lunes, 31 de marzo de 2008

Spiegel im Spiegel

Siempre acabo volviendo. Quiero decir que por algún resorte que desconozco me alejo de la música clásica y contemporánea para refrescarme con algo más moderno. En ese paréntesis puedo escuchar de todo. Me gusta todo, bueno todo no, pero puedo adentrarme en el jazz con la misma intensidad que me adentro en fados, bosanova, música étnica, minimalistas que también adoro como Glass o Mertens hasta modernos como Coco Rosie o Anthony and the Johnson (que conocí a través de S. y ya es inevitable volver también a estos), incluso cito a Andrew Bird, Devendra Banhart o Coldplay. S. siempre me trae músicas nuevas que me inculca y me gustan nada más escuchar sus primeros pasos. Así que ahora, que ando loca con este regreso mío, le imbuyo mis antiguas pasiones. Puedo pasar incluso a escuchar y disfrutar hasta de los grupos más poperos españoles. Pero ese mismo resorte me obliga cada otro cierto tiempo a volver, siempre acabo volviendo, como vuelve el ave rapaz al brazo del cetrero tras un largo vuelo en libertad. Y entonces pienso: no quisiera salir de este otro paréntesis jamás". Siempre vuelvo. Me equilibra con el resto. Así que se podría pensar que esta música ata mis tobillos bien de cerca, aunque contradictoriamente más me acerque hacia arriba, esclaviza mis oídos, pero realmente es lo que me da la libertad de volar. Os traigo un trocito de libertad, es otro Pärt. Para aquellos que lo conocéis sabréis de lo que hablo cuando digo que aúna "sencillez y profundidad" en uno, a veces incluso austero, y para sus desconocidos, os dejo esta pieza, a modo de nana, como el inicio del despunte hacia su música. A Pärt lo identifico con la escuela minimalista y, más específicamente con una especie de minimalismo santo, alejado por ello de autores como Glass, que también me encnata. Esta diferencia mística le acerca así a su contemporáneo Henryk Górecki, que con su sinfonía 3 o de las lamentaciones te eleva a lo más alto. Aunque las primeras obras de este compositor estonio muestran influencias rusas de Serguéi Prokófiev y Dmitri Shostakóvich, posteriormente acabó rechazando los modelos tradicionales y se fue introduciendo en el serialismo tan caracterísco de Arnold Schönberg (su Pierrot Lunaire es maravillosamente atonal). El estilo de Pärt se caracteriza por un lenguaje tonal austero de profunda belleza espiritual con técnicas minimalistas y contrapuntísticas. En fin, que la danza y la música son lenguajes silenciosos que nos elevan, sin duda saca lo mejor que hay en nosotros. Silencios y notas esta vez encerrados en un cello y un piano. La traducción de esta obra sería algo así como Espejo en un espejo. Yo la adoro, es sencilla y profunda porque nos toca el alma, porque nos detiene, y en esa detencion, sencillamente, nos hace pensar, con la lentitud exacta que ese acto requiere.

http://www.arvopart.org
Disfrutadlo.

domingo, 30 de marzo de 2008

Peces

OCURRE sólo alguna vez
Pero cuando me dices
No importa tanto el qué como el cómo
Y cuando mis ojos miran que los miras
Siento a los peces avanzar vigorosos
Por el camino abierto de mis venas

©Nuria Ruiz de Viñaspre, La voz en tierra

sábado, 29 de marzo de 2008

Arvo Pärt

He redescubierto el youtube, tantas veces nombrado, es cierto que lo he visitado varias veces para videos más "modernos" pero he encontrado un filón de música clásica contemporánea, como el caso de Arvo Pärt, un compositor estonés imprescindible que siempre está presente en mí.
Os dejo su Magnificat, las imágenes, evidentemente, has sido editadas al margen, pero forman un perfecto maridaje con la música de Pärt.
Os pido un favor, intentad escucharlo hasta el final, es una denuncia necesaria de principio a fin.
Por cierto, será necesario para disfrutarlo pausar la música que suena de cabecera.

El mundo de Marji

Nunca he sido mucho de leer comics ni de otorgarle la importancia que arrastran, ya que nos forman y nos moldean desde bien pequeños. Hoy en día, mi amor por ellos ha cambiado. Y como siempre, cuando algo cambia en mí -y tiene que ver con el amor- es por S. Ella es una amante del mundo del cómic, guarda pequeñas reliquias que hasta yo leía de muy pequeña pero que luego, por una ley física de espacio, desechas. Ella no desecha, por eso me enriquece con su pasado que mantine tan fiel. En fin, que el jueves B. un compañero de trabajo, que tiende siempre a traerme a la memoria y a las manos cosas buenas, -hace un año me regaló una bici BH bolero, una mujer, porque es femenina como la mañana, a la que le dediqué unas palabras y que aún estoy pendiente de bautizar- me regaló la película de Persépolis. Me tanteó preguntando: Nuria ¿te gusta el cine de animación? Mi respuesta no fue apasionada pero finalmente me decanté por un sí. ¡Bendito si! En fin, que en cuanto me dijo que me había traído Persépolis me emocioné como una chiquilla y no dejé de repetirle: la quiero, la quiero, la quiero. Hacía tan sólo meses y de manos de otra compi del trabajo leí, -devoré- los cuatro libros de este cómic. Por supuesto, S. los devoró también. Pero en ella esa pasión es totalmente normal. En fin, que cuando B. me la dio, yo no dejaba de pensar: en cuanto llegue a casa le doy una sorpresa a S,. y sin dilación vemos esta película.
Nos emocionó desde el principio. Su comienzo nos enganchó. Desde el primer minuto nuestras retinas se llenaron de una estética particular que introducía pequeños dibujos a modo de mosaico, figuras estilizadas, y que recordaban un cuadro de Klimt, detalles todos que iban jalonando cada minuto y que luego no desengañaba. S. y yo no dejábamos de mirarnos y de decirnos -os prometo que en los dos minutos primeros- ¡qué bonita!, va a ser preciosa… Quizá pecamos prontamente pero con tan sólo esas primeras imágenes tan poéticas y visuales uno puede desentramar si le gustará o no una peli.
Su grandeza trascendía el mundo del cómic. Es una personal denuncia que, gracias a la versatilidad del cómic, genera una enorme simpatía. Por supuesto, nos fue imposible no llorar, aunque esto no es ningún hallazgo.
Persépolis es la conmovedora autobiografía de la escritora Marjane Satripi, iraní que vive desde su pronta edad toda la revolución islámica.


Cuando Marji cierra los ojos, mantiene íntimas charlas con Dios, charlas a las que por supuesto también se une Carlos Marx. Y cuando los abre ve la realidad de la guerra, una guerra que no comprende ni comparte. Su familia es muy moderna e intelectual, avala su rebeldía pero llega el día en que se dan cuenta que la sociedad donde habían vivido ya no existía como tal y deciden enviarla a Viena, antes que su vida desembocara en un matrimonio no deseado. En Viena completa su educación, y la completa en la propia vida. Se forma en las aceras, se muda mil veces de casa, por su extremada sinceridad que la enfrenta una y mil veces.

