de asentir con la cabeza. Me pareció curioso que respondiera con un gesto esperado a la conversación de la anciana. Quiero decir que si la mujer le hablaba de algo divertido, la más joven sonreía tiernamente, pero si le relataba alguna historia más grotesca, ella respondía llevándose la mano a la boca como espeluznada ante una noticia desagradable.
En cierta ocasión, la anciana calló y su mirada se ensimismó en un punto fijo. La joven, ante tal silencio se limitó a girar la cabeza y observar a aquella mujer sentada a su derecha, con una mezcla de extrañeza y de ternura. Como imaginando la vida que pudo llevar aquella inesperada acompañante. Me pareció especial aquella mirada. Yo por mi parte, tampoco podía dejar de mirar a aquella anciana, me recordaba tanto a mi abuela... Toda mujer mayor con flores blancas plantadas en su cabeza y un gesto afable me recuerda a ella y podría hasta llorar de emoción. Pero tampoco dejé en ese corto viaje de observar a la más joven. Se atusaba el pelo tímidamente, con la inseguridad en el gesto ante alguien que no conoce del todo.
Llegaba mi parada, Alonso Martínez, y un cruce de sentimientos contradictorios sitió mi mente. Por un lado no me hubiera bajado nunca para conocer el final de aquel encuentro pero por otro mi prisa por llegar a casa y besar a S. me izaba los pies hacia la puerta.
Mi mirada seguía el curso de aquella historia mientras mis pies se dirigían tercos a la puerta. Mi sopresa llegó cuando la más joven se levantó y la anciana le dijo: Vaya viaje que te he dado, eh? con todas estas historias... La respuesta de la joven, ya levantada y casi junto a mí, confirmó mi teoría de que efectivamente no se conocían. Dijo: Ha sido usted muy amable y ha conseguido que el viaje fuera más ameno. Se despidieron con una mirada no sé si nostálgica, pero con la triste convicción de que jamás, jamás volverían a encontrarse en ningún vagón de metro. Yo caminada justo detrás de aquella mujer y pensaba si en ese momento ella estaría recordando ese encuentro, si pasaría por su cabeza lo que pasaba por la mía, esa tristeza de saber que con toda seguridad jamás se volverían a encontrar. La incertidumbre. La historia terminó cuando los pasos de la muchacha se torcieron a la derecha y los míos a la izquierda. Y como un boomerang, pensé que yo tampoco volvería a cruzarme con ninguno de estos dos rostros.
El metro por todo esto, me parece un lugar de encuentros sorprendentes. Un encuentro con fecha de caducidad pero no por ello menos intenso. Una podría mantener conversaciones o miradas intensas con perfectos desconocidos y con toda la consciencia de que una vez llegado su destino sus pasos se dividirán y no volverán a confluir jamás. Con la convicción de que nunca volverá a ver aquel rostro. Y no entristecenos por ello. Me parece tan mágico.

sábado, 7 de junio de 2008

De dónde viene el amor

Soy hija de padres separados. Voy a cumplir 39 años y me considero una mujer completa, con todo lo que conforma esa palabra. Amo y me siento amada, no sólo personalmente sino humanamente. Y a pesar de que no existe algo tan duro y triste para unos niños ni por supuesto para los protagonistas de esa historia que una separación, jamás me ha faltado cariño ni amor, ni tampoco me han faltado castigos o regañinas, eso sí, todo esto que digo ha confluido en un solo ser, una madre que hizo las veces de guardián, de madre, de amiga, de hermana, de padre, de policía, de pilar, de tronco, de cuidadora, de loba que defiende a sus cachorros, de educadora, de instruidora, de lectora, de confesora, de enfermera, de consejera... Y lo mismo con mis dos hermanas restantes, a las que adoro con toda la fuerza de la que soy capaz. Somos un solo pino de piña perfecta de cuatro piñones leñosos, claro que a veces se desgrana, pero no tarda en fundirse una y otra vez. Ella ha hecho lo mejor de nosotras mismas, ha conseguido sacar lo mejor de nosotras mismas y hacer de ello nuestro modo de vida. Nos ha moldeado sin ella darse cuenta, hasta estar ahora en este punto. Tampoco añoré nunca en mi infancia el amor de un padre, porque lo tenía en una madre, un niño no sabe de dónde viene el amor, si viene de un hombre al que le llaman padre o de una mujer a la que llaman madre. A un niño sin más, le viene el amor. Claro que hoy en día hay comunicación con mi padre, pero mera comunicación que no transciende. El roce hace el cariño, eso es un hecho. Y si no te rozas, el cariño se ausenta. Y vengo a decir todo esto porque a pesar de reconocer y ser consciente de no haber sentido jamás ninguna falta en mi corazón, sí es cierto que me emociona profunda, muy profundamente ver unos padres, en toda su completitud amando a unas hijas o sencillamente amándose a ellos mismos. Ayer conocí este conjunto matemático del que hablo. Una especie de escalofrío dulce, muy dulce, me recorría las venas, y después de comentarlo con S. puede que me quedara con la desconfianza de si realmente necesité antaño tener esa imagen en mi cabeza. En fin, hoy por hoy estoy muy orgullosa de mí misma, de cómo soy, de cómo siento, de mi manera de ver las cosas, con unos ojos que incluso cerrados pueden intuir dónde están los buenos sentimientos y la belleza. Todo en sí es hermoso, sólo hay que encontrarlo. A veces está un poco más escondido de la superficie pero si escarbas lo encuentras. Todo es completo. A veces me pregunto si mi vida hubiera sido otra, si no hubiera sufrido aquella experiencia quizá yo también habría sido otra y en fin, a pesar del sacrificio, siempre necesario, yo me encuentro feliz de conocerme y de quererme.

