jueves, 30 de agosto de 2007

Desligamiento

Al final pudo ser, o más bien dicho, podrá ser. Al final, y después de 3 años de completar, eliminar, reestructurar, amar y repudiar un trabajo, el más querido de todos, publican este último atraso de poemas. ¿Saben? Yo creo que los poemas caducan. Por qué iban a estar ellos exentos de la caducidad del mundo? Todo caduca, lo sabemos. Creo que, si llegado el momento éstos no se liberan, jamás resurgirán de sí mismos, permaneciendo quietos tan sólo en mi memoria y en la memoria de todos ellos. Y ustedes se preguntarán que a quién más le importan un puñado de versos, sino es a su dueño y a su recibiente? A mí, esto, personalmente me ata. Me ata al pasado, me anquilosa. Necesito que salga de mí, del recibiente. Es tan sólo una cuestión de libertad, un desligue, un alejamiento a otro estado donde respirar otro aire ya. A veces creo que es el propio libro quien decide salir de las manos de su dueño para extenderse a otras manos. Creo que es él mismo quien decide cuándo independizarse de su autor, de quien lo parió. Supongo que ese sentimiento de desligamiento es el mismo que ocurre cuando un hijo decide que ha llegado el momento de respirar solo, que es algo parecido. Confieso que a mí, como autora, me ocurre más de lo mismo, es ahora, que sé que finalmente saldrá de mí, cuando me siento más libre, menos coartada para emprender otro trabajo, antes no, antes no podía, era como una deslealtad hacia él, diciéndome, -¿dónde vas manos?, aún no acabaste conmigo, qué crees que estás haciendo? céntrate aún en mí. Ahora toca el trabajo más difícil para mí, ese que requiere que me bucee para sacar un puñado de palabras que expliquen el por qué de este libro, la presentación. Escribir las presentaciones, escribir y hablar sobre el libro es lo más oneroso de este trabajo, el libro en sí, simplemente va saliendo de mí, pero también es cierto que ahora ya no siento ningún refreno y los dedos de mis manos se alargan como se alargan los días en este ceranísimo invierno. En fin, bendito desligamiento que me aclimata.

martes, 21 de agosto de 2007

La balsa de la vida

I

SOMOS seres diminutos
Nos conforman minúsculas pero adecuadas formas
Desajustadas en la infinita y ajustada tierra
Son como relojes nuestros órganos
Y cuando fallan como aquéllos matan
Seres con el tiempo cosido en el dorso del paisaje
Que se accidentan torpemente
A veces cercenando
Nuestras extensiones anatómicas
Y otras, como no, matando relojes


II
a SAM

EL matrimonio con su piel
Es mi religión entera
Aquel poso de café quieto
Que jamás concluyo
Permaneciendo inalterable
Y esta confluencia epidérmica
Cose mis huecos imperfectos
Me enaltece las virtudes
Me acordona a su cicatriz
Eterna y armonizada
Y me dispara la caricia
En aquella fe que discretamente
Se fosiliza