Y luego el personaje maravilloso de la abuela. La abuela de Marjane es uno de los más fundamentales en Persépolis, porque le enseña desde pequeña a estar orgullosa de sus raíces y no sentir vergüenza de sus orígenes. En un momento el diálogo de Marji con su abuela transcurre lleno de poesía. En cierta ocasión, y tras un abrazo, la niña le pregunta: Abuela, siempre hueles bien. ¿Cómo lo haces? Recojo flores de jazmín cada mañana... y las pongo en mi sujetador. Así, siempre huelo bien.
¡Guau, es genial!

Marjane es un espíritu libre de pocos años que va creciendo a medida que todo lo cuestiona. Ve de cerca la muerte en familiares queridos, muertes gratuitas y dolorosas que le ayudan también a crecer. Y aunque está llena de sueños, son dos los más destacan y los menciono por la disparidad que hay entre ellos. Uno es convertirse en profeta y el otro es poder depilarse las piernas algún día. Y aunque Marji, aquí, sea un dibujo, se hace mucho más humana que muhos personajes reales que deambulan por el mundo.
En cuanto al dibujo, plano como el horizonte, consigue la potencia necesaria entre el blanco y el negro, equilibrio éste que transmite una gran fuerza y rotundidad al mundo emocional de Marji.
Hay que verla, leerla, vivirla, sentirla, llorarla…

jueves, 27 de marzo de 2008

Buenos días, barbarie

Ayer a la noche mientras preparábamos la cena, me senté un momento a ver el telediario y me quedé estupefacta. Y esta mañana me he levantado con un recuerdo vago de aquellas imágenes, así que aquí va mi saludo a primera hora de la mañana. No es necesario ser una persona sensible para contenerte en llantos, para contenerte en rabia al ver lo que vimos. Yo no podía dejar de mirar en la televisión cómo unos cazadores se volcaban contra unos animales. Esas imágenes tan cerca de mis ojos, la pantalla plana llena de tanta sangre en relieve... y ese cazador en postura amenazante. Al tiempo me decía, ¡dios mío, no puedo verlo, es terrible, qué cabrones!, en fin y una sarta más de insultos que nadie, excepto S. me consintió. Ella decía cambia de canal por favor, yo no puedo verlo, pero no sé por qué extraño resorte tuve que ver la noticia entera. Había comenzado la matanza de focas en Canadá. Ver en pleno movimento cómo un ser exacto a mí -fisiológicamente hablando- descargaba toda la ira -porque había tanta ira en su mano- sobre un ser indefenso con una especie de garrote en cuyo extremo llevaba un enorme gancho, o cómo abriría en dos a la manera que se abre una fruta ante un golpe seco, me produjo un cúmulo de sentimientos tan malos que hasta yo misma me asusté de pertecener a esa raza humana. Y mis rodillas comenzaron a temblar, con esa ausencia de fuerza que te queda en ellas cuando has frenado bruscamente con el coche para no golpear al de delante. Escuché estupefacta la noticia, decían que a principios de la temporada los cazadores utilizan estos picos de hierro para matar a golpes a las crías y que en los meses posteriores utilizaban el rifle. Que la ley canadiense -maldita sea ella una y mil veces- permitía utilizar bates, picos y armas de fuego para matar a las focas. Posteriormente leí que mueren a manos de estos desalmados noventa focas por minuto. Noventa por minuto. Noventa pulsaciones por minuto son mis latidos cuando corro a primera hora de la mañana si voy a perder el autobús. Noventa latidos por minuto que dejan de ser latido en otro punto de la tierra. Me pregunto si a partir de este dato será inevitable pensar en ello cuando corra a ese autobús que huye. Leí también que las matan en un intervalo muy corto de tiempo para aprovechar las favorables condiciones meteorológicas en los hielos flotantes. El espectáculo que queda sobre la tierra es dantesco. Las imágenes se grabaron en mi cabeza y se llenaron de sangre mis ideas. Elijo esta terrible foto porque en ella se respira la ferocidad humana, y para "sensibilizar" a un pequeño trozo de este mundo loco.
En definitiva, más de 350.000 animales desparecerán en tan sólo semanas, serán golpeados hasta la muerte con un arma llamada “hakapik” que normalmente se utiliza para romper el hielo, y en muchos de los casos llegarán a ser desollados cuando aún son capaces de sentir dolor.
Son tan estúpidas esas justificaciones que dicen que es necesaria esta matanza porque las focas acaban con los peces, cuando en realidad la matanza es para ganar millones de dólares manchados, en una matanza excesivamente sanguinaria.

Sherri Cox, directora del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW)señaló lo siguiente. "Es cruel, inhumana, no tiene un significante peso económico, no se vigila que la normativa sea aplicada, y está destinada para producir artículos que la gente realmente no necesita y no es una práctica sostenible"...

Otro dato: ¿adónde van a parar las pieles de estos animales? A las exclusivas tiendas de moda establecidas en Londres, París, Nueva York. En España tampoco somos ajenos, ya que es uno de los principales mercados de pieles de foca. Incluso se está anunciando que los abrigos de foca blanca serán protagonistas de las pasarelas la próxima temporada. Pero para uno de estos exclusivos abrigos se necesita matar por lo menos diez de estos mamíferos, y ya conocen el modo...

Podemos enviar nuestra opinión a la Embajada de Canadá en México: embassy@canada.org.mx

miércoles, 26 de marzo de 2008

La mirada extraviada

Descolgada, por detrás de sus ojos
hallábase la locura


LA mirada extraviada de los tardos pájaros
Húmedos todos de locura
Que aguardando solícitos plumas maternas
Permanecen ausentes, solos y locos
Bienaventurados los seres alados sin alas
La mirada extraviada de los santos locos
A los que la vida se les escapa por las muñecas
Cavan hoy la estéril tierra
Para extraer esa extranjera azul y opaca
Tapizarle de cuchillos y clavarle mil agujas
En el blanco muro de su pupila
La mirada extraviada de los muertos por agua
Suicidas todos
Con esa inquilina loca atada a sus talones
Son arrastrados al fondo
Les llamaban locos
La mirada extraviada de los ausentes
Que escrutando el mundo con torcidos ojos
Sobrellevan mal sus muertes
La mirada extraviada de los tardos pájaros
Que haciendo nidos en mi nuca
Empuñan en sus picos huesos de muerto
Y una locura
Mientras alarmados
Ansían como locos el ala cóncava
Bienaventurados los ausentes de alas y cordura