Vaya, que yo quería hablar del viaje de ayer. Y cómo no sé de qué manera enlazar las primeras frases con estas restantes, aunque prometo que tienen muchísima relación, sin más contaré que ayer, de nuevo S. y yo volvimos a viajar. Volvimos a ese país de libros en aquella raya del horizonte de un retiro cuyo nombre invita a eso y no a otra cosa, a retirarse. No hay año que no me acerque a ese retiro a bucearme entre olas y olas de páginas, pero este año lo estoy viviendo de manera más intensa. Rostros y nombres nuevos que nos llegan al corazón exaltante, nuevos títulos, más pliegues en mi cara pero que no son más que testigos fieles de lo vivido, unas manos más maduras que buscan ahora la síntesis, a pesar de estas parrafadas o garabateos de cháchara, en definitiva, la vida que marcha... En fin, que llegamos pronto, así que nos tumbamos con el corazón mirando a un sol inmenso que cortaba nuestras miradas en los árboles, más arriba. La recorrimos de arriba a abajo. Por supuesto nuestros pasos volvieron a dirigirnos hacia la caseta 178. De nuevo la noticia. Un nombre importante. Un nuevo libro esta vez infantil de la cuentista Gracia Iglesias, con ilustraciones de María Espejo, reposaba a modo de siesta sobre el stand de Amargord. Hoy salgo de viaje y lo llevaré en mi bolso, no querría leerlo nunca para no terminarlo nunca y alejarlo de las leyes físicas aquellas que dicen que todo lo que empieza se acaba, así que puede que de momento sólo me acompañe en un fugaz viaje.

miércoles, 4 de junio de 2008

Una cascada de muerte

Ayer S. llegó del trabajo y después de besarme se fue directa al ordenador a constatar alguna información que habrían batallado esa misma mañana en el trabajo. Tiene mucha constumbre de hacer esto. Si en el trabajo sale un tema particular y ella, segura del mismo asevera algo pero algún compañero la porfía, ella defiende a muerte su criterio -que suele acertar siempre-, pero no es hasta la mañana siguiente cuando lo aclaran en el trabajo. Así que, son muchas las veces que en cuanto llega deltrabajo me dispara alguna pregunta para mí aparentemente ilógica, no venida a cuento, dada esa hora de las 6 de la tarde, pero sumamente importante a sus ojos, por lo que no tardamos en encontrar lo que buscamos. En fin, como venía diciendo, ayer el tema en su trabajo fue por qué Enola Gay se llamaba así. De dónde provenía ese nombre. Por supuesto la teoría de S. era la acertada. Pocas veces se equivoca, aunque en el trabajo algún que otro pequeño energúmeno le contraríe. Eso sí, la mañana siguiente S. llega triunfante -si se puede llamar triunfante a esa verdad que ocurrió hace más de 50 años- y encara al personaje dándole la buena nueva, que ni es buena ni es nueva. Bueno, después de investigar en una y otra página y finalmente comprobar que su teoría defendida ante el compañero era la correcta, ya nos habían secuestrado aquellas imágenes que espeluznaban. Nos ensimismamos, mejor dicho, nos horrorizamos al descubrir esas ciudades desoladas que son un recuerdo para el mundo y una realidad presente para los que vivieron su historia. Lo uno nos llevó a lo otro, una página abría posibilidades horripilantes en otra, toda una cascada de muerte... Dos palabras, tan sólo dos palabras pero tan llenas de horror y muerte: Hiroshima y Nagasaki. Y lo que comenzó como un juego para descubrir quién de todos tenía razón acabó electrizando nuestra piel dejándonos sencillamente sin palabras.
El video asusta. Te muerde. Te encoge el aliento. A medida que se van haciendo los preparativos, a medida que va cayendo Little Boy descolgándose como un pájaro muerto en el aire, las gentes de más abajo, del mundo, siguen con sus aparentemente sencillas vidas sin ser conscientes de ese pájaro de fuego que se les avecina. Luz cegadora que mata. La velocidad de la muerte asolándolo todo, sin posibilidad de marcha atrás. Un entierro veloz de aquel rincón del mundo. Es una simulación con alguna que otra imagen real, supongo, no sé, eso supongo que es lo de menos, lo de más es el final. Que algo así haya ocurrido hace tan sólo 50 años, me convierte en una verdadera atea del ser humano.



