miércoles, 30 de abril de 2008

La jaula

Señor, la jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado
y mi corazón está loco porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento a mis delirios
¡Qué hacer con el miedo!
Alejandra Pizarnik


EN el campo de mis sueños rojos
Fantasmas azules han invadido mi cuerpo
Y su aliento azul me roba las venas
Que ayer a la tierra me ataban
En un muro blanco como sepultura
Nos tumbamos para contemplar estrellas
Sus manos pisaron mis manos
Sus ojos mi cuerpo lamieron
En el campo de los sueños rojos
Llovieron plumas
Como un manto me cubrieron
En la sepultura de barro
Sus cóncavos picos se volvieron nobles
Fantasmas azules con formas de pájaro
Liberados de la jaula del cielo
Sin alas
Visitaron ayer mi azul mente
Hasta que mi sombra
Quedó derramada por el suelo

© Nuria Ruiz de Viñaspre

Deshaciendo el ovillo del deseo

Llegó su voz que fue voz de tierra, pecado mortal que abrió de par en par mi tráquea. La tráquea, aquel olvidado ángulo oscuro, allí, entre huesos, sitiado por una antigua tristeza gris. Pero logró envolver mi pena y con sus palabras azuladas la calma sitió mis venas. Llegó su frente, aquella planicie donde serpenteaban sus ideas y vi claramente en cada línea un pensamiento estable en el que sembrar nuevos besos desde lo más alto de mi desmemoriada boca. Llegó su piel pendiente siempre de su rama y entonces trepé por ella sin inmadureces. Allí cogió mi dolor en silencio con la piel del miedo resbalando por aquella frente como quien arranca una marchita manzana de su árbol y la coloca con cuidado en su tierra, en su voz. Llegaron también sus huesos para rozar mis huesos y aliviarles de aquel dolor antiguo, y en aquellos primeros días lo hicieron sin necesidad de acoplar su pelvis a la mía… me pareció tan mágico. Y con ello llegó su boca y devoró mis horas más tristes, boca que vino también decidida a tragar mis miedos, y de nuevo sin necesidad de devorar en ella el oasis de mi boca… fue tan mágico. Entonces llegaron sus manos, revoloteando como mariposas por encima de mi cabeza y acariciando mis ideas tristes, y al principio jamás esas queridas recortadas tocaron mi alargado cuerpo, realmente si lo pienso sí que hay algo de magia en todo esto. Y entre medias, la risa, siempre la risa, llegando tan puntual a la hora. Y yo por aquel entonces, preguntándome si acaso no volviera a ver su apariencia condensada en el diámetro de mis ojos, si acaso no volviera a fijar mi vista en su solidez... Aún hoy me gusta ir deshaciendo el ovillo oscuro de aquel deseo para volverlo a envolver y así una y otra vez. Ay, qué cosa absurda los pensamientos y los sentimientos que éstos generan, qué batalla de contradicciones hasta llegar a lo que uno cree que busca, qué círculos de entendimientos. Fijaos, ya Orestes amaba a Hermione que amaba a Pirro que amaba a Andrómaca que amaba a Héctor que estaba muerto, qué círculo raro… Y así vamos encontrando lo perdido quebrando la voz del sueño… Ya sé que en la punta del pie está el salto, pero a veces quisiera saltar fuera de mi piel para volverme hacia la especie humana, a lo más universal… pero entonces pienso en cómo conviven en mí sus huesos, la voz de su boca, su boca y sus manos y soy tan infiel a ese pensamiento que lo único que me parece más universal es volverme hacia todo eso y deshacer una y otra vez ese ovillo que me lleva directamente a su piel antigua. Ahora me doy largos paseos en su tierra, como gaviota lenta en cielos nuevos, sin nubes ni venenos, con vientos redondos rompiendo las cadenas del silencio. Con el deseo en cruz. La sangre alta.


*a Sam

martes, 29 de abril de 2008

¿Para qué la acción?

Simone de Beauvoir contaba que un día Plutarco contaba que un día Pirro hacía proyectos de conquista: "Primero vamos a someter a Grecia", decía. "¿Y después?", le pregunta Cineas "Ganaremos África". "¿Y después de África?" "Pasaremos al Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia". "¿Y después?" "Iremos hasta las Indias". "¿Y después de las Indias". "¡Ah!", dice Pirro, "descansaré". "¿Por qué no descansar entonces, inmediatamente?", le dice Cineas.
Cineas parece sabio. ¿Para qué partir si es para regresar? ¿A qué comenzar si hay que detenerse? Y sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir. "No diré A", dice el escolar con empecinamiento. "¿Pero por qué?" "Porque después de eso, habrá que decir B". Sabe que si comienza, no terminará jamás: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto una nueva tarea que lo arrojará hacia una tarea nueva, sin descanso. ¿Si no se termina nunca, para qué comenzar? Aun el arquitecto de la Torre de Babel pensaba que el cielo era un techo y que lo tocaría algún día. Si Pirro pudiera extender los límites de sus conquistas más allá de la tierra, más allá de las estrellas y de las más lejanas nebulosas, hasta un infinito que sin cesar huyera ante sí, su empresa sería insensata, su esfuerzo se dispersaría sin jamás recogerse en ningún fin. A la luz de la reflexión, todo proyecto humano parece, por lo tanto, absurdo, pues no existe sino asignándose límites, y esos límites, se los puede siempre franquear preguntándose con desdén: "¿Por qué precisamente aquí? ¿Por qué no más allá? ¿Por qué razón?"
En vano Cineas nos hostiga diciendo: "Y después? ¿Para qué? "A pesar de todo, el corazón late, la mano se tiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan adelante".
Pero la reflexión es espontánea. El hombre planta, lucha, conquista, desea, ama, pero siempre hay un "¿y después?". Puede que, de instante en instante, se arroje con ardor siempre renovado a nuevas empresas: así Don Juan no deja a una mujer sino para seducir a otra; pero aun Don Juan se fatiga un buen día.
No obstante, es preciso que Pirro se decida. ¿Se queda o parte? Si se queda, ¿qué hará? Si parte, ¿hasta dónde irá? "Hay que cultivar nuestro jardín", dice Cándido. Ese consejo no nos será de gran ayuda. Pues, ¿cuál es nuestro jardín? Hay hombres que pretenden trabajar toda la tierra, y otros encontrarán una maceta demasiado vasta. Algunos dicen con indiferencia: "Después de mí, el diluvio", en tanto que Carlomagno, agonizante, llora al ver los barcos de los normandos. Esa joven llora porque tiene los zapatos agujereados y le entra el agua. Si le digo: "¿qué importa? piense en esos millones de hombres que mueren de hambre en los confines de China", ella me responderá con cólera: "Están en China. Y es mi zapato el que está agujereado". Sin embargo, he aquí a otra mujer que llora por el horror del hambre china. Si le digo: "¿qué le importa?, usted no tiene hambre", ella me mirará con desprecio "¿qué importa mi propia comodidad?" ¿cómo puede usted saber lo que es mío?