© Nuria Ruiz de Viñaspre

martes, 25 de marzo de 2008

El tirachinas

De mis dos hermanas no descienden hijos, ni de mí tampoco, por tanto, ni tía ni madre soy en este instante. Eso sí, tengo cuatro sobrinos postizos porque quiero que lo sean, y con los que siento el mismo amor que a los ausentes aún no he dado. Se han superpuesto en mi vida y cuando los veo me levantan la sangre. Dentro de este conjunto de niños vuelvo a elegir -porque puedo y no me lleva la sange- a dos de ellos. Porque no soy madre ni tía que no habría de hacer diferencias extrañas, así que determino mi predilección por estos de los que hoy hablo, sin dejar, eso sí, de querer de otra manera al resto. Y me predispongo hacia ellos por su entorno rural, sus juegos, sus compañías y sus padres, todo aquello que conforma su personalidad fuerte. En ellos la vida es salvaje excepto en su modo de ser, son niños de sangre, de carne, de piel. Son emotivos y necesitan tocarla a una a la manera en la que hunden sus manos en la tierra para jugar con ella. Ésta los necesita. Sus juegos me divierten como a la que más y no me cansa mirarles. S. con tan sólo 4 años, si se cuelga de nuestro cuello ya no nos suelta hasta que termina nuestro viaje, yo tengo el cuerpo dolorido de recoger su cuerpecito cada vez más pesado pero tan lleno de vida. Tan sólo estuvimos tres días entre sus brazos, uno de ellos destinados a ver el mar y, eso sí, en cruzada para conseguirle a O. de 7, un tirachinas de 1 euro con el que se sentiría completo el resto del día y que encontramos en un mercadillo. Su hermana S. siempre se siente completa si te abraza la piel que hay en una. Le encanta besar el cuello, las orejas, la cara… se cuelga de los dedos y acaricia las uñas como buscando algún tesoro escondido... sus juegos son nuestros juegos de siempre, porque los verdaderos no necesitan evolucionar. Son juegos donde la carne del otro es parte fundamental, juegan con todo el cuerpo, a veces (las más) con las manos y otras con la cabeza, cuando cojen un dominó o unas damas. S. te cocina en una minúscula cocina e imagina vidas perfectas con dos de sus muñecas. Las desnuda para ir al mar y las desnuda también para ir a la montaña. Yo creo que a ella le encanta desnudarlas porque le recuerda el color de piel que tiene el mundo que le rodea. Algunas veces O., ha ido a pescar a una acequia peces invisibles que llegan de otros países arrastrados por la fuerza del agua pero en los que él cree a pies juntillas... Otras veces se pierde entre flores y llega con un frasco lleno de pétálos de rosas de muchos colores, otras flores aromáticas y algo de romero o hierbabuena y todo lo que encuentra por el jardín que lleve color y olor. Lo introduce en un tarro que llena de agua y nos los acerca como perfume de dioses.
Y siempre hay días especiales para jugar con sus pequeños animales, unos adorables que a veces juegan en una hierba recién cortada y que hacen del paisaje una imagen perfecta. A veces son gatos, otros perros. Hoy día son un enorme y envejecido pastor alemán, una cachorro sin raza adoptado el verano pasado de madre huida, y ahora huido, o un reciente boxer de raza de campeón que adoptó su abuelo hace tan sólo días y que hoy va educando… animales que los niños abrazan para aprender en sus pieles los valores de la vida... sus juguetes indispensables con latido.

Probablemente por todo esto que la naturaleza les da y ellos viven con naturalidad, crecerán buenos, sanos y ante todo fuertes, ya que le han visto la cara a la muerte al perder a alguno de sus animales, han asistido ya con ojos fuertes aunque llenos de dudas a varios entierros-homenajes en un rincón del jardín...
De los otros dos sobrinos ya hablaré otro día.

lunes, 24 de marzo de 2008

La soledad era esto

Ayer fue día de convertir la casa en un pequeño cine. Después de hacernos un chocolate a la vieja usanza, nos dispusimos a ver, con el cine a oscuras la peli de La soledad, de Jaime Rosales. El gato nos merodeaba con cara de pregunta como diciendo: qué hacéis a estas horas con toda la casa a oscuras, y mirando con mirada concentrada una pantalla plana?? Nos ensimismamos tanto que cuando terminó y vimos la hora, se había echado de sobra la noche encima. Al gato le dio tiempo a dormir largo y tendido. Nos encantó, fue una peli sin concesiones, ausente de música, con unas escenas tan trágicamente alargadas que uno se esperaba en silencio lo peor. Una película autista, a contracorriente, la mismísima vida cotidiana. Recuerdo que nos llamaron mucho la atención los diálogos, eran tan “normales” y a la vez tan “trágicos” y constantes... Una película de esas que no se olvidan, silenciosa pero repleta de ahogados gritos. Una película suicidada que no cuenta de manera específica una historia sino que es un perfil de el mero transcurrir de sus gentes y de todas aquellas emociones que sus actos desencadenan. No llega a ocurrir nada cinematrográficamente relevante hasta casi pasada la hora, pero a mi modo de ver, desde su comienzo, se sucede la vida, que no es poco.
Estéticamente tamibén nos gustó muchísimo, ese punto visual que dividía la pantalla en dos mitades verticales para recoger dos ángulos, consiguiendo así escenas de infinitos diálogos.
Una de esas pelis que nada más empezar te coloca en lo alto de un tobogán para ir descendiendo después muy lentamente. Sólo descendiendo. Sólo lentamente. Una de esas películas fundamentales sobre las emociones y las relaciones humanas y que demuestra, palabras de Rosales, que estamos diseñados para sufrir, pero que al final, la vida, sencilla y llana, va continuando.
Está llena de imágenes mudas que le hacen a una hasta llorar de no sabe bien qué. Nos encantó, es fundamental verla.

domingo, 23 de marzo de 2008

El ladrón de cerezas

Una mañana temprano, mucho antes del canto del gallo,
me despertó un silbido y fui a la ventana.
En mi cerezo -el amanecer llenaba el jardín-
se sentaba un mozo con los pantalones remendados,
que recogía alegre mis cerezas. Al verme
me saludó con la cabeza. Con una y otra mano
pasaba las cerezas de las ramas a sus bolsillos.
Aún mucho rato después, de nuevo en mi lecho,
escuchaba el silbido de su alegre cancioncilla.

DER KIRSCHDIEB

An einem frühen Morgen, lange vor Hahnenschrei
Wurde ich geweckt durch ein Pfeifen und ging zum Fenster.
Auf meinem Kirschbaum –Dämmerung füllte den Garten–
Saß ein junger Mann mit geflickter Hose
Und pflückte lustig meine Kirchen. Mich sehend
Nickter er mir zu. Mit beiden Händen
Holte er die Kirschen von den Zweigen in seine Taschen.
Noch eine ganze Zeit lang, als ich wieder in meiner Bettstatt lag
Hörte ich sein lustiges kleines Lied pfeifen.

La foto la encontré en internet y está en una casa del barrio berlinés de Weissensee. Se basa en este poema de Bertolt Brecht, si la ampliáis se puede leer el título y los primeros versos del poema en la parte inferior izquierda de la imagen.