A las 8.15, el bombardero Enola Gay, lanzó sobre Hiroshima a Little Boy, nombre en clave de la bomba de uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un resplandor que iluminó el cielo. En minutos, una columna de humo color gris-morado con un corazón de fuego (a una temperatura de 4000 grados) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de lo describió así: “parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.

El 9 de agosto, a las 11.02 de la mañana, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki. El bombardero lanzó sobre esa ciudad a Fat Boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de uranio.

La catástrofe fue absoluta: el fuego y el calor mataron instantáneamente a todos los seres humanos, plantas y animales. En esta zona no permaneció en pie ni una sola edificación y se quemaron además las estructuras de acero de los edificios de concreto. Los árboles fueron arrancados desde la raíz y quemados por el calor. En algunas superficies, como los muros de algunos edificios, quedaron plasmadas las “sombras” de carbón de las personas que fueron desintegradas repentinamente por la explosión.
El efecto psicológico inmediato a la destrucción fue la parálisis. La población entró en una especie de inacción. El terror constante fue el vecino perpetuo de estas gentes. La incursión de un sólo avión en el cielo provocaba el pánico que inmovilizaba. Una cicatriz imborrable.
(http://sepiensa.org.mx/contenidos/historia_mundo/siglo_xx/guerra_mundial2/bombatomica/hiroynaga.htm)

Hiroshima antes y después



Enola Gay, tendrías que haberte quedado ayer en casa... (OMD)

Por todo esto tenemos el deber de seguir escribiendo. Escribir lo que sea, pero seguir escribiendo para ser cronistas de esta historia. Para olvidar en ese intento.

martes, 3 de junio de 2008

Cuando apriete la sed

El domingo S. y yo estuvimos en la Feria del Libro, bueno más que en la Feria estuvimos exclusivamente en un rectángulo de desierto de animales exóticos. Deambulamos por la sabana de la charca 178 de la Editorial Amargord. La mujer-elefante y amiga Gracia Iglesias firmaba ejemplares en el oasis de sus “Distintos métodos para hacer elefantes”. Yo no me llevé ni libro ni firma, porque tengo todo eso condensado en las primeras páginas de su libro, devorado hace ya tiempo y que recomiendo sin ninguna duda. Pero eso sí, nos embriagamos bebiendo rayos de sol, vocablos y risas entre juglares recién afeitados y desplegados elefantes naranjas.

Una domadora de elefantes-palabras, una planta vivaz de largo tallo con mucha agua contenida a la que todos deberíamos recurrir para beber de sus orillas cuando la sed más apriete, que apretará en este junio donde el mundo se irá agregando.
Poseída eternamente por el elefante que todos llevamos dentro, -el lenguaje- desplegaba sus alas que eran orejas a medida que el público se acercaba a este exótico oasis. Recitaba poemas con su trompa de penacho y en su voz el peso de la sabiduría que arrastran estos seres bondadosos.

En tus manos
El don aterrador de la Belleza
Dormida
Toda la luz
Un látigo de sombra débil
Repta sobre nosotros
Parecido a una planta
Que quisiera brotar de entre la roca
Resucitada al fin
Por este aliento



En la foto con Daniela Guglielmetti y Gabriela Lovera de Sabia Vida Savia.
Probablemente a este indómito elefante se le vuelva a ver por la Feria, está a la espera de la presentación de su último trabajo, un cuento infantil ilustrado magistralmente por la mano de María Espejo y también de la mano de Amargord.

*poema de Gracia Iglesias De Distintos métodos para hacer elefantes.
*fotos de Sam