domingo, 27 de abril de 2008

De cómo un gato acepta a una silla como amiga

Ella era huérfana. Descansaba con toda la desnudez de la que es capaz la madrugada sobre un contenedor en frente de casa. S. acababa de salir para ir a trabajar, eran horas tan tempranas que aún las esquinas de las casas permanecían y el resto del mundo parecía contener la respiración. A los diez segundos entró sin aviso diciendo: -Me he dejado el móvil, pero mira lo que traigo. Con ojos aún dormidos vi que traía entre manos a una futura recién adoptada. En cuanto la vi, me pareció preciosa y al momento supe que nos la quedaríamos. Ella llegaba sucia, sí, blanca como la nieve pero sucia y llena de otra arena, de otra tierra. Probablemente la abandonaron sus antiguos dueños porque no ya no servía para lo que fue creada, esto es, soportar la parte más ingrata del humano, su peso infame, su trasero, y si acaso, servir en alguna ocasión de objeto arrojadizo, ya que tiene alguna que otra herida abierta entre sus patas, y su sangre aún olía a madera recién partida. Todo esto le acortaba vida, sin duda. Así que en en cuanto la vimos, descubrimos en ella posibilidades resplandecientes. Una nueva vida. Se ha pasado toda la mañana mirando el pequeño jardín al que se asoma la casa, sujetando dos pequeños esquejes de poto que andan por algún rincón y conociendo de soslayo la mirada inquisitiva del gato P. Después de comer, S. se dispuso a lavarle la cara. Bueno, la lavé yo. Luego S. la pintaría con sus mejores ideas, que serán más adelante sus mejores galas. Y con todo ello, a adoptarla en esos gestos. Así que eso hizo. Se colocó una camiseta de tirantes y un pantalón que pudiera permitir ensuciarse y mientras yo leía al sol ensuciada también en un vaquero, ideaba nuevos mundos que plasmar en ese cuerpo aún tan blanco. De momento la bañó en leche, como Cleopatra bañaba su cuerpo, en leche de burra. Para conseguir el mismo fin que ésta, suavizar su piel, humectarla y alimentarla. Su blancura quema ahora cualquier retina y es tan regia como aquella antigua reina del Nilo. Esperaremos a que se seque al sol. Hay veces que S. despilfarra unos minutos mirándola como ideando qué revestimiento tendrá en sus manos. La quiere dibujar entera. Llenarla de mundos imaginarios, enredaderas que trepen por sus patas, animalillos como mariquitas trepándola de nuevo, y flores, muchas flores, y así porder darle otro sentido a su vida, otra finalidad donde si acaso no tenga que soportar tanto peso de alguien y pueda respirar mejor. Si acaso unas recién inauguradas plantas, sólo eso. Ya ha hecho amistad con el gato, parece que se aceptan. Qué bien, qué día más feliz cuando adopta algo o a alguien. Se nos pasó por la mente bautizarla, llamarla Calcetines, tiene sus cuatro patas manchadas de negro, como si en el viaje-peregrinaje hasta casa hubiera hundido sus patas en el fango para atravesar el río que nos la trajo. Otro compañero más para convivir en unos cuantos metros donde hay tanta vida... En la foto aún está sin pintar y ya parece que tiene autonomía propia. No me explico cómo se deshicieron de algo así. En fin, ahora está tranquila, sintiendo en sus cuatro tobillos los roces de un gato que la acepta sin rechistar.

Mi paraíso incierto

Me encantan los parques. Son nuestros pulmones con alas. Ese trozo de cielo que salva, un cielo que es blasfemia mirarlo pero salva. Son nuestros árboles en la raya del horizonte, nuestro cerebro que gesticula ideas. Son nuestros jardines dormidos, nuestros muros sin límites, libres y alados pensamientos, y a los que en época de verano le sudan las paredes. Parques infinitos llenos de tierra en el que una se puede imaginar un camino aun cuando no existe. Son el confesionario sin muros donde hacernos confidencias mientras la tierra se va creando bajo nuestra andadura y donde las flores se alargan en el borde del camino cuando las acariciamos a nuestro paso con palabras, a veces con timbre triste y otras al contrario... Donde una puede asomarse a la techumbre del cielo. Y si éstos tienen estanques, ellos serían nuestros jardines particulares de agua, aquellos que nos predisponen a que los sueños suban por nuestras piernas y la melancolía baje por nuestros brazos hasta que podamos cerrar el puño para atraparla. Bajo ese reducto de agua crecen nuestros secretos dormidos, nuestras habitaciones particulares donde las nubes que hay en nuestras cabezas se disputan las copas de los árboles que fuimos hace tiempo… donde espíritus y recuerdos habitan en los muros de éste, nuestros propio cuerpo. Son los límites glaucos de nuestra nada donde tomamos conciencia de lo pintado a nuestro alrededor. El mejor lienzo del que memorizar colores. Me encantan los parques. Tan llenos de luz, de pisadas silenciosas, de alegría, de gritos de niños, de olor a tierra, a paja. Quedarse ahí, sencillamente echada, abandonada, hasta que envejezca el sol a los ojos y la brisa, de pronto, se haga incómoda en la piel primera.
Allá donde el sonido del pájaro de la duda se esconde roto por el silencio, y donde todos los árboles se vuelven dioses, donde todo es fugaz y se disuelve, como se disuelven nuestras manos, esas lentas que tanto duelen al perder sus pétalos ahogados en el agua viva de la rutina. Allá donde no hay nunca más luz que la de nuestras venas y las raíces de nuestro color se vuelvan noches en días…
Me encantan los parques. En ellos el calor se apoya bajo nuestras encías. Se puede medir el suelo desnudo bajo tu mandíbula, jugar con las sombras en esa misma pista hasta que el sol caiga abandonado, ser vena para que antes de que todo esto ocurra, ser el color de su debilidad del día hecha circulación… En ellos no hay ni un solo árbol igual a otro. Y la lluvia, de darse, no será más que un milagro que baja por la coraza de nuestros cuerpos.
Ya sé que en ellos la fórmula mágica para profundizar en la región extraña que son nuestros sentimientos, pero alivian nuestras penas, nuestras pérdidas. Es su olor caliente, confortable, tibio, como el trozo de tierra que es bajo el sol.
Los parques recomponen el color de nuestras hojas. Son nuestro ecuador, nuestro periplo.
Me encantan los parques porque en la cintura de ese paisaje, todo, abolutamente todo es posible. Porque en ellos sólo somos eso, un cuerpo, un lugar, un espacio echado al sol.

*la foto es de internet. Retiro. Madrid

sábado, 26 de abril de 2008

Ojos negros

De nuevo Hugo me llena de mi memoria antigua. En una de sus últimas entradas despertó el recuerdo de la película Ojos negros, del ruso Nikita Mihalkov, del que he visto en festivales casi toda su filmografía y donde nada decepciona. Ojos negros, basado en un cuento de Chejov, narra la historia de un arquitecto sin fortuna que a principios del xx se casa con la hija de un banquero romano a la que no quiere. Romano se enamora de una mujer rusa a la que ama pero con la que decide no compartir su vida porque no quiere perder su estatus en la sociedad. La posterior nostalgia de esa decisión desproporcionada llenará de tristeza pero también de emoción y poesía la película. La belleza, la alegría, la vitalidad recorre cada milímetro de este paisaje aunque haya, a la vez, una tristeza fría que recorre amarga y nostálgicamente toda la película.
Fue una de las películas con la que más he llorado, pero no de tristeza sino de poesía y de emoción. Magistral. Recordar a Mastroianni en gesto repetido rebuscando en sus bolsillos, o recuperar el sonido de unas copas titileando en una bandeja sujetada por él ante los nervios de tener a su amada de frente... o este fragemento que os dejo donde el nombre de Savaska toma plena personalidad poética, o los movimientos en cámara lenta de aquella mujer de ojos negros con aquella pamela al viento dándose la vuelta para mirar a la cámara... o aquellos paisajes inundados todos de un blanco perfecto, o ver a Romano de nuevo deambular por toda Rusia, viajándola, donde conoce a rocambolescos personajes, zíngaros rusos siempre con una canción tradicional sonando en la parte más alta de su garganta.
Junto a Mastroianni en su papel de Romano, la actriz Elena Sofonova (Anna) recrea la pantalla de poesía y cuando desaparece parece dejarla vacía.
Aquí os dejo una de las escenas más entrañables y poéticas de cómo el cuentista de Romano utiliza mañas para conquistar a su amada Anna. Es delicioso, Savaska, en ruso significa perro. Obligado hasta el final incluso repetir.