La música la compuso Hanns Eisler, que también compuso varios lieder de Bertolt Bretch, aquí os dejo unos widget para que lo disfrutéis. El ladrón de cerezas (Der Kirschdieb) es la última canción de la lista, no están enteras pero se pueden adquirir. Son una delicia. Las he colocado en la barra derecha de los elementos.
Hoy me dio por la música... Pianista Falko Steinbach, soprano Marlene Mild

...y de brecht a otro compositor, kurt weill y su musa, Ute lemper, pero esa es otra historia

Disfutando a Buxtehude

La música vocal de Buxtehude adopta muchas formas, aunque su ingrediente fundamental es el aria estrófica para voz sola y continuo. La canción sacra era un género predilecto entre los organistas en toda la Alemania protestante, que raras veces disponían de un coro.
Muchas de las arias de Buxtehude tienen textos de teólogos o himnólogos del siglo XVII que expresan una relación con Jesús en primera persona. La música es a veces rigurosamente estrófica.
Pero el tono más íntimo y más personal de estas arias se acentúa en el Klagelied (BuxWV 76/II), elegía compuesta por Buxtehude en 1674 para la muerte de su padre. El texto, escrito por el propio compositor, comienza expresando su desconcierto y desesperación ante la muerte: “¿Por qué ha de arrancarme la muerte / a quien llevo junto a mi corazón?” Pero, poco a poco, la labor musical le consuela de su pena, hasta que, en la sexta estrofa, imagina a su padre interpretando “cantos de alegría / en el celestial teclado”. La melodía es lastimera, con intervalos de un sincero sentimiento, y se contrapone a un acompañamiento de cuerdas de sonoridad intensa y algo disonantes. Según la portada de la versión impresa, esta canción elegíaca fue interpretada en el funeral del padre de Buxtehude junto con varias versiones contrapuntísticas del Nunc dimittis; pero también podemos imaginar que el compositor recurrió al Klagelied para su devoción privada, a fin de consolarse de su pena.

La cantata es Mit Fried und Freud ich fahr dahin BuxWV 76. Dietrich Buxtehude (1637-1707)
Contrapunctus I
Evolutio
Contrapunctus II
Evolutio
Klag-Lied

(Klagelied)
Muß der Tod denn auch entbinden,
was kein Fall entbinden kann?
Muß sich der mir auch entwinden,
der mir klebt dem Herzen an?
Ach! der Väter trübes Scheiden
machet gar zu herbes Leiden,
wenn man unsre Brust entherzt,
solches mehr als tödlich schmerzt.
Schlafe wohl, du Hochgeliebter,
Lebe wohl, du seelge Seel;
Ich, dein Sohn, nun Hochbetrübter,
Schreib auf deines Grabes Höhl:
“Allhie liegt, des Spielens Gaben
Selbsten Gott erfreuet haben:
Darumb ist sein Geist beglückt
Zu des Himmels-Chor gerückt”.

Sólo he podido escucharla en http://www.blindman.be/en/productions/show/3 hay que hacer play en el audio. Es maravillosa. La escuché hace mucho tiempo y me gustó tanto que siempre la busco. Es definitivo. Tengo que conseguirla sea como sea. Que la disfrutéis.

Informción sacada de la www.goldbergweb.com/

miércoles, 19 de marzo de 2008

El vuelo del delantal

ELLA perdía cada mañana el sur de su vestido. Su delantal. Y así iba rompiéndose la luz a su paso, mientras en ese gesto imaginado y estudiado, el luminoso vuelo del delantal iba desplegando al aire su aroma a todo lo dulce; un delantal que se adhería hacia los cimientos de tu cintura, prehistórico eje.
Elaboraba con sus diestras manos pasteles atrevidos, pasteles de extrañas formas y sabores que idearía para conquistar el lado más dulce del mundo. Trabajaba esas harinas, esas texturas dúctiles sobre un despejado banco de trabajo, mientras uno no pararía de escribir. Y nos contaba cómo sus ojos escrutaban todo lo que hay de dulce en sus manos,... que nos piensa a todos, mientras mete en un horno las enormes planchas de hojaldre que recortará más tarde y de donde nacerán sus milhojas; o cómo son sus pasteles cuadrados de chocolate; o los bizcochos que irá dibujando para bañar después con el mismo cuidado con el que se baña a un niño; o sus arcos recién descubiertos de chocolate y macadamia donde el chocolate late y la macadamia gira ahí arriba, en el cielo de todos los paladares del mundo, endulzando el lado más amargo de la vida; o en sus palitos catalanes de crema, que parece que sostienen al mundo; o en los volovanes de hojaldre donde sólo en la palabra parece que se columpian los deseos de todos, volovanes que rellenaría de salmón al vino y eneldo y trigueros y un poco de viento y alguna que otra hierba... Es tan admirable cuando dice que tiene que superarse a sí misma en la creación de esos cabalísticos pasteles para sorprender nuestras miradas y luego nuestros paladares. Y qué decir de sus delantales. Sus delantales son intensamente blancos pero yo creo que caducan en su cintura eterna al instante y así, a medida que transcurre su corto día, ese paño blanco que tanto adora a sus caderas a través de un largo cordel, se va llenando de nuevos mapas cambiando su geografía sin lógicas a las que agarrarse. Como dice ella: a mí me pagan por ensuciarme, es el sueño de un niño... Le gusta tanto su trabajo y a mí me parece tan nuevo...

Así es como he descubierto la vida que hay en el eneldo de las ensaladas, en la hierbabuena, en la sal espesa que cambia el futuro de algún sencillo alimento. En la harina que polvorea su aire mientras sus manos la agitan para apartarla, en la vida al fin.

HAZME un sitio a tu lado
Antes de que comience el pan
A transformarse en vacua levadura
Antes de que el olvido desmigue mi memoria

