martes, 15 de enero de 2008

Un poema de amor

A S.A.M.

ME pides un poema de amor
Mientras el mundo nos desconcierta
Y nos pilla cada mañana entre sábana y lágrima
Sin saber qué hacer con nuestras manos blancas
Ante el dolor y la doblez que traerá el propio día
Me pides un poema de amor
Y recelas ante el ausente de mi pasión por ti
Yo sé que no es lo que pides
Pero este mundo raro se desmorona
Y tú, tú estás a mi lado
¿Existe poema de amor más sincero?

jueves, 10 de enero de 2008

Un poema de Juan Gelman

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores, que me juego la muerte.

de “El juego en que andamos” Juan Gelman (1930)

sábado, 5 de enero de 2008

Arroz negro

No hace mucho S. preparó arroz negro. Compró calamares y se volcó con manos en ellos hundiendo sus dedos en sus entrañas. Yo me acercaba curiosa hacia la cocina para ver cómo se manejaban los resbaladizos entre sus vigorosos y húmedos dedos. Mientras los limpiaba me iba enseñando con las manos abiertas y casi sin mirarme las diferentes partes de su cuerpo, el por qué de su forma alargada y fusiforme para surcar las aguas en vida. Una cabeza provista de dos ojos enormes y salientes, una especie de corona de donde nacen aproximadamente diez tentáculos, ocho de diferente tamaño y que mueren en unas ventosas con aspecto de mazo, como si fueran los pies del animal ya muerto. Yo estaba emocionada, parece una tontería pero nunca me había detenido en la belleza y la defensa de ese molusco. Luego me enseñó su boca, donde me descubrió, con un desliz de sus dedos, dos mandíbulas entre las que se encontraban los tan buscados dientes alineados, con los que imagino trituran los alimentos. La boca se abría al capricho de los dedos de S. enseñando al enemigo externo un diente parecido al pico de un pájaro. Su boca me pareció descabellada. Y por último me mostró su interior, su yo más profundo, la pluma del calamar, su alma. Una estructura transparente en forma de perfecta pluma. Como una formación esquelética que da consistencia y firmeza al animal. Me contaba apasionada que a eso se le conocía como la pluma de calamar, y que antiguamente se la ponía a secar para endurecerla y utilizarla para escribir. Más tarde se la cortaba en bisel, y se le hacía una pequeña incisión en el centro para absorber la tinta. Me pareció tan hermoso. De hecho extrajimos la pluma, la lavamos y la extendimos a secar y francamente parecía una pluma antigua, delicada pero inquebrantable, como una espina dorsal. Finalmente y después de todo un ritual al que asistí encantada, nos comimos un arroz negro exquisito.