Aquí os dejo la canción de Oci Ciorne (ojo negros), su leiv motiv. Ay maravilloso Dmitri Hvorostovsky con este "Dark Eyes" una canción tradicional rusa. Escuchadla también hasta el final.

viernes, 25 de abril de 2008

Una explosión de color

Bueno al fin, como os dije hace días quiero homenajear en primer lugar a Pipilotti Rist y a todas aquellas personas que aquel día echaron de menos una foto de cabecera que coloqué de esta videoartista, aquí os subo unas fotos maravillosas de ella sacadas de su vídeo Homo sapiens sapiens de 2005 que es magnífico también.


Esta proyección, intensamente onírico, es, como ya han dicho las críticas, una puerta al paraíso perdido: escenarios naturales, colores psicodélicos, ninfas desnudas, imágenes que se construyen y destruyen de forma caleidoscópica se desplegaban en uno de los trabajos más interesantes de la artista suiza en cuanto a experimentación espacial se refiere. Homo Sapiens sapiens 5 alas.
La música siempre aparece ocupando un lugar destacado para esta reina de las narraciones visuales. Hipnotizante producción visual.

Rist nos propone una nueva mirada de las cosas, y siempre atina al tratar al cuerpo visto desde el cuerpo de otra mujer. Este es el caso del video que os puese más abajo, donde una mujer rompe lunas de cristales armada con un ramo de tulipanes, con el consentimiento de otra mujer-policía, donde en el transfondo es mucho más que un mensaje ecologista.

jueves, 24 de abril de 2008

El inventor de palabras

Y de nuevo vuelvo a descumplir mi promesa. Mañana me extiendo sobre Pipilotti, eso sí, si hoy no ocurre nada que me arranque otras palabras. En fin, ayer así sucedió. Sucedió que S. y yo brindamos con las palabras de Juan Gelman, bebimos de su copa, bailamos con sus letras en un círculo de bellas artes, nos dejamos rozar los huesos de las caderas con sus neologismos recién inventados. Vimos moverse esas manos que tan buena conjunción de letras compone. Me emocionó especialmente eso, ver sus manos, ahí, sujetando en gesto rutinario su rostro, sus sienes, sujetando sus ideas para que no escapen, a unas filas de las mías. Y luego su voz... Este hombre, como ser humano, es un ser excepcional, y poeta, bueno poeta ha sido desde siempre. Su compostura, afable y abrazable. Me atrajo su avanzada edad, la curvatura de su espalda que empieza a tirarle al suelo lenta pero inexorablemente. Me atrajo su traje de pana de intelectual de izquierdas, el color de esa vestimenta como la tierra mojada. Me atrajo su manera de sentarse, cómodo ante una mesa llena de palabras. Me atrajo cómo cogía la mano de su mujer a la salida. Su compenetración con la palabra. Me atrajo su bigote, límite donde morirían sus lágrimas y desde donde se descuelgan como intrépidos clavadistas sus palabras recién inventadas. Los gestos de sus manos, siempre tan cerca de su cabeza, de su cerebro, sujetándolo.
En la tertulia habló de versos, de prosas póéteicas, de poesía social, de política, del exilio, de los miles de desaparecidos, de los otros tantos muertos, que coinciden en número con aquellos desaparecidos, de amigos del alma asesinadas por otras humanas manos, del amor, de la muerte, de su niñez, de su madre, de su hermano, que le leía desde pequeño versos de Puskhin, mencionó a la tan admirada por mí, Marina Tsvietáieva, a Borges, a Celan, a Vallejo. En un momento le preguntaron que si escribía siempre y él grandiosamente colocó sobre la mesa a la inspiración, aquella mujer que respondía al nombre de Musa y la definió tan bellamente que yo no dejaba de decirle a S. Recuérdame estas palabras, sé que las voy a olvidar y no quisiera. Y todo por no sacar un cuaderno y un arma para plasmarlo en el papel. En fin que en cuanto llegamos a casa S. recordaba exactamente las palabras con las que definió a aquella mujer. Fueron más o menos así: "Cuando esa señora llega, llega sucia de besos y arena. Viene de acostarse con el mundo pero cuando llega, uno la recibe con toda la felicidad de que es capaz". A mí esa definición me maravilló, sucia de besos y arena, así llega, en bruto, para luego licuarla después, para exprimirla con el fin de que rezume sólo lo imprescindible que debe haber en un verso. Fue maravilloso. Es un ser entrañablemente sencillo. Lavar la arena de su raza para que quede eso, la esencia en un verso. Llano como el horizonte. Acabó su intervención leyendo un maravilloso poema de su último libro "Mundar", título sugerente como sus manos, y que por supuesto no recuerdo, fijáos si no recordaba las palabras de la musa, como para recordar un poema grandioso en su boca. Lo dedicó a su mujer, Mara, un nombre poético, femenino de mar.
Mundar es uno de sus neologismos verbales que en esta ocasión define viajar por el mundo. Fijáos que verbo más hermosamente ajustado. Gelman hace una demostración de atrevimiento lingüístico y de manejo del lenguaje. Retuerce magistralmente la sintaxis a su antojo, verbaliza adjetivos y sustantivos, se sustantivan verbos. Es posibilidades a todas luces. Y yo pienso, si que son ilimitadas las combinaciones de palabras.

Palabras como éstas han salido en algún momento de su boca.
"A este oficio me obligan los dolores ajenos, las lágrimas, los pañuelos saludadores, las promesas en medio del otoño o del fuego, los besos del encuentro, los besos del adiós, todo me obliga a trabajar con la sangre, con las palabras"

"Empecé a escribir poemas a los nueve años. Claro que fue por una chica. Al principio le mandaba versos de un argentino del siglo XIX, Almafuerte, pero no me hizo caso. Así que decidí probar yo mismo. Tampoco me hizo caso. Ella siguió por su camino y yo me quedé con la poesía"

Gelman nació en 1930 en Buenos Aires. Su familia, judía, procedía de Ucrania, pero hablaba en ruso, la lengua que impuso el zar. Su padre había participado en la revolución fallida de 1905 y había tenido que exiliarse en 1912 en Argentina. Su madre sí vivió la revolución rusa. El padre pudo regresar en 1922, pero todos salieron hacia Buenos Aires seis años después cuando los crímenes de Stalin empezaron a ser insoportables. "Les encantaba la música y la lectura, en ese clima me formé".

Lo que pasa

Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche, en la
tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las
sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo como
un fuego, y me destruyes, me construyes, eres oscura como
la luz.

Límites

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?
Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.

La manzana

Manzana sola en la fuente,
¿qué hace sin Paraíso? Nadie ve
su cicatriz amarga.
¿Me pregunta
a dónde fue el secreto
de irse por tanta puerta
cerrada, alto el crepúsculo
firme, la cara que
sueña, sueña, sueña,
sin importar lo que perdió?
En un rincón, el viento
mueve la sombra de las hojas