*a SAM
*la foto la hice yo, y es en una demostración de pastelería de 2007

Desarrollo de un ave migratoria I

He vuelto. Vuelvo a irme la noche del jueves y entretanto voy aterrizando en este Madrid azulado. He vuelto. Volví con alas el lunes de Valladolid. Mis dos hermanas C. y M. viven allí, mi madre también, así que nos juntamos, solemos hacerlo a menudo. Yo les llevo libros de poesía, a veces míos, a veces de otros, les llevo libros de viajes, de secretos. Sólo cargo mi bolsa con el billete de un ave, libros, ropa interior y un pijama, y luego allí le falta de todo a mi cuerpo, por lo que una mañana destino a comprar algo. Les cuento mi vida por Madrid, que siempre es nueva y adelgaza, mi vida con S., que tanto sosiega y aquieta en esta urbe. Les digo en qué ando ahora escribiendo… M. me cuenta su calendario de bolos, nos vemos poco. C. me habla de sus últimas incursiones en el diseño y el video. C. graba las actuaciones de M. Les cuento qué tal va el trabajo, mis desengaños con el mundo y mis descubrimientos en ese mismo círculo. Y si coincidimos las tres juntas, es inevitable el escándalo de ver a tres mujeres grandes, altas y torpes no parar de reír como tres niñas pequeñas, aunque a veces también lloramos. Nos atontamos, el riego del cerebro se va perdiendo en la atmósfera y nos atolondramos a la vez. Hablamos de comprarle una bicicleta estática a mi madre. Le ilusiona. Mientras, ella me dice que me quiere muchísimo pero que sigo siendo la misma ingenua de siempre, que desconfíe de la palabra amable, yo se lo discuto, me recuerda mis 38 y que la ingenuidad no va con ese tiempo. Se lo vuelvo a discutir con una mirada mientras preparamos alcachofas, que sabe que me encantan. Salgo a pasear con ella. Calle arriba calle abajo se encuentra con mil personas en las que detiene la marcha mientras yo me ensimismo en la nuevas construicciones y en la apariencia de esa ciudad. Les hablo del viaje relámpago de S. a París a tomar nota de las últimas tendencias en la pastelería francesa. La echo de menos, la llamo. Me abrazan esos brazos antiguos de siempre, mi madre. La beso. Me ven más delgada, siempre me ven más delgada, abrazo al perro de M. si le veo (su hermana-perra murió el año pasado y las lágrimas de M. eran imparables) y a la perra de C., si la veo. Me ponen al día de mis cuñados si tamoco consigo verlos. Echo de menos a mi gato, entonces S. me llama y acerca el teléfono al gato para recordarme su maullido. Me encuentro con una vecina-profesora que hace siglos nos llevaba a las tres al colegio, al que llegábamos tan sólo cruzando una calle. Me dice que hace mucho que no me ve y que estoy guapísima, a pesar de ir con la misma ropa que un día anterior y hasta descuidada. Pienso en lo que dice mi madre de que no crea todo lo que dicen. Me pregunta si sigo escribiendo, no sé qué contestar. Y me digo por qué no me la encontraría el día anterior, recién llegada, con un rostro más reciente. Me quedo sola en casa y me reencuentro entre páginas y páginas antiguas escritas a veces por mi mano y otras con máquina de escribir, que hoy desecharía pero que son mi pasado. Pienso si realmente hace tanto de ellas que aún no existían los ordenadores personales. Desenfundo la caja de fotografías en papel que realmente empiezan a corroborar mis 38, y me fundo en ellas. Fotografías donde me espeluznan mis cabellos aunque piense en lo cíclica que es la moda, fotografías con gente antigua que hace mucho que no veo pero que me equilibran con el mundo. Entonces pienso que digna y tercamente me acerco a este agosto de los 39 y que aunque nunca aparentáré mi edad, es, lo cual me alegra porque sencillamente, soy y voy siendo. Desenfundo también mi música, grabada desde pequeña de radio clásica y con carátulas documentadas echas a mano, y que áún hoy sigo escuchando. Vamos, que revuelvo la casa entera para matar mi curiosidad antigua, y descubrir mis inicios, mis indicios, aquellos que me han conformado como lo que hoy soy. Compro camisetas para cubrir en esos tres días mi cuerpo y vuelvo siempre descargada de libros y más cargada de ropa, aunque con el mismo vaquero. Y después de todo esto me quedo conmigo a solas, y paseo por esa ciudad de siempre. Y voy y vengo por una misma avenida deseando no encontrarme a nadie para no deneter mi paso ni mi mp3 que acompaña el Casta Diva de la Callas mezclada con un getsemaní que abraso. Cuando me da, me da. Y un poco más tarde, en la vuelta de ese viaje relámpago, recurro al último libro de poesía que llevo anclado en mi bolso. Entonces embolso mis manos, me voy hacia dentro, me hablo por dentro, me abro, me repliego, las páginas se curvan en esta húmeda ciudad, retiro mis palabras para dar cabida a estas nuevas y me voy.
EUREKA, subrayé. Necesitamos tanto y a la vez tan poco para ser un poco más felices...

martes, 18 de marzo de 2008

Princesas de este siglo

* Esta entrada la dedico a las princesas de Lamari

El día que vimos la peli de Princesas, de Fernando León, lloramos comos dos plañideras. Nos faltó la taza de chocolate y un bizcocho de manzana, pero lloramos igualmente, así que determino que el nudo gris de la nostalgia que se ancla en la boca del estómago existe también por tantas causas... La moraleja de la peli era que existimos porque los demás existen. Qué bonito verdad? yo rotundamente lo creo, creo que uno existe porque otras personas no dejamos de pensar en esa persona y con las ideas que preconcebimos de ella en la mente la sujetamos en esta cuerda floja que es la vida. Todos existimos por lo mismo, porque los que nos quieren y nos piensan, en algún momento del día, por alguna razón que seguro tiene una explicación sensata, se acuerdan de nosotras, aunque sólo sea una milésima de segundo dándonos vida, y eso les hace sonreír. Existimos por los demás, los demás son los que nos convierten de sapos a princesas, de putas a princesas, las princesas de hoy en día. Somos como un holograma, si ese pensamiento ajeno cae, caemos con él.
Y luego la nostalgia de todo lo que no sucede, el futuro, lo incierto. Nos gustó mucho la peli, no era nada del otro mundo pero la exprimimos a nuestro antojo. Nos gustaban especialmente esas reuniones en un café donde la protagonista Caye se ausentaba y viajaba con ojos largos a través de una ventana que la llevaba a esos sueños que más tarde le proporcionarían la nostalgia ya citada. Me gustaba especialemnte la facilidad que tenía esa mujer para hacer llorar a su amiga de emoción, solo de emoción. Sólo necesitaríamos eso, como decía ella, que alguien nos viniera a buscar a la salida del trabajo, porque eso significaría que existimos para ese alguien. Esas son mis princesas, las prostitutas de hoy en día… En la peli decían que las princesas no tienen equilibrio, que notan la rotación de la tierra. Dicen que son tan sensibles que si están lejos de su reino se enferman, que hasta se pueden morir de tristeza Realmente hermoso y si lo piensan, muy acertado.

Os dejo la letra de la canción de calle (Caye) de manu chao, a mí me vuelve loquita, es de una princesa

Me llaman calle,
pisando baldosas,
la revoltosa y tan perdida.
Me llaman calle,
calle de noche,
calle de día.
Me llaman calle,
hoy tan cansada,
hoy tan vacía,
como maquinita
por la gran ciudad.
Me llaman calle,
me subo a tu coche,
me llaman calle de malegría.
calle dolida,
calle cansada de tanto amar.
Voy calle abajo,
voy calle arriba,
no me rebajo ni por la vida.
Me llaman calle y ese es mi orgullo,
yo sé que un día llegará,
yo sé que un día vendrá mi suerte,
un día me vendrá a buscar
a la salida un hombre bueno
pa to la vida y sin pagar
mi corazón no es de alquila.
Me llaman calle,
me llaman calle
calle sufrida,
calle tristeza de tanto amar.
Me llaman calle
calle más calle.
Me llaman calle
siempre atrevida
me llaman calle
de esquina a esquina.
Me llaman calle
bala perdida
así me disparó la vida.
Me llaman calle
del desengaño
calle fracaso, calle perdida.
Me llaman calle
vas sin futuro
Me llaman calle
va sin salida
Me llaman calle
calle más calle
la que mujeres de la vida
suben pa bajo
bajan pa arriba
como maquinita por la gran ciudad.
Me llaman calle
me llaman calle
calle sufrida
calle tristeza de tanto amar
Me llaman calle
calle más calle.
Me llaman siempre
y a cualquier hora,
me llaman guapa
siempre a deshora,
me llaman puta
también princesa
me llaman calle sin nobleza.
Me llaman calle
calle sufrida,
calle perdida de tanto amar.
Me llaman calle
me llaman calle
calle sufrida
calle tristeza de tanto amar.
A la Puri, a la Carmen, Carolina, Bibiana, Pereira, Marta, Marga,
Heidi, Marcela, Jenny, Tatiana, Rudy, Mónica, María, María
Me llaman calle
me llaman calle
calle sufrida
calle tristeza de tanto amar.
Me llaman calle
me llaman calle
calle sufrida
calle tristeza de tanto amar.
Me llaman calle
me llaman calle
calle sufrida
calle tristeza de tanto amar..

sábado, 15 de marzo de 2008

El paseo

Un poema de Ángel González, para SAM que le dure justo dos días. Dos días en los que me he ido más allá del límite radiante de su mundo.

Me basta así

Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.