miércoles, 23 de abril de 2008

Desencaja tu pluma

Incumplo mi promesa de escribir más y más sobre Pipilotti, escribir sobre sus piernas y mil imágenes más que me vienen a la mente, pero en un día como hoy prefiero homenajear a otras piernas como son los trazos de las palabras. En un día como hoy, podríamos ir buscando palabras, palabras en las que pudieran columpiarse aquellas personas a las que no puedes consolar. Podríamos construir una torre a base de palabras redondas, sin ángulos ni aristas, palabras planas que sujeten sus heridos cuerpos, que planeen. Podríamos dibujarles una ráfaga de viento que deje suspendido el maldito dolor en el espacio. En un día como hoy, podríamos construir un puente de palabras, dibujar caballos de palabras remotas e inciertas, estas letras desbocadas que crucen ese puente, porque la palabra será hoy del aire más incierto; dará tumbos, gira, indaga, nombra, engendrará una ilusión, se resolverá a ella misma… Podríamos dejar que la barriga de estas letras descansen suspendidas sobre las páginas, y así, cuando sintamos desmayarnos de tanta sed de ellas, dejar que estas figuras geométricas sujeten con aristas nuestras caderas rotas.
En un día como hoy, yo me cuelgo, me suspendo, me columpio en la barriga de estas letras, letras ascendentes a veces y otras con trazos descendentes. Y si éstas fueran atrevidas gratuitas, las apagaría sin tregua con agua para que fueran al final, rescoldos. Ya que éstas nos sirven. Si son gratuitas no nos sirven de nada porque podrían doler, confundir, envolvernos convirtiéndonos en humo. No debemos masticarlas o acabarán con las mandíbulas de todos nosotros. Pero eso sí, no dejemos que las letras nos despisten, porque si se olvidan de nosotros, seríamos tan frágiles en este horizonte…Yo, en un día como hoy me quiero convertir en letras. Letras que auguran, que fabrican confidencias. Ceremonioso estanque de letras, rincón perfecto donde se citan todas las letras. Y conservar y encerrar en ellas los mundos propios imaginarios, las civilizaciones fantásticas y personales de una, la continuidad de todo… la esperanza, lo que nos viaja dentro. Así que hoy, a través de estas palabras engordadas yo me doy largos paseos por el camino del lenguaje. Iré llena de carne, escuchando otras carnes. Las palabras siempre estarán ahí, como un holograma. En un día como hoy debemos rescatar o recuperar o retomar las palabras, ya sé que hacer algo así es como ponerse a naufragar en los cajones de una habitación. Puede ser una palabra viva, una mirada antigua, una corriente de aire en una nueva tierra, un olor supersticioso, un golpe de estado del pasado, el futuro en un vientre. A veces, el mundo se aborta y le agarran por la garganta y le hacen tragar con cuidado, pero la saliva duele, y así, cuando el mundo está triste, exhibe sus genitales apesadumbrados y se siente tan disyuntivo, pero todo es diferente, porque siempre hay vida en las palabras. Así que hoy no preguntes. Desencaja tu pluma. Mastica el humo de las palabras para darles otra vida y quema tus instintos. Báilalas, no pares de bailarlas. Desenfrénalas sin miedo. No decidas hoy precisamente tu miseria, no elijas tu desidia. Y no pienses que no sirven, quedarse quieto sin ellas es doloroso como morir lentamente. Atraviesa este puente. Muerde la cadena de letras. Grita. Aúlla las palabras. Que te aúlle hoy la punta de su pluma. Clávate en su tinta y no pares de sangrar. Abre y cierra tu boca para sentir cómo el oxígeno de tu cerebro se despedaza hecho palabras.

martes, 22 de abril de 2008

La linterna roja

ARCAICAS plantas caían desde su eje
Las miraba crecer, iluminadas
Desde el faro rojo al que desemboca
La hondonada de una lengua
Mientras, emergía solitaria y valiente
Aquella otra isla estallada
País despoblado imposible a una boca
Y no fue la tinta con sangre
Fue el beso con-verso
Quien sitió aquella otra tierra roja

domingo, 20 de abril de 2008

De cómo descubrí a Pipilotti

Hace muchos años solía ir sola al Reina Sofía. Por aquel entonces vivía casi al lado y los domingos había cogido la fea costumbre de acercarme al Reina Sofía para matar la mañana. Por aquel entonces, la única cosa era matar. En fin, que de repente me vi inmersa en un mundo diferente. Es cierto que me solía introducir en sus salas sin estar nada documentada. Quería sentirme sorprendida. A veces aquellas mañanas dominicales lo conseguían, otras salía igual que entraba, en mi mismo ánimo. Pero aquella mañana. Recuerdo perfectamente aquella mañana en aquella sala. Perfectamente cuadrada. Con sus perfectas paredes llenas de imágenes perfectas, de agua. De músicas atonales. Perfectamente repleta de estos colores, de estas imágenes. De esta música distorsionada y que no dejaría de escuchar a partir de siglos. De tanta agua. De un sólo nombre. Pipilotti Rist rezaban los carteles. Recuerdo la libertad de aquel descubrimiento, recuerdo precisamente aquel mismo momento. Y entre las paredes de aquellas salas me quedé, perpleja, introducida. Me quedé ahí, con los brazos caídos, ante aquellas cuatro paredes. Así descubrí a la artista Pipilotti Rist.
Su obsesión principal era el cuerpo humano. Su medio de expresión el vídeo, y experimentaba una y otra vez con efectos visuales. En muchas de sus obras aparece ella misma, disfrazada o desnuda. Sus trabajos son simples, divertidos y muy bonitos. Llenos de color. Sobre todo, llenos de color. http://www.pipilottirist.net/begin/open.html

Pipilotti hace una versión de la canción “Wicked Game” de Chris Isaak. La primera vez la utiliza en la videointalación “I am a victim of this song”. La segunda es en la obra “Sip my Ocean” en la que ella misma canta la canción. Es un bonito trabajo. El mismo que vi aquel día en el museo. Se proyectaba -como podéis ver más abajo- en una habitación a oscuras, recuerdo que la sala del museo estaba llena de cojines para poder sentarse todo el tiempo del mundo. En una pared se proyectaba una parte y en la de al lado el otro vídeo, así se formaba una imagen única que quedaba unida por la esquina. Utilizaba una cámara sumergible y grababa su cuerpo y el suelo de la piscina con objetos que se encontraba a su buceo. Los movimientos de cámara eran rotatorios, parecía que una estaba dentro de un caleidoscopio, al verlo proyectado en la esquina. Sus tonos azules, verdes y claros conseguían introducirte a ti también debajo del mar. Recuerdo lo mucho que me gustó, y las veces y veces que vi repetido este video, delante de mí. Pasé horas viendo este trabajo y relajándome. Toda aquella mañana. Ahora lo recupero en este universo del youtube.






Esta otra instalación -de abajo- que también recupero del pequeño dios del youtbue, se titula Ever is Over All, e invitaba una y otra vez a levantarte de aquellos cojines, a salir a la calle y golpear con toda la libertad que te daba una sonrisa abierta de par e par todas las ventanillas de los coches que te encontrabas a tu paso. De nuevo Pipilotti utilizaba dos videos en paredes continuas, uno de frente y otro a la derecha. El de la derecha simulaba nuestro propio espejo retrovisor, había imágenes muy agradables de flores rojas, planos cercanos de colores cálidos. En la pared de enfrente, se proyectaba otra escena en el que aparece Pipilotti disfrazada y con una flor gigante en la mano. Ella pasea por una calle, a la izquierda está la pared y a la derecha una fila de coches. Camina por la calle balanceando una y otra vez la flor, de repente, golpea uno de los coches con la flor y rompe la ventanilla. Sigue caminando. Sonriente. Vuelve a golpear otro coche y rompe la ventanilla. Se cruza con gente, con un polícia, se saludan, y ella, sencillamente sigue caminando y sigue golpeando.

viernes, 18 de abril de 2008

Uterosexual

Amarme cuando me quito los zapatos
significa amar mis largas piernas morenas
y mis pies; esos dos niños
a los que se deja jugar desnudos
Anne Sexton


SUS piernas rodeaban
La parte más alta de mis hombros
Paisajes perfectos
Que fotografiaba hasta el extremo
Desde el trípode de mi cuello
Mi cuello
Aquel tallo que sujetaba mis ideas
Sostenido a su vez por sus pies desnudos
Mientras, en el eje que formaban allí arriba
Y siempre a mis espaldas
El niño izquierdo
Jugueteaba con el derecho
Entonces levantó su habitado nido
Hasta mi boca
Como el pájaro de la mañana
Alza su gaznate en la guarida