*Marc Chagall. El paseo, 1917

viernes, 14 de marzo de 2008

Ójala fueramos niños

Ojalá fuéramos niños, niños pequeños de incólumes almas. Siempre tendríamos tiempo de ser mayores, y pensar en los recuerdos cuando el dolor ampute… Ojalá pudiéramos acercarnos a aquellos caminos antiguos sin límites. Campos infinitos llenos de tierra en el que uno se podía imaginar el camino aun cuando no existía. Ojalá volviéremos a ser aquellos niños en aquellos parques donde se secaba con el viento la lluvia que desde el pasado hoy traen nuestros ojos. Allí donde nos confesábamos mientras la tierra se iba creando a cada andadura nuestra, y donde las flores se alargaban en el borde del camino. Yo podría mientras tanto, ir buscando palabras, palabras en las que pudieran columpiarse, aquellas queridas nuestras que tanto consolaban. Podría construir una torre a base de esas palabras redondas, sin ángulos ni aristas, como si fuera un lego, palabras planas que sujeten todos los pequeños cuerpos y planeen. Podría dibujarles una ráfaga de viento que deje suspendido el maldito dolor en el espacio. Llevar en el hombro un hatillo de sus sueños. Escribirles desde las alturas, desde el porvenir. Sí, la vida cuando uno deja de ser niño es morirse un poco a cada instante, pero lo bonito es que entre un instante y otro hay un mar de dudas, de sentimientos, de deseos, de vida en definitiva, que va conformando nuestro yo más íntimo. A veces pienso que lloramos a los muertos como si ellos sintieran la muerte, pero los muertos están en paz. La muerte es la intimidad que camina hacia atrás derramando nuestras lágrimas, es apariencia, es como esos colores que centellean en nuestros ojos cuando hemos mirado mucho tiempo al sol. Ojalá fuéramos niños pequeños, siempre tendríamos tiempo de cometer locuras al borde del camino, un camino donde la muerte no existía y ser el resto pura condescendencia. Me gustaría tanto tanto escribir algo así, dirigido con una exclusividad latente a ese particular público, a aquellos "locos bajitos", como decía Aute… Poblaríamos el vientre del mundo nuevo con sus latidos. La emoción volvería a mis venas. Siempre me acuerdo de ellos cuando se acerca algún viaje al trocito de tierra de S., hay rostros de niños muy queridos que una añora y que me traen a la memoria esas ganas mías tan antiguas ya, esa otra directriz de las palabras que a veces necesitaría escribir. Qué novedad habría en mí, escribiría como si fuera un extraño rito... para otro oído...
*foto de internet

jueves, 13 de marzo de 2008

Suspendida en el aire

Hace muchos años volé en parapente. Hace muchos años hubiera echo hasta puenting. Hoy esto último no entra en mi cabeza ni en mi corazón tampoco. No lo resistiría. Pero volar en parapente me parecía algo tan natural, tan conmigo... Aún me es perfectamente posible recordar el cúmulo de sensaciones tan maravillosas que subía por mis tobillos en ese estado, tan alejada del suelo, tan conmigo misma. La primera vez que lo hice fue en un pueblo del interior, tierras castellanas y secas. Evidentemente, allí no hay brisa, el viento está tan quieto como los pájaros, por lo que a pesar de la rapidez en la que se sucedió el viaje, yo me sucedí a mí misma, me sentí sencillamente otra. Volví a repetir varias veces la experiencia en tierras alicantinas y esta vez el mar se iba creando bajo mis tobillos tan sueltos, tan desarraigados. El viaje en este caso se iniciaba en un faro con cierta altura, jamás he vuelto a sentir lo que sintieron mis pies tan indenpendientes y autónomos de la tierra. Yo iba con una cámara fotográfica, la cual siempre podía seguir sosteniendo durante el viaje. Me vistió de arneses en el biplaza, yo delante y mi instructor detrás. Una ligerísima silla de tela sostenía mi cuerpo y todo lo que había de pierna en mí, iba al aire, tan suelto como se sueltan las nubes. Y tras unas nociones básicas sólo me dijo que lo único que tenía que hacer era correr hacia delante, no dejar de correr, correr y correr con fuerza y seguir corriendo incluso cuando dejara de sentir la tierra bajo mis pies, batallear entonces contra el aire que entraba con fuerza en los pulmones del parapente. Entonces corrí y corrí y cuando sentí que nada debajo de mis pies latía, seguí corriendo hasta que la brisa lenta pero rotundamente nos izaba. La primera vez que yo sentí esto, que mis pies se separaban de la tierra fue orgásmico, era como dejar un vicio, como ir en la misma corriente de mis ideas, todo parecía tan sencillo allí arriba... tan posible... Yo continuaba moviéndolos como si siguieran es esa posición, corriendo, incluso cuando dejaron de ser en tierra. Me alcé entonces junto a ese movimiento y un golpe suavísimo de viento permanente me iba izando más y más arriba. Nos iba izando a ambos, creo que lloré de la emoción, yo no podía dejar de mirar mis pies, mientras los movía como entretenidos e incrédulos de estar tan colgados en el cielo. No podía creerlo. ¡Qué sensación más maravillosa! Han pasado muchos años y no he vuelto a repetirlo. Me pregunto si hoy día sería capaz. Este es otro de mis rascacielos, el otro es el cielo del paladar, por supuesto.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Coincidencias

Hoy he vuelto a comer en el parque. Y allí, bajo un extenso campo de almendros en flor y con una hierba de alfombra, el olor de la tierra me llegaba como el tararear de aquellos pasos olvidados de la infancia que se entrecruzan con esta madurez dentada en unas calles distintas, con unas sombras y unos árboles también distintos y unas fachadas distintas… Gracias a este cielo, el viento se lleva las ideas raras, las preguntas, nuestras búsquedas, y va barriendo posos en la escuadra de nuestra mente, dejando en la superficie lo realmente importante. A veces hay que hundir las manos en esos pequeños oasis de tiempo para recordarnos a nosotros mismos. Ya lo decía Samuel Beckett, que había que pensar en ciertas cosas, cosas que nos habitan por dentro, que había que pensar en ellas porque si no lo hacíamos, correríamos el riesgo de encontrarlas, una a una, en la memoria. Decía también que había que pensar durante un momento, un buen rato, todos los días, incluso varias veces al día, hasta que el fango las recubriera, con una costra infranqueable… Por eso, en ese intervalo de comida, salgo al exterior para equilibrarme con el mundo. Y así, hoy pongo la suerte de mis palabras en los almendros de este jardín de clausura, para que el mundo pueda vagar, exótico, por sus acentos.
COINCIDENDIA: * la foto es de internet, acabo de encontrarla en la página http://antoine.blogia.com/2006/agosto.php
La pongo porque la imagen primera que sale es mi ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡puckyyyyyy!!!!!!!!!!!, es clavado, vaya susto me he llevado, siento enormemente su pérdida pero en cuanto llegue a casa voy a abrazarlo como una niña abraza desmedida a su mascota del alma.

martes, 11 de marzo de 2008

El parque-bosque de la Barnes

Djuna Barnes decía que amamos por tamaños, que probablemente si nuestro corazón tuviera un metro de díámetro no lo destrozaríamos por otro que no fuera mayor que una cagadita de ratón. Decía que nunca nos arrojaríamos a un lago por una mujer a la que tuviéramos que buscar con lupa. En fin que viene a decir que amamos por tamaños y que a medida que envejecemos, gritamos con una vocecita cada vez más pequeña a ese Dios tan particular que cada uno llevamos dentro. Decía que envejecer no es sino echarse vida a la espalda hasta que casi sin idearlo y de manera repentina llega el día en el que perdonas incluso a aquellos a los que no has empezado a olvidar. Y para mí ese tamaño también es el tamaño de los sentimentos, y entonces pienso en S. Hoy descansaba y ha venido a un parque cerca del trabajo para comer conmigo. Me sienta tan bien verla venir como de lejos... Venía vestida con una cámara fotográfica para darle su tamaño particular a todo aquello que pasara ante sus ojos, una florecilla, una brizna de aire, una rama seca abierta en dos, apoyada en la palma de su mano y buscando la foto perfecta... o a veces en nuestros perfiles recortados por un sol de viento justo detrás de los ojos. Es minuciosa con todo aquello que quiere. Es minuciosa conmigo, no es que yo lo sea, pequeña quiero decir, pero yo me entiendo y cuanto más pequeña es una cosa, más minuciosa se muestra. Es de esa clase de personas que contrariamente a lo que diría Barnes, claro que se arrojaría a un lago para buscar algo con lupa, algo importante, porque todo para ella es en potencia una explosión a los sentidos. Me pregunto si acaso alguna vez amamos por ese otro tamaño, por el amor que medimos en los otros, el tamaño del amor que nos llega de las otras personas, nuestros fieles acompañantes en el viaje, por lo mucho o lo poco que nos sentimos queridos... que ecuación tan excéntrica, ¿no? El mundo es un rectángulo con aristas que nos va encontrando con los demás y yo también soy un rectángulo. Y todo esto me lleva a recordar y por ello a recomendar el libro El bosque de la noche, donde el bosque es cualquier parque a plena luz del sol, un parque que irrumpe siempre en el reposo, y nos revuelve, felizmente, nos desordena, nos descubre, descubriendo también relaciones escondidas para hacer ver que nunca sabemos nada, que no sabemos en verdad aquello que siempre creímos saber, que siempre conocemos algo más de nosotros mismos...

lunes, 10 de marzo de 2008

La bañera particular

El mar es nuestra bañera de casa y nuestra bañera es el espejo del mundo donde nos miramos. Pero lo que nos corta y coarta dejando escapar la sangre es nuestra propia cuchilla de acero. Porque el mar fuera de los límites de ese mármol es dolor. Porque bregar en ese mar tan en los confines de nuestra bañera particular es a veces imposible, a veces es un sueño, un sueño inesperado. El sueño de sacar a navegar nuestro onírico barco de ideas en las aguas turbias de nuestra bañera. Mientras, la vida ausente, que no es más que nuestra muerte escapándose hacia nosotros, gota a gota, dejando la oscuridad a babor de los vencidos, mientras la lengua del barco respira y deja escapar el agua... Entonces, los huesos mojados escuchan bajo las aguas grises sus vientos de agua. Paisajes perfectos en una bañera.
Esta foto me trae a la memoria el cuadro de David, la Muerte de Marat, donde David pinta a Marat en el momento exacto de la muerte, aún sin ningún vestigio de sangre en su bañera. El brazo con el que estaba escribiendo cae pesadamente al suelo y la cabeza se desplaza hacia atrás por la inercia. Los labios entreabiertos expiran el último suspiro mientras su rostro pasa suavemente del dolor a la paz.
*foto sacada de la página www.caborian.com

domingo, 9 de marzo de 2008

Los 7 extraídos

Recupero estos 7 preferidos del libro Ahora que el amor se instala, Celya, Salamanca, 2004.
I

AHORA que el amor se me instala
Puedo dormir en paz y mirarte a los ojos
Aunque me diluya y tiemble mi cuerpo bajo tu mano
Como un perro aterido y hambriento
Ahora que el amor se me instala
Quiero articular palabras
Aunque me derrita si estoy en tus bocas
Deshaciéndome en miles de pieles
Ahora que el amor se me instala
Me disperso como el polvo en el viento
Se disipan mis neuronas
Ahora que el amor se me instala
No quiero volver a hilar
Ni un solo pensamiento cuerdo
Me pregunto quién te ha dado esa fuerza de pájaro
Ahora que el amor se me instala

II

¿SABÉIS lo que es la pena?
Es un bicho asqueroso que trepa por tu cuerpo
Nace en los pies y sube sin tregua ni descanso
Hasta la parte más alta de tu garganta
Allí, anida por más tiempo impidiendo respirar
Sólo cuando se desliza en un despiste a tus ojos
Y la tapa de tus sesos está abierta
La pena sale y muere en atmósferas nuevas

III

DENTRO
En los jardines arañados por la lluvia
–Mujer que tiritas la edad de tu ternura–
Me lanzaré al abismo de tu escote
Para estrellar allí mi garganta encendida
Que la lluvia ha llegado
Ya nos lo dijeron las flores secas
Ahora es tiempo de ternuras

IV

LA desconfianza en uno mismo
Es un perro muerto incrustado en tu pecho
Un animal mojado por aguas negras
Que va lamiendo lentamente tus despistados huesos
Mientras deja su saliva en las ramas de tus tendones
A veces escucho en la noche voces en mis huesos
Y en sus huesos caninos
Aullidos

V

VAMOS a embarcar
En aquella nube blanca
La barca está esperando
Iremos a ese otro mar más azul
Aún más azul que todo el azul del Mundo
Allí donde nuestras palabras
Suban más libres aún que las olas
Allí donde los leves cuerpos nuestros
Nunca anden sin el alma
Allí
Donde nunca se grita Tierra

VI

EN la longitud del cuello de mi útero
Se esconde el verso más sucio
El verso de la sin razón y el vicio
El vicio de atragantarme
Con tu semen de adolescente

VII

YO te di trozos de huesos de palomas grises
Estúpidos cuerpos sin vida quemados por el viento
Yo sólo quería dormir
Como duerme el pájaro degollado por el cosmos
Y estrangulado por el tiempo
Mis alas grises fueron entonces
Dos impuros pétalos podridos
Yo sólo quería saber las miles de veces
Que vences o gimes o lloras o ríes...
¡Oh, lluvia inaudita!
Habría que salvar al viento
Antes de que se suiciden los días

*La foto es de Félix Fradejas y fue finalmente la cubierta del libro

sábado, 8 de marzo de 2008

El tendal









Pájaros de colores en el tendal
desde su cintura
-fiel cordel de tendal
en este ecuador de cielo-
se despliega la libertad de imprimir hojas secas
en una desparramada falda
allá donde un nuevo mapa de tinta
florece en su baile
porque sin ropa tendida
sin cuerdas a un tendal
solo hay pájaros muertos
pájaros aplastados por el gris
que destila el acero del viento
pero en la casa de todo cuerpo
es síntoma de que hay alguien
en todas las cinturas hay síntomas de vida
y los pájaros recuperan la seda
mecidos entre versos
mientras flotan como banderas
y se elevan con el color del látigo
que trae esta danza del viento