Nuria Ruiz de Viñaspre

jueves, 17 de abril de 2008

Anatomía

EL corazón es, tal vez, algo sucio
Pertenece a las tablas de la anatomía
Yo, prefiero tu cuerpo
Paisaje perfecto en la bañera de tu cama
Tu cama, aquel momento líquido
Reducto de reencarnaciones antiguas
Donde sólo desde el instinto
Se puede ver el cielo
Pero el cuerpo es, tal vez, algo sucio
Pertenece a las tablas de la fisiología
Yo, prefiero tu hígado
Neurálgico órgano
Que bombea y bombea
Y es también antiguo como los griegos
Pero pertenece a las tablas del carnicero
Por todo eso me quedo en tu alma
Por ser pulso de vientos de antiguos vacíos

miércoles, 16 de abril de 2008

Ser gato

Dicen de los gatos que el acto mismo de convivir con ellos libera nuestras tensiones, absorbe nuestras enfermedades sin consecuencias para ellos. Yo lo he comprobado con el mío, cuando estoy enferma, su ronroneo constante se multiplica y su pulso entonces es el pulso del Universo. Entonces veo cómo se acerca con decisión para llevarse el dolor y las iras en un lomo canela repleto de una energía espectacular que eriza su pelaje. Cuando el peso ya es excesivo, él se aleja silencioso, como se acercó, para expulsar mis tensiones al propio aire, a un aire distinto lejos de él y de mí, luego vuelve libre, limpio, renovado, sin humo en los ojos. Es entonces cuando se deja acariciar y en mi mano, nueva, ya no hay pensamientos negativos ni dolor. Ya lo decía Borges en un poema, su lomo es tan condescenciente a las morosas caricias de nuestras manos… Ayer yo hubiera querido ser gato, ese gato que vi echado sobre la calzada, quieto, aún con alargado cuerpo y abiertos ojos y con ellos, quizá, algo más vivos, haber escurrido la certeza de aquel golpe mortal. Hubiera querido ser aquel gato, para salvarme, para liberarme de la tensión de la muerte y en mi tranquilo pulso absorber aquel maullido ya tan sin aire pero de latido reciente, frases sin aire de maullidos lúcidos y coherentes que caían desde su ya inflamado cuello… Pero antes, una contracción ligera pero rotunda atravesó un instante su frente, y por su cuerpo pasó casi imperceptible el temblor de unas ruedas. Volví en mí y mis manos volvieron al reposo. Cuando le miré, allí, echado, sin huesos, con una piel tan blanda aún, fue como si un escalofrío atravesara aquel cuerpo negro de gato muerto sobre la calzada, en esa orilla donde aparcan los coches…. hasta que la inercia me fue devolviendo al mundo, a la batalla, a la lucha. Me pregunto quién de los que le vimos se llevó en su lomo su dolor, su muerte, condescendiente. Esta mañana, al volver al trabajo, me volví a detener en su cuerpo, aún sigue ahí, en el mismo lugar, más frío, más rígido, en posición idéntica, ocupando el espacio exacto en el que entra un coche aparcado. Su cuerpo físico aún es respetado.

martes, 15 de abril de 2008

La raiz

No debiera arrancarse a la gente de su tierra o país, no a la fuerza. La gente queda dolorida, la tierra queda dolorida.
Nacemos y nos cortan el cordón umbilical. Nos destierran y nadie nos corta la memoria, la lengua, las calores. Tenemos que aprender a vivir como el clavel del aire, propiamente del aire. Soy una planta monstruosa. Mis raíces están a miles de kilómetros de mí y no nos ata un tallo, nos separan dos mares y un océano. El sol me mira cuando ellas respiran en la noche, duelen de noche bajo el sol".

Creo fervientemente en este texto del querido Juan Gelman, pero lo cierto es que en nuestro caso, y contradictoriamente a estas letras maestras, si nuestras piernas no hubieran sido plantas arrancadas de las respectivas tierras que las crearon, las ramas de S. y las mías que hoy han crecido, jamás se habrían juntado allá arriba, a la altura en la que lo hicieron, y bajo la única mirada del cielo, testigo fiel. Nuestras raíces tampoco se habrían encontrado en este subterráneo mundo. Jamás se habrían entrelazado allí abajo para crecer después, ante tanta lluvia. No se hubieran visto nunca nuestros ojos. Todo hubiera sido mudo. Ahora todo es valle. Vino del mar y yo de la montaña, y así vivimos, en ese equilibrio que es valle. Yo, hoy, prefiero quedarme ahí, esto es, aquí, entre valles. Viviendo como ese clavel del aire, propiamente del aire, que es mi aire, mi savia, tan acompañada de este otro tallo, que ata y que tan bien conozco. Mi tallo perpendicular en tierra. Mi raíz en esta tierra que tanto se mueve, que tanto nos mueve. Aquella que nutre mi respirar.

viernes, 11 de abril de 2008

Tres días en Ítaca

Finalmente mi pequeño Ulises volvió ayer de Ítaca -quise decir, París-. El mundo al revés, Ítaca era su reino. Pero digo Ítaca porque para mí fue un viaje que duró siete años más que tres. Allí pasó tres estaciones, es decir siete. Tres estaciones bajo un mismo cielo, casi siete. Un otoño nada más llegar, un invierno el día siguiente y finalmente una primavera apacible en lo que fue su último día. Llegó cargado de un dolor que arrastraba de antes. Esa hermosa ciudad se ha quedado con un poco de su voz y algunos gramos de su piel, pero es tan maravilloso viajar, tiene la misma intensidad, la misma emoción que la vuelta al lugar de donde se partió -esto último sólo se cumple para el que espera-. Es cierto que en un viaje nuestros pies son posibilidades resplandecientes que nos llevan y más tarde nos traen. En un principio podría parecer que cuando viajamos nos quebramos, gratamente, nos descorchamos... y entonces es cuando creemos que nuestra casa es verdaderamente nuestro propio cuerpo, que parece una mujer, esa mujer, y nos basta, que no necesitamos más paredes y dentro de ellas lo tenemos todo... Pero lo cierto es que cuando lo hacemos, cuando viajamos, vamos llenando nuestras sandalias con esa tierra otra que se pega bajo los pies cansados y bajo esa voz rota. Sí, viajar es maravilloso, nos renueva, nos descorcha, desbloquea nuestro cuerpo. Después de tres años, tres estaciones, condensadas en tan sólo tres días, mi pequeño Ulises ha llegado del viaje a Ítaca. Y allí arriba, aún en vuelo, el cielo que la devolvía decidió quedarse con algunas notas de su voz y algún que otro gramo. En su ausencia hice telares y telares de palabras, rizaba letras una y otra vez, tejí y destejí poemas. Vuelve y a pesar de esos gramos menos que pesa su cuerpo, su febril frente, de su voz rota convertida en carraspeo, y de mi gran producción de palabras, vuelve con ojos más sabios que aún tienen mucho que contar...
Como Penélope le dedico esta Ítaca de Cavafis, -su París particular- mientras, su cerebro va volviendo. Y me adueño de su regreso y con ello también de una foto especial de cerezos con Notredame al fondo. Y digo especial porque delante de ese árbol florido están sus ojos febriles pero victoriosos, que apuntan constantemente hacia ese Notredame, su Ítaca, al fondo, su reino, directos...

Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.

miércoles, 9 de abril de 2008

El paso

Me dicen que cuando te nombran con el premio Arte y Pico has de nominar a diez personas más, o quizá menos, o quizá más, o quizá nada, no sé. Supongo también que todo esto no es obligatorio, pero en fin, antes de que el tiempo se imponga más de lo que se ha impuesto, enumero para que vaya de mano en mano, y no sea gratuito su paso.
Así que después del silencioso paso de Hugo que quiso tocar este Rascacielos hace una semana con un trocito de su Premio Arte y Pico, esta pequeña ventana que mira al cielo le da las gracias y yo a su vez paso mi testigo -para que no se queme este paso en mi mano-. Y quiero mencionar así a mis cinco blogs que bien por su diseño o contenido más me hayan arañado. Y de esta "lista" me quedo en el contenido. Siempre me quedo allí.
Al igual que Hugo, no me gustan las listas, porque tienen un principio y tienen un final. Porque puede que si empiezo con una lista de algo que me disgusta, no termine nunca. Porque si comienzo una con todo aquello que amo tenga un final y he aquí mi catastrófe. Porque una vez formuladas, hay que acatarlas. Por la cruel verticalidad de su disposición, y por mil cosas más, pero en fin, en este caso citaré gustosa mis otros pequeños mundos preferidos a los que me asomo, que me acompañan y me complementan.

Mi primer testigo lo paso a La esencia de la bergamota. Porque amo la palabra “bergamota” y todos los olores con la conforman. Porque mi casa huele a agua que quema mezclada con bergamota. Porque me encanta el dulce y que me descubran la magia que se esconde en convertir una masa viva pero informe en una pequeña obra de arte, como puede ser un pastel que atravesará más tarde el rascacielos de nuestros paladares. ¡Benditas esculturas! Mi lado verde, el que siempre va conmigo. Como el árbol de la bergamota.

El segundo es para El vals de los elefantes. Porque me gusta su vals de Shostakovich. Porque este blog es la confirmación que siempre he tenido de que nuestros cuerpos son vehículos que transportan ideas y la poeta y performer Gracia Iglesias, que encabeza este vals, es un buen ejemplo de esto. Porque calza su cuerpo de dibujos que tatúan. Porque se estampa poemas. Porque es, en definitiva, árbol y pájaro, algo tan imprescindible en la tierra. Porque cuida la música tanto como sus zapatos, y los zapatos son la base de esta existencia. Porque la sigo conscientemente. Mi lado rojo, aún no sé bien por qué.

El tercero es para el querido Viktor Gómez. Por la huella que va dejando a su paso, que es siempre la palabra exacta, la escrita, la justa, ahí, justo al borde de la boca, aquella que responde a nuestras inquietudes más humanas, más mundanas. Porque le sigo inconscientemente. Sencillamente mi lado más oscuro, el humano.

Y el cuarto lo paso a Laura Rosal porque sus imágenes siempre valen más que diez mil palabras. Porque su mano diestra o zurda condensa todo un mundo en una fotografía, que permanece, inalterable, muda. Porque sus fotografías me persiguen. Mi azul.

Y el quinto lo quiero esparcir por este espacio interactivo para que aquel que lo lea lo recoga, a su paso. A todos mis lectores, a todos los lectores, que también me arañan con sus visitas. El que completa el arco tenso de mis colores.

martes, 8 de abril de 2008

La voz alta

Gracias a Hugo Izarra -de nuevo le nombra este rascacielos-, he descubierto una versión del aria The Cold Song, de la ópera de Purcell, King Arthur. Mis oídos están acostumbrados a esta aria, la conocen y la adoran, pero hoy he descubierto al grandioso Klaus Nomi en esta magnífica versión. A él le había escuchado pero no así. Hay que escuchar su voz, alta. Su The Cold Song es imprescindible, maravillosamente dolorosa, oscura, deslumbrante.
He leído más acerca de este aria que tan alto llevó la voz de Klaus. He leído que aunque cantaba como tenor, podía además cantar en falsetto, como una soprano. Su voz era asombrosa, y pese a que su maestro de canto le recomendó olvidarse de las notas altas, afortunadamente Klaus desatendió estas advertencias.
También desconocía que el polémico Klaus, con un evidente deterioro físico, interpretó este Purcell, The Cold Song y que en enero de 1983, Nomi, muy enfermo, sufría de una raro cáncer de piel. Su enfermedad todavía no era conocida como el SIDA de hoy. Fue una de las primeras figuras públicas en morir de esa nueva enfermedad, hoy tan antigua. Murió 6 meses después de cantar este Cold Song a la edad de 39 años.
Supo combinar con sumo gusto la música pop y la ópera, entendiendo y conociendo los dos estilos y haciéndolos trabajar juntos.
Nomi, un pequeño destello en medio de penumbras.
Grandioso Klaus Nomi... Es difícil ser un payaso con personalidad robótica y apariencia triste, alemán, homosexual, drag queen, y con una voz tan poderosa que dañaba dulcemente. Realmente llegó a ser el hombre que dijo venir del espacio.




La letra es ésta. Aquí os la dejo. Yo no puedo dejarla ir.

What Power art thou,
Who from below,
Hast made me rise,
Unwillingly and slow,
From beds of everlasting snow!

See'st thou not how stiff,
And wondrous old,
Far unfit to bear the bitter cold.

I can scarcely move,
Or draw my breath,
I can scarcely move,
Or draw my breath.

Let me, let me,
Let me, let me,
Freeze again...
Let me, let me,
Freeze again to death!

Hermandad enfrentada

A mí me encanta volar. Orgánica y mentalmente. He experimentado mil veces ambos viajes. Soy de viento, y de lluvia, aunque digan que soy de fuego. A mí me encanta volar. Porque sólo así no sientes el peso de ese mismo cielo, que cuando adquiere altura, te quiebra, te arquea desde arriba. Me gusta volar, con alas, sin ellas, con gafas, sin gafas ni zapatos. Desnuda de ojos. Me gusta hacerlo con esos que imaginan. Porque no sientes tampoco a su querida hermana, la Tierra, siempre enfrentada y cubierta de sangre que nace y sube por tus tobillos desvirtuándote venas. Mientras, la lluvia del cielo la va lavando. Por todo eso soy de viento, de agua. Ni siquiera estos dos hermanos son espejo donde reflejarse, son tan diferentes como la densidad que hay en ese agua, como la densidad que hay en esa sangre. Cuando uno vuela se acerca más a esa techumbre y los pies adquieren la autonomía para la que debieron ser creados. A mí me gusta volar, no sentir nada bajo los talones, ni nada sobre las cabezas, sólo aire. No tocarte, Tierra, para poder así contradecirte -aunque sólo sea por esta vez-. Para que no creas que siempre y por una traviesa ley grávida, todo cuerpo que no te pisa cae a ti desde su altura. Y así, permanecer, etérea, nivelando rivalidades entre Cielo y Tierra, hermanándolos. A mí me gusta volar, sí, pero a la vez me asustan tanto los aviones... Qué contradicción, pensaréis. Bueno, más que los aviones, me asustan los latidos con rostro y ojos que va engullendo ese ave convertido en titán -como aquella legendaria ballena engulló a su Jonás-, a medida que sus dimunitos cuerpos la van embarcando.
S. ahora mismo está surcando el cielo. Camino de París acorta distancias en un vuelo. París es hermosísima, sí, pero yo hoy sólo le pido a ese pájaro inmenso, que en su vuelo corte con el filo de sus alas, veloces, a esas descencientes de luto, sus nubes negras hoy amanecidas. Aquellas infantiles con las que jugábamos a dibujar dinosaurios. Y espero que con el corte se abra el cielo a todo paso, más abierto, que se abra azul, más azul que todo el azul del mundo, y sea ensenada, bahía de pájaros, nido. Hoy sólo puedo mirar al cielo, y esta mirada me durará hasta que el pájaro llegue a tierra. Por eso, en momentos así, tan de espera, me predispongo hacia ti, Tierra. Porque el cielo, sin mí, me aterra.

lunes, 7 de abril de 2008

Lecturas y caballos

Acabo de recibir unas fotos de la amabilísima mano de José Naveiras, con el que compartí el lunes espacio y versos y con el que ahora quiero compartir caballos. Y digo amabilísima porque no lo esperaba.
En fin, las fotos pertenecen a la presentación de la Antología de Poesía Hispanoamericana, que tuvo lugar el pasado lunes en el café Bandido Doblemente armado. Le conocí particularmente ese mismo día y me alegra y me gusta lo que él dice de sí.

Él mismo dice de sí
Me gustan las cerezas y subir a las nubes y desde allí poder observar sus sueños. Me gustan las flores cuando me marcan el camino a seguir y también su pelo cuando huele a besos. Me gustan las noches en las que su recuerdo no deja que me duerma. Me gusta si me sueña o si me nombra. Me gustan los abrazos con sabor a ducha, las caricias con olor a champú, los besos que suenan a agua. Me gustan las canciones que nos dicen lo importante que es el amor. Me gusta la droga de su piel, sentir que aunque no esté, la tengo a mi lado. Me gusta entrar cuando aún no se ha despertado y salir sin que tenga que pedírmelo. Me gusta plantar flores en sus pensamientos. Me gusta verla escuchar mi voz, aunque a veces yo no sepa lo que digo.
Ah, también me gusta el chocolate.
Pero nunca me han de gustar sus atardeceres, ni sus tormentas. No me gustan ni gustarán, los celos, ni los miedos. No me gusta haber desaparecido sin haber estado. Desprecio los ratos tontos en los que sin querer, hago daño. Detesto las caricias frías, los abrazos lánguidos y los besos trasnochados. Odio hacerla daño si salgo, odio si le duele porque no entro. No me gusta, no, pensar que ya no está o que no estará. No quiero olvidar abrazos. No me gustan las patatas.
Y yo le agradezco que me haya recordado aquel día. Le dedico este poema de María Antonia Ortega. Para mí es especial.

El caballo
La luz es
una ciega desnuda.

Por qué razón habrá el caballo
de parecernos siempre desnudo,
y no el ganado vacuno.
Pues hay una desnudez
que también nos cubre
como un vestido
con las manos de dios
sobre nuestra piel,
nuestra boca,
nuestro sexo.
Es la luz
donde la luz es lo único
al manifestarse en cada ser
fiel a sí mismo
en la forma pura de las cosas.
Y es el caballo
uno de los seres
más idénticos a sí mismos.
La mirada es una danza con los pies atados.

sábado, 5 de abril de 2008

La ola

Hoy recupero este artículo de Manuel Vicent, yo lo descubrí un día con forma de página de periódico y sujetando con un imán la puerta de un frigorífico. Deberíamos recurrir siempre a él cuando la pena nos tira al suelo y el mamífero de la tristeza se instala en el país de nuestros cuerpos. Me gusta mucho, porque creo fervientemente en él y lo he reescrito a veces para que vuele cíclico por el mundo y se vuelva lluvia haciendo más sabio al mundo. Y esta vez recurro a él, o mejor dicho, él me recurre a mí para todos los que vean venir ese gran lamento de ola hacia su cuerpo en estos instantes y les sirva en cierta manera de ayuda, y muy en particular para A.L. por este momento raro que ya le dura casi tres días, aunque en fin, no creo que llegue a leerlo. Quizá si el resto lo leemos, las energías del agua se aúnen a su favor.

El mar sólo es un conjunto de olas sucesivas, igual que la vida se compone de días y horas, que fluyen una detrás de otra. Parece una división muy sencilla, pero esta operación, incorporada a la mente, ha salvado del naufragio a innumerables marineros y ha ayudado a superar en tierra muchas tragedias humanas. Recuerdo haberlo leído, tal vez, en alguna novela de Conrad. Si en medio de un gran temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola concreta que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero. Como las olas del mar, los días y las horas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer determinado que siempre acaba por pasar de largo. Cuando éramos niños desnudos en la playa no teníamos conciencia del mar abstracto sino del oleaje que invadía la arena y contra él se establecía el desafío. Cada ola era un combate. Había olas muy tendidas que apenas mojaban nuestros pies y otras más alzadas que hacían flotar nuestro cuerpo; algunas llegaban a inundarnos por completo con cierto amor apacible, pero, de pronto, a media distancia de nuestro pequeño horizonte marino aparecía una gran ola muy cóncava adornada con una furiosa cresta de espuma que era recibida con gritos sumamente excitados. Los niños nos reparábamos para afrontarla: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza, otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes no veían en ella una lucha concreta sino un peligro insalvable quedaban abatidos y arrollados. Con cuanto placer dormía uno esa noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado de sol pero no vencido. La práctica de aquellos baños inocentes en la orilla del mar es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. El infinito no existe, el abismo sólo es un concepto. Las pequeñas tragedias de cada día se componen de olas que baten el costado de nuestro navío. La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y una culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa hay que salvarse.

viernes, 4 de abril de 2008

El dibujo de la musica

Ayer S. y yo estuvimos en el Auditorio escuchando el Concierto para piano nº 2 de Rachmaninov y la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak. Lo dirigía magistralmente Dimitar Panov. Sacar entradas a escondidas del mundo para sorprender a alguien me cuesta tanto como respirar continuadamente bajo el agua. Y llevo una semana que me sangra la boca de morderme continuadamente la lengua para no contarlo. En fin, ya es pasado y lo cuento. El lunes, a las 6.30 de la mañana esperaba el autobús que me llevaría al trabajo. En el banco, aparte de una mujer y justo en su otro extremo descansaban unos recortes de prensa de un periódico. Lo recogí sin preocuparme de qué periódico eran, pues sólo quería distraerme mientras esperaba. Eran de la sección de cultura, arte y espectáculos en Madrid. En cuanto lo coloqué delante de los ojos, un anuncio resaltaba del resto. Concierto nº 2 de Rachmaninov. Me puse hasta nerviosa, mis manos temblaban y sus dedos no acertaban a sostener estas páginas contra un viento amanecido. Yo quería leerlo una y otra vez ávida y de pie en aquellas tempranas horas. La mujer que estaba al otro extremo me miraba extrañada. No quise seguir leyendo quién completaba el concierto, pero me decidí a conseguir entradas en cuanto me fuera posible. Luego vi el día. Jueves 3 de abril. Para S. y para mí el número 3 siempre tiene color de aniversario.
El concierto en sí fue maravilloso. En cuanto la pianista rozó las primeras notas de Rachmaninov me sentí un ser privilegiado, por la música descolgada, la compañía, la vista que tenía delante de los ojos, aquellos instrumentos que al compás se movían descargando sus notas. El director parecía ir poco a poco dibujando la música a medida que danzaba su batuta. Era magia. Como si el círculo que formaba la disposición de la orquesta fuera una paleta, la pianista el lienzo y la batuta el pincel con el que poco a poco se iba reflejando en el techo la imagen de la música. El concierto estuvo a cargo de cuatro manos de la pianista Tatiana Liaj, y digo cuatro manos porque llevaba un hijo dentro de ella. Me pareció un detalle tan especial. Le comenté a S. que ese niño, o quizá niña sería un ser especial, sin duda. Rodeado de la música que directa tomaba la trayectoria de las manos de la madre hasta su vientre así como de unos aplausos posteriores que calentaban las paredes de sus entrañas.
Nunca había estado en el Auditorio y yo nunca jamás fui a un concierto de música de Rachmaninov. Quedé, cómo deciros, encantada. S. igualmente quedó encantada. Quedó encantada con la experiencia, quedo encantada con Dvorak. Quedó encantada de ver la cara de imbécil que se me ponía cuando sonaba mi Rachmaninov, diciendo pones la misma cara que la pianista, vamos de traspuesta. En fin, que quedamos sorprendidas. Todo fue maravilloso. S. se acercó a mi oído a los primeros compases de Dvorak y me susurró: Lo siento por tu Rachmaninov pero a mí me gusta más esta pieza.
Respecto a Dvorak, decir que esa sinfonía en concreto creció conmigo desde bien joven, recuerdo que la escuchaba una y otra vez. Pero la tenía tan olvidada que volver a reencontrame con ella me sacudió la cabeza hacia aquella adolescencia. . Así que fue día de aniversario y de estreno. Con S. siempre me llena de color estrenar algo. La música nos transporta.