Una curiosidad
Justo después de terminar este poema, que está inacabado, me doy cuenta de que he ido a encontrar una foto que guarda cierta similitud con la bandera del arco iris, y en un día como hoy, día de la mujer, un día de libertad... Podría cambiar el título. El tendal del arco iris.
*la foto es de internet

Arte en Madrid

Ayer estuvimos en la exposición de Modigliani en el Thyssen. Me encanta la manera perfecta en que S. dice ese nombre, Modigliani, donde la gl casi debería sonar como una doble l. Como si hubiera mencionado ese nombre todos los días. Fue maravilloso tener a la altura de mi brazo extendido los retratos de Modigliani y sus desnudos. Modigliani solía pintar a Jeanne Hébuterne sin ojos, en cierta ocasión ésta le preguntó cuándo podría ver sus ojos reflejados en un cuadro suyo y el pintor le contestó que hasta que comprendiera toda su alma no podría pintar sus ojos, hasta el último que pintó, momento exacto en el que vio su alma y momento que coincidió con la muerte del pintor por tubercolosis. Dos días después, la alumna, ya en casa de sus padres, se suicida tirándose de un quinto piso. Uno podría preguntarse si se suicidió por haber visto su alma o por la deseseperación de la muerte de su amante.
*La foto fue tomada por mí, es de la entrada a la exposición, justo debajo está S.

Después de salir emocionadas de tanto Modigliani y tan cerca, nos acercamos al Caixaforum, un poco más adelante. El paseo del prado se llenaba de rostros de mitos perdidos. Todo un adelanto de la exposición del creador polaco Igor Mitoraj. La escultura de la foto es el particular torso de Ikaro.
*La foto fue tomada por S. y es la entrada del Caixa Forum de Madrid




Este detalle de Klimt lo recupero en homenaja a G.I. por leerlo antes de suicidarlo. Justo debajo de este detalle, que fue sacado en una tienda del Paseo del Prado, creo que recién inaugurada, también estaba S. y estaba dedicada exclusivamente a Klimt.

jueves, 6 de marzo de 2008

Mi vida en Sofía

Siempre habrá versos que la busquen a usted, porque ello me otorga especialmente vida y me gusta pensar que también a usted le regenera por dentro; siempre habrá relojes imaginarios que esperan el minuto ideal pero eterno para seguir viviendo a su lado conjugando poemas y pasteles. Así que yo sigo queriendo convivirla, robarle cada tarde ese olor tan dulce que rezuma de sus lóbulos encerrados cada mañana en su gorro pastelero, perderme en el sur de su vestido, donde el chocolate me dibuja mapas, escuchar el rumor delicioso que hay en la cocina y conocer sus extremidades -en las que usted tanto confía- y que me salvan de un inesperado naufragio (alimenticio). Que sigo con el encanto de pegarme a su apariencia, a ese vestido, porque es eminentemente blanco. Con su presencia ya no vivo aquellos amaneceres anoréxicos en los que las vitaminas no existían. Su nombre siempre es pronunciado por la boca de mis manos, pero reconociendo el haz de luz que desemboca en las palabras que yo veo en su finísima figura, figura a la que le ciñe un delantal cada mitad del día. Es usted tan visible entre mis ideas.. Yo le doy por tan querida que la encuentro a cada instante. Cuántas veces le nombra la saliva fluorescente de mi mano, amarillo resorte de su bilis, tantas como mi hígado se hincha de ilusión al saberme por usted querida. Cuando la miro, a veces me siento con la misma alegría que tiene una ropa limpia, como sus delantales… de lejos, allá, intensamente blancos pero que caducan en su cintura al instante. Un paño blanco que adora a sus caderas a través de un largo cordel pero que se va llenando de nuevos mapas cambiando su geografía sin lógicas a las que agarrarse. Su materia blanca. En definitiva, que conviviendo con usted, ya no hago hambre de cafés, sin alimento, sin sed, sin vocación.

lunes, 3 de marzo de 2008

Un día cualquiera

Ayer estuvimos en el parque de la Fuente del Berro. El día era maravilloso y quisimos aprovechar la primera hora de la tarde para calentar una piel que arrastrabla la palidaez del invierno. Nos armamos con un bolso lleno de una veloz toalla, dos acuarios, no de peces sino de refrescos, y dos libros para S. y para mí. Tan sólo llevábamos una cazadora corta confiadas de que ese sol que vigilaba allá arriba persistiera hasta la vuelta. Cuando llegamos, estamos a unos seis o siete minutos andando, nos llamó la atención un grupo grande de peruanos que danzaban un baile sobre una pista de arena que parecía haber sido peinada para dicha danza. Al momento pensé que la música y la danza nos ennoblece. Que saca lo mejor que hay en cada uno de nosotros. Que es una realidad bien palpable. Después de observar los movimientos de los pies de estos bailes seguimos caminando en busca de un hallazgo de hierba para soltar la libertad que había en nuestra toalla y sentarnos a contemplar los libros. S. estaba leyendo El niño del pijama de rayas, que por cierto, lo terminó ayer y quedó totalmente estupefacta. Yo compré el viernes, a instancias de un compañero de trabajo El secreto, un libro muy cuidado estéticamente que habla del poder que hay en cada uno de nosotros.
En cuanto comencé a leerlo supe que no podría soltarlo hasta que el grosor de las páginas impares que descansan en el lado derecho de la orilla, disminuyera hasta desaparecer. No soy escéptica en este campo aunque tampoco lo contrario, supongo que en el equilibrio está la medida, pero prometo que no había ni una sola frase que no asentara grandes verdades. Pero bueno, ya hablaré de ese libro en otro momento. En fin, que el sol se metió y nosotras no nos dimos cuenta a pesar de la sombra de nuestras cabezas reflejadas en las páginas. Volvimos a casa renovadas, llenas de sol y de hambre. Llenas de ideas claras, de risas, de un inesperado pero feliz frío que se descolgaba de nuestra escasa ropa. Cuando llegamos a casa S. terminó las escasas 10 páginas que la distanciaban del final de su niño de pijama y destinó toda su energía en hacer un pan realmente precioso y riquísimo mientras yo terminaba mis otras páginas. Fue un día cualquiera, un día perfecto, y largo y más perfecto de nuevo.

sábado, 1 de marzo de 2008

Los zapatos habitados

Otro descubrimento, Gracia Iglesias
Un poema que subtitulo Los zapatos habitados

ZAPATOS
Estos zapatos tienen hipo
y me hacen tropezar a cada instante.

Caigo de cara contra el tiempo
y ruedo horas abajo hasta que me hundo
en un charco de días estancados.

La hierba crece entorno a mis tobillos.

Ahora
el suelo abre sus fauces
y engulle la pisada.
No puedo liberarme aunque lo intento;
los guantes de mis pies se aferran a su huésped,
creo que es un complot de las hebillas.

Al fin,
después de siglos
o meses
o segundos,
logro elevar mi pierna y dar un paso.

Camino.
La resaca me aprieta el dedo gordo.

Sopecho que al tacón le duele la cabeza.
Mejor será que ahora
permita que descansen unos días
debajo de mi cama.

Pur mucho que lo pienso no llego a comprender
porqué se emborracharon mis zapatos.


Gracia Iglesias, del libro Sospecho que soy humo, Ed. Torremozas, 2002