jueves, 3 de abril de 2008

Manzanas de colores

Ayer por la mañana en el trabajo mi compañero trajo para comer a primerísima hora de la mañana una manzana. Lleva dos días trayendo esta fruta. La primera era una golden verde que brillaba mojada como brilla la esperanza húmeda en la tierra. Descansaba regia y recién mordida sobre su mesa. Como muerta. Condenada a un definido futuro. Esperando algo más de vida en el siguiente asalto dental que dejara su latido a la vista. Su color y su interior se abrían a todos aquellos ojos que espectantes, esperaban verle el corazón. Era tan fresca por dentro, que no pude resistirme a hablarle a ella a través de él. Le dije, D. ¡Qué bonita imagen! Tu manzana, ahí, esperando, recién mordida. Él me ofreció probarla. Es cierto que se ensancharon mis mandíbulas en cuanto me lo dijo, como se le ensanchan a una cuando introduce un trocito de chocolate en su boca, y todo se vuelve agua, pero preferí que quedara consagrada a los mordiscos de una sola boca fiel, la suya. Así que al momento la cogió, me sonrió y le dio un segundo bocado. Entonces, el sonido se esparció por el ambiente hasta llegar alto y claro a mis oídos y acabar desparramado y en eterno eco sobre el horizonte de un suelo seco. Así que yo seguí diciendo en alto pero como para mis adentros: Ay, y ese sonido. Esa música. Qué bonita suena su textura...
El segundo día que trajo esta fruta se decidió por una manzana roja. Su color me traía el ocaso a la retina pero a la vez parecía tan diurna su compostura... A diferencia de aquella golden antigua, su sonido era más hueco, más seco, definitivamente cóncavo. Como si los dientes -aquellos decididos- supieran exactamente dónde establecer el certero golpe. Pensé que si el sonido tuviera color, hubiéramos visto miles y miles de partículas rojas por el aire que se mezclaban con la energía, que también es de colores y que teñía tan artísticamente el ambiente de unas paredes quizá, algo más grises. Imaginé el paisaje y me ensimismé.
Para mí la manzana siempre ha sido especial. He llegado a veces hasta tener sueños en los que la protagonista reveladora era ella. En cierta ocasión, creo que ya lo conté por aquí, soñé que tenía cuatro o cinco en mi bolso y relucían llenas de vida, llamándome. Cuando conté el sueño, me dijeron que las manazans traían ricas tradiciones, el pecado, la fertilidad, el sexo, vaya, y un sinfín de cosas más. Luego leí que soñar con hermosas manzanas -y garantizo su hermosura- era un buen presagio. En fin, que después de este diálogo interior en alto, ahora pienso que no dejan de sorprenderme los destinatarios de mis ojos, algunas veces minúsculos y aparentemente sin vida, como una manzana y otras llenos de la vida que quiero otorgarles. A veces creo que soy más rara que un perro verde, o como esas manzanas golden que encabezan esta historia, pero en fin, a mí me encantan los colores y particularmente el verde -equilibra mi lado negro, el catastrófico-, así que nunca dejo de estar en mi hábitat. Es más ¿que pensaríais si os dijera que en esa misma semana mi compañero trajo una zanahoria preciosa y rabiosamente naranja para comer también a pimerísima hora? ¿Y si os diría que hoy ha traído unas fresas de un rojo orgiástico? Yo pienso que el mundo está lleno de color y de variedad.

Por cierto, un inciso entre manzanas.
Mil gracias al querido Hugo Izarra por querer ampliar el premio Arte y Pico a la creatividad y diseño de su blog que le acaban de otorgar y a su vez nominar con el mismo premio a algunos más y entre ellos este pequeño Rascacielos. Gracias Hugo.

miércoles, 2 de abril de 2008

Oscar Aguado

Recupero un poema del poeta Óscar Aguado, el día que conocí a Óscar todo cambió. Y en cuanto tocó la primera nota de un verso lo entendí. Fue en la presentación de la anterior Antología de poesía hispanoamericana. Me gustó tanto que le dije a S. que necesitaba decírselo. Hacérselo saber. Siempre nos dicen las cosas menos buenas, ¿por qué las buenas, las que te gustan no debieran llevar esa misma dirección, y llegar a su destinatario? Fue imposible no acercarme para decirle, y decirle con toda la sinceridad del mundo: Óscar, me encanta cómo escribes, sólo quería que lo supieras. Era algo tan necesario... Si soñamos con alguien debemos decírselo en cuanto le vemos. Acercarnos a esa persona a la mañana siguiente y tan sólo decirle: Hoy he soñado contigo. Tenía que decírtelo...

En fin, que esto vuelve a confirmar y a reafirmar que debo acercarme más a estos eventos. En sus poemas está todo lo esencial. Este es tan sencillo como maravilloso.

Recuérdame que te arrope los pies
que te compre naranjas
y te achique el agua
que te ahogue con besos y pan
que te prepare pasta
te queme el horno
te pele la fruta
te encienda el gas
que llene las copas de agua de vino de ron
que no se te olvide que mi pie vive rozando tu pie
que los lunares de tu espalda no me dejan pegar ojo
recuérdame así que te haga perder los estribos
y pierdas también la armonía
y alcance tu tecla de jazz
recuérdame Rocío
que ponga al sol la mañana
que se limpie tu vientre de los pozales de la noche
que te bese los labios
y te prepare el café
que te dé los buenos días.

martes, 1 de abril de 2008

La voz rota

Ayer fue un día de encuentros. Ayer fue noche de reencuentros. Se presentaba la vigésima primera edición de la antología Nueva Poesía Hispanoamericana en el Bandido doblemente armado y tuvimos que ir S, y yo para leer unos poemas allí antologados. No soy nada de acercarme a lecturas o presentaciones, siempre me he sentido un poco ajena a ese círculo de entendimiento, es más, limito estas pequeñas intervenciones a la más mínima expresión. Llamadme insociable, ermitaña o cenobita, llamadme poco consecuente, llamadlo flojedad si queréis, desidia, desgana... de hecho me es más sencillo escribir un libro entero de mil quinientas páginas desde el íntimo rincón de mi casa acompañada de una sombra bien conocida y querida que hacer presentaciones del mismo, pero en fin, que la vida está llena de secuencias. Es una sucesión –unas veces ordenada y otras desordenada– de acontecimientos impulsados por una acción-base. Y hoy más que nunca vivimos en un mundo de consecuencias, de correspondencias –a veces desastrosas, es cierto, lo vemos a diario en televisión– así que todo lo que ocurre es impulsado por otro “todo”. Y una de las consecuencias “lógicas” que hay cuando escribes algo (menos catastrófica por supuesto) es que te lo publiquen, ¡bendita consecuencia! ¿no creéis?… y a su vez, la consecuencia de que te publiquen un libro, un retazo de poema o un amago de versos que conformen finalmente aquel poema, es que tengas como mínimo que leerlo. Pero ayer en esa presentación, además de tener que darle vida a mi voz, una voz rota por la falta de ejercicio, S. y yo nos reencontramos con un ser especial, con alguien familiar. Así que me alegro enormemente de haber ejercitado mis piernas acompañada de S. hacia esa dirección, haber ejercitado ligeramente mi voz en aquellos retazos de poemas y finalmente de compartir una terturlia que renacería más tarde. Al final, siempre vuelvo de estos actos renovada, feliz y con algún amigo más, de esos de los de verdad, de esos que sientes que son de verdad y que a veces sólo se cuentan con los dedos de las manos. Quizá debiera ejercitar más a menudo mi voz para ampliar mis dedos, aunque me basten los que tengo.
En fin, un hallazgo de noche.